La Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), más conocida como el banco malo, fue creada en 2012 para digerir el ladrillo tóxico que atoraba los balances de los bancos nacionalizados e intervenidos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Participado en un 45% por el Estado, a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) –otra criatura de la crisis financiera–, y por bancos, aseguradoras y la eléctrica Iberdrola en el 55% restante, tiene como mandato dar salida en el mercado en un plazo que acaba en 2027 a los 200.000 activos, entre inmuebles y préstamos, que adquirió por 50.781 millones de euros. En los seis años que lleva en funcionamiento, el banco malo ha vendido el 32,6% de su cartera tóxica. Pero acumula unas pérdidas de 2.193 millones de euros.
Una cantidad que equivale casi exactamente a la aportación realizada por el FROB al capital de la Sareb, 2.192 millones de euros, cuyas posibilidades de recuperación el presidente del primero, Jaime Ponce, considera “escasas”, según escribió en un artículo publicado en el último número de la Revista de Estabilidad Financiera del Banco de España.
Pese a que son unos números rojos considerables, lo cierto es que podrían ser incluso más abultados. Porque en su corta vida las cuentas de la Sareb ya han sufrido dos reformulaciones, en 2015 y 2016. Tras la primera, las pérdidas de 2013 alcanzaban 1.609 millones de euros y las de 2014, 804 millones. Un total de 2.413 millones de euros.
Después de la última, en aplicación del Real Decreto-ley de Medidas Urgentes en Materia Financiera, de diciembre de 2016, las pérdidas en 2013 quedaron reducidas a 47 millones y el resultado pasó incluso a ser positivo en 2014: unos beneficios de 67 millones.
Pero, aun con los nuevos criterios contables, el banco malo no ha hecho más que aumentar sus números rojos desde entonces. Ha pasado de perder 102 millones de euros en 2015 a cerrar con 878 millones negativos en 2018. Es decir, ha multiplicado sus pérdidas por 8,5 en cuatro ejercicios.
Patrimonio neto negativo
La reformulación también afectó a la manera de calcular su patrimonio neto. Gracias a los cambios dispuestos en el decreto antes citado, el banco malo ha dejado de computar en el patrimonio neto las pérdidas latentes que le ocasionó una operación con derivados realizada en 2013 –1.221,2 millones para cobertura de tipos de interés– y las correcciones por el deterioro de sus activos financieros –5.091 millones–. De forma que lleva desde 2016 en cifras positivas: 2.619 millones ese ejercicio, 2.055 millones en 2017 y 1.177 millones en 2018. Pero, si no se realizara esa maniobra contable, el patrimonio neto negativo de la Sareb alcanzaría la nada despreciable cifra de 5.136 millones de euros. De hecho, en 2015 ya tuvo que convertir en capital 2.171 millones de euros de deuda subordinada para evitar su disolución, obligada cuando el patrimonio neto de una empresa es inferior a la mitad de su capital social, como ocurría con el banco malo entonces.
José García Montalvo, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra, asegura que las peculiaridades de los bancos malos, “unos instrumentos diseñados muy ad hoc”, explican que se hagan ese tipo de ajustes. Y aclara que otros cambios, como los de las tasaciones de los activos a los que le obligó el Banco de España en una circular de 2015, propinó a la Sareb “un golpe tremendo” disparando sus pérdidas. El banco malo compró los inmuebles y los préstamos con un descuento medio del 63%. “La compra se llevó a cabo muy rápidamente, el último día del año, fue todo un poco caótico”, lamenta García Montalvo. Aun así, un portavoz de la Sareb reconoce que los activos “fueron adquiridos por encima de su precio real”. Tras el cambio de criterio del Banco de España, el banco malo tuvo que hacer provisiones por importe de 2.400 millones de euros en 2015: mientras acumulaba plusvalías en inmuebles, las minusvalías en préstamos ascendían a 3.012 millones de euros.
Jaime Ponce, presidente del FROB, el principal accionista del banco malo, advirtió hace unos días en la Universidad Menéndez Pelayo de que el plazo de 15 años dado a la Sareb para sanear todo el ladrillo tóxico adquirido bien puede ampliarse, pese a que el decreto que la creó no prevé una prórroga, informa Europa Press. Pero descartó que el banco malo necesite una inyección de capital público a corto plazo. En el mismo sentido se ha pronunciado un portavoz de la Sareb a preguntas de infoLibre.
Una cartera de difícil venta
García Montalvo considera que el patrimonio negativo de la Sareb “no tiene relevancia crítica”. Pero también deja claro que las pérdidas del banco malo las pagarán, al final, los contribuyentes. “Lo ideal sería venderlo todo y a buen precio, naturalmente”, explica, “pero la experiencia de otros bancos malos en otros países tampoco es muy positiva”. Los accionistas privados “ya han perdido todo lo que pusieron”, destaca además el catedrático de la Pompeu Fabra, “pero sabían que lo iban a perder desde el principio, por eso el BBVA, por ejemplo, no quiso entrar”. Entonces el dilema consistía en dejar quebrar a las entidades financieras o en imputar el coste al contribuyente: “Había que elegir entre lo malo y lo peor”. Y, a su juicio, dejar quebrar a los bancos no era la mejor alternativa.
Además, la cartera de préstamos e inmuebles de la Sareb es complicada de vender, resalta. “Está por debajo de la media: segundas residencias, viviendas en arrabales de ciudades pequeñas y medianas, lugares con poca demanda...”. Lo refrenda el portavoz del banco malo: “No tienen un potencial de revalorización evidente”.
En su artículo de la revista del Banco de España, Jaime Ponce reconoce también que la Sareb no lo tiene fácil debido a los “riesgos muy significativos del mercado inmobiliario, del ritmo de desinversión y de la capacidad de absorción de sus activos”, teniendo en cuenta “un contexto de gastos financieros y de estructura muy elevados”. Por eso considera que el Estado no recuperará el dinero invertido en su puesta en marcha.
En cualquier caso, García Montalvo cree que hay múltiples fórmulas para restructurar y absorber las pérdidas del banco malobanco malo, teniendo en cuenta que ahora el coste de financiación es muy bajo por los tipos de interés en caída histórica. “Mientras la operación no se compute como deuda, no es un problema”. En su opinión, no sería lo “deseable”, pero sí “lógico” que se prorrogase el mandato inicial de 15 años para vender todo ese ladrillo tóxico de tan difícil digestión, aunque para ello habría que cambiar los bonos que soportan el pasivo de la Sareb, apunta. Para el banco malo, continúa, la solución es “más política que técnica”.
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Fuera préstamos, mejor inmuebles
Al presentar las cuentas del último ejercicio, el presidente de la Sareb, Jaime Echegoyen, atribuyó el fuerte aumento de las pérdidas, un 55% respecto a 2017, a la reducción de las operaciones institucionales y a los “brutales” descuentos con que se colocan los préstamos debido a la elevada competencia, así como a un margen de maniobra que “comparado con la banca es prácticamente cero”. Así que el banco malo se niega a entrar en esa guerra de rebajas y ha decidido dedicar sus esfuerzos a transformar los préstamos en inmuebles, más fáciles de vender. El plan es impulsar la gestión especializada de activos singulares y, sobre todo, convertir préstamos en inmuebles por importe de 1.800 millones de euros este año y por 3.000 millones en 2020. En 2018 transformó préstamos al promotor por valor de 1.400 millones en inmuebles.
Para colocar esos productos especiales la Sareb ya ha creado varios Fondos de Activos Bancarios (FAB), un instrumento financiero que tributa sólo al 1% y está destinado sólo a clientes institucionales. El último se llama Árqura Homes y con él pretende vender 17.095 viviendas nuevas repartidas en 15 comunidades autónomas, con una inversión de 2.238 millones de euros. En esta nueva promotora se ha asociado con el fondo estadounidense Värde, que se ha hecho con el 10% del capital. La inmobiliaria Aelca, propiedad de Värde, será la encargada de la comercialización de los pisos. La idea de la Sareb es repetir el modelo para otro tipo de inmuebles como centros comerciales, oficinas u hoteles. Además, a través de Haya Real State, uno de sus cuatro proveedores externos –junto con Altamira, Servihabitat y Solvia– acaba de lanzar una campaña para vender 844.000 metros cuadrados repartidos en 380 suelos, de los cuales 55 son de uso industrial.
La Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), más conocida como el banco malo, fue creada en 2012 para digerir el ladrillo tóxico que atoraba los balances de los bancos nacionalizados e intervenidos tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Participado en un 45% por el Estado, a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) –otra criatura de la crisis financiera–, y por bancos, aseguradoras y la eléctrica Iberdrola en el 55% restante, tiene como mandato dar salida en el mercado en un plazo que acaba en 2027 a los 200.000 activos, entre inmuebles y préstamos, que adquirió por 50.781 millones de euros. En los seis años que lleva en funcionamiento, el banco malo ha vendido el 32,6% de su cartera tóxica. Pero acumula unas pérdidas de 2.193 millones de euros.