El mercado de trabajo español ha vivido en la última década una crisis brutal, una reforma laboral “muy agresiva” –por utilizar la calificación con que la vendió Luis de Guindos en Bruselas– y una recuperación plena de fallos e incógnitas. España cuenta ahora con 23,15 millones de activos, personas entre 16 y 65 años dispuestas a trabajar, pero aún no ha conseguido alcanzar la cifra mágica de los 20 millones de ocupados, aunque los roza, con 19,96 millones. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), referida al cuarto trimestre de 2019, el número de desempleados sigue siendo altísimo, 3,19 millones, con una tasa que permanece encaramada en el 13,78%, la segunda más elevada de la UE –tras Grecia– y más del doble de la media comunitaria –6,1%–.
Ése sería el bosquejo del panorama laboral español a día de hoy. Pero hay más detalles que ayudan a entender los cambios sufridos por el mercado de trabajo en estos últimos 10 años de sobresaltos. 2009 fue el año del hundimiento, cuando el número de parados se disparó en un 34,87%: nada menos que 668.000 empleados temporales se fueron a la calle, el primer recorte que acometieron las empresas mientras el PIB se desplomaba un 3,8%. La mayor contracción económica de la historia reciente también se llevó por delante a 394.000 autónomos, que tuvieron que cerrar sus negocios. Hoy la economía crece a un ritmo que no se sabe aún si llegará al 2% cuando Contabilidad Nacional haga las cuentas del último trimestre de 2019, pero que sin duda se ralentiza. Según la EPA, todavía se han creado 400.000 nuevos empleos en el último año, aunque porcentualmente es el peor dato en un final de año desde 2014.
Pese a que la reactivación económica invita a los ciudadanos a entrar en el mercado laboral, la población activa no ha recuperado aún las cifras de 2009, cuando 23,22 millones de personas estaban dispuestas para trabajar. Diez años después hay 66.600 activos menos, por lo que tasa de actividad está hoy –58,74%– un punto porcentual por debajo. Claro que la evolución para hombres y mujeres ha sido antitética: ha bajado el número de activos masculinos, 639.900 menos en 10 años, y ha crecido el de activos femeninos, 573.000 mujeres más. Es decir, la crisis ha echado del mercado de trabajo a un buen número de hombres mientras que empujaba a las mujeres a la búsqueda de empleo. Aun así, la tasa de actividad femenina sigue siendo hoy menor –53,53%– que la masculina –64,24%–.
La tasa de paro masculina cae el doble que la femenina
A la par ha crecido también el empleo: 1,32 millones personas más tienen trabajo ahora que hace 10 años, de los cuales 953.000 son mujeres y 368.000 hombres. Pese al brío con el que se han empleado las mujeres estos años, la economía ha sido incapaz de darles trabajo a todas las que querían un puesto. Así que la tasa de paro femenina no sólo sigue siendo mayor que la masculina ahora igual que en 2009, sino que además ha crecido la brecha entre una y otra. Mientras hay un 12,23% de desempleados, la tasa de paro femenino alcanza el 15,55%. La diferencia era de 3,3 puntos porcentuales en 2019, por sólo 0,4 en 2009. Es más, la tasa de desempleo masculina ha caído 6,5 puntos porcentuales en 10 años, casi el doble que la femenina, que sólo se ha reducido en 3,5.
No es el único cambio que ha sufrido la distribución del empleo. El número de ocupados jóvenes, menores de 29 años, ha disminuido en 745.400 personas entre 2009 y 2019, y el número de ocupados en la treintena se ha recortado aún más, hay 984.900 menos. En total, la cifra de trabajadores menores de 40 años se ha reducido en 1,73 millones de personas en una década. Por el contrario, los ocupados por encima de esa edad han aumentado en 3,05 millones de personas.
Como resultado, los trabajadores mayores de 40 años representan hoy el 62,4% de los ocupados, un aumento de 12 puntos porcentualesun aumento de 12 puntos porcentuales respecto a 2009, mientras que los trabajadores menores de 30 años equivalen al 13,8%, cinco puntos menos que hace una década, y los treinteañeros, el 23,7%, siete puntos por debajo.
En las listas del paro, sin embargo, sólo los mayores de 55 años han aumentado su presencia en comparación con 2009: hay 180.500 más; el resto de las franjas de edad ha reducido su participación en el desempleo desde entonces.
Una cuarta parte, temporales
Un aspecto que no ha cambiado sustancialmente en 10 años es la distribución del empleo según el tipo de contrato. En 2009 el 74,9% de los asalariados tenían un puesto fijo y un 25,08%, uno temporal. En 2019, los primeros equivalían al 73,9% de los empleados, y los segundos, al 26,1%. En todo caso, y no es una buena señal, el empleo indefinido ha perdido un punto porcentual, que ha ganado el eventual. La reforma laboral, por tanto y pese a su declaración de intenciones, no parece haber alterado la composición. También hay que tener en cuenta que en 2009 se produjo una masiva destrucción de puestos temporales, que redujo la tasa de temporalidad al 25,08%. La actual alcanza el 26,11%.
Y es que los empleos indefinidos han crecido un 7,25% en estos últimos 10 años, mientras que los temporales lo han hecho casi el doble, un 13,16%. Otro tanto ha ocurrido con los trabajos a tiempo parcial, que se han disparado un 19,18% desde 2009, mientras que los puestos a jornada completa han aumentado mucho menos, un 5,23%. Así que la tasa de parcialidad ha pasado del 13,25% al 14,75%.
Tampoco ha mejorado el empleo autónomo. Aunque promover el emprendimiento ha sido uno de los caballos de batalla de los sucesivos gobiernos, hoy los trabajadores por cuenta propia son 28.600 menos que hace una década.
En cambio, el paro de larga duración ha mejorado en gran medida, un 17,19%. Hoy se cuentan 254.000 personas menos que superen el año sin trabajar. Aun así, su cifra no es en absoluto despreciable: 1,22 millones, el 38,3%. Sólo que en 2009 representaban el 33,4% de los desempleados, cinco puntos menos.
Seis comunidades autónomas, por debajo del 10% de paro
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Finalmente, si se considera el desempleo por sectores productivos, todos lo han reducido en estos 10 años: un 76,2% la construcción –que llegó a tener a 611.700 de sus trabajadores en esta situación–, un 51% la industria y un 17,7% los servicios. La agricultura ha recortado sus desempleados un 5%.
En 2009 todas las comunidades autónomas aumentaban su número de parados y en ninguna de ellas crecía el empleo. Cinco comunidades sufrían tasas superiores al 20%: Canarias –26,91%–, Andalucía –26,33%–, Comunitat Valenciana –22,56%–, Murcia –22,47%– y Extremadura –21,26%–. Navarra era la autonomía con menos paro, un 10,53%.
Diez años después, seis comunidades autónomas han bajado del 10%: Navarra –9,01%–, País Vasco –9,09%–, La Rioja –9,89%–, Baleares –9,91%–, Aragón –9,93%– y Madrid –9,99%–. Sólo Extremadura –23,48%– y Andalucía –20,8%– superan aún el 20%. Pero siguen elevando sus cifras de paro siete comunidades: además de Extremadura, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Comunitat Valenciana y Murcia.
El mercado de trabajo español ha vivido en la última década una crisis brutal, una reforma laboral “muy agresiva” –por utilizar la calificación con que la vendió Luis de Guindos en Bruselas– y una recuperación plena de fallos e incógnitas. España cuenta ahora con 23,15 millones de activos, personas entre 16 y 65 años dispuestas a trabajar, pero aún no ha conseguido alcanzar la cifra mágica de los 20 millones de ocupados, aunque los roza, con 19,96 millones. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), referida al cuarto trimestre de 2019, el número de desempleados sigue siendo altísimo, 3,19 millones, con una tasa que permanece encaramada en el 13,78%, la segunda más elevada de la UE –tras Grecia– y más del doble de la media comunitaria –6,1%–.