España es sólo el 35º cliente de Rusia y el 53º de Ucrania. A su vez, en la lista española de importadores, los rusos ocupan el puesto 19 y los ucranios, el 38. Con ambos países la balanza comercial española es deficitaria, nos venden más de lo que nos compran, según las cifras del Instituto de Comercio Exterior (ICEX). En el caso ruso, porque el 75,5% de la factura anual es petróleo y gas. En el ucranio, el 42,2% son cereales que compra España. En el ranking de inversores, Rusia, pese a lo afamado de sus millonarios, no pasa del puesto 41. Casi una tercera parte del dinero ruso inyectado en España va a parar a hoteles, un 21% se invierte en el sector inmobiliario y otro tanto en la construcción de edificios. En 2019, además, el 26% del capital ruso que llegó a España lo constituyó la compra de la cadena de supermercados Dia por Míjail Fridman, dueño del grupo de inversión LetterOne, ruso de origen ucraniano y uno de los oligarcas que aparece en la lista de sancionados que prepara la Unión Europea, según avanzó El País.
En resumen, la exposición española al riesgo ruso y ucranio es bastante menor que la de buena parte de los socios europeos. Si el 40% del gas natural que abastece a la UE procede de Rusia, España sólo compra el 10,43% de ese hidrocarburo esencial en el país de Vladimir Putin, de acuerdo con los registros de Cores (Corporación De Reservas Estratégicas De Productos Petrolíferos), que reúne a todos los operadores y comercializadores de hidrocarburos. Muy lejos, por tanto, de la dependencia de Alemania, que importa de Rusia el 65,2% del gas que consume, o el 43,2% de Italia.
“El impacto en España de la guerra en Ucrania en primera ronda no va a ser demasiado”, explica Enrique Feás, investigador del Real Instituto Elcano. Y si lo hay, “será más a nivel micro que macro”. Es decir, puntual, afectará a algún sector muy específico: “El 30% del caucho lo traemos de allí, o el 40% del maíz viene de Ucrania, también el aceite de girasol”.
Rusia también es uno de los principales productores de minerales y metales del mundo. Y el conflicto se ha dejado ya notar, y mucho, en el mercado de futuros, que permite predecir cuál va a ser la evolución de los precios de un determinado producto. Pues bien, la cotización del trigo en el mercado de futuros de Chicago, que sirve de referencia mundial, se disparó un 17% entre el 18 y el 25 de febrero pasados. La del maíz, un 9%. El aluminio, casi un 6% en sólo 48 horas. El paladio, un metal que se usa en los catalizadores de los tubos de escape, pero también es necesario para fabricar ordenadores y móviles, subió un 21% en 24 horas. “Son variaciones salvajes”, destaca Antonio Castelo, especialista en mercados de renta variable de iBroker Global Markets. No se trata de los precios del producto en los mercados físicos, sino de contratos de futuros que anticipan una subida de los precios en esas magnitudes para las próximas semanas. Los del gas natural han escalado más de un 27%, por ejemplo. Y esos precios no dejarán de notarse en la economía mundial.
No tantos turistas rusos
Sin embargo, en el turismo el perjuicio será menor. Por el momento, el sector no tiene constancia de cancelaciones “trascendentes”. Pero muy distinto será el pronóstico si el conflicto se alarga y la preocupación de la ciudadanía europea se traduce en un desplome de la movilidad dentro de Europa, advierte José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur, el lobby del sector turístico español. Zoreda se remite al pequeño peso que el turismo ruso tiene en España: en 2019 llegaron 1,3 millones de viajeros procedentes del país eslavo, que se dejaron 1.300 millones de euros. Lo que representa un máximo del 3,2% de los turistas en julio y sólo un 1,3% en marzo. Además, en 2021 fueron sólo 130.000 los rusos que viajaron a España, porque la vacuna Sputnik no estaba validada por la UE y dos devaluaciones del rublo afectaron también al bolsillo del ciudadano en el país de Putin. Además, “pese a la percepción general, no todos los turistas rusos son [Román] Abramóvich”, aclara Zoreda en alusión al millonario propietario del Chelsea FC, “los que vienen a Salou, Lloret de Mar o Torrevieja son clase media baja”.
Exceltur sostiene, por tanto, que la desaparición del turista ruso este verano no va a generar un gran descosido al sector. Ni siquiera si se queda sin los viajeros procedentes de los países limítrofes del Este europeo, puesto que en julio de 2019 no supusieron más del 7,8% de los turistas, precisa José Luis Zoreda.
El problema que más preocupa a las firmas turísticas es el inevitable aumento de los costes operativos, derivado del alza de los precios de la energía. “Los sobrecostes en el transporte limitarán la afluencia de turistas si las empresas los trasladan a los clientes o si los absorben en sus márgenes; el efecto de la inflación sí tendrá trascendencia”, avanza el vicepresidente de Exceltur.
Y ese escenario se abre cuando aún la hostelería, los alojamientos y las agencias de viajes no acaban de escapar de la crisis del coronavirus. “Llueve sobre mojado”, se queja José Luis Zoreda, “parece que no salimos de los infortunios, cuando parecía que una vez pasada la Semana Santa ya íbamos a respirar… aparece esto, un elemento ajeno a nuestra capacidad de reacción”. Así que el vicepresidente de Exceltur, que cifra en 170.000 millones de euros la pérdida de actividad turística en los dos años de covid, pide al Gobierno que extienda los ERTE hasta el verano –se firmó justo antes de la guerra su prórroga únicamente hasta marzo–, pero también una ampliación del plazo para devolver los préstamos ICO y más ayudas a fondo perdido para las pymes. La amenaza de la inflación que trae la guerra “merma la capacidad de recuperación” de un sector ya de por sí rezagado respecto al resto de la economía española, apunta.
En cadena: inflación, tipos de interés, deuda, arcas públicas
En efecto, más allá del golpe inmediato pero atenuado que pueda infligir la guerra en algunos sectores más expuestos, el peligro está en los efectos de segunda ronda. Las previsiones de los analistas económicos y organismos internacionales de que la inflación iba a moderarse a partir de la primavera porque también iban a hacerlo los precios de la energía se ha ido al traste. Enrique Feás explica que el alza de los precios se va a consolidar por dos vías: por un lado, la subida del gas y el petróleo, de los que España es muy dependiente, y por otro, los precios agrícolas, no sólo por el alza del trigo o el maíz, sino también por el de los fertilizantes, de los que Rusia es un gran productor.
A su vez, el aumento de la inflación va a provocar una subida de los tipos de interés “mayor y antes de lo esperado”, augura el analista de Elcano. Y todo ello ralentizará la recuperación, en la que España ya iba de por sí retrasada frente al resto de Europa. El Consejo General de Economistas (CGE) rebajó este mismo lunes cuatro décimas su previsión de crecimiento para España, del 5,6%-5,8% al 5,2%-5,4%, sólo por la guerra. También se hizo público el lunes el índice adelantado de la inflación en febrero, que se disparó hasta el 7,4%, la más alta desde julio de 1989.
Además, unos tipos de interés altos dificultarán la reducción de la deuda pública, que en España es una de las más altas de Europa, equivalente al 118,7% del PIB. También subirán las primas de riesgo, el sobreprecio que un país paga para financiarse en los mercados y mide la confianza de los inversores, y que en el caso español siempre será mayor que la de sus vecinos europeos.
Pero el efecto indirecto de la guerra, con el alza de los precios energéticos, también se dejará notar en las arcas públicas. “Los Presupuestos Generales se confeccionaron con una previsión del petróleo en 58 dólares, y ahora ha superado los 100”, alerta José García Montalvo, profesor de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. Las cuentas del Estado se hicieron sobre la base de unas previsiones, dice, “demasiado optimistas”. La tan esperada recuperación de la economía, coincide con el resto de los expertos consultados, se va a retrasar. Más que el efecto directo, el daño letal será el efecto indirecto en la confianza y en la inversión, añade.
El rebote inevitable de las sanciones
Cuestión aparte es el impacto bumerán que puedan tener las sanciones impuestas a Rusia por la invasión. “No hay ninguna sanción efectiva que no afecte también a Europa”, advierte Enrique Feás. Sin embargo, cree que tanto la desconexión de Rusia del mecanismo Swift como el bloqueo de las reservas internacionales del Banco Central ruso son un “acierto” y “superefectivas”. Por un lado, el Gobierno de Putin no puede acceder a un colchón que se cifra en 630.000 millones de dólares, lo que a su vez le impide salvar al rublo de su desplome en los mercados de divisas. A cambio, ha tenido que subir los tipos de interés nada menos que hasta el 20%. La inflación llegó al 8,73% en enero. La economía rusa se está hundiendo, destaca el investigador de Elcano.
La desconexión del Swift impide a Rusia realizar transacciones financieras con el resto del mundo. José García Montalvo contradice a Feás y cree que se trata de una medida sólo eficaz “parcialmente” que tendrá un coste muy grande también para los países sancionadores. El profesor de la Pompeu Fabra recuerda que existen otros sistemas de mensajería alternativos al Swift que Rusia puede utilizar, como el chino (CIPS). O Putin puede recurrir a las criptomonedas: el rublo digital existe desde 2020.
Sin embargo, para Enrique Feás, esas opciones tienen una capacidad y alcance limitados, no pueden sustituir al Swift y China, además, querrá reducir su exposición al rublo y no va a dejar que se deprecie el yuan. A su juicio, Putin no esperaba una reacción tan “drástica” de parte del G-7 y de la Unión Europea. “Al principio, las medidas fueron muy ligeras, Rusia no creía que Europa se atrevería a arriesgar los suministros de gas y petróleo ni que le bloquearían las reservas internacionales”, mantiene el analista. También duda de que Putin tenga previsto un plan para reaccionar ante el endurecimiento de las sanciones.
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García Montalvo lo rebate. “Con el Swift, tienes que apagarlo todo o no es eficaz”, resalta, “no puede ser que desconectes para unas cosas sí y para otras no”. Europa ha salvado de la suspensión las transacciones relacionadas con el gas y el petróleo. Y cree que Putin sí debe de tener preparado un mecanismo alternativo para sortear el bloqueo a los movimientos financieros rusos “a través de terceros o cuartos países”. “La desconexión del Swift ya la sufrió con la invasión de Crimea, así que ahora estará preparado”, aventura. En su opinión, lo único realmente efectivo sería cortar también el Swift de las operaciones de gas y petróleo. “Claro que Europa, y España, corren entonces un serio peligro por su dependencia energética, después de hacer una transición ecológica a una velocidad enloquecida”, critica, en referencia a la eliminación de la energía nuclear impulsada por Alemania.
Si la guerra se prolonga, Rusia puede incluso llegar a declararse en suspensión de pagos. “Es perfectamente posible”, asegura Enrique Feás. El resto de Europa, incluida España, no sufrirán tanto, pero acusarán el golpe “que no le ha quedado más remedio que dar para evitar el enfrentamiento armado”, apunta García Montalvo, y que le rebotará en la cara por culpa de su dependencia energética y el efecto de ésta en la inflación.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, avanzó este lunes en una entrevista en TVE la UE debe reflexionar sobre la necesidad de una política que haga frente al coste de las sanciones para las economías de los Estados. "Si, como estamos viendo, estamos todos unidos en las sanciones económicas a Rusia –señaló–, debemos también unirnos en las respuestas económicas para hacer frente a las consecuencias económicas de estas sanciones".
España es sólo el 35º cliente de Rusia y el 53º de Ucrania. A su vez, en la lista española de importadores, los rusos ocupan el puesto 19 y los ucranios, el 38. Con ambos países la balanza comercial española es deficitaria, nos venden más de lo que nos compran, según las cifras del Instituto de Comercio Exterior (ICEX). En el caso ruso, porque el 75,5% de la factura anual es petróleo y gas. En el ucranio, el 42,2% son cereales que compra España. En el ranking de inversores, Rusia, pese a lo afamado de sus millonarios, no pasa del puesto 41. Casi una tercera parte del dinero ruso inyectado en España va a parar a hoteles, un 21% se invierte en el sector inmobiliario y otro tanto en la construcción de edificios. En 2019, además, el 26% del capital ruso que llegó a España lo constituyó la compra de la cadena de supermercados Dia por Míjail Fridman, dueño del grupo de inversión LetterOne, ruso de origen ucraniano y uno de los oligarcas que aparece en la lista de sancionados que prepara la Unión Europea, según avanzó El País.