INVESTIGACIÓN

Muerte en Marbella: cómo el narconegocio de un confidente policial condujo a su tortura y ejecución

Marbella es un imán para bandas del crimen organizado de todo el mundo.

Antonio Baquero (OCCRP), Roman Lehberger (Der Spiegel), Nils Metzger (ZDF), Dajana Kollig, Timo Schober, Sophia Stahl, Hakan Tanriverdi (Der Spiegel/ZDF/Paper Trail Media)

Una tarde de junio de 2022 cinco hombres entraron tranquilamente en un apartamento de la planta baja de un complejo residencial de Marbella. Sólo cuatro de ellos salieron vivos de él.

A la noche siguiente, el administrador de la finca encontró el cadáver lleno de golpes de Aleksandar Kolundzic, un serbio de 33 años afincado en Alemania, que había sido amordazado y atado a una silla en el interior del apartamento, situado en una urbanización cerrada a pocos minutos a pie del mar. Según la policía española, Kolundzic tenía la cabeza envuelta en plástico y fue golpeado durante horas con palos de golf antes de recibir un disparo en la cabeza.

“Fue una ejecución en toda regla”, resume a OCCRP una fuente policial española que participó en la investigación [El agente estaba autorizado a hablar con la prensa, pero no a ser identificado por su nombre].

Casi dos años después del horrible asesinato, su primer sospechoso fue extraditado de Turquía a España y detenido en abril. La policía española alega que el ciudadano alemán de origen turco de 32 años, identificado como Tolga S., formaba parte del grupo que torturó y asesinó a Kolundzic. Mientras las autoridades buscan a los demás sospechosos, Tolga S. está siendo investigado por asesinato, detención ilegal, tenencia ilícita de armas y pertenencia a organización criminal.

Tanto Kolundzic como su presunto asesino estaban presuntamente implicados en el crimen organizado, según las autoridades españolas y alemanas. Pero había una gran diferencia: Kolundzic también era confidente de la policía.

Junto con sus socios Paper Trail Media, Der Spiegel y la televisión pública alemana ZDF, la red de medios OCCRP, a la que pertenece infoLibre, ha recabado nuevos detalles sobre la peligrosa doble vida de Kolundzic como presunto narcotraficante y colaborador de la policía alemana, y sobre cómo acabó con su horrendo asesinato.

El reportaje, que se basa en revelaciones de las que informaron por primera vez las emisoras alemanas WDR y NDR, utiliza miles de documentos que los periodistas han obtenido de la investigación que ha hecho la fiscalía alemana sobre el asesinato, así como en expedientes judiciales y entrevistas con la policía en Alemania y España. 

La investigación alemana

Los archivos de la fiscalía obtenidos por Paper Trail Media, Der Spiegel y ZDF incluyen testimonios de los contactos de Kolundzic, así como de los mandos de la policía alemana responsables de gestionar su trabajo como informante. El caso se cerró en 2023 tras considerarse que no había más pasos que dar en Alemania.

Se trata de una historia de contornos difusos, de un confidente apreciado por la policía alemana por su información precisa sobre las redes delictivas, pero también sospechoso de participar en grandes alijos de drogas. Los testimonios recogidos por la policía y la fiscalía sugieren que Kolundzic debía drogas y grandes sumas de dinero a algunos de sus socios, una situación que puede haber hecho aún más insostenible su trabajo como informante.

Mientras que las fuerzas de seguridad de algunos países permiten que los confidentes cometan delitos con autorización oficial, las normas en Alemania son más restrictivas. Aunque Alemania carece de una ley específica que regule el uso de confidentes, según los expertos y una sentencia del Tribunal Supremo del país, los protocolos policiales estipulan que no se debe permitir que los informantes participen en delitos, lo que plantea interrogantes sobre el grado de conocimiento que tenían los responsables de Kolundzic de su doble vida.

Tampoco está claro si la policía alemana gestionó adecuadamente el riesgo que corría Kolundzic. Según los testimonios facilitados a la policía y a la fiscalía tras su muerte, los agentes al cargo de Kolundzic conocían su plan de acudir a la fatídica reunión de Marbella, pero afirmaron que ignoraban los detalles de su viaje y, al parecer, no hicieron muchas preguntas al respecto.

Según explicaron, Kolundzic había viajado a España por su propia “iniciativa”, aun reconociendo que el objetivo era que reuniera pruebas contra Tolga S., a quien la policía alemana había identificado como miembro de una banda de los Ángeles del Infierno.

Kolundzic había prometido informar a los agentes tras su viaje. Nunca regresó.

“Nadie habría soñado que acabaría así”, dijo uno de los agentes alemanes encargados de trabajar con Kolundzic, según el testimonio recogido en los archivos de la fiscalía: “Fue un golpe tremendo”.

Aunque las autoridades aún no han establecido el móvil del asesinato, la historia que circula en el submundo criminal de Marbella, según la policía española, es que Kolundzic quedó al descubierto como informador durante la reunión en el apartamento.

Pero cuando los fiscales alemanes intentaron investigar la posibilidad de que los asesinos hubieran descubierto los mensajes de Kolundzic con su contacto en la policía alemana, se toparon con un callejón sin salida: no se encontró ningún teléfono en la escena del crimen y, pocos días después de la muerte, el principal contacto policial de Kolundzic había reestablecido su propio teléfono móvil a los valores de fábrica, borrando sus comunicaciones con el informador.

El Ministerio del Interior alemán y la Policía de Fráncfort, donde trabajaban los controladores de Kolundzic, declinaron responder a las preguntas enviadas por los periodistas de OCCRP, incluso sobre los resultados de la investigación abierta para determinar si la decisión del agente de borrar los mensajes constituía una “conducta delictiva”.

El abogado que representaba a Tolga S. tampoco respondió a las preguntas de OCCRP, aparte de señalar que la investigación en Alemania se había cerrado.

Un asesinato salvaje

Marbella es una ciudad con dos caras, el escenario apropiado para un hombre que lleva una doble vida. Con el Mediterráneo de fondo, la glamurosa jet set sale de fiesta en sus yates, los golfistas juegan en greens de césped perfecto y los turistas se extienden a lo largo de kilómetros de playas de arena.

Pero el destino de vacaciones andaluz también es desde hace mucho tiempo un imán para bandas criminales de todo el mundo, cuyas batallas por la supremacía acaban a menudo en sangrientos tiroteos. La policía española ha descrito la ciudad como la “ONU del crimen organizado”, que atrae a los delincuentes con su oferta de lujo y su situación estratégica cerca de los puntos de entrada del hachís y la cocaína en España.

Aunque Kolundzic era un visitante habitual de Marbella –incluso se había registrado en un gimnasio local con un nombre falso–, residía principalmente a las afueras de Fráncfort, en la ciudad de Offenbach, según la investigación alemana sobre su muerte. Conocido por sus amigos como Goran, vivía en Offenbach con su esposa, que también procede de Novi Sad, su ciudad natal, en el norte de Serbia. Tenían dos hijos y esperaban un tercero cuando Kolundzic fue asesinado.

En el testimonio que dio a la policía alemana, la esposa de Kolundzic declaró que su marido trabajaba como conductor para una empresa de servicios asistenciales y entrenaba regularmente en un gimnasio de artes marciales. Aunque mencionó que de vez en cuando discutía con otros hombres después de unas copas, no tenía constancia de ninguna amenaza grave ni de lo que hacía su marido cuando viajaba, que a menudo era a España. Parecía no tener ni idea de su otra profesión: trabajar como informante confidencial para la policía de Fráncfort desde al menos 2018.

No está claro cómo comenzó la colaboración, pero la policía alemana consideraba a Kolundzic una “persona V”, término utilizado para designar a alguien con información privilegiada que la proporciona en secreto a las autoridades. La V hace referencia a las palabras alemanas para conexión (Verbindung) y confianza (Vertrauen).

Según el testimonio de sus contactos policiales en Fráncfort, Kolundzic informó a dos agentes de sus planes de viajar a España para reunirse con Tolga S., de quien dijo que era narcotraficante. Según los policías, Kolundzic les dijo que Tolga S., conocido por sus socios como El Gordo, enviaba semanalmente a Alemania camiones con cientos de kilos de marihuana. Aunque se desconoce la naturaleza exacta de su relación, Kolundzic dijo que se había reunido anteriormente con Tolga S.

Por su parte, la policía española asegura que la pareja se reencontró en un chiringuito de Marbella el día antes del asesinato. Pero todavía investiga por qué los cuatro hombres atacaron a Kolundzic al día siguiente y de forma tan brutal. En su comunicado de prensa, la policía española afirma que “desacuerdos entre las partes” llevaron a la víctima a ser torturada durante horas. La fuente policial española implicada en la investigación explica a OCCRP que los agresores querían sonsacar información a Kolundzic. “No se tortura a una persona tan salvajemente sólo para saldar una cuenta o una deuda”, aclara.

La policía alemana también descubrió que se enviaron mensajes desde el teléfono de Kolundzic la noche en que fue torturado. Pero no está claro si fue el propio Kolundzic quien tecleó los mensajes, que se enviaron cuando ya había circulado entre sus conocidos un vídeo en el que aparecía vivo pero atado a una silla, con las piernas envueltas en papel de aluminio y una sábana de plástico colocada debajo.

Según los archivos de la investigación alemana, la esposa de Kolundzic dijo que había recibido un mensaje de su marido a las 22:19 horas que decía: “Me voy”, seguido de un beso sonriente.

Una hora más tarde, cuando ya estaba dormida, le llegó otro mensaje en el que le pedía el número de un amigo de la familia. La esposa de Kolundzic le envió el número a las tres de la madrugada, pero el mensaje no llegó a su teléfono. Para entonces, su marido llevaba muerto alrededor de una hora, según la policía.

El cadáver de Kolundzic fue encontrado la noche siguiente por una persona que se encargaba del apartamento, donde la policía descubrió también notas manuscritas en las que se detallaban cantidades de droga y de dinero junto a una lista de nombres. El arma homicida, una Glock 19 de cuarta generación, fue descubierta por los trabajadores de la limpieza en un cubo de basura cercano.

Además, las imágenes de vídeovigilancia captaron a cuatro hombres saliendo del apartamento, uno de ellos con varios teléfonos móviles en las manos. Tolga S. y los otros tres sospechosos huyeron posteriormente a Turquía, según la investigación alemana.

La policía española asegura que pudo relacionar a los sospechosos con la escena del crimen en parte gracias a las huellas dactilares: Tolga S. ya figuraba en una base de datos policial tras ser detenido brevemente en Madrid en 2021 por portar documentos de identidad falsificados. Al hacer pública su detención, la policía lo describió como el “líder de una red de narcotráfico con ramificaciones en el sur de España”, que había sido extraditado por su presunta implicación en la muerte de Kolundzic.

Un juego peligroso

El principal contacto de Kolundzic en Fráncfort declaró a la policía y a los fiscales que se reunía con él cada tres semanas aproximadamente. Sus pistas eran siempre verificables y conducían a investigaciones fructíferas, según consta en una nota de la investigación.

Pero el nuevo material revisado por los periodistas sugiere que la posición de Kolundzic era cada vez más precaria en el periodo previo a su asesinato, lo que plantea interrogantes sobre si la policía cometió errores en su trato con él. Por ejemplo, una persona descrita como un confidente cercano declaró a la policía que Kolundzic le había hablado de deudas de drogas por un total de varios cientos de miles de euros en una llamada telefónica tres días antes de su muerte. Este socio dijo que también había recibido varias llamadas desde un número español, en las que un interlocutor bosnio le exigía que “liberara el dinero de la droga de Kolundzic”.

Otra persona interrogada por la policía alemana aseguró que dos individuos le habían pedido que buscara a Kolundzic en Offenbach y le habían dicho que les debía “800.000 euros y una cantidad desconocida de cocaína”.

Y una tercera testigo, que dijo haber presentado a Kolundzic a Tolga S., declaró a la policía durante un registro de su apartamento que este último estaba enfadado con Kolundzic porque no le había pagado una deuda de 100.000 euros. La mujer se negó posteriormente a prestar testimonio oficial.

Al ser interrogados tras su muerte, los responsables de Kolundzic adujeron que no tenían conocimiento de ninguna amenaza contra el informador.

Según informaron las emisoras alemanas WDR y NDR, también hay pruebas de que Kolundzic incumplía los protocolos de la policía alemana que prohíben a los informadores participar ellos mismos en actividades delictivas, aunque no se ha podido confirmar si sus superiores eran conscientes de sus actividades.

En un caso seguido en 2020 en Giessen, ciudad alemana al norte de Fráncfort, Kolundzic fue investigado “bajo sospecha de importación ilegal de una cantidad no despreciable de estupefacientes”, según confirmó la fiscalía a OCCRP.

Otra investigación llevada a cabo por los fiscales en 2021 cita chats interceptados que muestran a Kolundzic, que se hacía llamar “Profesor”, coordinando supuestamente numerosas entregas de varios cientos de kilos de marihuana. Los investigadores lo identificaron como el enlace entre un presunto correo de droga y los destinatarios.

En aquel momento, la fiscalía de Giessen desconocía que Kolundzic fuera un confidente o que fuera un chivatazo que dio a su contacto de Fráncfort lo que había desencadenado la segunda investigación. “La fiscalía de Giessen no fue informada de la condición de VP del sr. K. hasta después de su muerte”, declaró a la prensa un portavoz de la fiscalía, utilizando el acrónimo de V Person. “Debido al fallecimiento del sr. K., el procedimiento contra él se suspendió posteriormente”.

El principal responsable policial de Kolundzic, que declinó hacer comentarios cuando fue localizado por los periodistas de OCCRP, tiene previsto testificar durante el juicio por el segundo caso en Giessen, donde otros seis sospechosos fueron acusados de tráfico de drogas a gran escala a finales de marzo de 2023.

Aunque la policía española no conocía a Kolundzic antes de su asesinato, un investigador español declaró a OCCRP que más tarde supieron que se había reunido en Cataluña con individuos relacionados con el clan mafioso Kavač de Montenegro, muy implicado en el tráfico de drogas. En su comunicado de prensa sobre la detención de Tolga S., la policía española describió a Kolundzic como “vinculado a organizaciones criminales de los Balcanes”.

Charlas policiales borradas

La falta de una ley específica que regule el uso de los informadores confidenciales en Alemania se ha convertido en objeto de debate en los últimos años. Los expertos jurídicos argumentan que debería haberse aprobado una norma hace tiempo, mientras que algunos policías expresan su preocupación por que las nuevas normas puedan frenar la eficacia de una poderosa herramienta de investigación. Actualmente se está tramitando una nueva ley sobre el uso de este tipo de confidentes.

Sin embargo, según un dictamen jurídico encargado por el Ministerio de Justicia de Alemania en 2017, que sopesó si el uso de informantes confidenciales requería una mayor regulación, en la práctica la policía ya debe asegurarse de que “no participen ellos mismos en actos delictivos a pesar de su proximidad al medio delictivo”. El Tribunal Federal de Justicia de Alemania también dictaminó en 2020 que no se debe permitir que los informantes cometan delitos, pero que pueden –con el consentimiento de los fiscales– observar delitos sin intervenir para investigar ilegalidades más importantes.

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Cualquier informante al que se descubriera traficando con drogas a gran escala dejaría de ser considerado un colaborador adecuado, según confirmó a Der Spiegel bajo condición de anonimato un experimentado gestor de confidentes de la policía alemana.

Es posible que nunca se sepa qué sabían los responsables policiales de Kolundzic sobre su presunta implicación en el tráfico de drogas. Los intentos de la policía alemana de recuperar los mensajes borrados del teléfono de su principal controlador no tuvieron éxito, según establece la investigación. Al ser interrogado al respecto, el agente declaró que borraba regularmente sus historiales de chat como medida de seguridad, lo que llevaba a cabo sin supervisión.

El departamento de investigación criminal de Fráncfort no respondió a las preguntas que le formuló OCCRP sobre si alguno de los registros de comunicación seguía existiendo en otro formato.

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