Han crecido al calor de los avances formales en el seno de los parlamentos, contemplando los pasos adelante en la representación simbólica y siendo testigos de la consolidación de los derechos políticos del colectivo. Han salido a las calles y han visto con normalidad banderas arcoíris ondear de los balcones, han encendido sus móviles y han escuchado cómo el influencer del momento salía del armario ante millones de seguidores. Y aún así, los jóvenes que conforman lo que se ha dado en llamar generación Z, no se libran de la violencia. En las aulas, una de cada cuatro personas LGTBI de entre 18 y 24 años afirma ser víctima de bullying. El 49,5% reconoce haber sido testigo. Y en el 64,1% de los casos, el centro escolar no hizo absolutamente nada.
Son algunas de las conclusiones del informe Estado de la educación LGTBI+ 2024, elaborado por la Federación Estatal LGTBI (FELGTBI) con datos de la agencia 40db, presentado este miércoles. Según la investigación, el odio hacia el alumnado LGTBI es una constante, especialmente en los adultos jóvenes: el 28,7% de las personas de entre 25 y 34 dice haberlo sufrido y también el 25,9% de quienes tienen entre 35 y 44 años. A partir de ahí, el porcentaje de quien se reconoce como víctima cae progresivamente.
Dentro de las aulas, la violencia se expresa en forma de acoso. Así lo reseña un 17,75% de las víctimas. Un 13,75% habla de discriminación en términos genéricos, un 7,38% refiere violencia física y un 7,25% de ciberbullying. Es, fundamentalmente, durante la educación secundaria cuando el alumnado que pertenece al colectivo sufre los ataques de sus compañeros.
El 16,13% de los encuestados se refiere a 3º y 4º de la ESO como la etapa educativa marcada por el acoso y el 14,5% se retrotrae a 1º y 2º de la ESO. Conforme avanza el recorrido académico de los estudiantes, disminuye el acoso, siendo la etapa universitaria la más tolerante. Y aunque sea llamativo, también entre los más pequeños comienzan a darse las primeras expresiones de intolerancia: un 8,13% de los entrevistados cita infantil como la etapa educativa en la que recibieron acoso LGTBIfóbico. Es decir, hay menores de seis años que violentan a sus compañeros básandose en clichés LGTIfóbicos.
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Las consecuencias sobre las víctimas, en un plano estrictamente académico, son claras: el porcentaje de población joven que no ha completado la educación secundaria de segunda etapa y que no está estudiando, es del 18,9%. Este dato, reseñan los investigadores, contrasta con el de la población general, con una tasa de abandono escolar temprano del 13,6%.
Sin respuesta en las aulas
En ese escenario, surge una pregunta obligada: ¿cuál es la respuesta de los centros educativos? Según los encuestados, los colegios están muy lejos de estar a la altura: sólo el 16,3% señala que su centro escolar aplicó algún tipo de castigo a las personas responsables. La inmensa mayoría, el 64,1%, dice que sencillamente el centro no hizo nada. Pero hay más: el 9,8% señala que el castigo fue a parar sobre el agresor y también sobre la víctima. Un 6% lamenta que la reprimenda fue única y exclusivamente dirigida a la víctima.
El caldo de cultivo tiene que ver con la ausencia casi total de educación afectivo sexual y de respeto a la diversidad en las aulas. Lo dicen las propias personas encuestadas: el 59,4% señala no haber recibido nunca ninguna charla sobre diversidad sexual. El 79,2% indica que en las aulas nunca se ha abordado la prevención al odio LGTBIfóbico y el 72,8% reseña que nunca se han analizado los prejuicios hacia el colectivo. Y un apunte más: el 70,8% del alumnado LGTBI no ha conocido nunca a ningún profesor que fuese visiblemente del colectivo.
Han crecido al calor de los avances formales en el seno de los parlamentos, contemplando los pasos adelante en la representación simbólica y siendo testigos de la consolidación de los derechos políticos del colectivo. Han salido a las calles y han visto con normalidad banderas arcoíris ondear de los balcones, han encendido sus móviles y han escuchado cómo el influencer del momento salía del armario ante millones de seguidores. Y aún así, los jóvenes que conforman lo que se ha dado en llamar generación Z, no se libran de la violencia. En las aulas, una de cada cuatro personas LGTBI de entre 18 y 24 años afirma ser víctima de bullying. El 49,5% reconoce haber sido testigo. Y en el 64,1% de los casos, el centro escolar no hizo absolutamente nada.