Alrededor de Isabel García sobrevoló la polémica desde el primer día que atravesó las puertas del Instituto de las Mujeres. Pero ha sido ahora, seis meses después de que asumiera el cargo, cuando el peso de los acontecimientos ha acelerado su salida de la institución. Una marcha que no ha sido voluntaria y que llega tras días de escrupuloso silencio por parte del Ministerio de Igualdad. Este martes, finalmente, el Consejo de Ministros ha aprobado su cese definitivo, después de que saltara a la agenda pública las presuntas irregularidades que ella y su cónyuge protagonizaron en la concesión de contratos para la gestión de puntos violeta.
Ha pasado casi una semana de explicaciones exiguas por parte de la protagonista y silencio cómplice por parte de la institución que hasta ahora la arropaba. García proclamó su inocencia y se aferró al cargo. Igualdad pidió "tiempo", "paciencia" y "humanidad". Pero las voces que clamaban por el cese de Isabel García se iban multiplicando conforme pasaban los días, hasta que finalmente su expulsión se hizo inevitable.
Entre los críticos con la ya exdirectora del Instituto de las Mujeres, algunos advertían del daño reputacional que recaería sobre la institución en particular y sobre las políticas públicas de igualdad en general. En un momento crucial de avance reaccionario, el descrédito alrededor del feminismo es un peaje demasiado caro.
Verbaliza esa preocupación Beatriz Gimeno, quien estuvo al frente del Instituto de las Mujeres entre 2020 y 2021. Responsable, por cierto, del cambio de nombre de la institución, que ensanchó sus márgenes pasando al plural durante su mandato –Instituto de las Mujeres, en lugar de la Mujer–. La polémica "ha hecho mucho daño" a la hora de apuntalar la idea reaccionaria de "chiringuito feminista", observa Gimeno. A su juicio, resulta especialmente grave que haya ocurrido por primera vez "desde la izquierda". "Rompe con la trayectoria impoluta del feminismo en distintos partidos. Es grave porque es la primera vez que vemos en la izquierda cuestiones de corruptelas o gente que vive de negocios relacionados con el feminismo", lamenta. Y sin embargo, está convencida de que hay razones para el optimismo: la elección de Cristina Hernández como próxima directora del organismo "puede ayudar a reconstruir el prestigio" ahora puesto en tela de juicio.
"Pieza básica de las políticas feministas"
Fue la socialista Carlota Bustelo quien en octubre de 1983 asumió la tarea de dirigir un organismo de nueva creación, pensado para "la promoción y el fomento de las condiciones que posibiliten la igualdad social de ambos sexos y la participación de la mujer en la vida política, cultural, económica y social", en palabras de la ley que le dio vida. Una curiosidad: aunque en toda su historia el organismo ha estado dirigido siempre por mujeres, la redacción de la norma fundacional se refiere siempre al director, en masculino, del Instituto. El lenguaje inclusivo brillaba por su ausencia.
El organismo nació mucho antes de que existiera un Ministerio de Igualdad, ha sobrevivido a su desaparición y ha caminado junto a él cuando volvió a emerger como un departamento autónomo. Aunque el Gobierno de Felipe González tenía clara la necesidad de concentrar las políticas feministas en un organismo específico, no acierta a adivinar cuál debe ser el lugar idóneo dentro del organigrama ministerial. El Instituto pasó de ser un apéndice del Ministerio de Cultura, a quedar inserto en el de Asuntos Sociales y después en el de Trabajo. No es hasta 2008 que encuentra cobijo en el seno del Ministerio de Igualdad. Pero en noviembre de 2010, la desaparición de la cartera obliga a su reubicación en el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Con el Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, el Instituto vuelve a su casa: el Ministerio de Igualdad.
¿Y cuál ha sido su labor en estas más de cuatro décadas de idas y venidas? María Jesús Ortiz hace ya un par de años que abrazó la jubilación tras más de cuarenta años cotizados, la mitad en el seno del Instituto de las Mujeres. El organismo, dice al otro lado del teléfono, "ha contribuido a la política que ahora tenemos" y por eso "es fundamental que siga existiendo, sobre todo en época de retroceso".
Su labor es discreta, pero fundamental. Rara vez ocupará grandes titulares –excepto cuando acecha la polémica–, pero quienes han pisado sus instalaciones saben bien que el trabajo invisible que allí desarrollan es básico para sacar adelante las políticas de igualdad dirigidas a más de la mitad de la población. "El Instituto, la Secretaría General y el Ministerio han promovido leyes fundamentales", subraya Ortiz, quien transita de la Ley de conciliación de 1999 a la Ley contra la violencia de género de 2004, todas "leyes en el marco de las políticas de igualdad que han puesto en primer plano los problemas de todas las mujeres y han beneficiado sus vidas".
Pero sobre todo, el organismo se ha encargado de velar por el desarrollo práctico de la legislación, más allá del papel. "Una cosa es aprobar una ley y otra cosa es cumplirla", completa la extrabajadora. Ahí es donde pone el foco el Instituto de las Mujeres. Pero no sólo: también en la sensibilización social, en la educación, en la revisión de las normas desde una perspectiva de género y en el contacto continuo con el tejido asociativo. Igualmente es clave el trabajo de investigación y estadística, citan tanto Ortiz como Gimeno, una labor que ha posibilitado el diagnóstico previo a la ejecución de políticas concretas. "El conocimiento siempre facilita las cosas", asiente Ortiz. "Es una pieza básica de cualquier política feminista", completa la exdirectora.
Algunos ejemplos: el año pasado y tras décadas de estudio, se publicó el documento Mujeres en cifras 1983-2023, un exhaustivo recorrido feminista por distintas plazas, desde el mercado de trabajo, hasta los hogares, pasando por la participación política. Más ejemplos recientes: este mismo año ha visto la luz su análisis Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria. Impacto de los roles y estereotipos de género y el año pasado salió adelante un informe sobre la Revisión jurisprudencial de las dolencias y patologías que sufren las camareras de piso. El Instituto de las Mujeres acoge además a distintas entidades específicas, como el Observatorio de la Imagen de las Mujeres, responsable de analizar la representación femenina en los medios de comunicación, las entidades privadas y la administración pública. El observatorio, además, lleva tres décadas funcionando como herramienta de denuncia ciudadana ante contenido de carácter sexista.
Compromiso de las trabajadoras y parapeto ante la involución
Pero si algo destacan las voces consultadas, es el compromiso de quienes integran la entidad pública. "Equipos muy cualificados, con un conocimiento y una convicción enormes. De todos los organismos administrativos en los que he estado, es donde he visto mayor implicación con el trabajo: todo el mundo le veía el sentido, se hacía con una enorme convicción", elogia la extrabajadora.
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Para Gimeno, llevar el feminismo por bandera no puede ser sólo un simple eslogan, sino que debe existir la "voluntad de hacer feminismo y representar a todas las feministas". Por eso la exdirectora celebra el nombramiento de Cristina Hernández (Ciudad Rodrigo, Salamanca, 1979). La nueva líder de la institución, socióloga, especialista en políticas públicas de igualdad y violencia de género, sabe bien lo que es poner a funcionar el engranaje feminista de organizaciones políticas y entidades públicas. Parte de su conocimiento profesional encontró refugio en Ferraz, como asesora del Grupo Parlamentario Socialista y la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Entre sus principales batallas se encuentra la abolición de la prostitución como horizonte político irrenunciable.
Hernández llega a un Instituto de las Mujeres que ya le vio dar sus primeros pasos desde abajo, como becaria. Y lo hace con el reto añadido de evitar que su prestigio se quiebre ante la opinión pública. Las voces reaccionarias "van a aprovechar esto para cuestionar" la propia figura del organismo, vaticina Gimeno. "Estamos en esta especie de guerrilla cultural de una derecha" que ha optado por detonar "consensos básicos que antes no cuestionaba". Coincide Ortiz: "La institución podría ser la cabeza de turco" en el marco de un discurso que insiste en que los derechos de las mujeres han llegado demasiado lejos. "Atacar al organismo que ejecuta las políticas de igualdad es en realidad apuntalar esa idea".
Para Gimeno, resulta estéril tratar de convencer a quienes se han parapetado en el antifeminismo, pero sí cree importante dejar claro que el Instituto de las Mujeres es un "pilar básico de todo el organigrama feminista que pueda tener cualquier gobierno. Mucho más de lo que la gente imagina". Ortiz lo resume así: "El objetivo del Instituto siempre ha sido llegar al momento en que no fuera necesaria su existencia. Pero no estamos en ese punto, aún sigue siendo imprescindible".
Alrededor de Isabel García sobrevoló la polémica desde el primer día que atravesó las puertas del Instituto de las Mujeres. Pero ha sido ahora, seis meses después de que asumiera el cargo, cuando el peso de los acontecimientos ha acelerado su salida de la institución. Una marcha que no ha sido voluntaria y que llega tras días de escrupuloso silencio por parte del Ministerio de Igualdad. Este martes, finalmente, el Consejo de Ministros ha aprobado su cese definitivo, después de que saltara a la agenda pública las presuntas irregularidades que ella y su cónyuge protagonizaron en la concesión de contratos para la gestión de puntos violeta.