La presión estética de ser madre sin que se note: "Cuando la matrona me pesa, miro hacia otro lado"

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"En mi primer embarazo gané 20 kilos. Hacía ejercicio y tampoco comía mal, pero no pude evitar coger ese peso. Recuerdo que, durante una consulta, la matrona me dijo que había engordado demasiado y me pidió que escribiera en un papel todo lo que comía. Se me hizo muy difícil. Cada vez que tenía cita iba con miedo de que volvieran a pesarme". La que habla es Amanda Arraez, que descuelga el teléfono, precisamente, pocos días antes de dar a la luz a su segundo hijo, un embarazo al que se ha enfrentado con el mismo temor. "Ya empecé con miedo a engordar. Cuando voy a ver a la matrona y me pesan, miro hacia otro lado. Me siento indefensa. Hago lo que puedo pero sigo ganando peso", lamenta.

Ese sentimiento no es excepcional. El 7,6% de mujeres embarazadas sufren pregorexia, un desorden alimenticio que provoca un miedo constante a engordar y a los alimentos que se consumen. Un 23,4% de las mujeres, además, se encuentran preocupadas por su figura y su peso durante ese periodo, según un estudio que se realizó en Reino Unido y que recoge la Academia Española de Nutrición y Dietética en su web

Muchas veces, estos problemas continúan después de haber dado a luz. La Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia ya alertó de ello hace años, indicando que "a la depresión posparto se une que tienes que dejar a tu bebé para volver a trabajar y lo tienes que hacer delgada otra vez para que tus compañeros no se metan contigo". Es la presión estética a la que se somete a las mujeres llevada al extremo. "La mujer y su imagen corporal se ven sometidas a presión estética a lo largo de toda su vida, y parece que la adolescencia y el posparto son momentos donde esta presión se manifiesta más", señala la presidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal, Jesica Rodríguez. "Las demandas estéticas pueden afectar a estas mujeres en un momento vulnerable de su vida, cuando sienten el mandato de tener que volver a estar 'magníficas', sintiéndose menos capaces que otras mujeres", añade.

Este fin de semana, la presentadora Cristina Pedroche recibió un aluvión de críticas en redes, precisamente, por mostrar una recuperación récord tras haber dado a luz. "Tres semanas y dos días de posparto. Aquí no hay suerte ni milagros, hay mucha preparación antes y durante el embarazo. Vida saludable, deporte, comida sana y meditación", escribió. "Está en todo su derecho de mostrar su recuperación y sentirse orgullosa de ello, pero es verdad que estas imágenes suponen una presión añadida en las madres recientes", opina Rodríguez, que incide en que es un caso "que dista mucho de la realidad", pues "un cuerpo que ha gestado y parido necesita recuperarse, y eso lleva tiempo".

Lo sabe bien Alicia. "Ese no es el caso de una persona de a pie como yo. Todas queremos tener un vientre plano a la semana de dar a luz, pero la realidad no es así, y en mi caso tampoco fue la prioridad", relata en conversación con infoLibre.

Sin embargo, sí que parece la prioridad si se atiende a publicaciones como la de Pedroche o, también, de algunos medios que se dirigen, además, a las mujeres. "Edurne presume de cuerpazo cuatro meses después de dar a luz", publicó La Razón. "Paula Echevarría presume de 'tipazo' meses después de dar a la luz", escribió la revista Diez minutos, que incluso llegó a incluir en su noticia una encuesta para lectores: "¿Se ha recuperado totalmente Paula Echevarría?", preguntaba. Las opciones eran dos: "Sí, ya está con su figura de antes" o "No, aún le queda un poquito. Pero está guapísima".

En ese "pero" está el quid de la cuestión. "Con el boom de las redes sociales, casi todas las figuras referentes en temas de estética son mujeres jóvenes que generan presión a otras como ellas. Parece que tienen que ser madres sin que parezca que lo han sido. Ir a trabajar cuanto antes y que en apenas un mes desaparezcan las secuelas físicas del posparto", critica la presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, Marina Cortijo, que afirma que esto tiene detrás toda una violencia estética sistémica.

Esther Pineda, doctora en Ciencias Sociales y autora del libro Bellas para morir (Prometeo Libros, 2020) definió ese término en infoLibre —puedes leerlo en este artículo— como el conjunto de "narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que bombardean con los estereotipos y cánones de belleza, que presionan a las mujeres a responder a ellos, que discrimina a aquellas que no satisfacen esa expectativa" que es, eminentemente, patriarcal. La idea es clara: el cuerpo de la mujer es un objeto de deseo. Si no sirve como tal, no es válido.

Ocurre, como denuncia Rodríguez, desde la infancia, aunque se recrudece durante la adolescencia. Durante años hemos visto publicaciones dirigidas a las jóvenes de alrededor de 15 años que se vendían todas las semanas en los quioscos con consejos para adelgazar y, además, conquistar al compañero de clase de turno. Es la idea que expresó también Pineda en una entrevista: "El mensaje es que si somos bellas y respondemos a ese canon de belleza vamos a tener mayor aceptación social, vamos a ser más queridas, más aceptadas, más validadas por nuestro grupo familiar, por amistades y, sobre todo, por la pareja. Porque una de las ideas está muy presente es que la belleza es un habilitador del amor". Pero ese ideal resulta casi siempre inalcanzable. Y eso tiene consecuencias.

Datos hay suficientes para afirmarlo. Según un informe publicado en 2019 por la UNESCO, el aspecto físico es la principal causa de acoso escolar entre los más jóvenes. La publicación Anorexia y Familia —de la Agencia Catalana de Consumo (ACC), Montserrat Ribera, la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (Acab) y la unidad de TCA del Hospital de Bellvitge—, señaló, por su parte, que entre los 12 y los 36 años, el 94% de las personas afectadas por Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son mujeres. Otro dato: el Instituto Canario de Igualdad, a través de una encuesta, descubrió que el 97,3% de las mujeres dice sufrir presión estética para cumplir un canon de belleza. Sólo el 1% dijo amar su cuerpo.

'Mommy makeover' o sé madre sin que lo parezca

En el caso de las mujeres puérperas —es decir, que se encuentran en el periodo entre el parto y la primera menstruación tras el embarazo—, el ideal patriarcal de belleza femenina está todavía más lejos. Y también tiene consecuencias. Un estudio publicado en 2016 apuntó de hecho que hasta un 12,8% de las que acaban de ser madres sufre algún tipo de trastorno alimentario clínico. Otro, que un 50% de las mujeres que han sufrido algún tipo de trastorno de este tipo podría recaer después de dar a luz.

"Creo que la intención de Pedroche no era negativa, pero sí que es cierto que muchas mujeres han podido interpretarlo como que han hecho algo mal", señala Cortijo. Eso, en un momento de especial vulnerabilidad como es del posparto, tiene más "riesgos", añade Rodríguez. "Las mujeres en el periodo perinatal son vulnerables y experimentan cambios emocionales importantes en los cuales su salud mental puede verse afectada", dice, remarcando que el baby blues o tristeza tras haber parido afecta a hasta un 80% de las madres y la depresión posparto a hasta un 20%.

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"Probablemente, aunque muchas mujeres puedan centrarse en esa recuperación física y atender a ella como un asunto importante, muchas más atenderán a las demandas de su bebé, sin encontrar a veces tiempo para sí mismas", añade la psicóloga. En este sentido, la fundadora del Club de Malasmadres, Laura Baena, señaló en su perfil de Instagram que las madres tienen "menos de una hora 'libre' al día". "Cuando conseguimos cuidarnos, lo hacemos con culpa y eso en numerosas ocasiones nos paraliza", añade. Según su informe La hora de cuidarse, nueve de cada diez madres se sienten culpables al dedicarse tiempo a ellas mismas.

En este contexto, en el que lo que se lanza a las mujeres es que deben "volver a estar igual que antes de ser madre", dice Rodríguez, surge el llamado Mommy Makeover, un "término que se podría traducir como el cambio de imagen de la mamá", explica la compañía sanitaria privada Sanitas. Consiste, básicamente, en tres operaciones estéticas: una mamoplastia para "levantar el pecho caído tras el embarazo y la lactancia", una abdominoplastia para que devuelva "la firmeza al abdomen" y una liposucción y lipoescultura para "extraer la grasa" y, a continuación "esculpir cintura y abdomen a conveniencia". Su finalidad, continúa explicando la compañía en su página web, es "recuperar la forma y tersura de los pechos, un abdomen completamente plano y eliminar la grasa sobrante, especialmente en los muslos y el abdomen". A continuación, advierten: "El Mommy Makeover ofrece una solución radical pero no exenta de los riesgos que conlleva cualquiera de los procedimientos descritos".

"Si tienes complejos es grave, pero utilizar esto en una persona con la vulnerabilidad de haber dado a luz es aprovecharse. No se puede lidiar con mensajes que te dicen que lo importante es recuperar una figura que nadie tiene cuando detrás hay un montón de cosas emocionales que tienes que atender", sentencia Cortijo.

"En mi primer embarazo gané 20 kilos. Hacía ejercicio y tampoco comía mal, pero no pude evitar coger ese peso. Recuerdo que, durante una consulta, la matrona me dijo que había engordado demasiado y me pidió que escribiera en un papel todo lo que comía. Se me hizo muy difícil. Cada vez que tenía cita iba con miedo de que volvieran a pesarme". La que habla es Amanda Arraez, que descuelga el teléfono, precisamente, pocos días antes de dar a la luz a su segundo hijo, un embarazo al que se ha enfrentado con el mismo temor. "Ya empecé con miedo a engordar. Cuando voy a ver a la matrona y me pesan, miro hacia otro lado. Me siento indefensa. Hago lo que puedo pero sigo ganando peso", lamenta.

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