Reinventar la vida para ser madres: las cabriolas de las mujeres para trabajar y criar en un mundo precario

Campaña en favor de la conciliacion de Malas Madres.

Coinciden la primera semana de un mes prometedor como mayo el Día del Trabajo y el Día de la Madre, dos fiestas en perpetuo diálogo: la dificultad para conciliar la vida laboral y familiar es la segunda razón por la que no se tienen hijos en España. La primera es la falta de medios económicos y la tercera el miedo a entorpecer la carrera profesional, según la primera encuesta sobre fecundidad, familia e infancia que hizo el CIS a finales del año pasado. Casi un 70% de los españoles cree que tener hijos reduce la progresión profesional de uno de los progenitores o de ambos. Más de la mitad afirma que eso afecta más a las madres. El 87% de ellas ha cambiado su trayectoria laboral al tener hijos.

A pesar de los avances normativos y, en menor medida, sociales en materia de igualdad, las mujeres siguen enfrentándose a un abismo cuando se plantean ser madres. El contexto no ayuda: precariedad salarial, condiciones laborales incompatibles con la crianza y un mundo más complejo que antaño, con muchas personas viviendo lejos de sus familias, el principal apoyo de conciliación de España, y parejas que trabajan en distintas ciudades o profesionales que deben viajar con frecuencia por su empleo. Las soluciones de los millennials, la generación que ahora está teniendo hijos mayoritariamente, pasan por el trabajo digital, el emprendimiento, los encargos sin horario o dar un giro de 180 grados y opositar para buscar un empleo de ocho a tres o de nueve a cinco y descansos fijos.

Son recursos, salidas, pero no la panacea. “Nosotras advertimos de que la opción del trabajo independiente, aunque necesaria en muchos casos, no debe idealizarse: con frecuencia implica una pérdida de derechos laborales, falta de descanso y tiempo de ocio, y mayor sobrecarga, lo que repercute negativamente en el bienestar de las mujeres”, indica a infoLibre la directora del Instituto de las Mujeres, Cristina Hernández. Y alerta: “Perpetuar estos modelos de conciliación, basados en la flexibilidad individual, refuerza los estereotipos de género y puede consolidar la idea de que son las mujeres quienes deben adaptarse para cuidar, en lugar de promover una corresponsabilidad real y efectiva en todos los ámbitos: familiar, empresarial y social”.

Frente lo esperable, la realidad: ese 87% de mujeres que ha cambiado su trayectoria laboral al convertirse en madre cuyo principal motivo para hacerlo ha sido no poder llegar a todo y necesitar cuidar su salud mental, según el informe ‘Sin madres no hay futuro’ de la asociación por la conciliación Yo no renuncio.

Algunos cambios son carrera de fondo y sprint al mismo tiempo, una auténtica proeza. Almudena Talón compaginó durante años las exigencias de ser reportera de Antena 3 en la Comunitat Valenciana con sacarse el grado de Magisterio, prepararse las oposiciones y criar a dos hijos. “Sin la ayuda de los abuelos, en mi caso, ni hijos, ni cambiar de vida tampoco. Media plaza es de ellos”, explica a infoLibre. Cuando ella comenzó a pensar si le compensaba mantener el trabajo de su vocación a cambio de a veces no ver a su hijo más que al amanecer, su marido, compañero de oficio, se quedó en paro. Pero no se llegó a plantear que él se quedara cuidando los niños, algo que recaía principalmente en los abuelos maternos, sino que se puso a formarse para encontrar otro empleo cuanto antes. “Si hubiera sido al revés, seguramente habría sido distinto”, reconoce la ahora maestra.

Renuncias que abren otras vidas

A veces, lo que comienza como una renuncia –en el caso de Talón, a un oficio dinámico del que todavía extraña las coberturas con sus compañeros cámaras–, desemboca en una vida más equilibrada y satisfactoria. Todos le decían que lo más lógico era que, si quería optar a un empleo público en la enseñanza para conciliar, utilizara el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP) que se sacó al terminar Periodismo, con previsión de clase trabajadora, para presentarse a dar clase en un instituto.

Pero ella, reportera de vocación, no quería hacer algo sin sentirse motivada. Aunque es hija de maestra, fue al entrar en el universo infantil con su primer hijo cuando descubrió su pasión por la educación de los más pequeños y pensó en tomar el largo y esforzado camino de sacarse un grado con más de 30 años, siendo ya madre, y haciendo coberturas de fin de semana, pasando quincenas en Barcelona informando del procés y llegando demasiadas veces a casa después de la medianoche. La gesta le ha dado una vida bien balanceada: “Ahora sé que podré compartir con mis hijos todos los festivos de toda mi vida, que nunca más tendré que sufrir por no saber si estaré el Día de Reyes cuando abran los regalos”, dice con emoción y agradecimiento.

Talón pudo hacerlo todo sin moverse de su ciudad natal, València, pero para muchas madres la reinvención pasa también por desandar todo el camino de la adultez hasta incluso volver a la España despoblada de la que emigraron con 18 o 23 años; mudarse a lugares de dimensiones más manejables o con vivienda más barata y, sobre todo, donde estén a mano los abuelos.

Los abuelos, a mano

Siete de cada 10 mujeres recurren a las abuelas o abuelos cuando ellas o sus parejas, si la tienen, no pueden atender los cuidados de los hijos, sobre todo para llevarlos al colegio y recogerlos, acompañarlos cuando enferman y estar con ellos en los días no lectivos pero sí laborables.

Eso fue lo que llevó a Vanesa, que prefiere compartir su historia sin su nombre real, a dejar, cuando se divorció, el Madrid metropolitano en el que nació y vivió hasta los 40 años por el pequeño pueblo de sus abuelos en Salamanca donde residen sus padres ya jubilados. En el trabajo, después de varios intentos y opciones barajadas, ha logrado tener un puesto administrativo que le permite estar libre cuando su hijo agota las horas que puede estar un niño en un colegio.

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Su gran cabriola ha sido en cuanto a estilo de vida. “Pasé de disponer de todo lo que ofrece una gran capital a necesitar el coche hasta para comprar leche”, cuenta. Después de unos años en una escuela rural, con muchas limitaciones y pocos niños, terminó trasladando a su hijo a un colegio de la ciudad y su logística se complicó aún más. Agotada ya de comer deprisa y corriendo en el coche, encontró un piso en el alfoz de Salamanca, donde su hijo puede crecer rodeado de niños a todas horas y ella pisar su casa durante las horas de luz solar.

Tanto el pueblo como la ciudad tienen sus hándicaps particulares para la crianza. “Las mujeres que viven en zonas rurales se enfrentan a mayores obstáculos: menos servicios públicos accesibles, menos alternativas laborales y una mayor presión social para asumir los cuidados debido a la pervivencia de roles de género más tradicionales. En cambio, en las ciudades, aunque puede haber más opciones de empleo y servicios, los tiempos de desplazamiento, los costes y la falta de redes de apoyo también dificultan la conciliación”, resume la directora del Instituto de las Mujeres. El 85% de las mujeres, rurales y urbanas, declara haberse sentido sola desde que es madre por no contar con los apoyos para poder conciliar.

Las mujeres resuelven su rompecabezas como pueden, incluso cuando los cuidados de sus hijos se solapan con los cuidados de sus padres. Pero esa misión no debería estar sólo en sus manos: “Una solución es que los padres cuiden a sus hijos e hijas, al menos, al 50%. Las mujeres están cubriendo la ausencia de los hombres y la falta de servicios públicos. Ante la falta de corresponsabilidad y las dificultades estructurales para conciliar, muchas mujeres recurren a soluciones individuales para poder seguir generando ingresos mientras cuidan de sus hijas, hijos o personas dependientes. Esto no es justo y genera desigualdad”, recuerda Hernández.

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