Israel sella un alto el fuego con Hamás tras desatar un infierno en Oriente Próximo con más de 46.000 víctimas
Más de 46.700 muertos y 100.000 heridos después, Israel y Hamás han llegado a un entendimiento para un acuerdo de paz en la Franja de Gaza. El alto el fuego entrará en vigor este domingo. Han sido 15 meses de destrucción, asesinatos y violaciones de los derechos humanos que han terminado a media tarde de este miércoles con un mensaje del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en su propia red social, Truth Social: “Tenemos un acuerdo para los rehenes en Oriente Próximo. Serán liberados en breve. ¡Gracias!". Ninguna de las partes había hecho todavía oficial el acuerdo, pero el magnate, fiel a su estilo, ha decidido anunciarlo él mismo, incluso por delante del todavía mandatario, Joe Biden, que se ha dirigido a la nación pasadas las 21.00 horas en un discurso desde la Casa Blanca. "Tras más de 400 días de lucha, el día del éxito ha llegado", ha dicho.
Ha sido la mediación de Egipto y Qatar, con el respaldo de Estados Unidos, la que ha conseguido encarrilar las eternas negociaciones en Doha, que, aunque han estado muchos meses en tiempo muerto, ahora por fin han llegado a su fin. A falta de los detalles, todo indica que el plan de paz se dividirá en tres fases, donde habrá en cada una acciones por parte de ambos países para recuperar la normalidad en la zona. En la primera, se llevará a cabo la liberación de los 33 rehenes israelíes (en torno a un tercio de ellos sin vida) mientras que Israel irá poco a poco retirándose del enclave a la vez que va liberando también presos palestino. Adicionalmente, está previsto que Tel Aviv retire gradualmente las tropas del corredor Filadelfia y del paso de Rafah, además de permitir una mayor entrada de ayuda humanitaria.
Este pacto es, en esencia, el que propuso Biden en junio del pasado año y que el presidente israelí, Benjamin Netanyahu, rechazó tajantemente. Sin embargo, parece que la inminente entrada de Trump en la Casa Blanca, con su toma de posesión el próximo lunes, habría acelerado todas las conversaciones para que las partes llegaran a un acuerdo. Ahora, el turno es para el Parlamento israelí, que discutirá el próximo jueves los pormenores del pacto y sus términos finales.
Esa cercanía de la llegada de Trump se ha sentido en los últimos días de negociaciones. El presidente electo, siempre enormemente duro en su tono contra Palestina, ha subido aún más la apuesta prometiendo el pasado 7 de enero un “infierno” para Hamás en el caso de que no se llegara a un acuerdo antes de su llegada a la Casa Blanca. Además, el magnate se ha definido varias veces como el mayor defensor de Israel en el mundo y con toda una presidencia por delante sin apenas oposición interna, se preveía que la situación del pueblo palestino bajo su mandato empeorara aún más.
Finalmente, el tanto de la paz en Oriente Próximo se lo apunta Biden, probablemente el canto de cisne de su Administración, y que culmina una gestión llena de críticas y donde en ningún momento ha podido controlar a un Netanyahu desatado que se ha saltado en repetidas ocasiones el derecho internacional humanitario. Para la historia quedarán los cuatro vetos de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a resoluciones que pedían el alto el fuego en Gaza y que levantaron críticas de la mayoría de los países miembros.
Un nuevo mapa geopolítico
Pese al acuerdo de paz, la situación en la región antes y después del conflicto no puede ser más desoladora para el pueblo palestino. Cuando los terroristas de Hamás entraron en Israel para matar a más de mil personas, la gran mayoría de ellas civiles concentradas en un festival de música al lado de la frontera, probablemente muy poca gente imaginaba cómo iba a cambiar el equilibrio de fuerzas en la región. Y es que, lejos de lograr su cometido de debilitar al país, Israel parece ahora más fuerte que nunca, pese a la erosión de su crédito internacional por sus acciones en Gaza.
Ya antes de los ataques, la firma de los llamados Acuerdos de Abraham, una serie de pactos impulsados por Trump en su primera Administración en los que naciones árabes como Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos reconocían a Israel como Estado, ponían a Tel Aviv en una posición de fuerza. Para muchos analistas, esos acuerdos fueron una de las claves para entender los ataques del 7 de octubre. Estos serían un intento, por parte de Hamás, para cambiar la tendencia en Oriente Próximo, pero ahora, más de un año después, la hegemonía de Israel en la región se ha incrementado todavía más.
La guerra ha dejado a las dos principales organizaciones enemigas de Israel en la región, Hamás y la milicia chíi libanesa Hezbolá, completamente desarmadas. Ambas han perdido miles de integrantes y, sobre todo, a sus dos principales líderes y a casi la totalidad de su cúpula. En el caso de Hamás, prácticamente ninguno de sus dirigentes previos al ataque del 7 de octubre quedan vivos ya que Israel ha ido eliminando, uno detrás de otro, a todo aquel que se ponía al frente de la organización. Sin embargo, la muerte de Ismail Haniya, carismático líder de Hamás durante años, siendo asesinado en un ataque de precisión en la propia Teherán, supuso un antes y después para el grupo palestino.
Algo similar sucedió con Hezbolá, que en septiembre vieron como Hasán Nasralá, su cabeza visible desde hacía más de 30 años también era asesinado por Israel durante un bombardeo en Beirut. Su muerte venía después de la detonación de cientos de buscas de los miembros de Hezbolá en una operación de inteligencia de Tel Aviv que no solo mató a varios miembros de la milicia, sino que también les dejó completamente incomunicados. Esa debilidad fue aprovechada por Netanyahu para lanzar el 1 de octubre una ofensiva en Líbano que ha terminado de mermar definitivamente a Hezbolá.
Pero Israel no se ha quedado ahí. Su principal enemigo en la región, Irán, también ha sufrido un gran desgaste de su credibilidad durante la guerra. Los dos ataques sobre territorio israelí en represalia a las acciones de Netanyahu fueron calculados para no provocar una escalada que no favorecería a Teherán, y ambos fueron repelidos, en mayor o menor medida, por las defensas antiaéreas del Estado judío y por sus aliados. Además, Irán ha perdido durante la guerra, en un accidente de helicóptero no relacionado con el conflicto, a Ebrahim Raisi, entonces presidente de la teocracia islámica y uno de los hombres no solo con más poder del país sino también con posibilidades de suceder al ayatolá supremo Alí Jamenei, cuando este falleciera.
En paralelo, la caída de Bashar al-Asad en Siria hace algo más de un mes también dejó a otro aliado de Irán en la región completamente debilitado. La incertidumbre asociada a la subida al poder de los rebeldes y el tiempo necesario para asentarse y acabar con la provisionalidad, dejan al llamado Eje de la Resistencia, la red de aliados de Irán en la región, con la práctica totalidad de sus miembros debilitados.
Impunidad ante la comunidad internacional
Ese dominio de la región ha sido a costa del bombardeo masivo de la población civil gazatí, del asesinato de más de 46.000 personas, incluyendo a un gran número de niños y de una crisis humanitaria y de desplazados sin precedentes. En estos meses, Israel ha atacado y dejado sin funcionamiento hospitales llenos de civiles, ha bombardeado caravanas humanitarias que llevaban alimento a los gazatíes, como la de World Central Kitchen del chef español José Andrés, y han asesinado a más de 120 periodistas. Además, según los números de la ONU de hace unos meses, más del 60% de los edificios de la Franja de Gaza habrían sido destruidos o dañados por los ataques de Israel, dejando una Palestina completamente arrasada y reducida a cenizas.
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Por esas acciones, la Corte Penal Internacional ordenó el arresto en noviembre tanto de Netanyahu como de su entonces ministro de Defensa Yoav Gallant, acusándoles de crímenes de lesa humanidad y, por su parte, la Corte Internacional de Justicia instó al país a poner todas las medidas necesarias para evitar un genocidio en Gaza. Sin embargo, ninguna de las acciones han tenido, por ahora, recorrido. Organizaciones como Amnistía Internacional llevan meses denunciando que Israel no ha tomado en cuenta esta resolución y que la población en Gaza sigue en riesgo de genocidio. Sumado a esto, Netanyahu sigue en el poder y, en los últimos meses, su popularidad ha repuntado entre los ciudadanos y sigue sin ser juzgado por los casos de corrupción que le cercaban antes del ataque del 7 de octubre y durante los primeros días de su gobierno.
En esta impunidad, muchos han mirado a la Unión Europea por su falta de acción e importancia en el conflicto, acusando a Bruselas de una doble vara de medir con respecto a Palestina y a Ucrania. Los Veintisiete no han logrado, pese a los esfuerzos de Josep Borrell por conseguirla, acordar una posición unificada, lo que se ha traducido en una multiplicidad de visiones y discursos que han hecho que la voz de la UE se diluya. Mientras España o Irlanda anunciaban el reconocimiento de Palestina como Estado, otros como Alemania o Austria se ponían detrás de Netanyahu pese a los crímenes cometidos por su Gobierno. Precisamente, el presidente del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, se ha pronunciado tras conocer el acuerdo y ha destacado que representa "un paso indispensable" para la estabilidad y "la solución de los dos Estados". A su vez ha comentado que recibe "con esperanza" el acuerdo y ha remarcado que "debe poner fin al conflicto, permitir hacer frente a la terrible situación humanitaria en Gaza y la liberación de todos los rehenes".
En la primera ofensiva de Irán hacia Israel, tras el ataque de su embajada en Damasco, se pudo ver como algunos países de la UE (y también otras naciones árabes) se aliaban para defender al Estado judío de los bombardeos, lo que ejemplificó el apoyo internacional a Netanyahu pese a las matanzas. Todo ello, junto con el apoyo incondicional de EEUU ha llevado a que Tel Aviv actúe con total impunidad, una impunidad que, pese a todo, parece haberle funcionado para lograr sus objetivos.