La estrategia alucinógena de Feijóo y el cólico nefrítico de la democracia Jesús Maraña
... Que canta el cumpleaños feliz
El pasado 6 de enero, estaba yo tan feliz con un bocadillo de calamares en una terraza cerca del mar, disfrutando de uno de esos ratos de sol de invierno gaditano que valen por mil días oscuros… De repente, paró de golpe la guitarra flamenca que sonaba en la radio y apareció un camarero, plato en mano, con un pastel y una vela encendida, entonando el cumpleaños feliz.
El hombre se dirigía a una mesa para sorprender a una señora que saboreaba el último bocado de cazón en adobo junto a su marido, el gancho… Y antes de que el camarero llegara al encuentro con ella, los cuatro gatos que allí estábamos, nos sumamos a su cántico a todo pulmón. Como manda la tradición, rematamos con “es una muchacha excelente!”, aplaudimos y la homenajeada nos lo agradeció entre sonrisas, tan contenta.
Hace unas semanas, en una de las secuencias de la película Aftersun de Charlotte Wells –una historia de nudo emocional bien apretado entre un padre y una hija–, unos desconocidos se arrancaban a cantar el cumpleaños feliz al protagonista por petición expresa de la niña. Y me acordé de la terraza gaditana, porque en la pantalla ninguno de los implicados, que estaban en plena excursión, dudó un segundo en aceptar la petición. Fue dicho y hecho, solicitado y canturreado.
Aquella aceptación de sumarse a un coro de forma automática podría parecer uno de esos acuerdos impostados que solo se dan en la ficción –en los musicales, sobre todo– si no fuera porque la canción era esa y no otra, la que celebra los años vividos. Tiene esa melodía una fuerza inusitada para arrastrar voluntades. Ya quisiera cualquier himno tener ese poder de convicción…
Hace tiempo leí sobre el origen del cumpleaños feliz. La teoría más extendida lo sitúa en una guardería norteamericana, en 1893. Según esta tesis, las compositoras son dos maestras, las hermanas Smith Hill, que cantaban con los niños cada mañana: “Good Morning to All” (Buen día para todos). Un día, decidieron adaptar la letra para felicitar a una pequeña que cumplía años y cambiaron el “buenos días” por el “happy birthday to you” y hasta hoy, que se la sabe el planeta entero.
Que esta canción sea una de las más tarareadas en el mundo es natural, hay gente naciendo a todas horas… Lo extraordinario es su capacidad para provocar adhesiones, para conseguir que cualquier desconocido se sume a entonar la melodía
Que esta canción sea una de las más tarareadas en el mundo es natural, hay gente naciendo a todas horas… Lo extraordinario es su capacidad para provocar adhesiones, para conseguir que cualquier desconocido se sume a entonar la melodía, sin dudarlo, donde le pille: en una terraza, en un avión, en un hospital y hasta en un pleno del Congreso de los diputados –en el de la aprobación de la ley de la amnistía, sin ir más lejos, se la cantaron a una de sus señorías que había nacido tal día como aquel–. Es también digno de admiración que la canción comparta el mismo espíritu en todos los idiomas a los que ha sido traducida, más de dieciocho.
Vivimos tiempos en los que parece que cada día cuesta un poco más buscar puntos de encuentro, que lo de “semejantes” nos resulta más ajeno que nunca. Será por eso que, a mis años, he caído en la cuenta de lo emocionante que es una escena que habré visto y vivido mil veces a lo largo de mi existencia… Creo que seguiré fiel a este impulso hasta mi último suspiro. Una oye a lo lejos la melodía del cumpleaños feliz y no puede evitar engancharse a la conga…
Por cierto, el origen histórico del remate tradicional: “es un muchacho excelente” está en la guerra. Nuestra especie es contradictoria y siempre lo será y siempre lo será…
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