Los recuerdos como identidad
El Chevrolet de Pessoa - Ramón Reboiras
Editorial La Umbría y la Solana (2024)
Hablamos de un gallego con el mismo nombre de otro que hubo, un Ramón (Moncho) Reboiras, el que yo tenía en el imaginario, militante del BNG que fue asesinado por la policía franquista en Ferrol en 1975. Duro me parece sobrevivir con el mismo nombre y el mismo apellido por parte de este periodista y escritor, también gallego pero nacido en 1961. Siempre pienso que, por mucho que lea, por mucho que intente estar al día, se me escapan tantos escritores y tantos buenos libros, como éste, que me entra una sensación de impostura o de repetir las palabras de Fernando Fernán Gómez al entrar en la Academia de la Lengua: "De antemano pido perdón a todos los libros que no voy a poder leer". Pido perdón, por tanto, a Ramón Reboiras por no haberlo leído antes.
El Chevrolet de Pessoa es un viaje por los recuerdos ante un cáncer terminal del protagonista. Aparece parte de su vida, sus años de juventud, con lo que tienen de locura, de iconoclastia e irreverencia, con su afición (o adicción, como ustedes prefieran) a estupefacientes, psicotrópicos, cocaínas, marihuanas, heroína, pastillas, que, además del alcohol, rondan por toda una generación y a partir de ella, sospecho que a las venideras, a las que se van añadiendo las nuevas, como el fentanilo o la ketamina. Que también rondan por el libro. Me acuerdo entonces de las palabras de Mick Jagger, creo que era él, que decía que toda civilización tiene su droga para mantenerse, pero Europa es cruce de civilizaciones. También la novela es cruce de viajes, de diálogos actuales o pasados, recuerdos y personajes, hasta desembocar en un capítulo final en el que la historia da una vuelta de tuerca, o reorienta lo leído, pero no voy a desvelar más. (Odio la palabra spoiler).
Son recuerdos y actos que se van sucediendo como una despedida, sin drama, asumiendo el momento, disfrutando de lo último que le queda. Nos sitúa desde el principio de la novela:
"Si a los hechos me remito empecé a despedirme del mundo de aquí abajo con la muerte de mi padre, una figura que abarcó un pasado tan estruendoso que parecía haber vivido a caballo –él que siempre cabalgó por los montes– no entre dos siglos sino entre tres"…
O también cuando nos dice:
"Llega el momento en el que uno pierde el interés por lo que pasa de puertas afuera y solo atiende la voz interior que va relatando, día y noche, la novela en que debió consistir la verdadera historia si de uno dependiera la historia verdadera..."
Así nos va intercalando esa memoria de la muerte del padre con otras memorias, con ese peso de la figura paterna en la infancia, sus reacciones posteriores en la vida, a base de capítulos cortos, numerados. Va apareciendo también, poco a poco, con pequeños diálogos, la madre, fallecida con anterioridad, apenas una presencia leve que adquiere un mayor protagonismo al final.
Y ahí se encuentra el lector, atrapado, descifrando lo que nos quiere contar, situando la vida del protagonista del libro, que se rodea de unos cuantos secundarios para rememorar etapas familiares o posteriores, sucesos de su vida.
Me gusta que sea una novela hecha de fragmentos, con saltos en el tiempo, con el aquí y ahora y el pasado, con un futuro que no existe porque es el final, el último capítulo, del que no pienso hablar. Cuando he recapitulado sobre lo leído, tengo la sensación de que, en el fondo, todo está contenido, implícitamente, en él y de él depende el camino a seguir.
En el libro hay espacios y ciudades: Madrid, Galicia, Portugal (ah, Coimbra, cuna del fado, donde estudió José Afonso, el cantor por antonomasia del siglo XX portugués, el autor de Grándola Vila Morena). El hilo narrativo es tenue, no hace falta más, porque lo importante son los recuerdos y las decisiones últimas. Pero en cada lugar hay unos personajes específicos. En Madrid, Irina, la cuidadora-limpiadora rusa que lee a Chéjov. En Galicia, su alter ego, medio hermano, Checo, frente a él, Chuco. Y un hijo del primero, se supone, al que deciden adoptar y darle una oportunidad en su vida de mierda. En Portugal, donde vuelve cuando sabe que va a morir, se encuentra con su gran amigo, Chiquinho, un terrateniente venido a menos tras la revolución del 25 de abril. Y el Chevrolet de Pessoa, que era emprestado.
"Guiando o Chevrolet emprestado desconsoladamente/ Perçome na estrada futura, sumo-me na distância que alcanço/ E, num desejo terrível, súbito, violente, inconcebível/ Acelero…"
Porque el protagonista es un enamorado de Portugal, de Lisboa, o Coimbra o Porto o cualquier ciudad o pueblo y de los portugueses, de la saudade y la tranquilidad, de la añoranza de Terezinha, el amor de su vida, muerta de sobredosis.
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Como he comentado antes, el hilo es tenue: al saber que se va a morir, vende el piso en Madrid, abandona a su Irina que lee a Chéjov y vuelve a su tierra, a Galicia, para cultivar en el huerto arándanos y marihuana junto a su medio hermano. Juntos emprenden además el viaje a Portugal para despedirse de su viejo amigo.
He querido intuir dos partes en la novela, no porque estén señaladas, porque los capítulos van numerados correlativamente, sino porque en la primera domina la parte de Madrid, el diagnóstico con el médico, los recuerdos de infancia y los de sus padres y en la segunda parte, cuando decide vender el piso en Madrid y marchar a Galicia, domina lo que acontece a partir de ese momento, ganan los diálogos de los personajes sobre los recuerdos, y el ritmo se acelera hacia ese último capítulo que no quiero destripar. Como tampoco desvelo la música que ha acompañado al protagonista, tan presente, casi la banda sonora de toda una generación. No piensen que es un libro triste, para nada, solo el reflejo de un tiempo que se fue y habita en cada uno de nosotros, visto con sabor agridulce y con unos grandes diálogos entre personajes, con Chiquinho, con Uxío, con los asistentes sociales, en el que el surrealismo, la socarronería o ese punto gallego de decir/no decir está tan presente que me han arrancado más de una sonrisa mientras leía.
* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto' (Menoscuarto).