Un grano en el culo Luis García Montero

Gente corriente...
Hay un señor en Oregón que vive dentro de un avión. No es el estribillo de una canción infantil, es una historia real. Un ingeniero jubilado se compró un Boeing 727, se lo llevó por piezas a un bosque de Portland, lo montó, cual padre en la mañana de Reyes, y se hizo su casita dentro.
El señor, que se llama Bruce Campbell, es ingeniero eléctrico y un flipado de los aviones, de otro modo no se explica su celo por rescatar un modelo que iba a ir directo al desguace, pagar unos 200.000 euros, pegarse una buena currada en el ensamblaje y convertirlo en su hogar. Menos mal que Bruce y yo no somos pareja, porque, de todos los posibles lugares para vivir, la que aquí escribe jamás elegiría un avión. Mi definición de “avión” es: “Magnífico medio de transporte que te lleva por el aire a casi cualquier parte, a cambio de soportar un montón de inconvenientes que no aguantarías voluntariamente en tierra ni de coña”.
Cuando entras en un aeropuerto, tu mismidad como persona desaparece, pasas a ser un bulto sospechoso que van a transportar y como tal eres tratado.
En cuestión de minutos te toca manejar a toda velocidad más bandejas que un equipo de catering: los líquidos en una, el portátil en otra y fuera de la funda, quítate el abrigo, sácate las botas, ponte los patucos. “¡Pase por aquí por favor!”
Y pitas… Después de quitarte todas las horquillas del moño y quedarte delante de un montón de desconocidos como un perro de aguas con calcetines de plástico, resulta que lo que pitaba era un trozo diminuto del envoltorio de un chicle. Si lo hubieras tirado al suelo en la calle, como esos incívicos que pasan millas de todo, no estarías ahora en esa tesitura, pero antes muerta que lanzadora de desperdicios a la acera.
Cuando entras en un aeropuerto, tu mismidad como persona desaparece, pasas a ser un bulto sospechoso que van a transportar y como tal eres tratado
¡Por fin pasas por el arco! Ah, espera, que no ha terminado aún. “Póngase ahí, por favor”. Bingo, te ha tocado el control aleatorio de residuos de explosivos y estás nerviosa, temes dar positivo porque empieza a bullir en tu interior la bomba de King África.
Luego ya en el avión todo bien, te toca hacer el tetrix para colocar el equipaje y sentarte muy recogidita, como en el taburete del baño cuando te cortas las uñas de los pies. Ah, y si te ha tocado la fila inmediatamente posterior a los asientos de primera, te cierran la cortina delante del hocico, para que no se te olvide que tú no eres de esa clase…
A mí, además, con el cambio de presión se me hinchan las piernas, lo bueno es que como el previo del aeropuerto ya me ha hinchado todo lo demás, no se nota la diferencia de volumen. Yo creo que el origen de tanta inflamación crónica tendría que buscarlo la ciencia dentro de un avión.
Es curioso, soy de las niñas que pedían a sus padres que les llevaran al aeropuerto a ver despegar esas aeronaves con alas, era un planazo y siempre soñaba con volar en una de ellas. En mi infancia, montar en avión era un anhelo aspiracional, en la realidad estaba al alcance de muy pocos. Y ahora que he cumplido mi sueño con creces y cojo muchos más aviones de los que quisiera, —-quitando ese momento mar de nubes que siempre es un regalo—, resulta que lo que más deseo es que llegue ese momento en que se abren las puertas de cristal en tierra y respiro de nuevo el aire de la calle.
El trance de aeropuerto a aeropuerto se parece bastante a ciertas experiencias de la vida, cuando las sueñas te parecen perfectas y después, cuando llegan, no son exactamente como las habías imaginado. Pero también hay quien, como Bruce Campbell, alcanza su sueño en un tramo que se suponía vacío de ilusión y eso debe de ser maravilloso. El ingeniero que me ha inspirado este desahogo aeropuertofóbico vive dentro de su Boing 727, pero ha dejado parte del artefacto en su estado original y recibe visitas de curiosos. Si algún día voy por Portland —cuando Trump sea leyenda—, iré a visitarlo, debe de ser fascinante estar dentro de ese avión. Y después salir a respirar al bosque…
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