¿Quién es la reina de las aguas?

Carmen Peire

La reina de las aguas: Un viaje eterno por Roma - Fernando Clemot

La línea de horizonte (Madrid, 2025)

Sigo la literatura de Fernando Clemot desde hace años, porque me parece un gran escritor. He de recordar que con su primer libro de cuentos, Estancos del Chiado, realizado en autoedición, ganó el Premio Setenil, el más importante a libro publicado. También le he seguido en su faceta de novelista: Polaris, o la última, Fiume. Ahora presenta, con un título muy sugerente, La reina de las aguas, un libro de viajes en el que nos cuenta su experiencia de dos veranos consecutivos en los que estuvo becado en la ciudad de Roma; y es el más personal de todos, donde hay más del autor.

Todo libro de viajes nos acerca siempre al conocimiento de otras realidades, otros países u otras ciudades y los viajes emprendidos nos abren la mente, nos esponjan, también se convierte en un viaje al autoconocimiento: cómo nos transforma el lugar que visitamos, no tanto cuando vamos como turistas sino cuando nos asentamos durante un tiempo más o menos determinado. Y este es uno de los aspectos más interesantes del libro. Ya lo dice él mismo en la contraportada: "Roma te cambia. No he conocido otra ciudad en el mundo que te transforme de igual manera, que te cuestione y remueva a la vez".

La primera pregunta que me surge al haber leído el libro es ¿quién es en realidad la reina de las aguas? ¿Es acaso Roma, una ciudad asentada en el agua, llena de fuentes, algunas maravillosas y otras más modestas que sirven para calmar la sed? ¿O acaso la reina de las aguas es su hija Emma que, con dos años, se quedaba embobada contemplando las fuentes? Como él mismo escribe:

"Me gustaría conocer el misterio de la relación de Emma con las fuentes. Esta cercanía surgió de una forma innata, ya que la estableció en cuanto empezó a caminar, con apenas doce o trece meses y tuvo sus primeras muestras muy cerca de casa"

Nos habla de las dos, porque Clemot así lo quiere, como también quiere adentrarnos en otra Roma, la más ajena a la ciudad turística y nos guía con una prosa impecable y amena, a lugares más desconocidos, jardines, palacios, iglesias y basílicas de gran belleza pero que quedan opacadas ante el Coliseum, el Vaticano y el resto de lugares turísticos. En este libro apenas encontrarán mención a ellos, ya en el imaginario colectivo, porque lo que le ha interesado es la otra Roma, no en vano estuvo viviendo en un barrio obrero, el de San Lorenzo.

Hay un hilo que recorre el libro: a medida que transcurre su estancia, va mostrando también el aprendizaje de su paternidad, con cierta extrañeza por ser un padre tardío, con sus contradicciones y dilemas, que le lleva a reflexionar cómo se aborda esa tarea tan compleja, mucho más que conocer una ciudad:

Mientras contemplaba a Emma subir y bajar la escalera de la columna de San Lorenzo, pensaba que las aritméticas van a ser siempre difíciles con ella. Ella tiene dos, y yo cincuenta y dos. El día en que nació yo tenía cincuenta años y dos meses. La gran pregunta es hasta dónde podré ver qué será de ella. Si todo va bien podré ver su adolescencia, su juventud y, probablemente, su primera edad adulta…Quizá no vea nada de todo eso y la inmortalidad está simplemente aquí, en ver a Emma subir la columna y verla jugar con el agua, en este momento eterno y dichoso.

Este libro tan cuidado, de tamaño ideal para llevar como guía, a veces me ha recordado a otro, Viaje a la luz del Cham de Rosa Regás, por mostrar otra Siria, otras personas, dejándose llevar por la magia del país. En este que nos ocupa, el de Un viaje eterno por Roma, unos capítulos me han llamado la atención más que otros, así que voy a hablar brevemente de los que más me han atrapado, sin menoscabo de los demás, solo dejándome llevar por cuestiones personales mías, por mi propio interés o mi propio foco, que siempre anda por ahí viendo en qué detenerse.

El primero, que da nombre al libro habla de la Roma acuática, la Roma de las aguas y las fuentes, las que tanto hicieron disfrutar a su hija Emma. Me ha resultado uno de los capítulos más exuberantes. Según nos cuenta en el libro, Roma tiene aproximadamente unas 2500 nasoni, fuentes públicas que desde 1871 nutren de agua a los romanos.  Nos habla también de sus acueductos, el Acqua Vergine (Aqua Virgo), el más importante y duradero. Como él resalta, el agua es una parte sustancial del carácter de la ciudad. Regina aquarum, la reina de las aguas, fue el nombre con el que se bautizó a Roma en el periodo clásico.

En la excursión a Bomarzo, explicada con todo detalle, desde su planificación hasta su historia, el diseño de sus jardines y edificaciones, la construcción bajo el mandato del duque de Orsini, me vi paseando por los jardines y entre las estatuas con los ojos del autor, asistiendo a una historia de auge, decadencia y resurrección.

Otro de los capítulos más entrañables es el del barrio de San Lorenzo, donde estuvo viviendo, un barrio obrero, de los más castigados durante la guerra mundial. Me imagino un cierto olor a esas películas italianas donde la Loren grita desde la ventana toda despeinada y en bata o la Mangano saca una silla a la calle para hablar con otras mujeres. Esos resquicios de ciudades más horizontales, donde los vecinos te pasan la sal cuando te quedas sin ella, esa otra ciudad, la de los barrios, la de la vida popular, siempre me atrapa.

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El último capítulo del libro tiene dos partes, la subida a la Escalera Santa en los primeros días en Roma, cuando aún no había llegado su familia, mientras que la visita al Sancta Santorum ya lo realiza al final. Me gusta cómo se puede dejar uno imbuir del rito y de la espiritualidad, de hacer el esfuerzo de subir las escaleras de rodillas y rezando, la sensación tan placentera al llegar arriba, el abrazo fraternal entre dos colegas.

Entre medias hay varios capítulos más, todos ellos muy interesantes, pero no considero pertinente hablar de todos, para cuando alguien tenga este libro entre manos. Si alguien tiene en mente una visita a Roma, que no se lo olvide. Y si alguien no va a volver a esa ciudad, no importa, puede viajar con sus recuerdos y con los de Fernando Clemot leyendo el libro. Porque, como dice él mismo en el prólogo, sólo hay dos formas de abandonar Roma: llorando o maldiciéndola.

* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto(Menoscuarto).

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