Jaume Sisa, cuando de noche podía salir el sol

Jaume Sisa.

Corría el año 1975. Muchos de los que vivíamos en Madrid, o en otras partes de España, admirábamos la cultura cosmopolita de Barcelona, la libertad respirada en calles de una ciudad cercana a Francia, donde los aires democráticos llegaban por los Pirineos y donde no sufrían con tanta fuerza la represión centralista de la capital bajo la dictadura. Al menos eso pensábamos. Cómo nos gustaba ir, pasear por las Ramblas y ver a sus personajes mezclados, Ocaña, la Moños, Ovidi Montllor, al que vi más de una vez comer en el Amaya; además estaba el mar, la Barceloneta… Cruzábamos la frontera hasta Perpiñán, a ver el cine que no encontrábamos aquí, o a comprar libros prohibidos. Franco llevaba muriéndose mucho tiempo y, mientras esperábamos, aprendimos catalán, idioma prohibido, a través de las canciones que nos llegaban: L’ estaca de Llach, Paraules de amor,  de Serrat, las canciones de Guillermina Mota… y también otra que iluminaba la noche, de un tal Jaume Sisa, una canción fácil de entender, complicada de cantar sin que se te olvidara uno de los múltiples personajes que en ella aparecía, un himno al buen rollo, galáctico, infantil y adulto, que revivía los personajes de nuestra infancia, pero también nos conminaba a abrir las puertas, a decirnos que nuestra casa era de todos, y que si nos lo proponíamos, cualquier noche podía salir el sol.

En 1975 los yanquis perdían en Vietnam y nosotros nos desembarazábamos de un dictador que moría en la cama. La canción no hablaba de ello, pero sí hablaba de soñar, de abrir y no de cerrar, de unir la infancia y la madurez, de ser planetarios o galácticos, de darnos cuenta de cómo era nuestro mundo, en el que todos éramos bienvenidos. Aquella canción se llamaba así, Quasevol nit pot sortir el sol. Bueno, solo era una canción y la realidad nos la desmintió, pero nos indujo a soñar, como tantas otras, solo que ésta aparecía como una canción para el mundo global, de acogida a todos, vinieran de donde vinieran, porque por allí pasaban personajes populares reales de Barcelona, como la Moños, junto a los personajes de los TBO que leíamos y los de los comics americanos, Peter Pan, Moby Dick, Pulgarcito, Tarzán, la mona Chita, la familia Ulises, Carpanta, Superman e, incluso, la emperatriz Sissi. Aquel disco de Jaume Sisa le abrió las puertas al reconocimiento musical.

Solo por Quasevol nit pot sortir el sol, Sisa merece pasar a la historia. Porque muchas historias la han recorrido: como canción infantil, como himno, como banda sonora del Salón del Cómic en Barcelona... Este año, en el que se cumple el 50 aniversario de la muerte de Franco, el 50 aniversario de la famosa huelga de actores, el 50 aniversario de la derrota yanqui en Vietnam (y vendrán otras derrotas, pese a Trump), también se cumple el 50 aniversario de esta canción, de este disco.

Su autor, como buen culo inquieto y experimental, combinó las canciones y las giras musicales con el teatro, de la mano de Dagoll Dagom (Antaviana, La nit de san Joan...) Así siguió hasta que un buen día aterrizó en Madrid un cantante de boleros llamado Ricardo Solfa y, mientras, Jaume Sisa se fue a un asilo durante una temporada, aunque de vez en cuando reaparecía en Madrid vestido con un pijama. Pero Ricardo Solfa, gran amigo del anterior, existió, porque tenía un DNI con su nombre. Y eso es razón suficiente para saber que no era un heterónimo, sino otra persona. Nadie puede contradecir a la policía.

Luego Sisa reapareció de nuevo en su ciudad natal (¿he dicho que nació en el Poble Sec, igual que Serrat?), vinieron otras canciones, algunas de similar caladura del Quasevol nit, como el himno a los boletaires o un último y magnífico disco, de despedida, de un momento diferente de Sisa con canciones hondas, profundas, aunque sin saber por qué, sin la trascendencia comercial de aquella. El éxito, el reconocimiento, el dar con la tecla, solo se sabe a posteriori. Entonces es fácil analizarlo, pero apriori es muy difícil buscarlo. Aunque quizá sea porque Sisa no ha cambiado, pero nosotros sí y nos cuesta encontrar la belleza y la profundidad entre tanta cultura superficial.

Mientras, el mundo aquí sigue, a vueltas contra los inmigrantes, en vez de invitarles a pasar, en vez de decirles que mi casa es la vuestra; y se olvida que todos somos habitantes del mismo mundo, pertenecemos todos a él, al cosmos, a las galaxias, al universo… Así que permítanme que exprese mi admiración por un cantante que supo hablarnos de todo ello hace 50 años y que, aprovechando su estancia de unos días en Madrid, quiso charlar sobre todo ello.

Hablamos del disco, que salió en el mes de febrero de 1975, Quasevol nit pot sortir el sol, que incluía también canciones como el Setè cel, Cançó de la Font del Gat, El fill del Mestre, y otras. Pero fue la canción que se salía de los cánones establecidos, que duraba más de lo debido, la que se convirtió en un himno, la que tuvo más impacto emocional en la sociedad, y no solo la catalana. Así que se me ocurrió preguntarle varias cuestiones, a sabiendas de su carácter provocador e iconoclasta, que es su manera de ocultar su sensibilidad, la que encontramos en sus canciones, pero que en público procura no mostrarla.

Así que le pregunté si era consciente de que esa canción iba a suponer un antes y un después en su carrera. Y Sisa respondió:

“No tenía ni la menor idea de lo que hacía. Yo era un hombre inconsciente, inocente, que aspiraba a que alguien me hiciera caso, simplemente, y el resultado fue el que fue, para sorpresa mía”.

Contigo se inició la canción galáctica, ya fuera rock o canción de autor. ¿Cómo definirías tú lo galáctico? ¿Te sigue moviendo esa faceta? Háblame de tu fascinación por el universo y los descubrimientos de astrofísica.

Lo galáctico, o sea, el punto de vista galáctico es una metáfora astronómica, pero no tiene que ver directamente con los astros y el universo. En dos palabras, abarca la totalidad de la galaxia desde todos los puntos de vista, incluyendo todas las opiniones, comprensiones, ideas, pensamientos y sentimientos que se pueden abarcar. No aspiro a la totalidad cósmica porque me parece demasiado. Una galaxia es la representación astronómica de una serie de objetos dentro de los cuales estamos nosotros. Eso me sirvió para empezar a establecer esa conexión. Estoy intentando desarrollar este concepto a lo largo de mi vida y espero que algún día lo conseguiré.

(Mientras tanto, se reúne con astrofísicos, intenta entender de qué va el universo en expansión, los agujeros negros, los horizontes de sucesos o el efecto Dopler. Hemos tenido más de una charla relacionada con ello)

Cuando le pregunté si creía que había aportado a la canción de autor un aspecto onírico o mágico, esto fue lo que me contestó:

“Yo soy más bien antimaterialista, soy más partidario de los sueños y las nubes que de la tierra, quizá de ahí se desprende ese aroma por volar, que es lo que me ha hecho como soy. Naturalmente eso se percibe en mi obra. Me interesan los sueños y lo volátil más que lo terráqueo”.

¿Cómo marcó la infancia tus canciones?

Naturalmente mi infancia marcó mis canciones, mi adolescencia, como en cualquier biografía. No sabría definirlo más allá de que desde los 5 años tenía ya una vista precaria, lo que me indujo a ser un niño un poco diferente. A otro niño y a mí nos llamaban gafotas, éramos los únicos que no podíamos meternos de portero de fútbol, teníamos que ser delanteros. Eso me marcó.

Has tenido muchos compañeros de viaje: Ricardo Solfa, cantante de boleros, Armando Llamado, Ventura Mestre… ¿Cuál de ellos te ha caído mejor? ¿Los echas de menos?

Los echo de menos como sombras del pasado. El que me cae mejor es Ventura Mestre que ha debido de fallecer, era muy mayor, un terrateniente de Tarragona, un bon vivant, un hombre feliz, alegre, partidario de la vitalidad, de la fiesta y de pasar en esta vida lo mejor que se pueda sufriendo lo menos posible. Este hombre escribió algunos textos sobre mí. Por eso me cae tan simpático.

En el mundo artístico has hecho un poco de todo: cantante de orquesta, compositor, teatro, programas de TVE, podcast de radio, has escrito y publicado, te han dado premios ¿Te queda algo pendiente? 

Conocer a la virgen María de cerca, incluso en la intimidad, no con un ánimo procaz, sino por curiosidad, como el cuento de Pessoa donde el diablo tiene un diálogo con la virgen y es muy instructivo.

¿A quién te falta por dar la bienvenida a tu casa? ¿A quién o qué no invitarías?

Yo a mi casa invitaría a todo el mundo a condición de que no viniera nadie.

(Tuvo que salir, al fin, su otra parte, la provocadora, sobre todo después de hablar de su infancia, no vaya a ser…).

Los recuerdos como identidad

El día 28 de febrero se publica de nuevo el disco que catapultó la carrera musical de Sisa. Lo hace una discográfica independiente catalana, Satélite K, y se puede conseguir a través de su web. No se lo pierdan, es una tirada limitada.

Y por si hay alguna gente, que la habrá, sobre todo entre las generaciones más jóvenes a las de aquella época, que no la conozca, aquí hay un enlace para escuchar la canción. Y hagan como yo cuando la canto: añadan los personajes que quieran. Yo suelo añadir A Jaume Sisa en patinet.

* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto(Menoscuarto).

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