Si estás triste, no es tu culpa

Si tienes problemas con tu pareja, a terapia. Si tu jefe te trata mal, a terapia. Si no llegas a fin de mes, a terapia. Es el primer consejo cuando dices que estás triste, perdido o apagado. Como si todo se solucionase con ir al psicólogo. Como si contar nuestras penas a otro en una mesa o diván fuese la purga de Benito. Pero, ¿y si estamos intentando matar moscas a cañonazos? 

Preguntaba el artista Ismael Serrano en X si estamos “patologizando emociones de la vida” que son completamente normales. Un poco sí, ¿no? Ante cualquier malestar, acudimos a una consulta médica en búsqueda de un diagnóstico o, aún peor, pastillas por un tubo. Para tranquilizarnos, necesitamos poner etiquetas a lo que nos pasa: depresión, ansiedad, trastorno disocial o personalidad altamente sensible. ¿Y si lo que nos pasa es la vida?

Mientras, los que no pueden pagarse una sesión de 60 euros la hora, se anestesian con alcohol (como mínimo) cada fin de semana. Y dedican su tiempo libre a leer libros de autoayuda. ¿Cómo hacer que nos importe todo una mierda? ¿Cómo provocar que nos pasen cosas buenas? ¿Cómo encontrar a nuestra persona vitamina? Son preguntas que ponen toda la responsabilidad y el foco en nosotros mismos.

Para tranquilizarnos, necesitamos poner etiquetas a lo que nos pasa: depresión, ansiedad, trastorno disocial o personalidad altamente sensible. ¿Y si lo que nos pasa es la vida?

El problema, como explicaba el psicólogo David Vallejo, es que muchas veces se aborda la conquista de la felicidad solo desde el plano individual, cuando hay problemas que principalmente son colectivos. “Si tenemos ansiedad porque cada vez se respetan menos los derechos laborales es normal”, opinaba. “Quizás haya que poner el foco en sanear este contexto para que se respeten los derechos o haya salarios que nos permitan no ir ahogados”.

Sin embargo, vivimos obsesionados con descubrir qué está mal en nosotros mismos. Incluso algunos se atreven a probar terapias de conciencia expansiva con sustancias como el MDMA. Es uno de los temas que aborda El taller de los niños interiores (Suma), novela de David Martínez, más conocido como Rayden. La mayoría de sus protagonistas arrastran heridas de su infancia, pero también les afecta el contexto precario y superficial en el que viven.

La visibilización de la salud mental ha sido el gran avance de esta década, pero, como dice Serrano, no deberíamos patologizar emociones intrínsecas a la propia vida. Ni echarnos toda la responsabilidad sobre nuestros hombros. Porque si estás triste, no es solo tu culpa. Tus miedos, angustias y preocupaciones también dependen de un sistema social, económico y político que nos desgasta. Y que no podemos cambiar fácilmente. Aunque supongo que pensar que cualquier problema se soluciona en terapia nos ayuda a lidiar con ello. Y a ir tirando.

Más sobre este tema
stats