Y los europeístas progres y fachas salieron juntos a las calles

En sus primeros meses como alcaldesa, a Manuela Carmena se le ocurrió una idea rompedora: organizar unos desayunos informales con los partidos de la oposición. Entre café y magdalenas caseras, consiguió generar una atmósfera distendida en la que acercar posturas y relajar el clima irrespirable que  reinaba en la política madrileña.

Como me confirmó fuera de cámara cuando la entrevisté hace dos años en EL PAÍS, este experimento pionero fracasó muy pronto. El ambiente constructivo de esas reuniones desaparecía al descorrerse el telón de la comunicación pública, donde todo eran declaraciones altisonantes, trazo grueso, odio y discursos vacíos. 

La jueza tuvo que rendirse ante una crispación que ha dinamitado, en los últimos años, la cohesión social en nuestro país. Desde entonces, no ha hecho más que empeorar. Unos son peligrosos progres, otros peligrosos fachas. Todo es odio y desconfianza. Y mientras, no nos damos cuenta de que el verdadero peligro está ahí fuera y de que no podemos seguir cada uno a nuestro rollo. 

El dúo Trump-Putin está tensando la cuerda. Y hablan de una tercera guerra mundial, como si nada. Asistimos en directo al ocaso del atlantismo y a una reconfiguración del orden mundial sin precedentes. Los derechos humanos peligran. Los bulos nos manipulan. Y una potente ola iliberal amenaza la democracia a nivel global.

Por eso, es momento de salir a la calle a reivindicar los valores europeos, los que unen, votemos a quien votemos. Alzar la voz contra un populismo reaccionario que amenaza nuestro futuro para que esta movilización sea un punto de inflexión, como lo fue en su día el 15M, cuando los jóvenes se concentraron en la Puerta del Sol para gritar contra la corrupción.

Es tiempo de construir un movimiento que englobe a toda la sociedad civil. Empresarios, trabajadores, jóvenes y mayores. Contra la desinformación, la pérdida de derechos, la guerra en Europa, la tecnocracia, pero sobre todo a favor de la alegría, del Estado de Derecho, de una Europa autónoma, de la tolerancia. Y tenemos que hacerlo juntos: derecha e izquierda, en torno a la identidad europea.

Es momento de salir a la calle a reivindicar los valores europeos, los que unen, votemos a quien votemos. Empresarios, trabajadores, jóvenes y mayores. Alzar la voz contra un populismo reaccionario que amenaza nuestro futuro

Porque, para mí, la UE se rige, ante todo, por un mandamiento: escuchar al otro. Poner el contenido por delante de la forma. Sin insultos, sospechas o histrionismo. Como ocurrió con las  intensas negociaciones que sacaron adelante la ley pionera de inteligencia artificial. O como cuando el comisario Didier Reynders medió entre Félix Bolaños y Esteban González Pons para desbloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial en España.

Así que no perdamos más el tiempo y superemos de una vez la visión partidista y polarizada que nos ofrece a diario la política española. Dejemos a un lado las etiquetas. Ni progres ni fachas. Ni mediopensionistas. El populismo amenaza la supervivencia del mundo que conocemos. Empecemos a acostumbrarnos a tomar café y magdalenas caseras con los que, a pesar del ruido, coincidimos en lo fundamental: la protección y el futuro de los valores democráticos en Europa. Es hora de despertar.

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