Carmen Martín Gaite y Julián Oslé: historia de una amistad

Carmiña. Correspondencia - Carmen Martín Gaite y Julián Oslé

Nota a la edición de Cristina Pineda i Torra. Prólogos de Sonia Fides y Julián Oslé, y un texto de Alberto Pérez

Tres hermanas (Madrid, 2024)

Este libro que recoge, en esencia, las cartas y postales que Carmen Martín Gaite le mandó a Julián Oslé, entre 1988 y finales de los 90, es también la historia de una amistad, entre Madrid y Cádiz; y el libro, en su conjunto, un homenaje a la escritora. Además, se cuenta el origen del apodo de Calila, junto con el papel de promotor de Eleonor Domínguez Ramírez, fundador de Sílex y suegro de Cristina Pineda, editora de Tres hermanas, retirado en Cádiz; ciudad que para la escritora estaba estrechamente vinculada, además de a su interlocutor, a Elena Fortún y a su amigo Fernando Quiñones.

El volumen, que entra por los ojos, tiene mucho de libro objeto. Entre sus cubiertas, de tapas duras y color rosa, encontramos un sinfín de expresiones artísticas de la autora: así, por ejemplo, varios autorretratos dibujados por Carmen Martín Gaite (páginas 45, 75, 91, 103, 104, 160, 175; y a partir de una foto suya, página 151); pero también fotos, cartas ilustradas (algunas de ellas adoptan la forma del caligrama, páginas 96, 101 y 155), atractivas postales (con cuadros de Vermeer, Delvaux, Gustav Klimt, Egon Schiele, Harriet Backer; o Nefertiti, sobre la que le comenta a Julián en tono jocoso: “He visto en persona a esta señora en Berlín. Tuerta y todo, no sabes lo que es cuando te mira. Creo que entra en tu tipo de diosas. Por eso te la mando”, página 116); cubiertas de sus libros, dedicados a Oslé (firmadas como Miss Mady o Miss Lunatic, sus personajes), citas de clásicos (Cervantes, Descartes, Unamuno, Valle-Inclán, Antonio Machado, Kafka, D.H. Lawrence, Kavafis, Espriu, Juan Gil-Albert, Clarice Lispector, José Ángel Valente, Ángel González o Gesualdo Bufalino); letras de canciones (Serrat, Frank Sinatra, L.E. Aute); fichas y fragmentos de sus libros, dibujos, y la historia del prólogo que hizo para el libro del fotógrafo Ramón Muñoz, Cádiz. 1900 (1990), abuelo de su interlocutor. En algunos de estos collages, parece haber inventado los emoticones, y en las cartas-collages predomina, en esta ocasión, el texto sobre las imágenes, esto es, la carta sobre el collage, a diferencia de los que aparecen en su libro Visión de Nueva York (2005).

No faltan las referencias a Marta, su hija, a su temprana muerte; a Angelines, quien se cuidaba de la casa, y a Lucila Valente, la hija del poeta y joven amiga de la autora; a la amistad con Chicho Sánchez Ferlosio, su cuñado, con quien se llevó mejor que con su marido, y con Alberto Pérez, a quien va a oír cantar, e incluso en un par de fotos los vemos bailar (del disco Tiempo de baile, de Alberto Pérez, la escritora se decanta por el bolero El eco del vacío y el beguine Aquella noche). A todo ello, habría que añadir también la preferencia por el bolero Ruina; la soledad de la escritora, con la ausencia de interlocutores; la adaptación, en 1988, de El burlador de Sevilla, montaje dirigido por Adolfo Marsillach; el aprecio por los diálogos cínicos de los personajes de ficción, bien sean del cine, bien de la novela; su admiración por Lauren Bacall, pues, no en vano, se definió como la Lauren gallega, y por los escenarios y personajes de los cuadros de Hopper (página 74), a quien homenajeó en Visión de Nueva York; el relato de un sueño, a lo que tan dada fue la escritora (página 84 y 85); los viajes en moto por las playas y sierras de Cádiz, con Oslé, tras los que acabó comprándose una vespino, que llamó Aquiles; las referencias en sus conversaciones a algunos de sus poetas preferidos, como Pessoa (hizo una versión de El marinero, estrenada en 1990), Kavafis, A. Machado, Valente o León Felipe (página 117).   

Pero tampoco faltan en sus páginas las alusiones políticas, además de otras referencias literarias: como, por ejemplo, la desilusión que acaba produciéndole el gobierno socialista, “con González, Guerra y compañía”, precisa (página 83); o el desolador panorama de la intelectualidad española, con los “patéticos episodios” protagonizados por Cela o Umbral (página 112); la convicción de que el esperpento es el género literario que mejor refleja al país (página 124); las coletillas que se trajo de su estancia en Manhattan (páginas 140 y 141); y los avatares de la serie sobre Celia, el personaje de Elena Fortún. Por último, lo que ella denomina cuento, texto que carece de título, pero que se inicia así: “Kafka, de colegial, habría tratado...”, debe leerse hoy como un microrrelato, y puede añadirse a los dos recogidos en Todos los cuentos (2019, edición de José Teruel). 

Julián Oslé (Cádiz, 1957), su amigo e interlocutor, dio clases y trabajó como gestor cultural en diversos organismos de Cádiz y su provincia. Entre sus muchos intereses culturales, destacan la fotografía, la música y el teatro.

La vida por un diccionario: de María Moliner y de Andrés Neuman

Este libro resulta ser una joyita imprescindible para los lectores de Carmen Martín Gaite y para los amantes de los libros singulares, bien hechos. Felicidades, por tanto, a Cristina Pineda, su editora; a quien ya le debíamos otros libros notables.

 

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

Más sobre este tema
stats