Cayetana, La Oreja de Van Gogh y una crisis reputacional

Todos podemos equivocarnos. Lo pensaba cuando veía a la actriz Cayetana Guillén Cuervo, muerta de la vergüenza, después de cometer un error del que se acordará toda su vida. Habló más de la cuenta, sin pretenderlo, sobre uno de los temas más polémicos del panorama musical: el regreso de Amaia a La Oreja de Van Gogh.

La escena es la siguiente. Una reportera le pregunta en un photocall qué opina sobre la vuelta de su amiga del alma Amaia Montero a La Oreja de Van Gogh. Una noticia que, aunque todavía no está confirmada por el grupo, es un rumor a gritos tras la salida de Leire Martínez de la formación.

Cayetana responde inocentemente, pero con sorprendente contundencia. “Lo sé desde hace mucho. No se lo dije a nadie, ni en casa, porque Amaia me pidió que, por favor, no se lo dijera a nadie. Cuando me dijo que volvía al grupo me eché a llorar. Está muy bien e ilusionada, lo van a petar”. Boom, noticia confirmada. Revuelo mediático. Cientos de titulares. Y la polémica, servida.

Al día siguiente, Guillén Cuervo emitió un comunicado pidiendo perdón a su amiga y reapareció ante las cámaras, afectada, diciendo que “todo se le había hecho bola”, y admitiendo que había revelado “una conversación entre amigas que no tenía que haber contado”. Incluso, en programas de televisión, se empezó a comentar si ambas se habían enfadado.

“Esto no va de culpar a Cayetana por hablar de más sino de transparencia y reputación. Y de la nefasta imagen que está dando La Oreja de Van Gogh a sus seguidores: la de cuatro hombres que hacen y deshacen”

Si la estrategia de comunicación de La Oreja de Van Gogh no fuese tan fallida, la actriz nunca se habría ido de la lengua. Desde que anunciaron la marcha de Leire Martínez, el grupo ha optado por el silencio. Ni afirman ni desmienten, no explican nada a su público. Prefieren dejar que los rumores circulen, pero no están siendo conscientes de la crisis que están sufriendo. 

Porque esto no va de culpar a Cayetana por hablar de más sino de transparencia y reputación. Y de la nefasta imagen que está dando La Oreja de Van Gogh a sus seguidores. La de cuatro hombres que hacen y deshacen, que dejan tirada a su vocalista cuando más les interesa, que no la dejan despedirse a su manera, que no la tienen en cuenta después de 17 años como vocalista. 

No sé sabe muy bien a qué están jugando, pero parece que intercambian a las mujeres como piezas perfectamente sustituibles. Así que, después de la confirmación de Guillén Cuervo, urge que den explicaciones, porque si no corren el riesgo de perder el relato y el favor de su público. Y no sé si con ellos, la gente será tan indulgente como con la falta de discreción de la amiga.

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