Un grano en el culo Luis García Montero

La frase es de Marco Pagot, Porco Rosso, un piloto de hidroaviación en el Adriático, durante los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Porco Rosso de Hayao Miyazaki es una bellísima película y alegato pacifista contra las guerras pero, sobre todo, contra el fascismo.
A veces una frase, una idea, trasciende, y eso sucedió con Porco Rosso. Su frase “prefiero ser un cerdo a ser un fascista” ha generado infinidad de citas, de memes, de mensajes siempre en la misma dirección: sencilla, simple, poderosa, hermosa como solo un cerdo rojo aviador puede serlo.
Nada justifica el fascismo. Nada. Ningún argumento geopolítico. Ningún interés nacional. Ningún supuesto bien futuro. Ni Marte, ni la riqueza, ni la seguridad, ni la familia, ni la nación. Nada, repito, nada justifica el fascismo, el discurso genético o cromosómico, el señalar a los vulnerables como culpables de nuestras inseguridades y miedos, la persecución y la muerte de quienes tememos, la expulsión de pueblos indefensos de su territorio, la difusión de discursos de odio contra migrantes, mujeres, LGTBI, discapacitados, el definir la empatía como un problema, la fuerza y la crueldad como principales argumentos, el borrar términos como diversidad, igualdad, mujeres, el eliminar de la historia a los militares negros, el aprobar leyes para perseguir a las personas LGTBI, el prohibir orgullos en Hungría…
Nada, nada, absolutamente nada justifica el fascismo de Vladimir Vladimirovich Putin, el de Donald John Trump ni, por supuesto, el de Benjamin “Bibi” Netanyahu.
Es imperativo tener certezas morales para tener claro lo que tenemos que hacer, y para eso, primero hay que saber donde está el problema.
No ser capaz de entender que, en este momento, Trump, Putin, Netanyahu, Milei u Orbán forman parte de la misma internacional, con los mismos objetivos, nos están enredando en unos debates que buscan distraernos del problema central que es el ascenso del fascismo, de la ultraderecha a nivel internacional, cada vez mas coordinada para destruir las democracias, a la Unión Europea pero sobre todo, los pocos derechos e igualdad que hemos construido con tanto esfuerzo.
Por eso, a mi juicio, es irresponsable hablar de “rearme”, de gasto militar en si mismo, sin explicar con claridad para qué es ese gasto militar, sin decir abiertamente por qué es necesario ese gasto militar, sin explicarle a la ciudadanía para qué puede servir, si es que puede servir de algo, aumentar el gasto en armas.
No se me va de la cabeza lo que pasó en el siglo XX. Las democracias de entonces intentaron apaciguar el fascismo, en ese momento en el poder en Alemania e Italia. Se negaron a ayudar a España, que cayo bajo la bota fascista. Todo fueron complejos intereses nacionales, priorizando alianzas y fantasías ya muertas, negándose a ver lo que se venía encima, negándose a ver que el fascismo venía a devorarlo todo, a arrasar con todo. Temo que estemos haciendo lo mismo, un siglo después.
El fascismo del siglo XXI ya está aquí. Viene gritando “woke”. Entra por las redes sociales y sus algoritmos. Llega a nuestros jóvenes por 'streamers' y 'youtubers' machistas. Está financiado por dinero internacional
Veo a personas de izquierdas negándose a decir la palabra “Putin”, justificando la invasión ucraniana con argumentos de realismo maquiavélico sobre el derecho ruso a no sentirse amenazada y, para ello, reconociendo un supuesto derecho ruso de controlar Ucrania contra la voluntad de los ucranianos, por la necesaria seguridad rusa. Les veo haciendo análisis sobre la OTAN o la URSS como si Putin fuese comunista o anticapitalista. Les veo obviando la guerra contra nuestros valores que Putin promueve en redes con desinformación, discursos de odio, desestabilización de países, como pasó recientemente en Rumanía, dónde estuvo a punto ganar la presidencia un candidato que realiza saludos nazis con el apoyo Ruso. Les veo en silencio cuando Putin envenena, tortura y defenestra opositores. Les veo mirando para otro lado cuando persigue a todas las personas LGTBI, declara que los activistas LGTBI somos terroristas extremistas en Rusia y promueve el odio en redes con campañas, argumentarios y redes de bots y pseudomedios que llegan hasta España.
Veo a una Unión Europea incapaz de decir abiertamente que Trump y Putin son ya aliados, si no lo mismo, y que, guste o no, ambos países son enemigos de la Unión Europea, de la democracia, de la diversidad. Que ambos son los fascistas de hoy, que están organizados y coordinados para acabar con la empatía, con la democracia, con la diversidad. Y también les veo incapaces de señalar el fascismo sionista de Benjamin Netanyahu, sus matanzas, su violencia, sus crímenes de guerra.
Cuando se pierde el imperativo ético, la brújula moral, ningún proyecto político tiene justificación clara.
Siento ser tan duro, pero creo que, como sociedad, necesitamos despertar. Todo lo que está sucediendo en el mundo apunta hacia el crecimiento del fascismo. Las causas del crecimiento de la ultraderecha, a mi juicio, son los nuevos medios de comunicacion, la redes sociales, que permiten a los dueños de dichas redes y a algunos gobiernos y partidos políticos manipular el debate público generando un clima emocional de odio sintético, en el que el fascismo nada a favor de la corriente.
Si no entendemos esto, que el enemigo es el fascismo, en todos sus aspectos, y los dirigentes y gobiernos que defienden el fascismo, Putin, Trump, Netanyahu, Orban, Milei…
Si no entendemos que la guerra contra el fascismo no se libra solo en los campos de batalla ucranianos, sino sobre todo en las redes sociales, para lo que hay que armarse, organizarse, creando redes sociales propias, invirtiendo en ciberseguridad, sancionando los discursos de odio, explicando a la ciudadanía a donde conduce ese odio…
Y si no entendemos que desafortunadamente tenemos que tener, como Europa, capacidad disuasoria frente a Putin y sobre todo frente a Trump, que debemos prepararnos, también militarmente, frente a un ya no descartable ascenso militar del fascismo, para poder defendernos, nos pasará como le pasó a las democracias en el siglo XX. Que no quisieron creer que fuese posible lo que venía y llegó.
El fascismo del siglo XXI ya está aquí. Viene gritando “woke”. Entra por las redes sociales y sus algoritmos. Llega a nuestros jóvenes por streamers y youtubers machistas. Está financiado por dinero internacional. Tiene ya a varios de los más importantes países del mundo como EE.UU. o Rusia. Y no va a parar hasta imponer su ideología al resto, por la desestabilización vía redes o por la fuerza.
Prefiero ser un cerdo a ser un fascista. Se cuenta que Hayao Miyazaki planeó realizar una secuela de Porco Rosso ambientada en la Guerra Civil Española y estoy seguro de que Porco ayudaría al bando republicano contra el fascismo. A veces un dibujo animado puede tener más dignidad y más verdad que miles de sesudas teorías geopolíticas. Con el fascismo no se contemporiza, no se debate, ni se discute. Al fascismo se le combate con todas las armas a nuestra disposición.
Nos va la vida en ello.
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Ignacio Paredero es sociólogo, politólogo y activista LGTBI+.
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