Libertad de expresión en guerra

Ignacio Paredero

Estamos en guerra con EEUU y Rusia. Es hora de llamar a las cosas por su nombre para poder asumir la situación de una vez. 

Por ahora no es una guerra militar salvo en Ucrania, pero sí comercial, cultural y, sobre todo, una guerra por el alma democrática de Europa, por los valores liberales de igualdad y libertad, por la libertad de expresión, por los derechos de los grupos vulnerables. Por, en definitiva, seguir progresando en el modelo de sociedad más avanzado que existe en el planeta, un modelo que, pese a todos sus enormes problemas de desigualdad, combina una gran libertad en lo económico, en la expresión, en la sexualidad, con una apuesta cada vez más decidida por la igualdad de todos los grupos vulnerables, que avanzan gradualmente hacia una mayor igualdad, hacia más derechos. 

Ese es, en gran medida, el proyecto europeo, un proyecto que no es el autoritarismo machista y homófobo ruso, que no es la autocracia sin libertades china y que no es la enloquecida apuesta por la desigualdad, el individualismo y la primacía de las empresas de EEUU. Europa es el lugar del mundo donde mejor se vive. Y eso es lo que está en juego en este momento. 

Y de nuevo hay que ser consciente de la estrategia que se está utilizando para actuar. A través de las redes sociales, de internet, los valores europeos, las democracias europeas están siendo asaltadas, una por una. Se está usando el argumento de la “libertad de expresión” por parte de la ultraderecha, para exigir que puedan difundir sus discursos de odio contra los grupos vulnerables. Las democracias liberales, que tienen en la libertad de expresión uno de sus valores centrales, son muy vulnerables a las acusaciones de dictadura o de limitar la libertad de expresión por parte de grupos intolerantes que lo que quieren es la máxima libertad de expresión para ellos para hacerse con el poder y, entonces, limitar, ellos sí, la libertad de expresión de todo aquello que odian. 

Tenemos ejemplos muy claros con Rusia y, ahora, con EEUU. Los agentes rusos y su propaganda hablan sistemáticamente de libertad de expresión y de censura en occidente de sus contenidos, desinformación y propaganda, pero no tienen ningún rubor ni ninguna duda en censurar con leyes cualquier visibilidad de la diversidad sexual. Pasa exactamente lo mismo con EEUU: el vicepresidente JD Vance en Munich criticó a Europa porque no permite más discursos de odio, más visibilidad de la extrema derecha, por mantener el cordón sanitario a la ultraderecha. Y lo hizo, como hace también Musk, en nombre de la libertad de expresión mientras queman libros digitales o borran, enteras, a las personas trans de todos los registros, de todas las agencias, de todos los programas, incluso del memorial de Stonewall, que celebra la revuelta de Stonewall contra la opresión al colectivo LGTBI+ que fue iniciada.. por una persona trans.

No ocultan sus groseras incoherencias. Hablan de democracia, exigen democracia, para acabar con la democracia

No ocultan sus groseras incoherencias. Su planteamiento es claro: exigen libertad de expresión para su odio y reconocen abiertamente que ellos nunca darán esa misma libertad de expresión a sus oponentes. Hablan de democracia, exigen democracia, para acabar con la democracia. 

Es la paradoja de la tolerancia, la paradoja de Popper. 

Decía Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos que una sociedad como la nuestra, que defendiese la tolerancia y la diversidad, debía tener el derecho a negar la tolerancia a quienes querían sociedades intolerantes, que la única manera de defender la libertad de expresión es, literalmente, limitar la libertad de expresión para quienes, incluso en nombre de la libertad de expresión, quieren acabar realmente con ella. 

Como recoge la Wikipedia, hoy también amenazada por Trump y Putin, Popper afirmaba que “parece contradictorio extender la libertad de expresión a extremistas que... si triunfan, suprimirían sin dudar las opiniones de aquellos con los que discrepan”. 

Y es esto, exactamente, lo que estamos viviendo. Las democracias liberales han perdido los equilibrios mediáticos, los contrapesos y reparto de los canales de comunicación y creación de debate público que permitían un debate en el que las posturas intolerantes no estaban prohibidas, pero no tenían suficiente difusión para imponerse y lograr censurar a quienes ellos odian. Pero con la introducción de internet y las redes sociales, es evidente que la intolerancia, o mejor dicho, el fascismo, está avanzando, gracias al clima de odio sintético generado por las redes sociales, gracias a los discursos de odio contra grupos vulnerables y gracias a la desinformación que elaboran y promueven países como Rusia y ahora, también, EEUU. 

En estos momentos, las redes sociales de EEUU son un canal directo de propaganda del autoritarismo fascista, llenas de desinformación, cuentas falsas y campañas rusas, que pretenden acabar con las sociedades democráticas liberales europeas para imponer unas sociedades autoritarias, llenas de censura de todo aquello que moleste a sus dueños tecnofascistas como Elon Musk o a sus oligarcas como Putin

¿Ecologismo? No tendrá cabida. 

¿Igualdad de la mujer? Miren el modelo de Putin o el de Trump para la mujer. 

¿Diversidad sexual? Han eliminado todos los derechos trans y a las propias personas trans. Lo siguiente serán las leyes antivisibilidad LGTBI como en Rusia, para volver a armarizar a toda la población LGTBI+, para borrarnos de la vida pública, para que, como defiende Milei, “vivan su sexualidad en privado”. 

¿Discapacidad? Trump ya ha dicho que contratar a personas con discapacidad es un problema y ha eliminado los programas de inclusión. Y ya hay funcionarios de Trump que defienden la esterilización de la “basura de bajo CI”

¿Personas seropositivas? Trump ha congelado la financiación a los fármacos de VIH de 30.000.000 de personas y ha sacado a EEUU de la OMS, que ya avisado de la locura de esta medida. Y no es solo el VIH, también la tuberculosis que, además, de no tratarse genera resistencias para el resto de la vida. 

Y todo esto es a corto plazo. Porque a largo plazo, el proyecto de sociedad que tienen Musk, Trump y Putin en mente es, sencillamente, un grupo de oligarcas, de tecnoligarcas en EEUU, de oligarcas del petróleo o el gas en Rusia, controlando de forma autoritaria, vía redes sociales, a la sociedad, aumentando las desigualdades, tapando cualquier descontento por la vía de buscar chivos expiatorios en grupos vulnerables y una vuelta decidida a la explotación de la ciudadanía, laboral por supuesto, con más poder para los oligarcas, pero también sanitaria o educativa, vía privatización de la sanidad y la educación. 

Es una impugnación directa del modelo europeo de Estado del bienestar, de tolerancia, de libertad y de igualdad. 

Termino con una idea clave. Hay que defender la libertad de expresión de aquellos que usan su nombre para acabar con ella. Y para ello, hay que tener claro, de una vez por todas, que las redes sociales y los medios de comunicación deben ser neutrales en cuanto a promoción y propaganda de los discursos de odio

Esta es la clave. Debemos regular las redes sociales para exigir que demuestren, con datos públicos, con la apertura del algoritmo, con auditorías de terceros, que sus estructuras de comunicación no permiten la desinformación, no hipervisibilizan los discursos de odio y, en definitiva, que no son herramientas políticas de gobiernos extranjeros para realizar injerencias políticas contra nuestras democracias liberales con el objetivo, nada disimulado, de acabar con ellas y que pasemos a regímenes liberales. 

Estamos ante la paradoja de Popper. Estamos en guerra y tenemos que defendernos. Basta ya de inocencia: quieren acabar con la libertad de expresión y, para ello, gritan “libertad de expresión”. Es hora de regular de forma explícita, clara y contundente, urgentemente, las redes sociales si no queremos acabar en dictaduras donde todo se decide con un click en casa de Elon Musk.

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Ignacio Paredero es sociólogo, politólogo y activista LGTBI+.

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