Así afectarán los aranceles de Trump a la empresa gallega de patatas fritas favorita de Oprah Winfrey

La política internacional y los aranceles son desde hace tres meses conceptos inseparables. A partir de enero, con la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, las tarifas de los bienes que se importan y exportan hacia y desde ese país son el quebradero de cabeza de los mercados y las empresas. La amenaza se extendió primero a China, luego a México y Canadá y después a la Unión Europea. Este mismo martes, pasaron a engrosar esta lista todos los países que compren petróleo a Venezuela, entre los que se encuentra España. Su uso como arma política hace que no se terminen de apagar los tambores de guerra arancelaria y desde Washington se retiran o se imponen sin cesar, algunas veces con pocas horas de diferencia.
Incertidumbre es la palabra más repetida: la pronuncia tanto el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Jerome Powell —que tras el anuncio, el pasado miércoles, de que mantendría los tipos de interés invariables habló de “incertidumbre en torno a las perspectivas económicas”—, como el representante de los bodegueros españoles. “Estamos en una situación difícil. A los empresarios, quizá lo que más nos está afectando es la situación de incertidumbre”, coincide José Luis Benítez, presidente de la Federación Española del Vino (FEV). Otra compañía que conoce bien ese mercado es la gallega Patatas Bonilla, una compañía que llegó a Estados Unidos hace diez años y hace dos consiguió que la presentadora Oprah Winfrey eligiese sus patatas como uno de los productos de año. Cuentan que por ahora la crisis arancelaria les está afectando poco, pero de nuevo pronuncian la palabra mágica: “La situación nos genera mucha incertidumbre, aunque esperaremos a ver que pasa y si se complica la venta para EE UU intentaremos abrir nuevos mercados”, explica Paula Alonso, responsable de ventas internacionales de la empresa.
El sector nacional de alimentación y bebidas es de los que más exporta (un total de 3.609 millones a EE UU en 2024) y las empresas que lo componen han empezado a prepararse para un mar comercial que ya no está en calma. “Esta mañana me llamó un bodeguero pequeño y me decía que llevaba dos años trabajando muy bien en el mercado de Estados Unidos, pero que ahora mismo tenía dos contenedores de producto detenidos y que el daño económico estaba siendo serio”, cuenta Benítez. Algunas distribuidoras, explica, han decidido pararse y esperar antes de cerrar más compras y eso daña a un ecosistema de empresas donde predominan las pequeñas y medianas. “En el vino español no hay grandes multinacionales, el 99% son pequeñas y medianas empresas. De las grandes, solo 12 facturan más de 100 millones”, concluye.
El último capítulo del pulso arancelario que EE UU mantiene con Europa es la amenaza de gravar el vino europeo con un 200% de arancel si el Bourbon americano recibe una tasa extra al entrar en territorio europeo. Esto se produjo después de que la Úrsula Von der Leyen anunciase un paquete de aranceles recíprocos por valor de más de 12.000 millones y cuya aplicación postergó este mismo viernes hasta el 12 de abril. Por otro lado, EE UU compra en torno a 6.500 millones de euros en vinos internacionales, de los cuales el 5% procede de España. Otros productos, como el aceite o las aceitunas españolas, en cambio, cubren una cuota de demanda más amplia, que llega al 31% y al 33% respectivamente del total de las importaciones, según las estadísticas oficiales de comercio exterior. “Estados Unidos es un país que consume más vino del que produce, pero un arancel del 200% nos dejaría fuera del mercado, porque es un sector en el que hay mucha competencia”, apunta Benítez.
El viaje hacia un mercado nuevo
Comerse en Estados Unidos las patatas favoritas de Oprah o comprar una botella de vino español podría ser mucho más caro o directamente imposible si Europa no encuentra la manera de esquivar las tasas. Además, el camino para llegar a un mercado nuevo suele requerir, además de ajustes burocráticos, un estudio casi sociológico de los usos y los gustos de los potenciales nuevos clientes. “El primer contacto de nuestra empresa con EE UU fue por dos compradores de una empresa estadounidense. Nunca antes habían visto comercializar un producto así dentro de una lata, así que por pura curiosidad entraron en la tienda, compraron algunas unidades y, según nos contarían más tarde, resultaron ser las mejores patatas fritas que habían probado”, cuenta Alonso. Así realizaron su primera venta y tras tres meses de gestiones aterrizaron en un mercado nuevo.
Con el clima comercial y la diplomacia enredados en los aranceles, la situación se ha tornado diferente. “Nuestros clientes estadounidenses se han anticipado a lo que pudiera pasar y han intentado hacerse con un stock extra de nuestros productos, pero sí es cierto que esta pasada semana nos han empezado a manifestar su miedo e incertidumbre por los nuevos aranceles”, explican desde Bonilla. Si nada cambia, la fecha clave es el 2 de abril, cuando el presidente norteamericano asegura que pondrá en marcha las tasas arancelarias anunciadas.
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“Miedo” es la palabra que les transmiten sus compradores americanos, explica Paula Alonso. “La mayoría de nuestros clientes allí no solo importan nuestras patatas fritas, sino que compran más productos gourmet españoles, y la venta de todos esos productos en EE UU es su principal vía de negocio. Si los aranceles se aplican a lo que ellos compran, a todos los productos con los que llenan sus tiendas, les afectará muchísimo”, concluye.
Además de los planes de contingencia a nivel político, la estrategia que puedan adoptar las empresas también juega un papel importante. “El efecto de los aranceles depende también de la capacidad que tenga el productor de trasladar precios. En principio, un productor más grande tiene más poder de negociación con el comprador, y transfiere una proporción mayor del impacto del arancel. Ahora, bien un productor más pequeño puede tener más posibilidades de encontrar nichos de mercado alternos, y evitar así el efecto de los aranceles”, advierte el economista de la Universidad de Navarra David Echeverry. Sin embargo, aterrizar en un mercado alternativo y hacerse un hueco en él no es sencillo y tampoco una opción que los productores de vinos españoles quieren barajar por el momento. “Un mercado en el mundo del vino no es algo que se hace de un día para otro, porque hay una gran competencia mundial”, explica que presidente de FEV, quien además señala que tras conversar con el Gobierno, tienen esperanzas de que haya una solución política antes de explorar otras alternativas de negocio.
Por el momento, la situación se mantiene en una calma tensa. Desde el Gobierno han anunciado este miércoles que elaborarán un plan para los sectores que puedan verse afectados por esta guerra comercial, aunque no han trascendido detalles sobre los plazos o las medidas que se tomarían. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, señaló durante su comparecencia en el Congreso que Europa no quiere una guerra comercial, pero que responderá “con proporcionalidad, rapidez y unidad” a cualquier imposición.