Dando la batalla en Vox

Ignacio Paredero

Elon Musk va a volver a cambiar el funcionamiento público de Twitter. Musk se ha cansado de que las notas de la comunidad señalen la verdad. Tras los desmentidos en X a las afirmaciones de Trump, salidas directamente de la propaganda rusa, que acusan a Zelensky de ser un dictador sin apoyo popular, Musk entró en cólera. 

¿Cómo es posible que los hechos, la realidad, estropeen su propaganda? ¿Como es posible que la información veraz cuestione sus opiniones? Eso es algo intolerable. Como explicó en su red social, “las notas de la comunidad están siendo manipuladas por los gobiernos y los medios. Estoy trabajando para arreglar esto”, explicó para justificar la revisión. 

Es difícil negar ya que Twitter, o X, no es una red social. No es un lugar donde compartir información con tus contactos o seguidores. Es una refinada herramienta de propaganda de la ultraderecha, muchísimo más peligrosa de lo que parece a simple vista. Hagamos un ejercicio sobre las posibilidades de manipulación de Twitter. 

Puede facilitar la creación de cuentas falsas, pagadas, para que gobiernos o empresas afines creen cuentas falsas que distorsionen la percepción de la ciudadanía del debate social. Puede eliminar cualquier limitación de los discursos de odio para que el clima en Twitter sea cada vez más agresivo y violento, acallando a las personas vulnerables (mujeres, LGTBI+, gitanos..) en favor de los acosadores, de los matones. Puede también forzar que tenga más visibilidad todo lo que ponga el dueño de la red.  Puede modificar el algoritmo, promocionando más los contenidos con más interacciones agresivas, para que los discursos racistas, xenófobos o tránsfobos tengan más viralidad y generar un clima de odio sintético. Puede censurar términos que no me gusten, porque los considero “ofensivos”. Puede eliminar la verificación en base a los hechos y sustituirla por “notas de la comunidad” para favorecer la desinformación. 

Todo esto es público y conocido. Pero seamos mucho más finos. 

Puede reducir drásticamente la visibilidad mutua entre personas de izquierda que se siguen, para que no se vean o interaccionen habitualmente entre sí. Puede sobreexponer a las personas de izquierda a los mensajes de ultraderecha. La pestaña “para ti” es un ejemplo de esto. Y del revés, podemos aislar a la gente de derechas de los mensajes de la izquierda, para que nunca vean cuestionados sus discursos. Puede modificar el algoritmo para reducir la visibilidad de referentes de izquierdas, sin que noten la bajada de RT o Me gusta, sustituyendo esos RT o Me gusta de cuentas reales por los de cuentas automatizadas. Puede diseñar algoritmos secundarios ocultos que trasladen nuestros mensajes de forma segmentada a poblaciones, por territorios, por ideología, por sexo, por raza, orientación sexual… Imaginaos que Twitter programa un algoritmo para que los contenidos más feministas de los partidos de izquierdas lleguen solo a los hombres jóvenes en duda y los contenidos más machistas de la izquierda llegan más a las mujeres votantes de izquierdas. ¿Cuánto tiempo tardarían los jóvenes en radicalizarse y las mujeres en desactivarse? ¿Cómo se traduciría esto en las urnas? 

Pues bien, si todo eso es posible, y lo es, y mucho más, ¿alguien me explica cómo se puede “dar la batalla en Twitter”? ¿Alguien me puede explicar qué ganamos estableciendo como el ágora de debate público una aplicación informática controlada al milímetro y de forma siempre oculta por la ultraderecha?

Twitter no es una red social. Twitter es una herramienta de propaganda de la ultraderecha. 

Estar en Twitter no te permite dar la batalla con nadie, solo legitima el espacio como el ágora de debate público y permite a Elon Musk decidir qué hace con tus mensajes, ya sea censurarlos, visibilizarlos, utilizarlos de manera teledirigida y mil cosas más, siempre con el mismo objetivo. Nunca, repito, nunca vas a poder lograr cambiar la narrativa, llegar a la mayoría de la población porque no sabes cuánto de real hay en los RT, en los MG y en las interacciones con cuentas y no sabes a quién y cómo están llegando tus mensajes. 

¿Por qué la izquierda no “da la batalla en Vox”? ¿Por qué “se cede” ese espacio a la ultraderecha? ¿Por qué “no se pelea” allí? La respuesta es muy simple. No se dan batallas para perderlas en un terreno controlado por el enemigo

Twitter es una amenaza para la democracia, es una red social en manos de una persona cuyo objetivo es desestabilizar las democracias. Ningún partido, ningún político, ninguna institución pública, ningún medio de comunicación puede prestarse al juego irresponsable de legitimar institucionalmente un espacio de debate donde las normas las pone la ultraderecha y la opinión pública se configura con esas normas. Solo estar allí supone reconocer la derrota. ¿Cómo es posible que las instituciones, los medios y partidos progresistas sigan en esta aplicación propiedad de Musk? ¿Qué pretenden hacer allí? ¿Qué planes tienen? ¿Cuántas energías dedican a un espacio en el que es imposible ganar el debate? 

Termino con una pregunta, para los que siguen pensando que hay que “dar la batalla” en Twitter. 

¿Por qué la izquierda no “da la batalla en Vox”? ¿Por qué no se afilia la gente a Vox para tratar de cambiar su discurso, desde dentro? ¿Por qué “se cede” ese espacio a la ultraderecha? ¿Por qué “no se pelea” allí?

La respuesta es muy simple. No se dan batallas para perderlas en un terreno completamente controlado por las normas del enemigo. En un lugar así, irse no supone “ceder” nada, y estar legitima el espacio.

Estar en Twitter, hoy, a nivel personal, es una irresponsabilidad. Pero a nivel institucional supone colaborar y promover que la ciudadanía use una herramienta de propaganda de alguien que pretende destruir nuestra democracia.

Espero que, más pronto que tarde, las instituciones sean capaces de reaccionar.

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Ignacio Paredero es sociólogo, politólogo y activista LGTBI+.

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