José Teruel: "Carmen Martín Gaite utilizó la literatura como refugio y como recurso de supervivencia"

Nadie conoce a Carmen Martín Gaite mejor que José Teruel (Melilla, 1960). "La conocí y tuvimos un trato cordial, pero no fui amigo íntimo, no me gusta presumir de lo que no soy", aclara a infoLibre el profesor honorario de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid y reciente XXXVII Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias por, precisamente, Carmen Martín Gaite: una biografía (Tusquets, 2025). El catedrático es, asimismo, comisario de la muestra sobre la escritora que puede disfrutarse ya en el Matadero de Madrid y lo será también de otra gran muestra prevista para el próximo otoño en la Biblioteca Nacional, todavía en el marco del centenario del nacimiento de la autora, nacida en Salamanca en 1925 y fallecida en Madrid en el verano del año 2000. Lo admita o no, nadie conoce a Carmen Martín Gaite mejor que José Teruel. Y lo vamos a comprobar.
¿Cómo la conoció?
La conocí a los 26 años, a raíz de un artículo que escribí sobre ella, porque me llamó por teléfono para decirme que le había gustado y me invitó a su piso en Doctor Esquerdo. Tuve un trato cordial con ella, coincidimos en el Instituto Internacional donde yo daba clases y ella conferenciaba, en casas de amigos, nos llamamos alguna vez por teléfono... pero sin ser amigos íntimos. Me relacioné más con su hermana por motivos de azar, porque participé en un homenaje tras su muerte, precisamente en el Instituto Internacional, y a ella le gustó mi intervención. Después de eso, en diciembre de 2003 me dijo que yo era una persona idónea para hacer una biografía sobre su hermana. Me quedé un poco asustado y me lo pensé un poco, pero finalmente acepté. Me invitó a la casa familiar de El Boalo en julio de 2004 y estuve allí tres semanas encerrado con el archivo de Carmen Martín Gaite, cuando todavía no se había vendido a la Junta de Castilla y León, que estaba en grandes cajas, muy desordenado y empecé a tomar notas...
¿Allí y entonces empezó esta aclamada biografía?
Ya entonces me di cuenta de que contar una vida es muy complicado, sobre todo cuando alguien, en este caso su hermana, a veces me preguntaba demasiado, se entrometía en lo que tenía que decir o no... y yo no podía escribir una biografía con tantas intromisiones. Pero, afortunadamente, se me encargó la edición de las Obras completas, algo que me dio más seguridad, porque duraron desde 2008 que salió el primer volumen hasta el último en 2019 y me permitieron conocer rigurosamente toda su obra y ver cómo aparecían en ella fantasmas autobiográficos. Aunque ella no escribió ninguna pieza autobiográfica en sentido estricto, continuamente estaba apareciendo la autobiografía, la escritora del yo, tanto en la ficción, como en los ensayos o la crítica literaria. Para ella, la autobiografía más que un género era un momento que de vez en cuando aparecía en su obra, teniendo en cuenta que la relación que mantuvo con su obra siempre fue muy biológica, personal, de comunicación y afectos. Ahí fui tomando mis notas, con mi metodología natural de trabajo, que es esa sinergia entre vida y literatura, sin confundirlas, porque la literatura es siempre representación frente a la vida. Pero sí que veo sinergias, sobre todo cuando una escritora utiliza la literatura como refugio e incluso como recurso de supervivencia. Esa lectura atenta de toda su obra y su crítica me llevó a tomar mucha seguridad para escribir su vida.
¿Y después ya un trabajo más documental, más de archivos? Da mucha importancia a las cartas que escribió.
Para mí fue muy importante ir a las cartas, sí. Es un género que me interesa mucho y una fuente que hay que tratar con mucho cuidado, porque claro, una afirmación en una carta no la podemos convertir en una afirmación genérica válida en cualquier contexto y situación. No es una afirmación universal, porque una carta siempre tiene fecha, por lo que es relativa. Teniendo en cuenta todo esto, al leer una carta siempre me parece que tengo la ilusión de estar escuchando la voz del autor. Y cuando leía sus cartas tenía la impresión de que la estaba escuchando a ella nombrar momentos. Las cartas, frente a las memorias, que son un ejercicio de auto restauración, nombran el presente, las fechas, y me dieron mucho pie a seguirle la pista a Martín Gaite para responder a una pregunta: ¿cómo pasaba el tiempo ella? Su obra, sus cartas, las agendas con anotaciones breves... todo eso me sirvió para responder a la pregunta de cómo pasaba el tiempo, cómo se relacionaba consigo misma, con los demás, cómo vivió determinados momentos históricos.
Había un divorcio entre la mujer muy querida, con grandes colas en la Feria del Libro, y la que cuando llegaba a casa y se quitaba los tacones no tenía nadie a quien contárselo
¿Su obra es la mejor manera de conocerla o eso, entiendo, es quedarse corto? ¿Cómo se relacionaban la escritora con el personaje público?
Diría que su obra es una manera de conocerla, por supuesto. Pero también lo que yo notaba, desde que la conocí muy al principio, es que en ella había una diferencia muy fuerte entre nuestra representación pública, la imagen que demos a los demás, y cómo nos relacionamos con nosotros mismos en soledad. A lo mejor eso nos pasa a todos, pero yo notaba mucho ese divorcio entre la mujer con grandes reconocimientos en sus últimos años, esa felicidad que sentía ante el lector una mujer muy querida con grandes colas en la Feria del Libro y, al mismo tiempo, entreveía por sus cartas, sus diarios y cuadernos, que cuando llegaba a casa y se quitaba los tacones no tenía nadie a quien contárselo. La diferencia entre vivir y representar. Ella también lo analiza muy bien en el libro Esperando el porvenir: homenaje a Ignacio Aldecoa (1994), y es algo que también noté con Gil de Biedma y Luis Cernuda, cómo a veces los escritores cuando están hablando de otros están hablando un poco de sí mismos. Me parece estimulante esa forma de hacer autobiografía a través un poco del otro.
Ella tenía muy claro a quien se dirigía, tenía ese afán comunicativo con el otro a través de la escritura.
Sí. Esto lo trabajaba muchísimo y para ella siempre había un destinatario. Se ve en sus cartas con Juan Benet, un joven escritor cuando se pone en contacto con ella, y le dice 'siempre piensa a quien te diriges, no pierdas nunca el hilo en tus propios laberintos, porque esa es una forma de aclararte'. Ella entendió siempre la literatura como un diálogo con aquel que pudiera escucharla o leerla. De hecho, su gran placer vital era una gran conversación, porque eso podía incluso sustituir otros placeres más fuertes. En este sentido, su obra era todo lo contrario a la obra de los vanidosos y los locos, porque siempre estaba pensando en el lector, en la búsqueda del interlocutor. Por eso también conectaba tanto con su público, pero ojo, la búsqueda de un destinatario era para ella un modo estilístico de aclararse las cosas a sí misma. Al mismo tiempo, ella pensaba que al lector había que darle una Coca-Cola de vez en cuando, no hacerle sudar la camiseta para hacerse entender, que tu palabra sea inteligible.
Ella pensaba que al lector había que darle una Coca-Cola de vez en cuando, no hacerle sudar la camiseta para hacerse entender
Ella escribía sobre relaciones intergeneracionales, sobre afectos, sobre lo que le rodeaba. ¿De qué escribiría a día de hoy?
En el recorrido por sus Obras completas, leyendo su ficción, me di cuenta de que desde Entre visillos (1958) hasta su novela póstuma, Los parentescos (2001), todo son historias de familia. Desde los años cincuenta hasta las relaciones interfamiliares desintegradas de la casa Zurriburri del siglo XXI, donde no sabes ni quien es tu padre o tu madre. Historias de familia. Casas, observatorios domésticos. Esa es la constante. Por eso pienso que hoy seguiría escribiendo de lo mismo, porque además era muy monotemática, entendía que no había nuevos temas, sino nuevos puntos de observación. Era una mujer muy inteligente y vio cómo la Historia, antes de ser asignatura en el bachillerato, comenzaba en nuestras propias casas. Las historias generaban Historia.
¿Carmen Martín Gaite es la historia de España del siglo XX hecha literatura? ¿Cómo le afectó vivir desde la Guerra Civil siendo niña hasta la apertura fin del milenio?
Es la historia de España del siglo XX hecha ficción, exacto. La Guerra Civil la vivió en la infancia, como toda esa generación de los 'niños de la guerra'. Me conmueve, no solo en ella, sino en todo ese grupo, cómo contó la Guerra Civil desde la perspectiva de la primera memoria. Porque para estos niños la guerra fue un juego de los adultos, no ir al colegio y de pronto entrar como en un gran cuento. Pero, claro, después se sintieron muy beligerantes con las consecuencias en la posguerra, cuando esa idea de la guerra cambió mucho. Ser un niño de la guerra parece una expresión muy ternurista, pero significa ser súbdito de una dictadura después y haber pasado tu educación sentimental en esa dictadura. Creo que Usos amorosos de la posguerra española (1987) y El cuarto de atrás (1978) son textos interesantes desde distintas perspectivas porque nos demuestran cómo las palabras 'restricción' y 'escasez' afectaron no solo a lo económico, sino también a los afectos, en un momento en el que la palabra 'sexo' no existía y estaba prohibida la amistad y la sinceridad entre hombres y mujeres, hasta el punto de que a veces te casabas con un desconocido.
Martín Gaite pone en escena ese mito romántico de que todo lo que nos perjudica como ser humano nos puede beneficiar como creador
Recalca mucho que Carmen fue una 'mujer de letras', no solo novelista. Que por supuesto lo era, pero también mucho más.
Exacto, esto me gusta mucho, porque tenemos la imagen de Martín Gaite como novelista, pero en el total de sus Obras completas son dos volúmenes dedicados a las novelas y tres al ensayo. A mí, particularmente me interesan más los ensayos que sus novelas, pero lo que quiero destacar con 'mujer de letras', pensando en lo que en el Renacimiento se llamaba 'hombre de letras', es la cantidad de intereses intelectuales que tuvo esta mujer. No conozco otro ejemplo en la literatura española del siglo XX con tal cantidad de intereses intelectuales. Desde los géneros literarios consabidos hasta los cuadernos, desde la crítica literaria a la traducción, de los guiones de televisión y las adaptaciones teatrales a los artículos de opinión, el collage... Yo admiro muchísimo a grandes mujeres de letras en nuestra cultura del siglo XX como María Zambrano o Rosa Chacel, pero sin entrar en criterios de valor, que me parece torpe, insisto en que no encuentro otra escritora, independientemente de criterios de valor, que haya tenido tantos intereses intelectuales, que haya tocado tantos palos como ella. Y se murió escribiendo. Ella muere el 23 de julio y estuvo escribiendo hasta el día 18 un capítulo que no pudo terminar porque ya no tenía fuerzas.
¿Por eso habla de escritura de supervivencia?
Sí, exacto. Después de la muerte de su hija Marta en 1985 ella se agarra como un clavo ardiendo a la escritura, que es lo único que le quedaba. Y por eso dice 'no' a tantas cosas, como a la Real Academia Española (RAE), porque la escritura era para ella la única forma de seguir superviviendo. También trabajó más que nunca al final de su vida, incluso con un ritmo de entrega acelerado, publicando una novela cada dos años. Fue un modo de sobrevivir, sí. En cierto modo, Martín Gaite pone en escena ese mito romántico de que todo lo que nos perjudica como ser humano nos puede beneficiar como creador. Desde luego, ella se agarró a la escritura porque era lo único que tenía. La cultura oficial no le interesaba, pensaba que en la RAE debían estar filólogos y lingüistas y no escritores, y se había vuelto muy avariciosa con su tiempo, que solo quería dedicarlo a escribir.
Su negativa a ingresar en la RAE ha quedado como un hito curioso en su biografía. Decir que no a algo así hasta en cinco ocasiones es algo que al común de los mortales le parece sorprendente.
Sí, sí (risas). Para todo escritor o intelectual ser académico es como el grado máximo, pero ella supo decir que no a muchas cosas. Tenía una frase muy graciosa; 'Hay que saber decir 'no', porque si no, hasta te pueden nombrar ministro de Educación' (risas). Desde el punto de vista moral esto es interesante. También decía que si vivieran sus padres igual habría dicho que sí para satisfacer esa vanidad paternal, pero a ella no le interesaba la Academia, lo que le interesaba era poner sus propios gerundios.
¿Cómo le influyó en su vida y en su obra su relación con Rafael Sánchez Ferlosio? Durante mucho tiempo fue, lamentablemente, conocida como Madame Ferlosio.
Así es. Cuando yo la empecé a leer con Retahílas (1974), estudiando Filología en la Complutense a finales de los setenta, mis compañeros me decían que estaba leyendo a la mujer de Ferlosio. Entonces, Carmen Martín Gaite era la mujer de Ferlosio, pero poco a poco intentó alejarse de ese tópico y se autoafirmó ella misma como escritora y con su propia poética, muy distinta a la de Ferlosio. También creo que ha quedado claro en mi biografía que él fue un estímulo para ella, creo que hay que ser justo, sobre todo en sus inicios literarios. Cuando se casó con él, ambos decidieron vivir de la literatura, y él la ayudó a profesionalizarse. Él tiene una prosa muy rigurosa y le ayudó a dejar un tono lírico más poético de sus primeros cuentos, y a ser más rigurosa también con su prosa, con una poética de mayor exactitud. Por otro lado, ella era inteligente, intuitiva y muy lista, y también se dio cuenta de que Ferlosio podía influirle en contra. Por eso El balneario (1955) y Entre visillos (1958) ya no se los dejó leer hasta después de publicarlos, porque sabía que su crítica podía ser demoledora. En este sentido, cuanto estaba escribiendo la biografía me preguntaba por qué lo estaba haciendo, y así, leyendo otras, empecé a darme cuenta de que una biografía tiene que iluminar un momento de la historia. Porque no la escribes para contar solo una biografía íntima, sino que debe iluminar un aspecto histórico. En este sentido, creo que la biografía de Martín Gaite ilumina cómo una mujer supo autoafirmar su propia poética frente a los grandes iconos masculinos de su generación.
Me gustaría que la gente leyera con cierta atención 'El cuento de nunca acabar' (1983), porque no es lo más conocido pero me parece su obra maestra
¿Encontró Carmen su lugar y terminó incluso quedando por encima de compañeros de generación? ¿Los jóvenes ahora la conocen lo suficiente?
El lunes estuve en un instituto de Moralzarzal (Madrid) que se llama Carmen Martín Gaite hablando de Carmen Martín Gaite, y los chicos y las chicas estaban leyendo poemas y textos suyos. Busco elementos objetivos: tú vas a una librería ahora mismo y te encuentras sus libros, mientras que es dificilísimo encontrar alguno de Juan García Hortelano o Jesús Fernández Santos. Muchas escritoras, como Inés Martín Rodrigo, Andrea Toribio o Pilar Adón, están continuamente refiriéndose a Carmen Martin Gaite. Parece que hay elementos objetivos de que es una obra que está viva. Y yo personalmente confieso que estoy un poco desbordado por el centenario y sorprendido por la reacción.
Es que, además de esta biografía, tenemos ya una exposición en la Casa del Lector de Matadero Madrid y habrá otra en la Biblioteca Nacional en octubre.
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Precisamente estaba ahora trabajando en la de la Biblioteca Nacional. La de la Casa del Lector es muy monográfica y está dedicada al collage, mientras que en la que estoy preparando para otoño quiero, a través de una serie de hitos biográficos, desarrollar las distintas dimensiones que tuvo como novelista, ensayista, traductora, conferenciante, adaptadora de guiones... Quiero hacer eso para así poder verla como el paradigma que decíamos de una 'mujer de letras' con fotografías, manuscritos, material audiovisual... Porque ella era muy teatrera, era muy importante su voz y la forma de representar. Su vocación de actriz se vio compensada en los últimos años con sus conferencias, que eran auténticos shows. Creó un personaje de sí misma.
También hay obras de teatro ya representándose este año para celebrar el centenario de Carmen Martín Gaite. Muchas maneras para acercarse a ella. ¿Por qué debería hacerlo el lector más profano?
Los centenarios sirven para hablar más de un escritor, pero a mí me gustaría que además se hablara con más conocimiento. La cantidad de propuestas también muestra la variedad de intereses de esta mujer, los distintos palos que tocó. Me gustaría, sobre todo, siempre digo lo mismo, que la gente leyera con cierta atención El cuento de nunca acabar (1983), porque no es lo más conocido pero me parece su obra maestra. A partir de ahí, que se acerquen a las múltiples dimensiones de esta mujer que convirtió su vida en literatura, que amó la literatura hasta el final. Amaba ya no solo la literatura en sí, sino los papeles, las estilográficas, los cuadernos... todos los complementos de la escritura.