La idea de un impuesto a los superricos para hacer frente a los retos de la UE choca con las reservas de Bruselas

El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante la rueda de prensa final de la cumbre del Consejo Europeo en Bruselas.

Hace más de quince años, cuando la crisis de las hipotecas subprime empezaba a convertirse en un tsunami financiero y se cobraba sus primeras víctimas en Estados Unidos y Europa, un presidente francés que ahora afronta penas de cárcel propuso “refundar el capitalismo”. Nicolás Sarkozy declaraba, fuese sincero o no, que se había producido una traición, que “el mercado todopoderoso” no tenía la razón y proponía “cuestiones molestas” como acabar con los paraísos fiscales o la ingeniería financiera de los bancos y que Europa abandonase sus propias dogmas.

Las recetas económicas impulsadas después desde Bruselas e impuestas por Alemania fueron en sentido contrario y la refundación del capitalismo quedó en agua de borrajas. Hoy, en 22 de los Estados miembros de la UE el 1% de los más ricos controla un tercio de la riqueza de esos países. Y la mitad más pobre de las familias sólo posee un 4,5%. La redistribución de la riqueza, el impulso de la progresividad fiscal o la reducción de las desigualdades queda muy lejos de lo dicho por el inquilino de El Elíseo en 2008.

Pese a esta derrota ideológica y de praxis política, una nueva iniciativa gana fuerza en la Unión Europea: un impuesto adicional a los multimillonarios, del 3% como tipo mínimo a toda su fortuna neta, esté en cash en los bancos, invertida en propiedades inmobiliarias o canalizada y semioculta a través de instrumentos y fondos de inversión financiera de los que sólo son titulares. Un impuesto mínimo a la gran riqueza que podría recaudar en un año casi 200.000 millones de euros, más que lo propuesto por Von der Leyen en deuda a los 27 para inversiones en Defensa.

El empuje procede de una iniciativa ciudadana registrada hace un año ante la Comisión Europea. Liderada por el antiguo ministro-presidente de la región belga de Valonia, Paul Magnette, el líder socialista que había frenado temporalmente la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Canadá (CETA), y con la participación del economista Thomas Piketty entre otros, propone un impuesto a la gran riqueza con el que financiar la transición ecológica, la lucha contra la pobreza y la exclusión social o servicios públicos como la sanidad.

El debate vuelve a estar encima de la mesa y en el Parlamento Europeo aumenta la presión desde las bancadas progresistas. El grupo de La Izquierda, Los Verdes y hasta parte de los socialdemócratas empiezan a exigir este impuesto para costear los crecientes programas de financiación de la Unión Europea, desde fondos de solidaridad con los que favorecer las inversiones verdes en los Estados miembros y las partidas de recuperación por la pandemia hasta las nuevas inversiones en Defensa, sin perder, como exigen España o Italia, fondos estructurales y de cohesión hacia las regiones o las entidades locales.

Europa necesita recursos para todos sus compromisos y un impuesto especial a las grandes fortunas podría paliar en parte este déficit. El nuevo gravamen sería una tasa mínima del 2% o el 3% y se aplicaría a todos las fortunas superiores a 100 millones

El eurodiputado de 5 Stelle, Pasquale Tridico, es uno de los políticos que apuestan por aumentar los impuestos a las grandes fortunas, particulares y corporativas. “Asumimos una posición audaz al decir sí a un impuesto adicional a los ultrarricos y al apoyar un impuesto digital para los gigantes tecnológicos”, explica en conversación con infoLibre, para exigir que “aquellos que tienen más recursos deban realizar mayores contribuciones”.

El impuesto especial a los multimillonarios

Europa necesita recursos para todos sus compromisos y un impuesto especial a las grandes fortunas podría paliar en parte este déficit. El nuevo gravamen sería una tasa mínima del 2% o el 3% y se aplicaría a todos las fortunas superiores a 100 millones de euros. Un impuesto europeo recaudado y gestionado por las Haciendas nacionales pero que, en ningún caso, sería un sustituto de las políticas fiscales progresivas estatales, sus impuestos a la renta, patrimonio o por los rendimientos de capital. “Seamos claros, un impuesto mínimo a la gran fortuna de personas en el 3% no es un aumento fiscal, al contrario, es un mecanismo complementario diseñado para reforzar los sistemas tributarios”, explica el eurodiputado Pasquale Tridico para infoLibre, porque “en la actualidad los impuestos a la renta fallan al gravar adecuadamente al 0,00001% de la sociedad”.

El diseño de este impuesto a los ricos frenaría los instrumentos para evadir obligaciones fiscales respecto a la obtención de dividendos o ganancias de capital, gracias a holdings empresariales, vehículos de inversión privada o estructurales legales parecidas a través de las que se obtiene ventajas tributarias. También en Bruselas, el eurodiputado de Compromís, Vicent Marzà, ha señalado que este impuesto sería “un ejemplo clarísimo de la armonización de la fiscalidad a nivel europeo” y que sólo se basa en “tasar a quien más tiene para poder producir y cohesionar mejor a la sociedad para destinar a investigación, desarrollo, cohesión social o políticas de vivienda”.

Escriben los economistas Quentin Parrinello y Giulia Varaschin, en una nota de este mismo mes titulada El caso de una fiscalidad mínima a los individuos con riquezas netas ultra altas en la UE (ver aquí) que, tras los 150.000 millones en préstamos anunciados por la Comisión para los países comunitarios dedicados a gasto militar, “abandonar las inversiones existentes comprometidas a la industria europea, a la transición climática y al desarrollo social para financiar las necesidades de Defensa arriesgaría debilitar la posición internacional de Europa”. El eurodiputado del 5 Stelle desarrolla la dimensión de esta nueva fiscalidad, que trasciende el ámbito estatal porque “la Unión Europea precisa de recursos significativos para financiar sus programas, por ejemplo, el apoyo al sector automovilístico en la actualidad es notoriamente insuficiente”.

En la Unión Europea hay ahora mismo un total de 537 multimillonarios, según datos recogidos por el EU Tax Observatory liderado por el economista Gabriel Zucman

En varios países de la Unión Europea los impuestos a  las ganancias de capital obtenidas gracias a las inversiones financieras están exentas de tributación y, a nivel comunitario, sólo aportan un 8,5% del PIB, mientras que los impuestos a la renta, que gravan especialmente a las clases medias y trabajadoras, se mantienen como la principal fuente de ingresos públicos, contabilizando el 51% del PIB.

Las grandes fortunas se disparan en Europa

En la Unión Europea hay ahora mismo un total de 537 multimillonarios, según datos recogidos por el EU Tax Observatory liderado por el economista Gabriel Zucman en base a cifras en tiempo real de Forbes. Es, por tanto, información de plena actualidad en la que comprobamos que España ocupa el cuarto puesto por el volumen de estas grandes fortunas, con 27 individuos, sólo por detrás de los 147 de Francia, los 128 de Alemania y los 71 de Italia. En Suecia habría algunos más que en España, pero su riqueza total sería ligeramente inferior. Portugal, Luxemburgo o Croacia sólo contarían con un gran milmillonario.

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Las cuentas del EU Tax Observatory muestran que la riqueza total de estas grandes fortunas alcanza los 2,4 billones de euros, cifra semejante al PIB de Italia, la tercera economía de la Unión. Un impuesto del 2% a estos millonarios recaudaría anualmente unos 110.000 millones y si la tasa aumentase sólo un punto porcentual, al 3%, los recursos casi rondarían los 190.000 millones. 

Las cifras son elocuentes y el eurodiputado del PSOE, Jonás Fernández, también destaca que en la Unión surge “un nuevo milmillonario casi cada semana”, gente que “normalmente usa su poder y recursos para no contribuir con su parte justa a las sociedades donde generan su riqueza”. Pese a estos datos, las demandas de eurodiputados o los estudios entregados por economistas, la Comisión Europea guarda en un cajón la iniciativa ciudadana en favor del impuesto mínimo a las grandes fortunas, sin elevar una propuesta concreta al Consejo Europeo donde los 27 deberían estudiarla.

El italiano Tridico no pierde su optimismo porque la propuesta es “moderada y pragmática al tiempo que factible y efectiva” para un tiempo en el que “la desigualdad se ha convertido en insostenible”. Los trabajos de distintos grupos en la Eurocámara continúan y, según ha podido saber infoLibre, una resolución está a punto de ser presentada ante el Pleno para su votación, lo que obligaría no sólo a los grupos parlamentarios sino a cada formación nacional y los eurodiputados que los componen a posicionarse en favor o en contra de tasar a las ultra ricos del continente.

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