Bruselas guarda su arsenal arancelario hasta que Trump apriete de verdad el botón de la guerra comercial

Donald Trump muerde la mano tendida por la Unión Europea para buscar una salida negociada a la guerra comercial que el estadounidense inició desde su regreso a la Casa Blanca. Hace sólo una semana Bruselas frenó las primeras represalias contra Estados Unidos por un importe de 6.000 millones de euros que debían entrar en vigor el 1 de abril, con la intención de dar más tiempo para encontrar una salida pactada. El nuevo anuncio del norteamericano, un arancel del 25% a los automóviles y componentes no fabricados en Estados Unidos, dinamita la estrategia conciliadora. La UE reactiva el modo de guerra comercial.
La vicepresidenta primera de la Comisión, Teresa Ribera, reconoció este mismo jueves que la decisión de la Casa Blanca es “muy mala noticia” porque “la Administración estadounidense está jugando en contra de cómo funcionan los mercados globales” y en un mensaje directo a Washington manifestó “estén seguro de que responderemos”, al tiempo que intentaba tranquilizar al importante sector del motor asegurando que “les vamos a respaldar, son clave para nuestra economía”.
La española viaja al corazón del problema, Washington, la próxima semana para el 2 de abril, mismo día que entrarán en vigor los aranceles automovilísticos anunciados por Trump, mantener encuentros con importantes representantes del sector de la competencia, la litigación de conflictos comerciales, monopolísticos, sobre ayudas de Estado o tecnológicos. Y de fondo, conversaciones con las que evitar la guerra comercial desatada por la Administración norteamericana.
Las represalias comerciales europeas, listas
La sensación en Bruselas es de que las cartas están echadas, pero que el ejecutivo comunitario no quiere mostrar las suyas mientras la Casa Blanca va de órdago en órdago en el actual conflicto. “Sí, estamos preparados para proteger a nuestros intereses económicos y ofrecer una respuesta fuerte, con medidas bien calibradas y proporcionales ante cualquier ataque injusto desde los EEUU”, confirma el portavoz de la Comisión, Olof Gill.
La UE no adelantará durante los próximos días sus represalias comerciales aunque Trump haya lanzado estos nuevos aranceles, prefiere mantener su estrategia de guardar hasta mediados de abril el primer paquete de 6.000 millones de euros en tarifas a productos estadounidenses. Ese paquete se complementará con un segundo de 18.000 millones contra bienes industriales o agrícolas procedentes de territorios republicanos y que todavía se está ultimando. “La lista final que ofrecemos a los Estados Miembros está bien escogida para crear el máximo impacto a los EEUU y el mínimo a nuestra economía”, explica Gill.
El acero y el aluminio estadounidense serán golpeados, también las Harley-Davidson, el pollo o la ternera de Nebraska o Kansas, la madera de Georgia o Virginia, la soja de Louisiana, la ropa vaquera o de cuero, herramientas para el hogar o materiales plásticos... todo esto ya está en los documentos internos de la Comisión. Ahora ya se trabaja en cómo ampliar estas contramedidas a su sector automovilístico o a otras industrias con menor impacto para Europa.
Fuentes comunitarias confirman que el jueves 3 de abril, cuando presumiblemente Estados Unidos empiece a recaudar los aranceles del 25% a los coches y componentes automovilísticos no fabricados en su territorio, Bruselas ofrecerá algún tipos de respuesta. Pero en la Comisión no quiere precipitarse porque saben que con Donald Trump todo puede pasar, aunque para el día antes no descartan algún tipo de show delante en la Casa Blanca de las cámaras, con mapas o gráficos, responsables de la Administración norteamericana acompañando a su presidente e, incluso, acusaciones a la Unión.
Esta misma semana el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, estuvo en Washington hablando directamente con su homólogo estadounidense, Howard Lutnick, y con Kevin Hasset, el director del Consejo Nacional Económico, uno de los principales asesores directos de Trump. Ni Lutnick ni Hasset informaron a Sefcovic de lo que ocurriría apenas 24 horas después en la Casa Blanca. “Es cierto que el viaje del comisario no ofreció un resultado en el sentido que nos gustaría”, reconocen en el equipo de Sefcovic, mostrando una vez más que la comunicación entre ambos lados del Atlántico es una teléfono estropeado. “Vivimos una situación caótica, no sabemos lo que puede pasar al día siguiente”, resume de manera elocuente un alto diplomático europeo.
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Por más que los desplantes a Europa de la nueva administración estadounidense sean públicos y notorios, la Comisión y los 27 siguen sin cerrar su puerta a una última negociación que frene la guerra comercial porque, explican desde el ejecutivo comunitario, también falta conocer la concreción de los nuevos aranceles contra los coches. “No sabemos con lo que estamos tratando, no sabemos la escala completa de las medidas y por tanto, su impacto en los flujos comerciales”, reconocen en el equipo del comisario Sefcovic.
En Bruselas, el gran lobby del motor, la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles, se está movilizando entre bambalinas para frenar el impacto. En sus encuentros con funcionarios europeos más que pedir están rogando que “la UE y los Estados Unidos entablen un diálogo para encontrar una solución inmediata que evite las tarifas y las consecuencias dañinas de una guerra comercial”. ACEA pone sobre la mesa cifras de negocios con la que Bruselas disponga de munición negociadora ante Washington, como el 50-60% de los vehículos que los fabricantes europeos producen en suelo norteamericano y son exportados fuera, “ofreciendo una contribución sustancial positiva para la balanza comercial de los Estados Unidos”.
Precisamente esta relación trasatlántica no pasa sus mejores momentos para la industria del motor. Los Estados Unidos siguen siendo el principal comprador de coches europeos, más allá de las ventas intracomunitaria en el mercado único, pero las exportaciones de coches desde el viejo continente cayeron el año pasado casi cinco puntos, según datos del sector. Los aranceles de Trump, con su consecuente subida en los precios de los productos, amenazan con frenar más este comercio.