... Feliz año bueno... o no

No sabría decir si es tradición o manía eso de hacer balance, de poner nota, de medir la felicidad o la desgracia en años, cursos, legislaturas o temporadas. Parece que tengamos cierta inclinación a organizar, etiquetar, guardar la vida en carpetas por años y asignar un color a cada una, en función de lo bien o lo mal que nos ha tratado el susodicho. Y yo diría que a veces nos autoengañamos, que suelen pesarnos más los pesares a la hora de valorar los 365 días vividos —366 en el caso del que acabamos de chapar–.

Nuestra especie ocupa en la historia del planeta un ratito corto. Si comparamos nuestra estancia por aquí con la edad de la Tierra, 4000 millones de años, lo nuestro es una décima de segundo. Tenemos la sensación de que la Edad Media nos pilla lejísimos, pero si lo valoramos en toda la dimensión temporal de la vida geológica, astronómica y biológica del planeta, el Medievo está a la vuelta de la esquina. De hecho, hay quien parece añorar tanto esa etapa como los que echan de menos la movida madrileña. Y si unos darían un riñón por revivir un concierto en ‘Rockola’ o una tarde en ‘el Penta’, otros se enfundarían la cota de malla y se pirarían de cruzadas con la ilusión del que se apunta a un crucero… 

Pero, claro, no solemos reflexionar en términos planetarios, pensamos en nuestras vidas que se componen de años y algunos nos parecen especialmente cabronazos… Y puede que seamos injustos. Podríamos pensar que los años son como los pescados que tienen una zona de espinas y otra mollar. Y estás tú tan contenta y despreocupada masticando cuando, de repente, se te clava algo punzante en el paladar y te estropea el plato entero. Y ya no te acuerdas del placer de saborear la parte magra, el sentimiento de estar jodida anula todo lo demás

Cuando tenemos algún acontecimiento doloroso dentro de un año, nos lanzamos de cabeza a la sinécdoque y decidimos coger la parte por el todo. “Un año de mierda” suele ser aquel en el que nos dan un revés- a veces, unos cuantos seguidos- y aunque haya momentos placenteros de masaje relax, solo nos acordamos del dolor en la mandíbula, en el pecho, en la espalda y decimos eso de “me duele todo”. Pero, a ver, olvidamos que también ha habido de lo bueno, es solo que una almendra amarga te chafa toda la bolsa… 

No, no voy a caer en la tentación de ponerme Mrs Wonderful, no leerán de mi teclado “cuando se cierra una puerta otra se abre”, no. Todos sabemos que hay puertas amorosas, por ejemplo, que se cierran y no se abren más. Y somos conscientes de que, a veces, cuando se cierra una puerta laboral, la única que se abre a corto plazo es la del SEPE. Y sin embargo, estoy en el bando de quienes opinan que ser optimista no es incompatible con ser realista y que la consciencia es una herramienta muy útil para vivir.  

Dice el psicólogo Walter Riso: “hay gente que piensa que la vida es un lago tranquilo en el que está todo el mundo reposando y nada se mueve. Se cae una piedrita y piensan, 'ay, el tsunami' y hay montañas nevadas, y un bambi y flores preciosas (…) Eso no es cierto, la vida es lucha, la vida es un río que baja turbulento de la punta de una montaña arrastrando piedras, personas, maderas… Cuando estás en el río, tienes que aprender a sobrevivir, ahí desarrollas autoeficacia”. 

Sí, a estas alturas de la travesía creo con firmeza que solo podemos ser disfrutones y alegres si no perdemos la conciencia de que la vida es ese río que describe Riso. Ese río que vamos surcando como podemos y ahora nos enganchamos a una rama y después nos soltamos o nos sueltan… Y cuando tenemos un rato de calma es un gustazo descomunal pero en la curva siguiente, nos llevamos un susto. Y así transitamos la vida. 

Sin ser yo vidente ni nada de eso, aventuro que 2025 será así, con sus espinas y su molla, con sus corrientes y sus aguas tranquilas, con sus bocados amargos y sus sabores deliciosos, como todos…

Sin ser yo vidente ni nada de eso, aventuro que 2025 será así, con sus espinas y su molla, con sus corrientes y sus aguas tranquilas, con sus bocados amargos y sus sabores deliciosos, como todos, como cada uno de nosotros, que tampoco somos el cien por cien de casi nada…

A ti, querido lector, te deseo que en este año que acabamos de estrenar, tengas mucho más de lo bueno que de lo otro. Para las personas a las que apreciamos, queremos lo mismo que pedimos para nosotros.

¡FELIZ AÑO BUENO!

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