... Que quema el microondas

Me he cargado el microondas. De la forma más estúpida. Metí una toalla para calentarla –no lo hagan– y casi salimos ardiendo… El susto fue monumental, ya pueden imaginarlo, afortunadamente, la cosa no llegó a mayores. 

Una vez despejado el humo de la zona, lo que queda del accidente doméstico –además del olor a chamusquina, que no desaparece aunque dejes las ventanas abiertas de par en par la noche entera, cuezas canela y limón y repartas por la casa ambientadores en todas sus versiones– es una terrible sensación de “soy imbécil”. Eso tampoco se va con facilidad…

En realidad, ese sentimiento de insensatez no tiene tanto de bochorno como de “culpa”, por no haber controlado el tiempo y la intensidad, por no haber estado pendiente, por no haber medido las posibles consecuencias

Te culpas por lo que ha sucedido y por lo que podría haber desencadenado… Y lo haces de un modo implacable. Nada de lo que puedan reprocharte otros tiene la fuerza de lo que tú te echas en cara, en la tuya

De pronto caes en la tentación de excusarte: “con esa neuralgia occipital, estaba atontada, la calenté por lo del dolor y…” Da igual, no funciona. Te culpas.  Te culpas por lo que ha sucedido y por lo que podría haber desencadenado… Y lo haces de un modo implacable. Nada de lo que puedan reprocharte otros tiene la fuerza de lo que tú te echas en cara, en la tuya. 

Le contó el cantante Dani Martín a Jordi en Lo de Évole que al anunciar que cancelaba su gira por problemas de salud mental, Serrat le llamó preocupado: “nene, qué ha pasado” y después le riñó por su sinceridad: “hay que contar menos”. 

Me enterneció que El Nano interviniera como sabio protector de la vulnerabilidad de su joven amigo, pero me gustó también lo que añadió Dani: “Pero es que yo no sé contar menos, me parece bonito hablar de estas cosas…"

Me he acordado de esto antes de teclear el inicio de este artículo, porque alguien que yo me sé, que me quiere a pesar de mi gran colección de errores, torcerá el morro al leerme. Sí, seguramente, desaprobará que te haya confesado, estimado lector o lectora, mi delito de pirómana por accidente. Y parafraseará a Serrat: “hay que contar menos”. 

El Nano y él tienen razón, mostrar tu debilidad le da fuerza a quien no te quiere. Y ahora que es tendencia tildar de “cursi” todo lo que no sea matonismo, ahora que un líder mundial no se avergüenza de ser el macarra de patio que te cita en un callejón oval con sus colegas para amedrentarte, ¡adónde vas tú reconociendo que tienes días de mierda, que metes la pata, que la cagas en mil cosas!

Pues digo lo que Dani, que yo no sé contar menos y, paradójicamente, reconocer mis debilidades me hace sentir más fuerte. Y me gusta pensar que si confieso mis incendios fortuitos puede que ayude a que otros descarten la estúpida idea de calentar una toalla en el microondas…

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