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Construyendo educación en el sur de Senegal

Thionck Essyl es un pequeño pueblo senegalés ubicado en el departamento de Bignona, en la región de Ziguinchor, la tercera menos poblada del país. A pesar de sus más de 8.000 habitantes y de su consideración como zona urbana, según los últimos datos de la Agence Nationale de la Statistique et la Démographie, en este pueblo del suroeste senegalés, a medio camino entre Gambia y Guinea-Bissau, es la tierra, y no el asfalto, la que se abre paso. La electricidad y el agua corriente son un lujo. Y la educación de los más pequeños, en una localidad dedicada casi por completo a la pesca y el cultivo de arroz, choca de lleno con las carencias en infraestructura.

Thionck Essyl cuenta actualmente con cuatro colegios y un instituto. Sin embargo, ante la sobresaturación de alumnos en todos ellos, alrededor de 500 chavales de enseñanza secundaria necesitan con urgencia otro centro educativo más. Un problema al que se quiere poner remedio desde Foundawtion, una organización sin ánimo de lucro creada en 2014 por el estudio de arquitectura Dawoffice y que busca "llevar a cabo proyectos que cubran necesidades arquitectónicas en zonas económicamente desfavorecidas", a través de 'Hagamos escuela', una iniciativa que esperan culminar en 2018.

16 nuevas aulas en un solar cedido

"Cuando en 2014 se desplazaron a la zona para ver cómo podían ayudar, se dieron cuenta de que había cuatro escuelas y un instituto, por lo que tres cuartas partes de los chavales que pasaban de primaria a secundaria se quedaban tirados", cuenta en conversación con infoLibre Lluís Morón, uno de los patronos de Fundawtion, a la que se incorporó junto a su mujer el año pasado. Fue entonces cuando empezaron a mantener contactos con el alcalde, los líderes locales y los diferentes responsables barriales para poner en marcha la construcción del centro. Después de las reuniones, cuenta Morón, el ayuntamiento decidió ceder a Fundawtion un solar de dos hectáreas.

Un terreno que albergará, según el dossier del proyecto, un total de 16 aulas, un módulo de lavabos con red de saneamiento y suministro de agua, un edificio principal de administración de la escuela, plazas de juego y pistas deportivas. Antes de la temporada de lluvias de 2016 –que se prolonga entre junio y septiembre y que obliga a parar la obra–, el centro educativo ya contaba con el aula prototipo. En octubre de ese año, después de comprobar que el primer módulo había resistido a la perfección las inclemencias meteorológicas de los tres meses húmedos, reanudaron los trabajos.

"Antes de los meses de verano queremos terminar otras 9 aulas, con lo que tendremos ya 10. Con todo esto afrontaremos, a partir de septiembre u octubre de este año, la construcción del resto de aulas, zona de profesores, lavabos... Ese es el calendario", detalla Morón a este diario. En la construcción, cuenta, "trabajan unas cuarenta personas locales", remuneradas y supervisadas por las arquitectas voluntarias. La instrucción de cara al futuro, añade, es la segunda intención de 'Hagamos escuela': "Además de construir un centro educativo, hemos ido a hacer escuela en el sentido de enseñarles a levantar, con sus materiales, otro tipo de construcciones de cara al futuro", detalla.

Un proyecto valorado en 200.000 euros

Con un coste por aula de 7.661 euros, desde Foundawtion han calculado un gasto final para la nueva escuela de 202.500 euros. Sin ayudas oficiales, el proyecto avanza a través de donaciones. "Vamos sacando el dinero de aquí y de allá", asevera Morón, que se encarga justamente de conseguir los fondos. "Igual que hay gente que aporta lo que puede, hay personas con dinero que quieren echar un cable con donaciones considerables", detalla a este diario. Unos ingresos que, añade, se completan con lo recaudado por otras vías: "Hacemos conciertos, regatas, cenas solidarias...". A pesar del coste del proyecto, Morón cree que "no habrá problema para conseguir el dinero".

 

Niños en el módulo prototipo. | FOUNDAWTION

Además, dice que cada euro donado va íntegramente a la construcción. Ni un sólo céntimo se destina ni a viajes, que asegura que se los pagan ellos mismos, ni a la manutención durante su estancia. De hecho, tal y como se explica en el dossier, "las familias que acogen a los voluntarios desplazados al terreno reciben una remuneración directa de la alcaldía para cubrir sus gastos de manutención". Tampoco hay intermediarios: "Nosotros mandamos el dinero por transferencia desde aquí. Nuestros voluntarios sobre el terreno lo van sacando y utilizando con total transparencia", cuenta Morón.

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Senegal, país de contrastes

Desde el año 2000 la economía senegalesa ha ido experimentando un crecimiento constante. En 2015, últimos datos ofrecidos por el Banco Mundial, el PIB del país se situó en unos 13.000 millones de dólares. Sin embargo, a pesar de ser uno de los países más estables de la zona, la pobreza afecta a más de un 46% de la población –unos 15 millones de personas en 2015–. Una lacra que golpea, sobre todo, a la región sur, donde se encuentra Thionck Essyl. Senegal es, en este sentido, un país con disparidades geográficas muy pronunciadas: "Dos de cada tres personas son pobres en las zonas rurales, sobre todo del sur, frente a uno de cada cuatro en Dakar, la capital", señala el Banco Mundial.

Además, a pesar de haberse producido un progreso en educación, elevando la tasa de alfabetización en la última década en más de 15 puntos –mientras que en 2002 era del 39%, en 2015 se situó en el 55%–, casi un 70% de los jóvenes entre 15 y 24 años están fuera de la escuela, según las cifras recogidas por el Banco Mundial. En este sentido, Morón se pregunta: "¿Hacemos la escuela y luego qué? La calidad de la educación será la que pueda proporcionar aquí el Ministerio. Es en este sentido donde encontramos un déficit". "Nosotros no creo que podamos llegar a más", lamenta el miembro de Foundawtion.

Thionck Essyl es un pequeño pueblo senegalés ubicado en el departamento de Bignona, en la región de Ziguinchor, la tercera menos poblada del país. A pesar de sus más de 8.000 habitantes y de su consideración como zona urbana, según los últimos datos de la Agence Nationale de la Statistique et la Démographie, en este pueblo del suroeste senegalés, a medio camino entre Gambia y Guinea-Bissau, es la tierra, y no el asfalto, la que se abre paso. La electricidad y el agua corriente son un lujo. Y la educación de los más pequeños, en una localidad dedicada casi por completo a la pesca y el cultivo de arroz, choca de lleno con las carencias en infraestructura.

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