Las farmacéuticas se resisten a crear nuevos antibióticos mientras Ucrania dispara el temor a una crisis sanitaria

El ucranio Roman Golub fue tratado en Noruega de las heridas que sufrió en la guerra.

Amund Trellevik, Ingeborg Eliassen (Investigate Europe)

Por instinto, se despertó con el ruido del misil. Casi como a cámara lenta, lo vio atravesar el techo y explotar frente a él. Después, todo se volvió negro.

Aquella tarde de junio de 2022, Roman Golub y su unidad militar ucraniana llevaban dos días seguidos librando encarnizados combates con las fuerzas rusas cerca de Popasna, en la zona de Lugansk. Para descansar unos minutos, Roman bajó al sótano de una casa abandonada que los soldados utilizaban como refugio. Desenrolló su colchoneta y cerró los ojos.

Los soldados que lo encontraron tras el ataque le calcularon un 10% de posibilidades de sobrevivir. Las heridas eran extensas. Le aplicaron torniquetes para detener la hemorragia. Fue evacuado al punto de recogida más cercano, a unos kilómetros de la línea del frente, y en pocas horas fue trasladado a un hospital cerca de Dnipró. Allí comenzaron las operaciones para salvarle la vida. Para asegurarse de que Roman no muriera de infecciones, los médicos le administraron antibióticos. En grandes cantidades.

La guerra daña a la gente de las formas más horribles, al tiempo que las condiciones sanitarias son miserables y los servicios de salud suelen colapsarse. En tales situaciones, las heridas se infectan rápidamente. La Segunda Guerra Mundial aceleró el desarrollo de los antibióticos, descubiertos por primera vez en 1928, y que cambiaron drásticamente el mundo para mejor: la gente vivía más y gozaba de mejor salud. La producción de alimentos en la agricultura aumentó porque fue posible controlar las infecciones en el ganado.

Pero el aumento del uso de antibióticos en las décadas siguientes ha provocado otro gran problema: la resistencia antimicrobiana. Las bacterias mutan y encuentran formas de protegerse contra los antibióticos. Por eso la investigación de nuevos tipos de antibióticos fue crucial para hacer frente a infecciones cada vez más complejas y peligrosas.

30 años sin nuevos antibióticos

Sin embargo, los investigadores afirman que en los últimos 30 años no se han comercializado nuevas clases de antibióticos. En Europa mueren ya 35.000 personas al año por infecciones que los antibióticos no pueden curar. Si no se hace nada para aumentar drásticamente el desarrollo de nuevos antibióticos, 10 millones de personas podrían morir cada año en el mundo por bacterias multirresistentes en 2050, advierte la Organización Mundial de la Salud.

Esta información forma parte de la investigación realizada por Investigate Europe sobre el negocio de las grandes farmacéuticas, un proyecto en el que participan más de 20 medios europeos. infoLibre publicará en exclusiva en España la investigación completa (puedes consultar aquí los artículos de la serie ya publicados).

Pero el camino hacia nuevos antibióticos es largo, complicado y caro. La industria calcula que cada nuevo antibiótico para el mercado europeo costará entre 1.000 y 1.500 millones de euros. Los nuevos antibióticos deberían utilizarse en contadas ocasiones y sólo en tratamientos breves. Esto hace que tengan poco interés económico para las empresas farmacéuticas. Ganan mucho más vendiendo fármacos contra enfermedades raras y con tratamientos novedosos contra el cáncer.

La batalla sobre quién pagará para evitar una enorme crisis de salud pública está en marcha.

Los nuevos antibióticos deberían utilizarse en contadas ocasiones y sólo en tratamientos breves. Esto hace que tengan poco interés económico para las empresas farmacéuticas

Los temores en torno a la resistencia a los antimicrobianos son cada vez mayores, y los conflictos, como los de Irak y Afganistán a principios de siglo, a menudo pueden poner de manifiesto estos riesgos. La guerra de Ucrania ha provocado el descubrimiento de bacterias multirresistentes en hospitales del norte y el oeste de Europa, zonas en las que antes se daban muchos menos casos que en el resto del continente debido a las campañas para restringir el uso de antibióticos.

Roman Golub formó parte del primer grupo de soldados evacuados de Ucrania a través del sistema Medevac de la UE. Cuando llegó al Hospital Universitario de Oslo (Noruega), en octubre de 2022, los médicos y enfermeras iban cubiertos con trajes de control de infecciones, recelosos de las peligrosas bacterias que podía portar. Más tarde recordaría que parecían astronautas.

"Tenemos que protegernos"

"Para algunos pacientes, es una experiencia dura darse cuenta de que tenemos que protegernos de ellos, de que perdemos el contacto humano cercano", confiesa Oleksandra Strelska, una enfermera ucraniana del hospital que también hace de intérprete para los que llegan de su país de origen. "Muchas personas expresan que se avergüenzan de las bacterias que han traído consigo desde Ucrania. Están muy agradecidos por la ayuda que reciben. Algunos nos compran chocolate... pero no podemos aceptarlo por consideraciones de control de infecciones", añade.

Desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, la OMS ha documentado más de 1.800 ataques a instituciones sanitarias, incluidas ambulancias. Los países europeos se unieron en la recepción de pacientes para ayudar al sistema sanitario devastado por la guerra.

Un estudio de muestras bacterianas de hospitales ucranianos, realizado por investigadores suecos de la Universidad de Lund en 2022, demostró que el seis por ciento de 156 muestras eran resistentes a todos los antimicrobianos probados. En los Países Bajos y Alemania, los investigadores hicieron hallazgos similares en pacientes ucranianos en los hospitales del país. Entre 2014 y 2020, las heridas de guerra en Ucrania tuvieron una mayor incidencia de bacterias multirresistentes en comparación con los hospitales civiles ucranianos y otros países europeos, según un estudio.

En su último informe de noviembre de 2023, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades afirma que aún se desconoce el impacto de la guerra de Ucrania en la resistencia antimicrobiana. Pero en muchos países de la UE "se han detectado organismos multirresistentes en pacientes hospitalizados recientemente en Ucrania".

Amenaza para la salud pública

Durante la última década, los expertos han advertido de que el uso excesivo de antibióticos y la falta de investigación y producción de nuevos fármacos amenazarán inevitablemente la salud pública. En pocos años, infecciones que hoy consideramos inofensivas podrían llegar a ser mortales.

En pocos años, infecciones que hoy consideramos inofensivas podrían llegar a ser mortales.

"A pesar de los esfuerzos mundiales y regionales, siguen existiendo considerables lagunas en nuestra comprensión de la magnitud, distribución y tendencia de las infecciones resistentes a los medicamentos a nivel nacional y mundial", escribe la OMS en su informe de 2022 sobre la resistencia a los antimicrobianos.

Desarrollar un antibiótico puede costar cientos de millones de euros antes incluso de que llegue a las farmacias. Y cuando llegan a las estanterías, es mejor que permanezcan allí. Si se utilizan en exceso, aumenta la probabilidad de que se vuelvan ineficaces con el tiempo. En consecuencia, la producción de antibióticos resulta poco atractiva económicamente para las empresas farmacéuticas.

"Un antibiótico completamente nuevo y fantástico podría generar a una empresa unos ingresos de 1.500 millones de euros durante todo su ciclo de vida de más de 10 años. Parece mucho, pero en realidad no lo es", afirma Enrico Baraldi, profesor de Economía en la universidad sueca de Uppsala.

Las grandes empresas han abandonado en gran medida el sector de los antibióticos, sostiene Christine Årdal, investigadora del Instituto Noruego de Salud Pública: "Solo hay tres grandes empresas que tienen antibióticos en desarrollo clínico".

Papel mojado

En 2016, más de 100 empresas y organizaciones firmaron la Declaración de Davos en el Foro Económico Mundial para "reducir el desarrollo de la resistencia a los antimicrobianos", invertir en nuevas investigaciones y mejorar el acceso a los antibióticos. Novartis, el gigante farmacéutico suizo, estaba entre los firmantes del documento. En 2018, sin embargo, la compañía cerró su centro de investigación sobre resistencia antimicrobiana en los Estados Unidos.

Novartis alegó entonces que "el modelo comercial para los antiinfecciosos está cuestionado" y ponía en duda que "las grandes farmacéuticas puedan apoyar de manera sostenible" las inversiones en ese área. A preguntas de Investigate Europe, Novartis destaca que apoya varias iniciativas destinadas a reducir la resistencia antimicrobiana en todo el mundo.

La industria farmacéutica respalda una propuesta de la Comisión Europea para tentar a empresas con ingresos multimillonarios a cambio de desarrollar nuevos antibióticos. Pero es una iniciativa que también tiene sus opositores.

La Comisión Europea propone un sistema que garantizaría grandes beneficios a las farmacéuticas a cambio de que desarrollen antibióticos

El sistema sería el siguiente: a la farmacéutica que desarrollase un antimicrobiano considerado prioritario se le concede un “bono transferible” para ampliar durante doce meses la patente de uno de sus medicamentos. Lógicamente, la empresa optará por alargar la protección de derechos del fármaco que le genere mayores ingresos. Por ello, los expertos advierten que será muy costoso para los países europeos.

Christine Årdal indica que ese mecanismo retrasaría el acceso a medicamentos genéricos o biosimilares y añade que es urgente poner en marcha nuevos métodos de financiación. Una solución, argumenta Årdal, podrían ser los modelos de suscripción de los países a los antibióticos. De este modo, las empresas tienen garantizados unos ingresos a lo largo del tiempo. Y los Estados tienen garantizado el acceso al fármaco cuando lo necesiten.

La propuesta avanza ahora por las instituciones de la UE. En el final de la pasada legislatura, antes de las elecciones del 9 de junio, algunos eurodiputados mostraron su oposición al bono transferible. "Se trata de un gasto que se sumará a los ya sobrecargados presupuestos sanitarios", critica Tilly Metz, eurodiputada luxemburguesa de Los Verdes, que ha sido reelegida en los últimos comicios.

La lógica del mercado

Algunos califican esta situación de fallo del mercado. Pero así es exactamente como funciona el mercado, razona Ellen 't Hoen, abogada holandesa experta en la industria farmacéutica. "No se puede esperar que las empresas desarrollen medicamentos que luego no esperan comercializar en grandes volúmenes. Por tanto, se necesita una forma diferente de financiar el desarrollo de nuevos antibióticos".

Frederic Peyrane es el director general de Beam Alliance, una asociación de pequeñas y medianas empresas europeas del ámbito de la resistencia antimicrobiana. Considera que, sea cual sea el mecanismo, hay que poner suficiente dinero sobre la mesa. La propuesta de bonos transferibles de la Comisión Europea por sí sola no será suficiente, afirma Peyrane.

El propio sector tiene la responsabilidad de atraer a los inversores, admite Peyrane. "No debemos sobrestimar la disposición de los inversores a comprender los mecanismos que subyacen al desarrollo de los antibióticos. Necesitamos algo que pueda explicarse a personas que realmente no quieren dedicar mucho tiempo a esto, y que comparan los antibióticos con invertir en nuevos medicamentos contra el cáncer", admite Peyrane.

El sistema de bonos propuesto es "injusto para los consumidores, porque retrasaría el acceso a genéricos más baratos para tratar otras enfermedades, y supondría un coste enorme para los sistemas públicos de salud", critica por su parte Ancel-la Santos, de la Organización Europea de Consumidores.

Antibióticos de los años 60

De esta necesidad de innovación fueron testigos directos los médicos noruegos que trataban a Roman Golub, el soldado ucraniano. Su cuerpo contenía bacterias que el personal del hospital rara vez había visto. La solución fue recuperar antibióticos de los años 60 y 70, fármacos con efectos secundarios tan graves que hoy los médicos se abstienen de utilizar.

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"Tuvimos que pedir antibióticos que nunca se habían utilizado en Noruega. No sólo son muy caros. También son difíciles de conseguir", explica Kristian Tonby, consultor jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Oslo.

Roman ya ha recibido el alta hospitalaria. Camina por su propio pie, lo que, según su esposa Lena, es un milagro teniendo en cuenta las heridas sufridas. Pasa los días en la capital noruega rehabilitándose y participando en manifestaciones contra la guerra.

En cuanto los médicos se lo permitan, Roman dice que regresará a Ucrania, deseoso de aprovechar su experiencia para entrenar a otros soldados. Asegura que no abandonarán la lucha contra Rusia. Pero en la lucha contra las bacterias resistentes no tienen capacidad alguna.

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