Este domingo, media Europa va a tener sus ojos puestos en Grecia. El interés por las elecciones generales que se celebran allí hace mucho que trascendió sus fronteras, ya que todo apunta a que será la izquierdista Syriza quien se alzará con la victoria, una posibilidad que divide a los partidos a nivel europeo y ante la cual instituciones como la Comisión Europea se han pronunciado alertando de la eventual inestabilidad que provocaría la puesta en práctica de algunas de sus medidas, como la reestructuración de la deuda.
Las declaraciones contra el partido liderado por Alexis Tsipras han sido constantes en las últimas semanas: desde el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, que afirmó en diciembre que "si se da la impresión de que los griegos quieren alejarse de los compromisos adquiridos, habrá países de la eurozona que preferirán terminar la presencia de Grecia en la zona del euro", hasta el propio presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, que aseguró que "prometer lo imposible genera frustración", dirigentes de diferentes países e instituciones han mostrado sus reticencias hacia una formación cuya columna vertebral es poner en cuestión la política de austeridad que ha seguido el Viejo Continente desde que comenzó la crisis económica.
Pero las proclamas contra Syriza no parecen haber tenido éxito, sino todo lo contrario. El partido, que ya ganó las elecciones europeas en mayo de 2014 con un 26,6% de los votos, se sitúa en todas las encuestas como el vencedor de los comicios. La pregunta ya no parece ser si Syriza será capaz de imponerse en las urnas, sino cuántos puntos le sacará al conservador Nueva Democracia del primer ministro Andonis Samarás y, especialmente, si conseguirá una mayoría absoluta que se ha convertido en el principal objetivo de los dirigentes de la formación izquierdista para no tener que pactar con otras fuerzas, unos acuerdos que se antojan difíciles en un parlamento muy fragmentado.
Cerca de la mayoría absoluta
Las encuestas están divididas a este respecto. Hace unos días, un sondeo publicado en el diario Avgi –el periódico de Syriza– otorgaba al partido de Tsipras el 38% de los votos y 151 escaños de un parlamento de 300 (según la ley electoral griega, el partido más votado obtiene un bonus de 50 diputados). Este resultado pemitiría por los pelos a la formación no tener que depender del apoyo de ninguna otra a la hora de formar Gobierno y elaborar las leyes. Pero la mayor parte de las encuestas dejan a Syriza rozando la mayoría absoluta en una horquilla entre los 141 y 147 escaños, una situación que le obligaría a alcanzar pactos.
Dependiendo del número de escaños que alcance cada partido y de las formaciones que consigan representación en el Consejo de los Helenos –el parlamento griego–, cabe la posibilidad de que la situación derive en un verdadero maremágnum que podría, incluso, concluir en la convocatoria de nuevas elecciones. Esta situación ya se dio en mayo de 2012, cuando Nueva Democracia ganó los comicios con tan sólo el 18,9% de los votos y 108 escaños y no pudo formar Gobierno, lo que condujo a unas nuevas elecciones en junio cuyos resultados permitieron que se conformase una gran coalición entre la formación de Samarás, los socialistas del Pasok y el partido de centroizquierda Dimar.
Los pactos se antojan, a priori, complicados dentro de un Parlamento que se prevé muy fragmentado y con partidos poco proclives a alcanzar acuerdos. Tras Syriza y Nueva Democracia, que se perfilan nítidamente como la primera y segunda fuerzas, las encuestas dibujan un panorama confuso. El tercer puesto se lo disputan, con porcentajes entre el 5 y el 7% del voto, los neonazis de Amanecer Dorado con los comunistas ortodoxos del KKE y los centristas de To Potami, una formación creada hace unos meses con un programa poco definido pero con dos líneas rojas: continuar en el euro y en la UE.
Inmediatamente por detrás se situaría el Pasok, que pasaría según las encuestas a tener apenas un 5% de los votos y, a partir de ahí, la lucha es por conseguir representación: en esa pugna están, entre otros, la derecha nacionalista de Griegos Independientes y el Movimiento de los Socialistas Democráticos, el partido fundado hace pocas semanas por el exprimer ministro socialista Yorgos Papandreu al desvincularse del Pasok.
Los pactos están en el aire
Pero a pesar de este overbooking, a Syriza no le están faltando novias. En los últimos días, el Pasok y To Potami se han postulado explícitamente para pactar con la formación dirigida por Tsipras si gana las elecciones: el líder de los socialdemócratas, el actual vicepresidente del Gobierno Evangelos Venizelos, ha ofrecido su experiencia frente a los "aficionados" de Syriza, mientras que una portavoz de To Potami declaró hace unos días que su formación pactaría con los izquierdistas si respetaban sus lineas rojas sobre el euro y la UE. Su idea, no obstante, es evitar a toda costa unas segundas elecciones, por lo que tampoco han descartado un acuerdo con Nueva Democracia.
El KKE, por contra, no está por la labor de pactar con Syriza, a quienes consideran la nueva pata izquierda del bipartidismo, y también se antoja complicado que los de Tsipras lleguen a un acuerdo con el Pasok. La alianza, según explica Guillem Vidal, investigador doctoral en el Instituto Universitario Europeo y especialista en la reestructuración del espacio político en el sur de Europa desde el inicio de la crisis, podría alcanzarse con el actor más inesperado, si es que consigue representación parlamentaria: Griegos Independientes, un partido conservador y nacionalista al que las encuestas sitúan en el 3% de los votos –justo la barrera de entrada al Parlamento– que rechaza de plano el acuerdo con la Troika y las medidas de austeridad y que se ha mostrado abierto a negociar.
"Syriza se ha mostrado dispuesto a llegar a un acuerdo con el KKE, pero ellos han dicho que no lo harán bajo ningún concepto. Y el 5 de enero, uno de los portavoces más radicales de Syriza dijo que no se aliarían ni con To Potami, ni con el Pasok ni con Papandreu", boceta Vidal, que asegura que, hoy por hoy, Griegos Independientes es la formación con más opciones de aliarse con Syriza si estos no consiguen mayoría absoluta. Y es que las formaciones dirigidas por Tsipras y Panos Kammenos –el líder derechista– coinciden en aspectos como la nacionalización de los suministros básicos y la ruptura con la troika.
El eje principal, el apoyo o rechazo a la troika
"Griegos Independientes es un partido patriótico y de derechas, pero no liberal", explica el experto, que no obstante advierte de que a pesar de las coincidencias económicas hay grandes diferencias en asuntos como la religión o la política exterior. Su opinión coincide con la de Luis Ramiro, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Leicester (Reino Unido) e investigador de la evolución del voto a los partidos de izquierda alternativa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que también explica que "el primer socio potencial" de Syriza es el partido de Kammenos, pero el principal escollo es que "en términos ideológicos es extremadamente conservador, y eso hace que un acuerdo con Syriza sea algo complejo".
Que dos partidos tan antagónicos sean quienes más opciones tienen de llegar a un pacto de Gobierno sólo se explica por la profunda huella de la crisis económica, sostiene Ramiro. "Junto con el conflicto izquierda-derecha, ha aparecido una cuestión que hasta ahora ha dividido a los partidos: el apoyo u oposición a los planes de austeridad impuestos por la troika", explica el experto, que relata que "esta segunda división hace que haya partidos de conservadores, de centroizquierda y de izquierda que apoyen el plan de austeridad", como son Nueva Democracia, Pasok y Dimar –una escisión del ala más a la derecha de Syriza que formó parte de la coalición de Gobierno en 2012 y 2013–, y por contra "partidos de izquierda y de derecha que se oponían", entre los que se cuentan "el KKE y Syriza por un lado, y Griegos Independientes y Amanecer Dorado por otro".
En cualquier caso, dada la situación de fragmentación en la que previsiblemente quedará el parlamento, Ramiro hace hincapié en que si Syriza gana sin alcanzar la mayoría absoluta la inestabilidad va a marcar la legislatura, y no sólo por las divergencias con otros partidos: "Un gobierno griego con Syriza al frente, si logra la mayoría suficiente, habrá de negociar un acuerdo con la Troika, y ese acuerdo necesitará ser asumido en primer lugar por Syriza, por sus diputados y corrientes", explica el politólogo, que señala que "eso abre también cierta incertidumbre y posibilidades para la inestabilidad interna del propio partido que apoyaría a ese hipotético gobierno, como experimentaron Nueva Democracia, Pasok y Dimar en esta legislatura" –las tres formaciones han sufrido fugas de diputados y rupturas de la disciplina del voto–.
Las primeras medidas de Syriza, de urgencia
Dando por hecho que Syriza consiga –en solitario o con socios– una mayoría suficiente para gobernar, sus dirigentes han explicado que sus primeras medidas irían encaminadas a paliar los efectos más graves de la crisis social en un país con más de un tercio de la población en riesgo de pobreza, un 25,8% de paro (con datos de octubre de 2014) y un 18% de aquellos que sí trabajan en peligro de caer en la espiral de la miseria (la cifra es de 2013). Para ello, presentaron el pasado mes de septiembre el llamado Programa de Salónica, en el que se recogen las principales medidas concretas para afrontar la situación.
"El primer pilar del programa de Syriza es la lucha contra lo que llaman la crisis humanitaria, y es lo que se han comprometido a aplicar en los primeros días de su Gobierno porque es lo más urgente y lo que es relativamente fácil de implementar, además de ser las medidas en el fondo más populistas", explica Vidal, que menciona algunas medidas básicas en este sentido: subir el salario mínimo a 751 euros en 14 pagas –tras los recortes se sitúa en 580 euros para los mayores de 25 años y en 511 para los menores– o garantizar a la población los suministros básicos son algunas de las iniciativas planteadas por el partido de Tsipras.
El Programa de Salónica ofrece, en este sentido, cifras más concretas: para afrontar estas primeras medidas de urgencia, el Estado destinaría cerca de 2.000 millones de euros, que se gastarían en ofrecer electricidad gratuita y vales de comida a 300.000 hogares en riesgo de pobreza, dar apartamentos subsidiados a otras 30.000 familias, decretar la gratuidad de los medicamentos para los parados sin prestación, restituir la paga extra de Navidad a los pensionistas que cobren menos de 700 euros mensuales y proveer de una tarjeta especial para el transporte público a los parados de larga duración y a los ciudadanos que estén por debajo del umbral de la pobreza.
A medio plazo, Syriza plantea gastar 6.500 millones de euros en medidas para reactivar la economía, que estarían basadas en una reforma fiscal y en el establecimiento de mecanismos para aliviar la deuda privada de familias y empresas y que según sus cálculos producirían un beneficio de 3.000 millones. Entre estas medidas, el partido propone que el Estado llegue a un acuerdo con los ciudadanos y empresas que le deban dinero para que se comprometan a abonar esta deuda en 84 cuotas a cambio de paralizar "la confiscación de cuentas bancarias, residencia principal, salarios, etc.". De igual forma, se compromete a suspender durante un año la persecución a los deudores que no tengan ingresos, así como a realizar quitas parciales a aquellos que estén bajo el umbral de la pobreza.
La negociación sobre la deuda, larga y complicada
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La negociación para reestructurar la deuda sería igualmente uno de los primeros puntos a abordar por Syriza si finalmente se hace con el gobierno. Pero, a diferencia de las medidas de urgencia, no va a tener una visibilidad inmediata, sino que "las conversaciones se extenderían durante bastante tiempo", augura Guillem Vidal. Luis Ramiro coincide con él: "Una negociación sobre la reestructuración de la deuda es compleja y necesita tiempo", asevera. "Y tiempo es justo lo que el nuevo gobierno y la economía griega, dependientes de la ayuda financiera exterior, no tienen", afirma el experto, lo que a su juicio sitúa a Grecia "en una posición débil y hace que la incertidumbre sobre su actuación sea muy elevada".
"Las incertidumbres en este aspecto son enormes", alerta Ramiro, que identifica "tres grandes retos" para un eventual gobierno de Tsipras a la hora de afrontar la negociación. El primero de ellos es "lograr margen para que las modificaciones de las condiciones de pago de la deuda permitan un alivio de las políticas de austeridad", lo que implica que estos cambios en el acuerdo "han de ser suficientemente sustanciales". "Pero, en segundo lugar, eso no se puede lograr sin un cambio significativo en la política global que está siguiendo la UE y tal cosa es complicada", explica el politólogo.
"En tercer lugar, ese futuro Gobierno griego ha de convencer, fundamentalmente, al Gobierno alemán de que el nuevo acuerdo sobre la deuda griega es aceptable desde su punto de vista, y esto último resulta también complejo, aunque nadie duda de la naturaleza pragmática del gobierno alemán", concede Ramiro, que no obstante ve clave una dificultad: el hecho de que "la extensión concedida al gobierno griego en el programa de ajuste se acaba, y la disponibilidad de fondos del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera expira a finales de febrero". Y eso, señala, implica que "en poquísimo tiempo" debería negociarse una nueva prórroga "antes de que la economía y los bancos griegos entren en una situación muy peligrosa".
Este domingo, media Europa va a tener sus ojos puestos en Grecia. El interés por las elecciones generales que se celebran allí hace mucho que trascendió sus fronteras, ya que todo apunta a que será la izquierdista Syriza quien se alzará con la victoria, una posibilidad que divide a los partidos a nivel europeo y ante la cual instituciones como la Comisión Europea se han pronunciado alertando de la eventual inestabilidad que provocaría la puesta en práctica de algunas de sus medidas, como la reestructuración de la deuda.