Javier Martín (Salamanca, 1972) empieza la entrevista dejando clara una cosa: el Estado Islámico no surge de manera espontánea, sino que hunde sus raíces en las consecuencias que tuvo la invasión de Irak en 2003, cuando el desmantelamiento del régimen de Sadam Husein, del ejército y de la administración iraquí, provocaron que los musulmanes sunís quedasen relegados al ostracismo. Algo que tacha directamente de “error”.
El veterano corresponsal de la Agencia Efe en Oriente Medio, donde vive desde hace dos décadas, es uno de los periodistas españoles que mejor conoce la región y los convulsos acontecimientos que la han sacudido durante todo este tiempo. Acaba de publicar Estado Islámico, geopolítica del caos (Catarata), un libro en el que explica, de manera didáctica y a modo de reportaje periodístico, la génesis y el modus operandi de una de las amenazas yihadistas más peligrosas y retrógradas de los últimos años.
Si existe un momento fundacional del Estado Islámico, Martín lo sitúa en el año 2006 en Irak, cuando se convocó el primer consejo de la shura,shura un concilio de dirigentes políticos y militares suníes que se oponían a la invasión norteamericana. En ese momento, se asienta la primera estructura organizativa de lo que acabaría siendo el Estado Islámico. A pesar de la reunión puede considerarse como un golpe sobre la mesa de los yihadistas, desde entonces y hasta el 2009 su poder fue diezmado por unas milicias locales, conocidas como Consejo del Despertar, que habían sido sufragadas por Estados Unidos para reducir su influencia. La actividad del Consejo del Despertar cesa en 2010 cuando el gobierno iraquí rechazó integrar a las milicias en su administración y los yihadistas retoman la organización primero bajo el nombre de ISIS y, después, como Estado Islámico.
El reportero señala en el libro que la aparición del EI se podría entender, de alguna manera, como una evolución lógica de Al Qaeda en el sentido ideológico, lo que no significa que ambas organizaciones sean aliadas. “Al Qaeda y el EI son rivales en la idea de quien tiene que abanderar la lucha yihadista en el mundo. Al Qaeda pretende construir una comunidad islámica suní en el futuro, pero cree que el islam todavía está en una fase demasiado primitiva. Por otro lado, el Estado Islámico implanta esa idea en un territorio”, explica. Es decir, el EI no es una organización terrorista como lo sería Al Qaeda, sino un proyecto de Estado suní en los territorios de Irak y el este de Siria, cuyo epicentro sea Bagdad, la capital tradicional del califato. De hecho, en las regiones bajo su control ya funcionan con “una estructura muy parecida a la de un gobierno”, con Abu Bakr Al Bagdadi autoproclamado como califa, primeros ministros con gabinetes, un sistema judicial basado en la sharia y una proto administración que recauda impuestos en las aduanas y mercados, según cuenta Martín.
El punto de confluencia entre Al Qaeda y el EI tiene que ver con una misma visión del islam: son wahabitas, una rama suní extendida mayoritariamente por Arabia Saudí. De ahí que algunos clérigos saudíes con relevancia política, así como organizaciones caritativas del país, “hayan apoyado en algún momento al Estado Islámico”. “Tienen un concepto wahabí de la justicia. Consideran que un criminal tiene que morir de la misma manera que mata”, apunta Martín, recordando al piloto jordano que fue secuestro por miembros del Estado Islámico y posteriormente quemado vivo encerrado en una jaula.
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A pesar del gran efecto llamada que ha tenido en el extranjero, con la integración constante en sus filas de árabes musulmanes residentes en otros países, Javier Martín asegura que “sólo el 5% de la financiación del EI proviene del exterior”. De lo que se deduce, que el resto de capital del que dispone tiene está ligado a actividades ilícitas. Su fuente principal de ingresos es el contrabando de petróleo, con el que ingresan “entre uno y tres millones de euros al día”. Siendo los secuestros, las amenazas, la intimidación y los impuestos, la tercera vía con la que consiguen recursos.
Pero, ¿cómo afecta el auge del Estado Islámico al resto de potencias de Oriente Medio? “Han conseguido algo inédito, que Arabia Saudí e Irán se pongan de acuerdo en algo: que no quieren al Estado Islámico”, dice Martín. Un acuerdo, en todo caso, que surge de motivos muy diferentes. Por un lado, Arabia Saudí (autoproclamado, junto a Sudán e Irán, como un Estado islámico) considera al EI una amenaza, ya que se ven a ellos mismos como los únicos defensores del islam correcto. Por otro lado, Irán considera que el EI le proporciona “una oportunidad para reincorporarse a la comunidad internacional, ya que la única solución para acabar con ellos pasa por incluirles en el proceso”. Irán posee influencia sobre Siria y en otras organizaciones como Hezbolá y Hamás. “Está en todas las salsas, en todas las guerras de Oriente Medio”, afirma el periodista.
Para frenar el control del Estado Islámico, Martín enumera una serie de medidas, pero en todo caso, considera que la exclusiva solución militar sólo fomentaría más miedo entre la población. El periodista propone “crear un movimiento similar a los Consejos del Despertar”, que en su momento contuvieron la amenaza yihadista, y, por otro, enfatiza en la necesidad de “convertir a Irak en un Estado federal” en el que chiís, sunís y kurdos tengan su propio territorio.
Javier Martín (Salamanca, 1972) empieza la entrevista dejando clara una cosa: el Estado Islámico no surge de manera espontánea, sino que hunde sus raíces en las consecuencias que tuvo la invasión de Irak en 2003, cuando el desmantelamiento del régimen de Sadam Husein, del ejército y de la administración iraquí, provocaron que los musulmanes sunís quedasen relegados al ostracismo. Algo que tacha directamente de “error”.