Los relojes fantasma ‘Made in Switzerland’ de Kabila

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Agathe Duparc (Public Eye)

Enarbolando un kalashnikov y con un reloj de lujo en la muñeca. En esta foto tomada en marzo de 2010 por la revista Le Panafricain, André Grossmann parece encantado. Antiguo técnico aeronáutico suizo reconvertido en relojero de lujo, asistió al lanzamiento del programa “Armas por 50 dólares” en Kitshanga, en Kivu Norte, provincia del este de la República Democrática del Congo, asolada entonces por enfrentamientos entre milicias armadas y masacres de civiles. En las últimas semanas, el relojero ha encontrado otra vocación: la de “coordinador” en Suiza de la ONG congoleña PAREC (Programa Ecuménico para la Paz, la Transformación, el Conflicto y la Reconciliación), que dirige esta extraña operación.

Patrocinada por el presidente de la RDC, Joseph Kabila, la ONG organiza desde 2005 recogidas periódicas de armas y material militar, a cambio de un billete de 50 dólares, una bicicleta o un trozo de metal. Su fundador, el pastor metodista Daniel Ngoy Mulunda, considerado entonces asesor espiritual de Kabila, siempre ha explicado que el objetivo era “pacificar” esta parte del país. Sin embargo, en los círculos de la oposición congoleña, estas acciones de alto nivel suscitan muchas reservas sobre el origen del dinero utilizado para comprar las armas y sobre el posible tráfico que podría derivarse de ello.

Sea como fuere, André Grossmann tenía otras cosas en mente ese día. El suizo estaba a punto de conseguir un lucrativo contrato con el Estado congoleño para su empresa de relojería y joyería Horus, entonces con sede en Mónaco. Se trataba de un contrato extravagante, ya que implicaba el suministro y la instalación de cinco relojes monumentales ultramodernos en cinco ciudades de la República Democrática del Congo, en Lubumbashi, Kisangani, Goma, Bukavu y Mbuji-Mayi. El propio presidente Joseph Kabila, gran amante de los relojes de lujo, apoyaba este proyecto “Made in Switzerland”, financiado íntegramente por el gobierno congoleño en el marco de la celebración del 50º aniversario de la independencia del país en junio de 2010.

Las piezas, entre obras de arte y mobiliario urbano, son impresionantes, al menos sobre el papel. Tienen seis metros de alto y siete de ancho, y deben fabricarse con materiales y cristales de última generación y funcionarán con energía solar.

El análisis de 3,5 millones de documentos bancarios del BGFIBank, obtenidos por la ONG PPLAAF y compartidos con Public Eye, nos ha permitido reconstruir la historia que nunca vio la luz de este capricho relojero, mientras que el Estado congoleño, como hemos podido documentar, sí perdió varios millones de dólares hasta 2018, parte de los cuales fueron a parar al Banco Cantonal de Friburgo y a la cooperativa bancaria Raiffeisen de Suiza.

Esta rocambolesca historia cuenta la historia de cómo un pequeño joyero y relojero, lastrado por las deudas en Suiza y Mónaco, pero con el apoyo del entorno del presidente Kabila, puso sus ojos en uno de los países más pobres y corruptos del mundo para llevar a cabo sus negocios con poca transparencia, con la complicidad pasiva de Suiza, de sus bancos y de sus fiduciarios.

Un anticipo de un millón de dólares

Hemos hallado un contrato por valor de más de 4,5 millones de dólares, firmado el 18 de enero de 2011 por André Grossmann (en nombre de Horus Monaco) y el ministerio congoleño de Infraestructuras, Obras Públicas y Reconstrucción, que actuaba a través del departamento de urbanismo Bureau d'Études d'Aménagement et d'Urbanisme (BEAU). El documento estipula que el “suministro e instalación de cinco relojes monumentales” debe realizarse en un plazo de veinte meses, y prevé, en el momento de la firma, el pago de un depósito del 30% del importe total. La operación se desarrolló sin problemas: el 1 de marzo de 2011, el relojero suizo recibió más de 1,3 millones de dólares en una cuenta abierta a su nombre en Rawbank, el principal banco privado de la RDC.  

El dinero procedía del Fonds National d'Entretien Routier (FONER), un organismo público congoleño [para el mantenimiento de la red viaria] dirigido en aquel momento por una persona cercana a Joseph Kabila. Al principio es difícil entender la lógica de esta transacción. El pago despertó así las sospechas en la sucursal parisina del BGFI, el banco por el que debe pasar el BGFIBank DRC para los pagos en moneda internacional. “Dada la identidad del beneficiario de la transferencia y la naturaleza de los productos que comercializa, existe un riesgo muy alto de que, si realizamos la transacción, los fondos sean bloqueados permanentemente por otro establecimiento”, advierte un responsable del servicio de Cumplimiento parisino en un correo electrónico. Mostraba así su preocupación por un artículo de prensa sobre André Grossmann, el miembro de la jet set y su negocio de relojería en la Costa Azul. En Kinsasa, los banqueros defienden la causa del “relojero” que quiere “embellecer las carreteras” para instalar sus relojes monumentales. Finalmente, se forzará el pago –la jerga empleada para la ejecución de un importe– a través de otro banco.

Un meteorito en el cielo de la relojería

André Grossmann siempre se las ha arreglado para salir airoso. Así que cuando firmó el primer borrador del contrato en Kinsasa (porque habría otros), estaba al borde de la quiebra. El 28 de enero de 2011, su empresa Horus Monaco fue declarada en quiebra por el Tribunal de Primera Instancia de Mónaco. Rescatado con dinero público congoleño, el relojero suizo decidió entonces abandonar el pequeño país de la Costa Azul. En otoño de 2011, registró Horus Luxury (Switzerland) SA en el registro mercantil suizo. Domicilia la empresa en Vessy, en el cantón de Ginebra. Esta entidad sustituirá a Horus Monaco en el contrato congoleño y, un año después, abrirá varias cuentas bancarias en el BGFIBank DRC.

En el pequeño mundo de la relojería de lujo, André Grossmann, oriundo de Neuchâtel, ha dejado un colorido recuerdo. Una fuente lo describe como “un tipo muy simpático, derrochador, fascinantemente descarado, siempre misterioso y que cambiaba continuamente de número de teléfono”. El hombre irrumpió, con su marca Horus, en el panorama en 2008 en plena crisis financiera. Se movía entre Mónaco, Saint-Tropez, Montreux y Abu Dabi. Vendía joyas y relojes caros a los amantes de las piezas raras. “Cuesta una fortuna fabricarlos y Horus a veces hacía de 25 a 30 piezas, lo que no tenía sentido económico”, dice esa fuente, antes de añadir: “Suiza está llena de gente extraña que gira en torno a la industria relojera”.

En 2012, la web Business Montres & Joaillerie hizo una lista de “marcas desaparecidas (o casi)”. Horus estaba en ella. “En unos pocos meses de iniciativas extravagantes, fundió la tesorería disponible, los proveedores se preocuparon, los coleccionistas se vieron estafados y el creador [André Grossmann] desapareció de los horizontes europeos”, ironizaba la revista digital.

Grossmann y sus amigos congoleños

André Grossmann ya había puesto sus ojos en la RDC y había hecho amigos en los círculos kabilistas. El antiguo director de una de sus empresas suizas le confió que a menudo le oía hablar de sus contactos “en torno a la presidencia”. Como ya se ha dicho, está en la agenda del influyente pastor Daniel Ngoy Mulanda.

Este predicador recorrió el este de la RDC para explicar que “con la ayuda de Dios los delincuentes pueden convertirse en buenos ciudadanos”. No duda entonces en posar delante de montañas de viejos rifles oxidados y kalashnikovs, recuperados a cambio de un billete. Su carrera está en pleno ascenso al ser nombrado, para las elecciones de 2011, presidente de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI), acusada, entre otras cosas, de haber organizado el fraude electoral masivo que permitió la reelección de su mentor, Joseph Kabila. El clérigo duerme ahora en prisión, condenado en enero de 2021 por “incitación al odio tribal”.

En octubre de 2010, Daniel Ngoy Mulunda se encontraba de paso en Montreux, siguiendo el rastro del presidente Joseph Kabila, que había acudido a la XIII cumbre de la Francofonía. El predicador, siempre muy inspirado, dio una rueda de prensa en un palacio de Montreux sobre su “misión de pacificación” en el este del Congo. En un vídeo colgado en YouTube sele ve acompañado de los dos “coordinadores” en Suiza de su ONG PAREC: André Grossmann y un congoleño, representante del Partido del Pueblo para la Reconstrucción y la Democracia, Parti (PPDR), el partido pro-Kabila.

André Grossmann explica que había “sacado dinero de debajo de las piedras” para apoyar la “operación de armas por 50 dólares”, pero evitar mencionar los lucrativos contratos que negocia paralelamente a sus compromisos “humanitarios”.

Grandes regalos para la francofonía

Porque no sólo existe el contrato de los relojes gigantes. También está el contrato de los relojes de pulsera. André Grossmann consiguió establecerse como proveedor del Comité Organizador Nacional (CON) de la XIV Cumbre de la Francofonía, que se celebró en Kinsasa en octubre de 2012. Esto demuestra sus excelentes conexiones con la élite congoleña. El CON recibió decenas de millones de fondos públicos congoleños a través de un préstamo del BGFIBank DRC y gasta a manos llenas, comprando coches, muebles, ropa, equipamiento y regalos para repartir entre los participantes.

Mediapart (socio editorial de infoLibre) calculó que se gastó 90 millones de dólares en dos días de cumbre, mientras que a la prensa, en aquel momento, se le dijo que el presupuesto fue de 20 millones. Un derroche tremendo en un país donde la renta nacional bruta (RNB) per cápita era entonces de 32 dólares al mes. Pero no igual de lucrativa para todos.

Los documentos bancarios a los que hemos tenido acceso demuestran que, entre septiembre y octubre de 2012, el Comité Organizador Nacional compró 300 relojes de lujo al relojero suizo por un importe que superó el millón de dólares. Este dinero llegó al Banco Cantonal de Friburgo, sucursal de Châtel-St-Denis, en tres pagos. Los relojes estaban pensados para ser regalados y costaban entre 2.000 y 5.000 dólares cada uno. Un exadministrador suizo de Horus Luxury asegura que sí fueron entregados a la RDC.

“Confirmo estas compras”, indicaba el comisario general del comité organizador, Isidore Ndaywel, entrevistado por Mediapart. “No tienen ningún vínculo con la Francofonía. El jefe de Estado congoleño había decidido ofrecer a sus invitados relojes de lujo”. Este regalo también se menciona en una lista de regalos recibidos por el primer ministro canadiense, Stephen Harper. Un detalle curioso: estos relojes de lujo fueron pagados indirectamente con la ayuda oficial francesa al desarrollo. El Estado francés contribuyó con 1,6 millones de euros a la organización de la XIV Cumbre de la Francofonía.

El 10 de enero de 2013, el CNO realizó un último pago de 200.000 dólares, que esta vez sí, llegó al BGFIBank DRC, donde Grossmann tiene una cuenta, abierta en octubre de 2012, a nombre de Horus RDC SPRL, entidad que entonces no estaba registrada en el registro mercantil congoleño. Casi todo este dinero se retiró en efectivo –120.000 dólares el mismo día y 77.000 dólares al día siguiente– sin que se pudiera determinar a quién iban destinados los fondos. Aunque la mayoría de los pagos en la RDC se realizan en efectivo, la ley prohíbe en principio cualquier retirada de dinero en efectivo que supere los 10.000 dólares sin justificación. Esta es una norma que el BGFIBank ha ignorado en gran medida. En cualquier caso, Horus no necesitaba pagar a los proveedores locales para fabricar sus relojes suizos.

Al parecer, la cuenta de Horus RDC se abrió con el único fin de recibir los 200.000 dólares del Comité Organizador Nacional de la XIV Cumbre de la Francofonía, que fueron retirados inmediatamente en efectivo. Permanecerá inactivo, con los únicos movimientos del pago de las comisiones bancarias (agio)... hasta 2018, año en que se reactivará el otro proyecto, el de los relojes gigantes.

Pero mientras tanto, el megalómano proyecto en curso no ha llamado la atención de nadie. Nadie habla de ello, ni en los medios de comunicación congoleños ni en otros lugares. 

El asunto recurrente de los relojes gigantes

A finales de abril de 2011, un anónimo anunció en un foro de discusión que el presidente Kabila quería erigir en Goma (Kivu del Norte) “un monumento gigante con uno de los relojes más grandes del mundo”. También decía que una delegación había ido allí para realizar “estudios de viabilidad” y presentar un modelo. En una rotonda –llamada rotonda BDGL–debía emerger esta obra, “cuya finalidad es dar un brillo especial a la ciudad turística de Goma”. El anuncio no tuvo consecuencias.

Contactados por Public Eye, dos periodistas que viven en esta gran ciudad del este de la RDC dijeron que nunca habían oído hablar del proyecto. A día de hoy, la rotonda sigue tan verde como siempre. Hace poco más de un año, una emisora de radio local anunció que los jardineros responsables del mantenimiento del lugar llevaban dos meses reclamando sus salarios impagados. Parece que sólo los banqueros del BGFIBank DRC estaban informados de la evolución caprichosa del proyecto.

Tras recibir un anticipo de 1,3 millones de dólares en marzo de 2011, André Grossmann parece pasar por un periodo de vacas flacas. Su cuenta en el BGFIBank RDC tiene problemas, como muestran los datos de Congo Hold-Up (El expolio del Congo). A finales de 2015, presenta un descubierto de 12.245,73 dólares, y Horus RDC figura en la lista de créditos comprometidos del banco.

En una reunión con sus banqueros congoleños en febrero de 2016, la empresa suiza alude a “importantes retrasos en la ejecución de los pagos de los relojes monumentales y ultramodernos”. Presentó una carta del ministro de Infraestructura y Obras Públicas, fechada el 22 de septiembre de 2015, en la que se confirmaban tres pagos venideros: “Ascienden a un total de 2.389.447 dólares previstos en la cuenta del cliente en nuestros libros”, escribieron sus interlocutores, que aparentemente mostraron gran tolerancia. La cuenta de Grossmann estaba entonces bajo la responsabilidad del gestor de activos Moreau Khagoma, estrecho colaborador de Francis Selemani, director general del BGFIBank DRC, que supervisa las cuentas del clan Kabila.

El Banco Central del Congo al rescate

Los millones prometidos no llegarán, y habrá que esperar otros tres años para que la situación se desbloquee. El 7 de marzo de 2018, el entonces ministro de Finanzas, Henri Yav Mulang, envió a su homólogo del Ministerio de Presupuesto una “solicitud de liquidación por procedimiento excepcional de 958.100 dólares”, “para el pago del saldo de las obras relativas al proyecto de suministro e instalación de cinco relojes en provincias”, según el documento al que hemos tenido acceso.

El Banco Central del Congo (BCC) acude al rescate del relojero suizo.

Entre el 5 de abril y el 5 de noviembre de 2018, Horus RDC recibió en su cuenta en el BGFIBank RDC cuatro pagos en dólares por un importe total de 928.085 dólares.

Para cobrar estos fondos estatales, André Grossmann se vio obligado a crear a toda prisa una estructura congoleña: Horus RDC SARL. El gobierno congoleño argumentó que Horus Luxury Switzerland no contaba con los estatutos “que le permitieran llevar a cabo dichas obras [los relojes gigantes] y no está en condiciones de cobrar los fondos del gobierno y llevar a cabo las diversas tareas administrativas”.

La entidad, inscrita en el registro mercantil congoleño el 6 de abril de 2018, cuenta con dos socios: el propio relojero suizo y una congoleña, Lydia Zaina Mwange, que tiene el título de directora.

Tras esta llegada de fondos públicos, la cuenta de Horus RDC en el BGFIBank cobró vida: al día siguiente del primer pago del Banco Central del Congo, André Grossmann retiró 122.000 dólares en efectivo. Luego, 100.000 euros un mes después. ¿Tenía proveedores a los que pagar en la RDC? El Bureau d'Etudes et d'Aménagement et d'Urbanisme (BEAU), que fue el gestor delegado del proyecto, recibió 46.000 dólares.

Repatriación de fondos a Suiza

Una parte del dinero ingresado por el Banco Central del Congo en la cuenta de Horus RDC acabaron también en Suiza. André Grossmann se había sacado de la manga una nueva empresa, AWG HI-TECH CONCEPTS SA, que los banqueros del BGFIBank describen en su correspondencia como el “mayor proveedor” del relojero. 

Sin embargo, es una empresa que él mismo registró a finales de 2014 en su casa de Château-d'Oex, un tranquilo pueblo de los pre-Alpes de Vaud. El capital de AWG HI-TECH CONCEPTS SA está entonces en manos de acciones al portador, que permiten a sus titulares mantener el anonimato ante el banco y ante las autoridades. Este régimen, muy habitual entre los delincuentes de cuello blanco, desapareció en Suiza en mayo de 2021.

Entre el 7 de mayo y el 6 de noviembre de 2018, esta empresa, que 15 meses antes se había librado por poco de la quiebra, recibió en el banco Raiffeisen de Château-d'Œx 400.000 dólares y 95.783,89 euros. Los conceptos de los pagos eran “otros suministros de relojería”, “COMPRA DE EQUIPOS Y OTROS RELOJEROS” y “GASTOS DE INGENIERÍA”. 

Los 400.000 dólares se destinan a la “producción, el transporte y la instalación de las dos primeras obras en la RDC”, con 250.000 dólares para la compra de equipos, 40.000 dólares para la mano de obra, 30.000 dólares para los costes de ingeniería y 80.000 dólares para la logística Suiza-RDC en las distintas provincias. Y hasta ahí el dinero, ya que el contrato original era para un solo reloj de 900.000 euros. La factura de AWG HI-TECH CONCEPTS SA a Horus DRC –factura que Grossmann se emitió a sí mismo– menciona un anticipo de 100.000 dólares. 

Correos electrónicos encriptados

Pero el dinero tardó en llegar. En ese momento, el relojero habla con su banquero del Raiffeisen de Vaud, que le pide documentos adicionales, incluido el antiguo contrato firmado en 2011, y le indica a su cliente cómo comunicarse en mensajes cifrados.

André Grossmann también se paga a sí mismo 45.000 dólares en concepto de derechos de autor, en el Banco Cantonal de Friburgo, en la cuenta de Horus Luxury (Suiza SA). Se trata de una medida insuficiente, ya que la empresa está en las últimas. Dos semanas antes, el Tribunal de Primera Instancia de Ginebra ordenó su liquidación. Desapareció del registro mercantil en marzo de 2019. 

¿Esta liquidez le permitió al empresario encarrilar por fin su proyecto?

En octubre de 2018, una emisora de radio local de la región del Jura difundió una curiosa noticia en la que alababa las proezas de una “jovencísima marca suiza, Amani, paz en suajili”, a la que se le había encargado la fabricación de cinco relojes de alta tecnología para la RDC. A continuación, la radio anuncia la inminente entrega de uno de los relojes a la RDC, siete años después de la puesta en marcha del proyecto. El periodista afirma además que el diseño y la construcción se encargaron a la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de Friburgo y que “60 personas” trabajaron en el proyecto.

Los relojes con vida propia

Amani Time Switzerland SA es solo la última empresa que André Grossmann ha registrado –una más– en abril de 2019. Esta vez, lo hizo domiciliando su empresa con un fideicomisario en Lutry, un pueblo vinícola del lago Leman.

Contactado el portavoz de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de Friburgo, no se mostró muy comunicativo, respondió que “este antiguo proyecto nunca había visto la luz” y que no quería decir nada más sobre el tema.

¿Podría ser ésta la historia de un pequeño relojero suizo que nunca pudo realizar el negocio de sus sueños, ante la mala gestión financiera y las prácticas depredadoras en la RDC? Es difícil de decir, dados los documentos a los que hemos tenido acceso, pero nos hubiera gustado escuchar la versión del principal interesado. André Grossman no respondió a nuestras preguntas, enviadas por correo electrónico en varias ocasiones. Volvimos a contactar con él a través de su fideicomisaria de Lutry. Sin éxito.

Ninguno de sus bancos en Suiza quiso hacer comentarios. El banco Raiffeisen respondió que “la información relativa a cualquier relación comercial está sujeta al secreto bancario”. El Banco Cantonal de Friburgo se remitió a su “obligación de discreción (art. 47 de la Ley Federal de Bancos) que no nos permite dar curso a su solicitud”. 

El Banco Central del Congo, el Ministerio de Infraestructuras congoleño y el Ministerio de Finanzas guardan silencio, al igual que el exministro Henri Yav Mulang.

En cualquier caso, los relojes gigantes parecen decididos a seguir viviendo su propia vida. El sitio web de Amani Time los sigue presentando como “un puente entre Suiza y la República Democrática del Congo”, así como “un formidable símbolo de modernidad y paz en el este de la RDC, que hace sólo unas décadas sufrió el mayor genocidio de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial”. También SE insiste en el impulso del proyecto por parte de “Su Excelencia, Joseph Kabila”.

Como mensaje de esperanza, el pueblo congoleño, víctima habituales del despilfarro o del robo de fondos públicos, podría soñar con algo mejor. Sus relojes gigantes “Made in Switzerland” ni siquiera dan la hora una vez al día.

Traducción: Mariola Moreno

Enarbolando un kalashnikov y con un reloj de lujo en la muñeca. En esta foto tomada en marzo de 2010 por la revista Le Panafricain, André Grossmann parece encantado. Antiguo técnico aeronáutico suizo reconvertido en relojero de lujo, asistió al lanzamiento del programa “Armas por 50 dólares” en Kitshanga, en Kivu Norte, provincia del este de la República Democrática del Congo, asolada entonces por enfrentamientos entre milicias armadas y masacres de civiles. En las últimas semanas, el relojero ha encontrado otra vocación: la de “coordinador” en Suiza de la ONG congoleña PAREC (Programa Ecuménico para la Paz, la Transformación, el Conflicto y la Reconciliación), que dirige esta extraña operación.

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