La risa como terapia: la estrategia de Shahak Shapira para afrontar el conflicto entre Israel y Palestina
Literalmente, habían pasado unos días del brutal ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre. Pero Shahak Shapira ya estaba haciendo lo suyo: comedia. Este cómico, nacido en Israel pero que hace ya tiempo adoptó la ciudadanía alemana, se atrevía a subir a los escenarios para hacer reír con su último show: Baklavas de Gaza. Un palestino, Issa Khatib, regenta el club de comedia berlinés en el que Shapira contaba chistes a la sombra de la que ha sido la mayor matanza de judíos después del Holocausto.
El club de comedia de Khatib tiene unas reglas que Shapira sigue y que el jefe palestino presentaba así en una entrevista que ambos daban al semanario Die Zeit. "Tenemos un par de reglas tácitas. No se puede ofender. No puede haber racismo. Se puede ser un poco mezquino, pero siempre tiene que poder decirse: 'Vale, da igual, era gracioso'", según Khatib.
De alguna forma, parece que Shapira tiene la comedia como tratamiento frente a un terrorífico shock como el que ha infligido Hamás a Israel con su ataque del 7 de octubre. "Es mi forma de afrontar el trauma", ha dicho Shapira en otra de sus más recientes entrevistas.
En una larga conversación con infoLibre, este hombre de 35 años, suena serio y preocupado. Pero aún y con esas es capaz de hacer reír. Ante iniciativas como esa de llevar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya, Shapira es irónico: "Buena suerte con eso de tratar de poner a Netanyahu ante los jueces. Los israelíes llevan ya años tratando de hacer eso. Sin éxito...".
"Muchos israelíes son críticos con Netanyahu. No los suficientes, por desgracia, pues de lo contrario no llevaría tanto tiempo en el poder, pero espero que haya más israelíes que empiecen a preguntarse cómo hemos llegado a este punto y qué han hecho nuestros líderes políticos para llegar hasta aquí", abunda Shapira.
Preguntas como esas, formuladas por su público, se hacen en el show Baklavas de Gaza. Shapira, de hecho, deja que los asistentes le interroguen, convirtiendo su acto en, además de un monólogo, una conversación con el público. Su audiencia es internacional, por eso tiene un pase en alemán y otro en inglés.
"Un 40% de la audiencia es israelí o palestina. O ambas cosas, también había árabes y judíos de muchas partes del mundo", ha explicado sobre quienes van a verle el propio Shapira, un hombre que se define como árabe con pinta de "supremacista blanco", dada su tez clara, ojos azules y pelo rubio.
Pese a lo que se pueda pensar por su aspecto, gran parte de la familia de Shapira es de origen iraquí. Él parece acumular genes recesivos. "Estoy muy cerca de tener privilegios por ser blanco. Me falta un mejor nombre y el prepucio", bromea en uno de sus chistes.
Chistes sobre terroristas que vuelan camino de su atentado
Cuando habla y suelta sus punch lines, todo el mundo ríe. Aunque se hable de la que es la que bien pudiera ser la peor etapa del conflicto-israelí que se recuerda en décadas. "¡Tenemos que reír!", grita Shapira desde el escenario.
Para ello cuenta, por ejemplo, cómo imagina en voz alta, después de haber visto a terroristas de Hamás llegar a suelo israelí con parapentes dotados de motor, a "dos miembros de esa organización terrorista yendo en globo aerostático a atentar contra la población israelí". A mitad del vuelo, según el chiste de Shapira, uno le dice al otro:
- ¡Eh, que nos estamos yendo para otro lado!
- Abdul, no puedo hacer nada, es el viento.
- Bueno, ¿Sabes qué? Paso del terrorismo. Quiero dedicarme a viajar en globo aerostático, quiero descubrir el mundo. ¡Quiero ir a Francia a comer baguettes!
- Pero tenemos que matar israelíes
- Pero esto es más divertido. ¡Quiero volar!
En otro momento cómico, la carcajada aguarda a más de uno cuando Shapira dice que no recuerda que "una tragedia como la del 7 de octubre fuera celebrada". "¡Es que hubo hasta 'baklavas' para celebrar esto!", plantea. Alude a los dulces tan típicos de la comida del mundo árabe que, en zonas del multicultural barrio berlinés de Neukölln, se repartieron entre propalestinos el mismo día del ataque terrorista de Hamás. Shapira es vecino de Neukölln. "Te lo aseguro: nunca fue tan difícil rechazar un baklava", comenta un cáustico Shapira que se confiesa en su espectáculo amante de esos dulces.
Ante celebraciones así, las autoridades alemanas han sido firmes. Se han prohibido manifestaciones propalestinas. Otras han tenido lugar a pesar de que no hubo permisos. La bandera palestina ha sido objeto de disputas. Se ha discutido si hay que prohibir su exhibición estos días, cuando toda la política alemana, y también la izquierda del espectro político, muestran solidaridad incondicional con Israel. El Gobierno alemán, compuesto por una coalición de socialdemócratas, ecologistas de Los Verdes y liberales del FDP, apoyan el derecho de Israel a defenderse frente a Hamás, lo que a estas alturas quiere decir una operación militar destinada a eliminar la capacidad de existir de esa misma organización terrorista en territorio palestino.
"Las colonias son un impedimento para la coexistencia. Tenemos que librarnos de ellas"
Estos días, Shapira parece estar indignado con muchas cosas de las que le toca ver y leer en redes. Por ejemplo, una critica a Israel que viene del lado progresismo internacional. Él es también progresista.
"Estoy a favor del derecho de los palestinos a protestar. Lamentablemente, muchas de estas protestas se han visto consumidas por el antisemitismo y por una extraña mezcla de acusar a los israelíes de cometer un genocidio y, a la siguiente frase, pedir el genocidio de los israelíes. Aunque condeno eso, no podemos privar de plano a la gente de su derecho a protestar, así que mientras una protesta respete las normas de nuestra democracia, debemos tolerarla", expone Shapira.
Pero, independientemente de eso, "los israelíes estamos acostumbrados a no depender de nadie", agrega. "Estamos solos, hay una gran desconexión entre el mundo e Israel. Lo que está pasando es lo de siempre. Hay mucha hostilidad hacia nosotros. No creo que toda esa hostilidad sea por el conflicto. Parte se debe al conflicto. Pero el conflicto es también una plataforma para el odio que tenía la gente acumulado", abunda.
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Cuando habla de conflicto, Shapira sabe de lo que habla. En su niñez en Israel, vivió dos intifadas y una guerra del Golfo, la primera, de la que aún recuerda cómo tuvo que buscar refugio para escapar de los misiles Scud que Saddam Hussein lanzó sobre territorio israelí y de los que se temía que llevaran gas mostaza. "De niño, pasé mucho tiempo en el búnker", reconoce.
Con todo, en su infancia, también vivió "coexistencia pacífica". "Esto es algo que se tiende a olvidar. Solíamos ir a las poblaciones árabes cercanas los sábados, porque en Israel estaba todo cerrado. Jugábamos al fútbol y en los equipos había israelíes y palestinos", dice cuando rememora su tiempo en Oranit, un asentamiento situado en la frontera entre Israel y los territorios palestinos de Cisjordania. "No es un asentamiento cualquiera, está sobre la frontera de 1967. Y existe porque la mayoría de ese territorio se compró", sostiene un Shapira que ahora es muy crítico con las colonias en Cisjordania. "Las colonias son un impedimento para la coexistencia. Tenemos que librarnos de ellas", asegura.
De Oranit, en cualquier caso, Shapira no podrá olvidarse nunca. Y no sólo porque aún tenga familia en Israel. "Es que este conflicto parece que nos persigue a los israelíes y palestinos", sostiene. Es más, según decía en las entrevistas que ha estado dando estos días: "Estamos todos jodidos y vamos a seguir estándolo". "Por eso, entre tanto, vamos a contar unos cuantos chistes", concluye Shapira.