Las rivalidades étnicas marcan las elecciones en Bosnia-Herzegovina y dejan al país suspendido en la incertidumbre

Bosnia-Herzegovina ha celebrado elecciones generales este domingo enfrascada en la espesura de los nacionalismos, el descrédito político y el desafecto institucional. Las herramientas burocráticas de los Acuerdos de Dayton, que pusieron fin a la guerra en 1995, dispuestas para intentar acotar la fragmentación cultural y confesional del país, chocan con la rigidez étnica y religiosa que divide a serbobosnios, bosniocroatas y bosniacos (las tres etnias sobre las que está construido el sistema político local).

Los algo más de tres millones de bosnios inscritos en el censo electoral estaban llamados a designar a los representantes de la Presidencia tripartita —que rota cada ocho meses entre los representantes de cada una de las tres etnias—, los diputados del Parlamento estatal, los de las asambleas de las dos entidades territoriales que integran Bosnia-Herzegovina (la República Srpska, de mayoría serbia, y la Federación, compuesta por bosniocroatas y bosniacos o musulmanes), los del distrito federal de Brcko (al noreste del país y con estatus especial y gobierno propio), y los representantes de los 10 cantones que constituyen la Federación musulmano-croata. Cada una de dichas entidades, además, posee su propia Constitución.

 

Mujeres bosnias acuden a votar en las elecciones presidenciales y legislativas del domingo. EFE

Al cierre de las urnas, la Comisión Electoral Central (CIK, por sus siglas en serbocroata), informó de que la participación había superado el 53% (en torno a 1,7 millones de votantes) y, unas horas más tarde y de acuerdo con el escrutinio del 43,4% de los votos, entre los 15 candidatos que aspiraban a la presidencia de las tres divisiones la victoria ha sido para los nacionalismos serbio y musulmán en la República de Srpska y el lado musulmán de la Federación respectivamente, y para el candidato moderado de centroizquierda en la parte croata.

Milorad Dodik, que revalida el cargo con el 55,1% de los apoyos en la facción serbobosnia, ha declarado que su victoria “es tan pura como una lágrima”. En el lado bosniocroata las previsiones daban como vencedor al nacionalista Dragan Čović, pero el 49,4% de los votos han respaldado al moderado Željko Komšić, que atesora la esperanza del diálogo y los consensos para desenquistar la situación administrativa que lastra el funcionamiento institucional bosnio desde hace varios años. “No toleraremos la interferencia exterior en los asuntos internos de Bosnia”, aseveró Komšić tras conocerse los primeros resultados. Por su parte, en el lado musulmán, el 37,9% de los sufragios le otorgan el triunfo al nacionalista Šefik Džaferović, que defiende el centralismo de Bosnia y la retirada de competencias y autonomía al resto de identidades dentro del país.

Lejos de la entrada en la UE y la OTAN

Bosnia ha basado su Gobierno en la organización étnica desde Dayton y las tres divisiones —que además responden a distintas confesiones: cristianos ortodoxos, católicos y musulmanes—, con algunos territorios en régimen especial y autonomía, están vinculadas entre ellas por un débil gobierno central. No obstante, esta configuración es similar a la que existía en la federación bosnia de Yugoslavia.

Desde 2016 las disputas entre los partidos bosniocroatas y bosniacos por la ley electoral han impedido que se renueve una de las dos cámaras que integran el Parlamento de la Federación bosnia. Sin esa cámara no se puede establecer el gobierno federal y sin éste es imposible investir un ejecutivo estatal para el conjunto de Bosnia; por lo que la crisis institucional es latente y solo está contenida por una resolución de urgencia del Tribunal Constitucional, que directamente eliminó los puntos problemáticos de la ley y, por tanto, la base legal para constituir el Parlamento federal.

Antes de estas elecciones —las octavas desde la guerra y las primeras desde la desregulación—, la directora del CIK, Irena Hadžiabdić, alertó de que el país estaba “entrando en un período electoral sin regulaciones claras y en contra de las normativas internacionales”. En la Unión Europea, donde Bosnia-Herzegovina pretende entrar, son conscientes de las disfuncionalidades administrativas del país y coincidieron con el CIK al asegurar que, a menos que se encuentre una solución al conflicto por las reglas de votación, las instituciones de la Federación podrían dejar de funcionar.

En 2006 hubo un intento fallido de reformar la constitución para desahogar la esclerosis administrativa del país, agilizar el sistema judicial y luchar contra una corrupción que, en algunos sectores públicos, es endémica. En 2013, la falta de avances en reformas de semejante calado llevó a Bruselas a suspender una ayuda de 47 millones de euros para los candidatos a la adhesión en la UE, por lo que su entrada quedó suspendida indefinidamente.

Una campaña de apelación al nacionalismo

A pesar de que desde Europa se insta al consenso entre etnias para avanzar hacia objetivos comunes, la campaña electoral, una vez más, ha estado basada en el nacionalismo y la movilización del voto apelando a la identidad cultural.

La guerra de Bosnia también ha sido tema recurrente durante la campaña para intentar exaltar y fidelizar el voto. El candidato del Partido Democrático Serbio (SDS), Vukota Govedarica, llegó a admitir en un mitin que quería parecerse a su fundador, Radovan Karadžić, que fue presidente de la República de Srpska durante la guerra y está condenado por el tribunal de La Haya a 40 años de cárcel por crímenes contra la humanidad.

 

Una valla electoral pide el voto para el candidato musulmán Šefik Džaferović. EFE

El mes pasado en Vlasenica (al noreste de la zona serbobosnia) apareció una valla electoral con las fotos del alcalde del municipio junto al excomandante del ejército serbio de Bosnia, Ratko Mladić, condenado por el mismo tribunal a cadena perpetua por delitos similares a los de Karadžić.

El paro y el éxodo oscurecen el futuro de Bosnia

Muchos en Bosnia ven la solución de Dayton como un parche que no ha hecho sino enfermar al país con una administración desproporcionada —la mitad del PIB bosnio se emplea en alimentarla—, llena de duplicidades y donde el nepotismo y la corrupción son una práctica normalizada. En uno de los países más pobres del continente, la crisis económica ha dejado unas cifras de desempleo desorbitadas —especialmente altas entre los jóvenes— y una creciente masa de ciudadanos que viven por debajo del umbral de la pobreza.

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Según datos del FMI y el Banco Mundial, el sueldo medio en Bosnia apenas supera los 400 euros, la tasa de desempleo supera el 30% —la juvenil el 50%— y el éxodo de bosnios que salen de su país para buscar trabajo —lo siguen haciendo mayoritariamente a Alemania, como en los años 80— es enorme. Aunque no hay datos oficiales, el FMI estima que entre 2006 y 2016 abandonaron Bosnia entre 200 y 400.000 personas (un decrecimiento poblacional del 7%).

La exánime economía bosnia depende, en gran medida de la exportación de metalurgia, un sector que el Estado va desmantelando poco a poco. Otro pilar fundamental de la riqueza del país depende de las divisas que envían los emigrados a sus familiares. Sin embargo, estas remesas se van reduciendo porque, la envejecida población, hace que cada vez haya menos familiares a quienes enviarles dinero.

 

Bosnia-Herzegovina ha celebrado elecciones generales este domingo enfrascada en la espesura de los nacionalismos, el descrédito político y el desafecto institucional. Las herramientas burocráticas de los Acuerdos de Dayton, que pusieron fin a la guerra en 1995, dispuestas para intentar acotar la fragmentación cultural y confesional del país, chocan con la rigidez étnica y religiosa que divide a serbobosnios, bosniocroatas y bosniacos (las tres etnias sobre las que está construido el sistema político local).

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