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"Salvemos el Ártico" para salvarnos a nosotros: el deshielo a toda velocidad de los polos agudiza el cambio climático

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El oso polar, especie emblemática del Ártico, es puesto de ejemplo por ambientólogos para remarcar la dificultad de comunicar el cambio climático. El oso es un gran símbolo, produce ternura, pero está lejos, muy lejos, y es necesario resignificar el concepto y acudir a referentes más cercanos para despertar la movilización. Hace falta explicar que el cambio climático está aquí y afecta a nuestros barrios y a nuestro día a día, pero también es necesario explicar que lo que pasa en los polos, en los océanos Ártico y Antártico, por culpa de un cambio climático desatado, nos afecta. Y cada vez es más evidente. "Los cambios que hemos hecho en el clima del Ártico nos están volviendo", advierten los expertos. Las modificaciones en sistemas climáticos tan complejos como los que albergan las latitudes altas se suceden a un ritmo cada vez más elevado. No solo es el deshielo, y no solo se trata de subidas del nivel del mar.

"¡Salvemos el Ártico!" –uno de los eslóganes históricos de la histórica Greenpeace– "no es algo que motive a muchos americanos. Está demasiado lejos, es demasiado alien", aseguraba en un reportaje la revista Rolling Stone. Pero el artículo insiste: hay que actuar, y hay que hacerlo ya. La relación entre el cambio climático y los polos es conocida desde hace décadas, y está bien asentada en la opinión pública. Sabemos que se están derritiendo porque, a grandes rasgos, hace más calor. Y sabemos que no es bueno, porque el deshielo hace que suba el nivel del mar, y poblaciones costeras de todo el mundo estén en peligro. Es conocimiento popular, y es cierto, pero al profundizar en los fenómenos físicos la alerta sube de nivel.

Estas últimos meses hemos conocido varios estudios preocupantes sobre el Círculo Polar Ártico. La nieve que cae durante los meses de invierno cada vez se derrite antes. Hielos que hasta ahora eran perennes, invulnerables a los cambios de temperatura de las estaciones, están empezando a perder volumen y a agrietarse, agravando un proceso que en los últimos 30 años ha acabado con más de la mitad de los hielos superficiales. Rutas comerciales hasta ahora intransitables comienzan a ser utilizadas por los efectos del deshielo. Y, como colofón, la dinámica del permafrost, la tierra helada de las latitudes más altas. Estos terrenos albergan balsas de metano y CO2, los principales gases de efecto invernadero. Generados en procesos biológicos de hace millones de años, el rápido deshielo amenaza con liberarlos con cada vez más frecuencia a la atmósfera, lo que agravaría y mucho el cambio climático en un círculo vicioso demoledor.

 

Permafrost en Siberia.

"Las filtraciones del permafrost se conocen desde hace décadas. Los niños inuits juegan con mecheros en verano a encender el metano. Salen llamaradas de un metro", matiza, divertido, el presidente del Comité Polar Español, Antonio Quesada: una de las voces más autorizadas del país en lo que al Ártico se refiere. Lo que ha cambiado es que la capa activa del permafrost, la tierra que se descongela en verano para volver al hielo en invierno, es cada vez más profunda, por lo que la liberación de grandes balsas de gases nocivos es cada vez más frecuente. Un estudio de agosto de la prestigiosa revista Nature señala que las emisiones del permafrost están superando todos los registros y todas las estimaciones que se han hecho al respecto. Las predicciones más moderadas, apunta el documento, apuntaban a un incremento en las temperaturas medias de 2100 de medio grado, lo que podría ser superado antes de llegar al nuevo siglo.

Quesada explica a infoLibre parte de los complejos fenómenos que convierten al Ártico en la zona más afectada por el cambio climático del planeta. Para empezar, el deshielo no afecta a todo el círculo polar por igual: los efectos son diferentes según la región. "Hay zonas que no se están descongelando. Pero entre Groenlandia y Canadá la situación es peor que en los peores modelos", afirma. El aumento de las temperaturas en el Ártico no es una constante. Sigue habiendo días muy fríos y veranos algo menos fríos, pero la tendencia general es al alza. No se trata, además, de un proceso lineal, sino exponencial: situaciones que provoca el deshielo lo alimentan aún más. Como un coche acelerando. Una perspectiva mucho más peligrosa que una relación directa entre los termómetros al alza y el hielo derritiéndose. "Cuando el océano Ártico se derrite, el agua del mar absorbe más energía. En blanco, cuando hay nieve, los rayos del sol rebotan", explica a grandes rasgos el científico. El mar se calienta y derrite desde la base los grandes bloques porque no hay una capa helada que rechace la radiación solar. El Ártico hace de termostato del hemisferio norte, por lo que las variaciones en el clima del círculo polar tienen incidencia directa en el clima de decenas de países

Y más allá de la subida del nivel del mar y las inundaciones que conlleva, el Ártico hace de termostato del hemisferio norte, por lo que las variaciones en el clima del círculo polar tienen incidencia directa en el clima de decenas de países debido a las "interconexiones", explica Quesada. Cambian la frecuencia y la intensidad de los llamados jets árticos, chorros de aire frío, por lo que inciden en los fenómenos extremos agravados por el cambio climático: huracanes, grandes tormentas u olas polares se vuelven más duraderas y más agresivas en la mitad del planeta. Nos inmiscuimos, contaminación mediante, en ciclos del norte más norte de la Tierra que regulan la atmósfera desde hace millones de años y ahora el Ártico se está vengando.

Dichos fenómenos extremos son la cara menos conocida, y una de las más peligrosas, del cambio climático. Influenciados por los cambios en los polos, también retroalimentan el deshielo: son, a la vez, causa y consecuencia. Los incendios forestales del norte de Europa de este verano han expulsado a la atmósfera hollín y ceniza que, al depositarse en las capas heladas del polo norte, atraen la luz y el calor y agravan los cambios, asegura Quesada. Es imposible establecer relación directa entre el cambio climático y eventos en concreto, pero sí que sabemos que la probabilidad de que catástrofes como las de los bosques de Suecia y Noruega se repitan será cada vez más alta.

Y en la Antártida...

En la zona opuesta del planeta, el círculo polar Antártico, el cambio climático también avanza rápido, aunque se trata de un sistema menos complejo: influyen menos factores. "La Antártida occidental está siendo especialmente afectada", asegura Raúl Cordero, investigador de los efectos del cambio climático en el hemisferio sur para la Universidad de Chile. Sin embargo, algunos de los fenómenos son similares. "El calentamiento global y el agujero de la capa de ozono se combinan para producir anomalías en los vientos, que a su vez han facilitado que aguas más cálidas de lo normal accedan a las grandes plataformas de hielo flotantes y las derritan por la base", explica el científico. La Antártida occidental está perdiendo alrededor de 125 mil millones de metros cúbicos de hielo al año, contribuyendo aproximadamente en un 10% a la subida del nivel del mar en todo el mundo.

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El agujero de la capa de ozono también está bien asentado en el imaginario colectivo como uno de los principales retos ambientales. Se trata de zonas de la atmósfera ubicadas en los polos en las que la concentración de ozono, un gas esencial que retiene la radiación solar, disminuye dramáticamente: especialmente en la Antártida. La radiación llega a la superficie sin filtros e intensifica el deshielo polar. "El agujero se manifiesta estacionalmente. Es decir, que se abre y cierra cada año", explica Cordero. Pero desde hace unos años, la extensión y profundidad máxima que alcanza dejó de crecer. Se está cerrando. Tiene gran parte de culpa el protocolo de Montreal, firmado en 1987, que incluía compromisos claros de reducir la producción y el consumo del principal enemigo del ozono: los  clorofluorocarbonos (CFC), presentes por entonces en sprays, refrigeradores o aislantes térmicos. El fenómeno de reducción de la capa tiene un único culpable, por lo que la lucha fue relativamente sencilla.

El agujero actual en la capa de ozono es el más pequeño registrado desde 1988. Sin embargo, y como explica el investigador de la Universidad de Chile, hace unas semanas "se detectó que una sustancia que destruye la capa empezó a aumentar en la atmósfera". Pese a que aún no se tiene constancia del origen de este elemento, Cordero cree que indica que "alguien no está cumpliendo el protocolo de Montreal", lo que "podría comprometer los avances hasta la fecha". Aún es pronto para proclamar la emergencia, pero el delicado equilibrio de la Antártida, cuyo clima ya está sufriendo modificaciones, exige vigilancia constante.

Los hielos cada vez menos perennes del Ártico y del Antártico quedan lejos. A miles de kilómetros. Pero, en un contexto de cambio climático desatado, conviene difundir y atender a los fenómenos que se producen en las latitudes altas. Son indicativo de lo que está por venir, emiten alertas y agravan los efectos que ya se conocen. "Salvemos el Ártico", y el Antártico, para salvarnos a nosotros.

El oso polar, especie emblemática del Ártico, es puesto de ejemplo por ambientólogos para remarcar la dificultad de comunicar el cambio climático. El oso es un gran símbolo, produce ternura, pero está lejos, muy lejos, y es necesario resignificar el concepto y acudir a referentes más cercanos para despertar la movilización. Hace falta explicar que el cambio climático está aquí y afecta a nuestros barrios y a nuestro día a día, pero también es necesario explicar que lo que pasa en los polos, en los océanos Ártico y Antártico, por culpa de un cambio climático desatado, nos afecta. Y cada vez es más evidente. "Los cambios que hemos hecho en el clima del Ártico nos están volviendo", advierten los expertos. Las modificaciones en sistemas climáticos tan complejos como los que albergan las latitudes altas se suceden a un ritmo cada vez más elevado. No solo es el deshielo, y no solo se trata de subidas del nivel del mar.

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