Siria y Yemen: dos países asolados por bombas de racimo fabricadas en Rusia y EEUU

"Representa un gran avance para las agendas humanitarias y de desarme, y ayudará a contrarrestar la inseguridad generalizada y el sufrimiento causado por estas terribles armas, especialmente entre civiles y niños". Con estas palabras el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, celebraba la entrada en vigor, en agosto de 2010, de la Convención sobre las Municiones de Racimo, un acuerdo que limitaba el uso, fabricación, adquisición, desarrollo y almacenamiento de este tipo de munición. La retirada, paso a paso, de esta clase de armamento, usado en las últimas décadas y que en el último medio siglo ha costado la vida a más de 20.000 personas, era tan solo cuestión de tiempo. 

Seis años después, el proceso continúa y el tratado ya cuenta con el respaldo de 119 países, de los que un centenar lo han ratificado y el resto lo han firmado pero no ratificado. Sin embargo, a pesar de haberse producido avances significativos desde el año 2010, lo cierto es que el uso de las bombas de racimo, de fabricación rusa y estadounidense, sigue siendo una realidad en las guerras civiles que afrontan Siria y Yemen, a pesar de que la ONU ha advertido a través de su secretario general de que el uso de este tipo de munición de "naturaleza indiscriminada" en zonas pobladas "podría equivaler a un crimen de guerra".

Según los datos recopilados en el informe Cluster Munition Monitor 2016, una iniciativa en la que trabajan en conjunto la Campaña Internacional contra las Minas Terrestres (ICBL, por sus siglas en inglés) y la Coalición contra las Municiones en Racimo (CMC, por sus siglas en inglés), en el año 2015 murieron en los dos Estados árabes un total de 352 personas como consecuencia de bombardeos con este tipo de material bélico. "Son los países donde hemos visto un uso constante de bombas en racimo. En el segundo de ellos, hasta marzo de este año", explica en conversación con infoLibre Megan Burke, directora ejecutiva de la campaña internacional ICBL-CMC.

La munición rusa en Siria

Siria, que afronta su quinto año de una guerra civil que ya ha costado la vida a cerca de 400.000 personas, según datos del Centro Sirio para la Investigación Política, es el que ofrece unas cifras más preocupantes. Desde el 2012, y hasta julio de este mismo año, 360 personas murieron en el país liderado por Bachar el Asad por el uso indiscriminado de este tipo de material bélico. Sólo en 2015, la cifra fue de 248. "Se incrementó de nuevo cuando Rusia comenzó su operación conjunta con las fuerzas del Gobierno sirio", sostiene el informe. Los rusos niegan haber empleado este tipo de munición, pero su versión no convence a los investigadores de ICBL y CMC.

Según se recoge en el informe Cluster Munition Monitor 2016, las fuerzas gubernamentales del país árabe han utilizado "al menos 13 tipos de munición de racimo" desde el año 2012. En doce casos, el origen era soviético o ruso. Sólo uno de ellos, el cohete SAKR, era de fabricación egipcia. "Es evidente que el apoyo a partir de septiembre de 2015 ha incluido la provisión de bombas de racimo, que probablemente Rusia también esté usando", señala Burke. No es la primera vez que se denuncia el uso de este tipo de material en Siria. Organizaciones de derechos humanos, las fuerzas rebeldes y EEUU también han alzado la voz en repetidas ocasiones sobre este tema. Ninguno de los dos países aliados en el conflicto han firmado ni ratificado todavía el convenio.

EEUU y su presencia en Yemen

En una situación similar se encuentra Yemen. La guerra en el país de la península arábiga, que va camino de cumplir su segundo año y que ya ha costado la vida a unas 10.000 personas, según estima la ONU, ha dejado en 2015 104 muertos como consecuencia de ataques en los que se ha utilizado munición de racimo. El informe recoge un total de 19 ofensivas –hasta febrero de este mismo año– con este tipo de material bélico. Una de ellas es de origen desconocido. En el resto, se ha empleado armamento que está en manos de los países de la coalición internacional liderada por Arabia Saudí –de la que también forman parte Bahréin, Egipto, Jordania, Kuwait, Marruecos, Pakistán, Qatar, Sudán y EAU– y que impide el avance de los rebeldes huthies. Ni EEUU ni los países que colaboran en la ofensiva en suelo yemení han firmado o ratificado la Convención que entró en vigor en 2010.

Exceptuando tres casos, las municiones de racimo utilizadas en casi la veintena de ofensivas registradas por los investigadores del ICBL-CMC tienen origen estadounidense. La directora adjunta de la campaña internacional recuerda que el uso de este tipo de materiales "va en contra de la ley americana que prohíbe el uso de estas bombas contra una población civil", y añade que el gigante americano declaró el pasado mes de mayo "el cese en la transferencia" de este tipo de material bélico. En concreto, Burke hace referencia al bloqueo que la Casa Blanca impuso sobre una remesa de bombas CBU-105 –uno de los tipos utilizados en Yemen y recogidos en el informe– a Arabia Saudí.

Este tipo de armamento lo produce la empresa estadounidense Textron Systems. Era la única en EEUU que seguía fabricando munición de racimo. Por eso, la victoria definitiva en suelo norteamericano para las organizaciones que combaten el uso de esta clase de material bélico llegó a finales de agosto, cuando la compañía anunció que ponía fin a la producción de estos artefactos como consecuencia de los "actuales desafíos regulatorios" y de los "reducidos pedidos", según declaró el portavoz de la empresa a la revista Foreign Policy. "Es una decisión muy importante. Ahora es imposible que una compañía en los EEUU pueda tener mercado y permiso para producir y vender estas bombas", celebra Burke.

Seis años de "avances importantes"

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Pero el paso dado por Textron puede ser todavía más beneficioso. Y la directora adjunta de la campaña internacional lo pone de manifiesto: "Esto derriba la última barrera que podría tener Estados Unidos para no unirse a la Convención", sostiene en conversación con este diario. Y lamenta que ni el gigante americano ni Rusia se hayan unido al tratado que entró en vigor en 2010: "Es una lástima. Pero la norma es más fuerte cada día", sostiene, al tiempo que pone de manifiesto su deseo de que en en el futuro los rusos se adhieran al acuerdo internacional.

De momento, según Burke, un total de 16 países fabrican o pueden fabricar este tipo de munición: Brasil, China, Egipto, Grecia, India, Irán, Israel, Corea del Norte, Corea del Sur, Pakistán, Polonia, Rumanía, Rusia, Turquía, Singapur y EEUU, aunque estos dos últimos se han quedado ya sin empresas armamentísticas que apuesten por la producción de este material bélico. Sin embargo, la directora adjunta de la campaña internacional celebra que en estos seis últimos años se han producido "avances importantes": "No existen informes o denuncias de que alguno de los firmantes haya vuelto a usar este tipo de armas; el uso por los países que no forman parte de la Convención se ha reducido; los Estados afectados se han comprometido a dar respuesta a las necesidades de las víctimas...".

Todos los esfuerzos por hacer desaparecer un tipo de armamento que el portavoz de Textron definió –en referencia al CBU-105– como "fiable e inteligente" pero sobre el que Burke alerta: "Las municiones de racimo liberan múltiples bombas más pequeñas o submuniciones a lo largo de un área del tamaño de un campo de fútbol, que a menudo no explotan con el impacto inicial, dejando restos que suponen el mismo peligro que las minas antipersona. El riesgo persiste hasta que son retiradas y destruidas". En agosto de este año, al menos 24 países seguían contaminados por estas submuniciones. En 2015, un total de 70 kilómetros cuadrados fueron limpiados y al menos 120.000 de estos restos, destruidos por completo.

"Representa un gran avance para las agendas humanitarias y de desarme, y ayudará a contrarrestar la inseguridad generalizada y el sufrimiento causado por estas terribles armas, especialmente entre civiles y niños". Con estas palabras el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, celebraba la entrada en vigor, en agosto de 2010, de la Convención sobre las Municiones de Racimo, un acuerdo que limitaba el uso, fabricación, adquisición, desarrollo y almacenamiento de este tipo de munición. La retirada, paso a paso, de esta clase de armamento, usado en las últimas décadas y que en el último medio siglo ha costado la vida a más de 20.000 personas, era tan solo cuestión de tiempo. 

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