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Sobrevivir al invierno griego: los hogares combaten el frío con leña

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Helena Vázquez Atenas

Es invierno, el color acre invade el cielo de Atenas como si los humos de centenares de fábricas se difuminaran despaciosamente en el cielo. Un aroma desagradable y mefítico permanece en suspenso en el aire. Los griegos que residen en la capital huelen otro invierno sumidos en una crisis profunda que ha dejado a más del 35,7% de los ciudadanos en riesgo de pobreza y exclusión social. La nube tóxica que se forma especialmente en la metrópolis helénica es, en realidad, fruto de la combustión de la madera que arde en muchos hogares que ya no pueden hacer frente a las facturas de la electricidad y al precio del combustible para calentarse en invierno.

Giorgos vende leña en Nikia, un empobrecido suburbio de Atenas. Es hora de comer, pero la llegada de clientes no cesa, aparcan sus coches y llenan sus maleteros con los trozos de leña que cuidadosamente los dos trabajadores de origen paquistaní han metido dentro de un saco blanco. María, que llega con su hija de apenas seis años, es una de sus compradores. Confiesa que solo desde hace unos pocos años pisan la tienda de Giorgos con frecuencia porque con la crisis ya no pueden costearse otro método para calentarse. Ahora necesitan más madera para prepararse para una ola de frío que golpea Atenas este primer fin de semana de enero.

El Servicio Meteorológico Nacional griego ha informado a sus ciudadanos que se preparen para unos días duros, con una sensación térmica de -10º en algunos puntos de la capital que puede llegar a los -17º en otros puntos del país. Se encienden las alarmas en muchos hogares.

“Hay gente que solo calienta sus casas con madera porque puede llegar a ser hasta un 80% más barata en comparación con el petróleo”, explica Giorgos, el vendedor. En la mayoría de hogares la calefacción funciona con fuel. Pero la Troika tampoco ha dado un respiro a los griegos con el impuesto sobre el combustible, aunque éste sea esencial para la supervivencia de los griegos durante el invierno. A partir del pasado octubre, coincidiendo con el período de compra del combustible para prepararse para el invierno, se empezó a aplicar un impuesto adicional de 6 céntimos por litro.

Los estragos de la austeridad

Junto con otros impuestos a otros tipos de combustible, el café, la telefonía fija y los cigarrillos electrónicos, el Gobierno y sus acreedores esperan recaudar al menos 1,5 billones de euros en 2017. Syriza, el partido de izquierdas que encabeza el Ejecutivo griego, firmó estas y otras medidas aún más duras con sus acreedores el agosto de 2015, cuando Grecia subscribió su tercer rescate a pesar del rotundo oxi –“no”, en griego– del 62% de los ciudadanos en referéndum. Las sucesivas subidas de los impuestos en verano de una serie de productos alimenticios del 13% al 23% y ahora al 24%, han llevado a una clara disminución del consumo.

La avaricia de los acreedores parece no tener límites, pero son muchos los que se resisten a caer en depresión. “La crisis lo ha cambiado todo, pero nosotros los griegos somos iguales”, grita uno de los clientes de Giorgos desde la distancia. “Aunque solo tengamos un euro para salir, seguiremos yendo a las tabernas, seguiremos tomando nuestro café y fumando”, exclama.

No le falta razón a este hombre de avanzada edad que se protege del frío con una boina negra. En las tabernas la música sigue sonando y en las mesas se sigue brindado cada vez que se llenan los vasos. Sin embargo, hay una áura de tristeza, de cansancio, en los rostros de aquellos que siguen instalados en el recuerdo de los tiempos de bonanza que parecen no volver. Mantener el espíritu griego vivo con los bolsillos vacíos es una batalla que cada día es más difícil ganar. Un 72% de los hogares de Grecia han sufrido recientemente recortes en salarios y pensiones, despidos, retrasos en el pago del sueldo o viven con trabajos a tiempo parcial, según un estudio del 2016 del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y el Banco Mundial.

A pesar de que el pequeño comercio de Giorgos está alejado del centro, distribuye leña a toda la ciudad. “Recibo clientes que vienen de los barrios más pobres de Atenas”, cuenta un joven de treinta años. Giorgos asegura que en cuestión de tres años el número de personas que se acercan a su tienda se ha multiplicado por cuatro. “La compra de leña no tiene edad”, cuenta el tendero mientras coordina los pedidos. “Veo incluso muchas parejas jóvenes, recién casados, que construyen chimeneas en sus nuevos hogares para calentarse únicamente con las brasas”, añade. Alrededor del 33% de la población es incapaz de mantenerse caliente durante los meses de invierno, según la Federación de Organizaciones Nacionales que trabajan con personas sin hogar (Feantsa).

El humo negro, un síntoma de extrema pobreza

Sin embargo, la realidad puede ser aún más cruel y es que, a menudo, la leña de Giorgos puede convertirse en un bien de lujo. "¿No ves el humo negro que sale de algunas casas?, pregunta irónicamente Giannis, un hombre de 50 años que frecuente la tienda de Giannis. “La gente utiliza lo que puede para sobrevivir”, responde de inmediato. Con mucha frecuencia, se queman puertas, marcos de ventanas, todo tipo de muebles inflamables.

El uso de este tipo de productos, que llevan barnices y pinturas que se vuelven tóxicas con la combustión, amenazan la salud de la población. Este lunes, debido a las condiciones meteorológicas, el Ministerio de Medio Ambiente griego emplazó a los ciudadanos del país, particularmente a quienes residen en las ciudades, a que no utilicen combustibles fósiles sólidos ni biomasa para calentarse durante un par de días. A menudo, el uso de este tipo de materiales que desprende substancias altamente dañinas para la salud puede llegar a ser mortal. Esta misma semana una familia fue hospitalizada debido a una intoxicación por una mala combustión.

El rostro de otro invierno en crisis también se observa fuera de los hogares. Cuando anochece en la capital, en algunas plazas, se observan de lejos las llamas de las hogueras donde arde la basura que personas sin techo han recogido de los contenedores. En la actualidad existen en la capital, según datos oficiales, al menos 9.000 personas que no disponen de un techo bajo el que pasar la noche. Un fenómeno que la crisis ha agravado y es que cuatro de cada diez sin techo han terminado durante los últimos cinco años. A su vez, la crisis migratoriacrisis migratoria ha llevado a algunos migrantes y refugiados a quedar atrapados en la ciudad de Atenas, sin posibilidad de continuar su viaje a Europa, teniendo que dormir sobre el arcén o bajo los árboles de algunos parques. El Gobierno ha habilitado algunas estaciones de metro del centro de la ciudad y ha abierto algunos pabellones de forma temporal debido a la ola de frío que atraviesa este fin de semana el país. Las bajas temperaturas ya se han cobrado la vida de un sin techo durante la pasada Nochevieja.

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Katerina se considera afortunada. En el bloque de pisos donde vive –en el céntrico pero degradado barrio de Kipseli– los vecinos disfrutan de tres horas de calefacción. De tener la posibilidad en el pasado de abrir la calefacción veinticuatro horas pasaron a tres horas. Y con una franja fija, por la tarde. La comunidad de vecinos acordó cerrar el grifo cuando la crisis y las políticas de austeridad empezaron a aterrorizar a los griegos en 2010. En aquel entonces, cuando el empleo y los salarios empezaron a hundirse, en todos los bloques se discutía lo mismo: “¿Podemos aportar algo para el combustible?” Si uno de los residentes ya no podía pagar su parte, la caldera no se rellenaba de combustible y ningún radiador del edificio podía encenderse. Hoy, uno de cada cuatro apartamentos en Atenas no tiene ningún tipo de calefacción central por razones económicas, de acuerdo con un estudio de la institución The Greek Ombudsman.

La alternativa al uso de madera o derivados ha sido hacer uso de aparatos eléctricos que pueden encenderse unas horas al día, lo que implica en muchos casos, que las familias se coloquen en círculos, alrededor de estos dispositivos, para calentarse. Pero no todas pueden pagar las facturas. Se encienden unas horas al día. Uno de cada seis hogares ha sufrido cortes de agua o electricidad en 2016.

Cada día, según estimaciones del movimiento No Pagamos, la empresa DEI, encargada de distribuir la electricidad a todo el país, corta la luz a una media de 100 hogares por impago. “Nos hemos encontrado con casos de gente enferma que necesita guardar sus medicamentos en el frigorífico, gente con cáncer y a cargo de personas mayores, familias con niños”, explica Leonidas Papadopoulos. Él es una de las caras visibles del movimiento, que ayuda a renegociar la deuda con la empresa y a reenganchar la luz a las familias sin suministro. Leonidas denuncia la pasividad del Gobierno ya que, en muchas ocasiones, han de pagar los servicios de suministro eléctrico a algunas familias. Sin embargo, concluye que todo lo que hacen resulta “del todo insuficiente”. DEI también ha sufrido los efectos de la austeridad, y el portavoz de No Pagamos explica que esta empresa pública es cada vez más implacable con los morosos: está preparándose para su próxima privatización, otra demanda de los acreedores europeos.

Es invierno, el color acre invade el cielo de Atenas como si los humos de centenares de fábricas se difuminaran despaciosamente en el cielo. Un aroma desagradable y mefítico permanece en suspenso en el aire. Los griegos que residen en la capital huelen otro invierno sumidos en una crisis profunda que ha dejado a más del 35,7% de los ciudadanos en riesgo de pobreza y exclusión social. La nube tóxica que se forma especialmente en la metrópolis helénica es, en realidad, fruto de la combustión de la madera que arde en muchos hogares que ya no pueden hacer frente a las facturas de la electricidad y al precio del combustible para calentarse en invierno.

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