Unamuno y mis nietos (I)
La extraña muerte de Miguel de Unamuno
Mis nietos (tres) no sabían nada de Unamuno. El mayor de ellos –apenas tiene once años y medio– me preguntaba quién fue Unamuno, porque me veía constantemente con textos, imágenes y videos sobre él. Los otros dos menos aún le conocen, pues solo tienen dos y siete años. Les enseño varios documentales que realicé hace años y muchas fotos de archivo sobre Unamuno. Claro, todo ello en el ordenador, en la tablet o en el teléfono móvil, sus referencias más apreciadas, sus dispositivos tecnológicos vitales.
Aunque tienen raíces salmantinas, ninguno de mis nietos nació aquí en tierras charras; viven fuera de Salamanca. Y casi no conocen la escultura (de Pablo Serrano) en la calle Bordadores junto al ábside de las Úrsulas, en nuestra ciudad.
Por eso me parecía un reto muy difícil cómo explicarles en pocas palabras, brevemente y entendible, quién fue Unamuno y cómo fue su vida intelectual, cultural, familiar y política, etc. Y también sus desavenencias con algunos gobiernos de la II República y sus enfrentamientos y críticas contra la monarquía borbónica y el dictador Primo de Rivera. Y, más complicado aún, contarles cómo Unamuno, posiblemente, murió asesinado.
Eso sí, nunca les citaré el ´fake´ –edulcorado y falangelizado– relato de su muerte, funeral y entierro, que ha perdurado desde enero de 1937 hasta nuestros días. Todavía hoy hay muchos ´expertos´ historiógrafos, unamunianos y antiunamunianos que siguen defendiendo esta farsa y cuento adulterado como verdad monolítica. Este relato falangelizado ´cocinado´ por Ramos Loscertales y Bartolomé Aragón con la avenencia de la Oficina de Propaganda de la Falange y por el mando militar golpista, es el que se ha erigido como ´oficialista´. Siempre me pareció esta fábula falangista una especie de novela hagiográfica amañada –un libelo- para servir de libro de edificación a los muchachos ingenuos.
A mis nietos más pequeños les leí –y mostré los dibujos– de los comics infantiles sobre Unamuno. Muchas fueron las preguntas que me hicieron porque no se enteraron de casi nada. Y la verdad, me quedé decepcionado con qué y cómo lo contaban. Así que tuve que narrar “mi libro comic” sobre don Miguel basado en mis conocimientos profesionales. Porque esos comics apenas contaban nada importante, solo hechos convencionales, sesgados… Anulaban la verdad, disimulando temas y causas como el exilio a París o la guerra civil española y la feroz represión en la retaguardia salmantina por parte de las tropas rebeldes… No citan las circunstancias tan extrañas de su muerte y funeral, ni hablan de la guerra civil entre españoles, ni mencionan el episodio del enfrentamiento en el Paraninfo salmantino con Millán Astray… Es un cuento aún más cuento porque ignora episodios importantes en la vida de Unamuno.
Tenemos que separar el trigo de la paja..., y abstraernos del ruido literario y del relato falangelizado sobre su muerte… Creo que nunca se sabrá qué pasó exactamente esa tarde de nochevieja del 36 en la casa de Bordadores. Pero actualmente, y a pesar de que no estuvimos allí presentes ese lúgubre día, se avanza con cada documento nuevo. Y nos vamos acercando al intento de conocer y entender lo que ocurrió esa tarde. En ese sentido van las investigaciones y publicaciones de los Rabaté, de Paco Blanco, de Menchón y Jambrina, y últimamente las de Carlos Sá Mayoral, en su libro “M. de Unamuno ¿muerte natural o crimen de Estado?”
Hace unos días, cuando les mostré a mis nietos imágenes en vídeo, con la música tradicional del “Gaudeamus Ígitur” de la ceremonia de investidura del “Honoris Causa póstumo” de la USAL a don Miguel, con las palabras como padrino del acto, en su laudatio (discurso sobre los méritos), de su nieto Pablo de Unamuno Pérez, se sorprendieron positivamente. Y, con ello, empezaron a interesarse por el tema, sobre todo el mayor de mis nietos.
Unamuno fue espectador impotente de los desastres de la guerra, y víctima, cuando empieza –pronto– un doloroso examen de conciencia por haber apoyado inicialmente ese golpe de Estado
Pero ´abito´¿de verdad que lo mataron? ¿Quién, cómo…?
Lo más fácil fue contarles el porqué… Lo demás me llevó su tiempo, aunque con muchas dificultades.
… Unamuno fue espectador impotente de los desastres de la guerra, y víctima, cuando empieza –pronto– de un doloroso examen de conciencia por haber apoyado inicialmente ese golpe de Estado. Y luego lo culmina cuando se enfrenta duramente al general Millán Astray, el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad salmantina.
Y es así que, a los dos meses del golpe de Estado, las cosas se le complicaron a Unamuno, acusado de traición a la patria, a Franco y a su Movimiento facistoide. Esa apostasía solía llevar pena de muerte o un castigo de cárcel dura, muy dura y una multa desorbitada. Le aislaron socialmente, vigilándole en casa y cuando salía a pasear, controlando su teléfono y las cartas –sobre todo– las del exterior. No le dejaban publicar en prensa, etc., etc. Ya, desde esa fecha, era repudiado –un apestado– por los militares y la derecha más rancia de Salamanca. A parte de los insultos de tertulianos del Casino de esa misma tarde, está la destitución al día siguiente como concejal y Alcalde Honorario del Ayuntamiento Salamanca, y dos semanas después, la destitución de rector vitalicio de la Universidad salmantina.
Los militares sublevados contra la II República, comandados por los generales Franco y Mola, acorralaron al anciano profesor, después de su postura muy crítica contra ellos. Castigado y vigilado por «los hunos» y «los hotros», en medio de un torbellino de violencia y represión y asesinatos, el viejo catedrático vive desde entonces un doloroso y solitario exilio interior en su casa de Salamanca. Solo conseguía escabullirse, escribiendo día a día “El resentimiento trágico de la vida”, una serie de cartas y poemas hasta su fallecimiento el último día del año 1936. Estos textos definen claramente el “enfrentamiento de dos memorias: una, heredada de los valores de la historia cultural republicana, y otra, de la historia oficial franquista”.
Tuvo que soportar la muerte sin ley, las duras represalias y cárcel a amigos y vecinos, y “fue capaz de remontar el estupor que le produjeron” las detenciones de su amigo el médico Villalobos (dos años detenido y recluido en la cárcel, al que se le impuso una cuantiosa multa e incautación de bienes), y los fusilamientos del pastor evangélico Atilano Coco, el del Alcalde Prieto Carrasco –muerte violenta abandonado en las cunetas–, y de su exalumno Vila, rector de la universidad de Granada. Y ver cómo otros tantos amigos, compañeros de universidad y vecinos, fueron cruelmente represaliados, encarcelados sin causa o asesinados. Amén del simbólico cambio de bandera tricolor republicana por la bicolor ´franquista´ en el balcón del Ayuntamiento.
Le sigo narrando a mi nieto mayor: “… Aquel día (31 diciembre de 1936) hacía muchísimo frío en Salamanca, y había nevado de madrugada. En el caserón de Unamuno en la calle Bordadores (enfrente de donde ahora está la escultura), el frío se hacia notar mucho. Por eso la criada de la familia Unamuno –Aurelia– puso un brasero de cisco para que se calentasen. Tenía una visita: el falangista Aragón. Cosa muy extraña en una tarde-noche tan familiar de la Nochevieja”. Además, bien se sabía que Unamuno no podía soportar a los falangistas, sobre todo a los de camisa azulona con correaje y pistola.
Solo Bartolomé Aragón, profesor auxiliar en la Facultad de Derecho y falangista admirador del fascista italiano Mussolini, estaba con el exrector en el momento del deceso. Unamuno había criticado mucho la forma de actuar de los falangistas, y en esta ocasión parece que Aragón se pasó por su casa a charlar un rato acerca de un libro suyo sobre corporativismo económico de matiz fascistoide. Se supone que llegó sobre las cuatro y media o algo más tarde. Poco después, cuando llevaban no más de media hora hablando acerca de la situación de España, según el propio B. Aragón, Unamuno se puso pálido, inclinó su cabeza mareado y él, Aragón, avisó a la familia, que nada pudo hacer ¿Es esto cierto? No lo creo… Lo cierto es que según contó ya de mayor su nieto Miguel (entonces Miguelín de siete años), que en ese momento llegó a la casa con su tía Felisa, vieron el cuerpo tendido sobre la camilla, sin vida y con el falangista dando voces alterado: ¡“Yo no lo he matado; yo no he sido, yo no”…!
Unamuno estaba muy preocupado por el decadente escenario que sufría España con esa “guerra incivil” –como él mismo la llamó en el Paraninfo–, y censuraba toda acción bélica y fascista
Eran más o menos las cinco y media de la tarde. La conversación pudo no haber sido tan cordial como decían algunos, ya que ambos hombres defendían posturas diferentes. Unamuno estaba muy preocupado por el decadente escenario que sufría España con esa “guerra incivil” –como él mismo la llamó en el Paraninfo–, y censuraba toda acción bélica y fascista. Mientras que Aragón apoyaba incondicionalmente ese nuevo modelo de país al abrigo de la Falange, los requetés y las tropas franquistas.
Aurelia, la asistenta, subió dos veces desde la cocina hasta la habitación donde estaba Unamuno con el visitante falangista Aragón, porque oyó fuertes voces, discusiones y golpes en la mesa.
Hubo muchos chismes sobre su muerte, leyendas, bulos y certezas ocultas. Se sospechó siempre, o al menos se dejó abierta la posibilidad de que don Miguel fuera asesinado alevosamente… Cuentan que si le envenenaron unos falangistas a los que odiaba y repudiaba… Otros pensaron que fue Aragón, el profesor falangista, el visitante de esa tarde, quien lo asesinó. Dicen que Aragón alteró conscientemente el corazón de don Miguel (“parece ser que fue la sangre que hirvió con la charla, alterando su salud y provocándole ese trance circulatorio que lo fulminó”). Eso sucedió en una violenta discusión que le sacó de quicio y le provocó ese “patatús” de tipo cardíaco. Y es que la charleta entre ellos dos no fue, precisamente, una cosa calmada de tomar café y hablar amigablemente ¿O sucedió otra cosa más cruel? Y por supuesto, Unamuno no falleció en paz, ni tranquilo como un ancianito.
Otras investigaciones, más actuales, resaltan que murió asesinado por orden directa de Franco, a través del SIM (Servicio de Información Militar) según Carlos Sá Mayoral en su libro antes citado.
Mi nieto me preguntó inquieto: ¿Entonces eso sería un asesinato, “abito”? “Sí, le dije, un crimen de Estado. Además, así lo asegura Carlos Sá –y lo demuestra en su libro–, que hay varios documentos que lo acreditan, del SIM y cartas a personajes literarios como H. Miller, Lorenzo Giusso, Mari Garelli, Quintín de Torre, y a otros…
Al concluir mi relato comentando el libro de Carlos Sá, a mi nieto mayor se le quedó un cara de enorme perplejidad y de tristeza, al comprobar cómo acabó Unamuno, asesinado y menospreciado por los rebeldes contra la II República.
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Ángel Lozano Heras es socio de infoLibre.