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Los votantes de Macron tienen la llave para cerrarle a Bardella las puertas de Martignon

Un hombre pasa junto a un grafiti que dice 'No pasarán' en París durante la campaña de las legislativas.

Este domingo, Francia vuelve a encarar otra prueba de fuego. Desde el año 2017, primera vez en la que Marine Le Pen, por entonces líder del Frente Nacional, ahora Rassemblement national (RN), consiguió pasar a segunda vuelta de las presidenciales, cada uno de los comicios en Francia parecen un examen histórico para evitar el triunfo de la extrema derecha. Año a año, los franceses han conseguido, gracias a la unión del resto de fuerzas y de los votantes, que a día de hoy RN nunca haya tocado el poder en el país galo. Sin embargo, año tras año, elección tras elección, esa alianza, conocida como Frente Republicano, se ha ido poco a poco resquebrajando y debilitando a consecuencia del descontento, del sentimiento de abandono y de la decepción de los ciudadanos con los sucesivos gobiernos. 

Quizás este muro nunca ha corrido tanto riesgo de caer como después de la campaña electoral exprés, llena de descalificaciones por parte del presidente francés, Emmanuel Macron, que precedió a las legislativas. “Tanto si gana RN como si lo hace el Nuevo Frente Popular (NFP) Francia se podría ver abocada a una guerra civil”, fue una de las frases más impactantes y con mayor repercusión del mandatario durante los días en los que el país galo parecía abocado irremediablemente a una victoria sideral de la extrema derecha. Una subida de tono que puso en guardia a buena parte de los franceses y con la que los analistas se hacían una misma pregunta: ¿Es posible repetir el Frente Republicano si, como parecía, para Macron era lo mismo el partido de Marine Le Pen que el NFP?

La respuesta tardó poco tiempo en desvelarse. El pasado domingo, Francia vivió un terremoto político inédito: por primera vez en la historia de la V República, la extrema derecha ganaba unas elecciones legislativas. Con más del 30% de los votos, los ultras de Le Pen se situaban por encima de la coalición de izquierdas (28%) y de Ensamble!, la alianza presidencial, que sufría una gran debacle quedándose tan solo en el 20% de los votos. Pero pese a la ola ultra, prácticamente todo quedaba abierto para la segunda vuelta: de las 577 circunscripciones totales, solo en torno a 80 habían quedado adjudicadas en el primer asalto, por lo que la gran mayoría de escaños se decidirán este domingo en unos comicios cruciales.

Ante un panorama así, la única posibilidad de Macron y de la izquierda para vencer a la extrema derecha no era otra que unirse y acordar una retirada estratégica de aquellos candidatos de NFP y Ensemble! que pasaran junto a uno de RN a segunda vuelta. En Francia, el sistema mayoritario obliga a buscar la concentración de voto en una sola candidatura para no beneficiar a la extrema derecha, algo que los líderes republicanos leyeron perfectamente la misma noche de la primera vuelta. El primero fue el líder de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, que llamó a retirar las candidaturas de izquierda en aquellos lugares donde su presencia pudiera facilitar un triunfo de Le Pen y, poco tiempo después, el actual primer ministro, Gabriel Attal, seguía la misma línea que Mélenchon y hacía lo propio con las centristas.

Dos días después, las palabras de ambos surtían efecto. A pesar de algunas voces en el entorno presidencial que hablaban de no retirar candidaturas en aquellas circunscripciones donde competían con los insumisos, la llamada fue un éxito: más de 210 candidaturas habían sido retiradas en aquellos lugares donde 3 o 4 partidos concurrían a la segunda ronda (los conocidos como triangulares y cuadrangulares). 130 de esas retiradas vinieron por parte de la izquierda, 82 por los macronistas y 2 de la derecha conservadora moderada. De los 311 triangulares y cuadrangulares previstos, finalmente, este domingo sólo habrá 109.

Una situación que hacía mucho daño a RN y aleja al partido no solo de conseguir una mayoría absoluta sino también de lograr una ventaja holgada. Ese martes, el Frente Republicano parecía volver con mucha fuerza, los políticos se habían puesto de acuerdo y habían conseguido mejorar considerablemente las expectativas del bloque antilepenista. Sin embargo, este domingo por la noche aún queda por resolver la segunda parte de la ecuación: ¿Qué harán los votantes? “Es la gran incógnita. Que la izquierda y LFI dieran el primer paso retirando las candidaturas facilitó en parte que Macron y sus aliados hicieran lo mismo. Creo que fue importantísimo que fuera la izquierda quien llamara al Frente Republicano, porque, en 2022 tardaron más, dudaron más y se hizo a medias”, explica Héctor Sánchez Margalef, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).

La incertidumbre se deposita sobre todo en el electorado macronista, que en poco más de dos semanas ha recibido mensajes completamente contradictorios de su partido. “Tengo dudas de qué van a hacer los votantes de Macron, porque el macronismo ha estado, durante toda la campaña, equiparando extremos y poniendo en el mismo punto de diabolización a Mélenchon y a Marine Le Pen. Incluso, algunos políticos han dicho que consideraban más serio a RN que al NFP. ¿Eso significa que los votantes de Macron van a votar a RN? No, pero igual se quedan en casa”, indica Guillermo Fernández Vázquez, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor del libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa: el caso del Frente Nacional.

Esa suerte de disonancia cognitiva del votante macronista y su posible abstención puede ser la que termine por inclinar la balanza hacia un lado u otro en varias circunscripciones. “El electorado cada vez es menos fiel a un partido, y en parte por ello, no está para nada garantizado que los votantes hagan lo que dice la formación. La efectividad del Frente Republicano no está en entredicho por cómo se han comportado los partidos, lo está por cómo se comportarán este domingo los electores”, afirma Sánchez Margalef. Menos dudas hay con la izquierda, ya que, para Fernández Vázquez, su electorado ya está más acostumbrado y disciplinado, como por ejemplo en las presidenciales, a votar al “mal menor” que representa Macron para evitar el ascenso de la extrema derecha.

Una Francia ingobernable

Pese a todas esas dudas, las proyecciones de Ipsos Francia dibujan un panorama bastante beneficioso para el Frente Republicano el domingo. Las retiradas han hecho mucho daño a las expectativas de los ultras, que ya descartan completamente una mayoría absoluta, e incluso corren el peligro de tener que conformarse con una victoria por la mínima. Las últimas encuestas del instituto demoscópico dan una proyección a RN de entre 175 y 205 escaños (a los cuales habría que sumar los 18-24 que obtendrían sus aliados de Los Republicanos), unos resultados muy lejos de los 250-280 que se les preveía tras la votación en la primera vuelta. Detrás de ellos estaría el NFP, con entre 145 y 175 y el partido de Macron con entre 118 y 148, con unas perspectivas mucho mejores tras las masivas retiradas por parte de la izquierda.

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Unas proyecciones que, como analizaba el director de Ipsos, Mathieu Gallard, tienden de nuevo a confirmar la Ley de Hierro de RN: cuando más cerca parece la extrema derecha del poder, más fuerte es la reacción para impedirlo. Sin embargo, y pese a que el resultado puede ser muy bueno para el Frente Republicano, el día después de las elecciones se prevé muy complicado. Si se cumplen las proyecciones, Francia puede encontrarse ante el peligro de caer en el bloqueo. Para gobernar, solo sería posible una unión de todos los partidos que forman Ensemble!, la coalición presidencial, (3 partidos) y de los que forman el NFP (4 formaciones) e, incluso, en algunos escenarios necesitarían el apoyo de la derecha moderada. Un escenario que esconde un reto mayúsculo: poner de acuerdo a por lo menos 7 formaciones muy diferentes y, en muchos casos, con vetos cruzados entre ellas.

Ese contexto electoral deja abiertas varias cuestiones. La primera, y quizás la principal, es quién se pondrá al frente de ese gobierno. La izquierda no ha logrado todavía presentar a un candidato de consenso para ocupar el puesto de primer ministro, y no parece que los macronistas tengan la fuerza para reclamar la jefatura de gobierno. Lo evidente es que tanto el primer ministro como el gobierno deben ser figuras de consenso, las cuales puedan ser aceptadas por todos los partidos de ambas coaliciones. Una circunstancia realmente complicada y que deja poco margen de acción para el acuerdo y reduce mucho el abanico de nombres. “Se ha lanzado estos días el globo sonda de un gobierno tecnocrático de todos los partidos republicanos. La cuestión es que ese Ejecutivo excluiría, según los macronistas, a LFI. Este modelo podría contentar a los socialistas, pero sin duda habría una parte de la izquierda que se negaría a aceptarlo”, explica Sánchez Margalef.

En una línea parecida se muestra Fernández Vázquez, preocupado por una posible exclusión de los insumisos en el futuro gobierno. “Si el partido de Macron, como parece, va a tener que buscar apoyos a su izquierda, la clave será cómo se va a gestionar eso dentro del NFP y cuantos conflictos o disensiones van a generar esas negociaciones. La pregunta es cuánto de sectario va a llegar a ser Macron y hasta qué punto está dispuesto su espacio de levantar los vetos sobre LFI. Ese es el escenario de gobernabilidad, el alternativo es el bloqueo y, como en Francia no se pueden convocar elecciones hasta dentro de un año, no hay incentivos para que se llegue a esa situación con el contexto internacional que tenemos”, señala el profesor.

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