El pasado 1 de noviembre, en el centro de conferencias de la COP26 en Glasgow (Escocia), Emmanuel Macron acogía con los brazos abiertos al multimillonario Jeff Bezos. El fundador de Amazon acudió expresamente –en jet privado– a la conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático para anunciar la aportación de mil millones de dólares a la Gran Muralla Verde. Este proyecto de reforestación, defendido ardientemente por el jefe de Estado francés, atraviesa 11 países del Sahel para combatir los efectos del cambio climático en África.
Amazon cree ciegamente en la plantación de árboles para salvar el clima. Como parte de su política climática, el gigante del comercio online creaba un fondo de 100 millones de dólares en 2019 dedicado a la reforestación y conservación de bosques para absorber las emisiones industriales de CO2.
En Europa, Amazon acaba de donar dos millones de euros para plantar unos 20 millones de árboles en las principales ciudades italianas.
Sin embargo, la empresa esconde bajo la alfombra el hecho de que, de media, un árbol tarda diez años en atrapar unos 100 kg de CO2. En un momento en que las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse a la mitad de aquí a 2030 para contener el caos climático, Amazon tendría que plantar 600 millones de árboles sólo para capturar las toneladas de carbono que considera sus emisiones anuales... que absorberían estas emisiones en diez años.
“Resolver el problema que suponen las emisiones de gases de efecto invernadero plantando árboles es simplemente un espejismo”, advierten Amigos de la Tierra, Attac y el sindicato Solidaires en un informe sobre Amazon coeditado a finales de 2019.
La plataforma lanzó a bombo y platillo otro “fondo verde” en 2020: el Climate Pledge Fund. Este programa de inversión estaba dotado de 2.000 millones de dólares para apoyar “el desarrollo de tecnologías y servicios sostenibles y descarbonizados”.
Lejos de orientar su capital hacia la reducción de sus propias emisiones de gases de efecto invernadero, Amazon ha utilizado hasta ahora este fondo para apoyar a una docena de empresas emergentes que se centran en el ecoblanqueo, produciendo “hormigón bajo en carbono” (CarbonCure), créditos de carbono a través de proyectos de reforestación en países del sur (Pachama) y “diésel ultrabajo en carbono” (Infinium).
Una huella de carbono subestimada
Amazon, presionado por los sindicatos estadounidenses, publica desde 2019 cifras sobre su propia huella de carbono. En 2020, la multinacional habría regurgitado al cielo 60 millones de toneladas de CO2, el equivalente a las emisiones anuales de Portugal. Un aumento de sus emisiones de gases de efecto invernadero del 19% respecto al año anterior y del 37% respecto a 2018.
Pero Amazon confía en que, a pesar de estos malos resultados, el grupo alcanzará la neutralidad en carbono en 2040. Sus compromisos climáticos establecen el objetivo de alimentar el 100% de sus actividades con energías renovables para 2025. Y desde principios de 2021, Amazon incluso ha presumido de haberse convertido en el primer comprador privado de energía renovable del mundo.
“La huella de carbono de 60 millones de toneladas de CO2 en 2020 es muy inferior a la realidad económica de Amazon”, asegura a Mediapart (socio editorial de infoLibre) Alma Dufour, de Amigos de la Tierra. “Amazon sólo se presenta como una plataforma de conexión y no tiene en cuenta las emisiones de todos los productos que ofrece en su página. Extrapolando las cifras que la empresa se digna a comunicar de su propia marca y que representan el 1% de los productos vendidos, nos acercamos bastante a los 1.600 millones de toneladas de CO2 emitidas cada año...”. O lo que es lo mismo, tres veces y media lo que emite Francia al año.
En 2018, Amazon vendió y entregó 15.000 millones de productos, fabricados masivamente en países asiáticos como India, Vietnam, Bangladés o China, cuyas economías siguen siendo muy dependientes del carbón –cuya combustión es la que más contribuye al calentamiento global–.
Además, el coloso del comercio electrónico es líder mundial en la venta de productos textiles y electrónicos, sobre todo de productos de consumo climatizados.
En Francia, Amazon es el primer vendedor en línea de ropa y el segundo de productos electrónicos. Sin embargo, la fabricación y el transporte de productos textiles y electrónicos representan casi una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero de los franceses. Para limitar el calentamiento global a 1,5°C de aquí a 2030 en Francia, habría que reducir diez veces la comercialización de ropa y tres la de aparatos electrónicos.
“La fabricación de productos representa el 80% de las emisiones del sector minorista. Los bajos precios que ofrece Amazon, sobre todo en electrónica y textil, hacen que aumenten las compras, e incluso el consumo excesivo, de este tipo de bienes, que son perjudiciales para el clima. A esto hay que añadir el considerable despilfarro que provocan las prácticas de comercio electrónico. Cada año, Amazon destruye tres millones de productos nuevos en Francia”, explica Alma Dufour.
Transporte aéreo
La primavera pasada, Ronan Bolé, director de Logística de Amazon en Francia, se felicitaba: “Hoy en día, somos capaces de entregar dos tercios de los pedidos de nuestros clientes parisinos utilizando métodos de entrega con cero emisiones de carbono" [vehículos eléctricos, bicicletas y entregas a pie].
Como parte de su política climática, Amazon quiere conseguir que la mitad de sus envíos de paquetería sean cero emisiones netas para 2030. La multinacional presume de que desplegará 100.000 furgonetas de reparto eléctricas en diez años.
Sin embargo, esta flota constituye apenas el 10% de las furgonetas que utiliza para transportar sus productos por todo el mundo cada día. Y estos coches eléctricos sólo cubren la última parte de las emisiones del transporte –el trayecto desde la plataforma logística hasta el cliente final– y no el transporte necesario para llevar los productos desde Asia a los puertos o aeropuertos del Norte y luego a los almacenes.
Además, el transporte aéreo está en plena explosión dentro de la vasta maquinaria logística de Amazon. Por ejemplo, solo en 2019, el campeón de la venta online operó 110 vuelos nacionales al día en Estados Unidos y 20 en Europa. Para ese año, el transporte aéreo estadounidense de productos de Amazon se disparó casi un 30% en comparación con 2018. Un boom vinculado a la oferta de Amazon Prime, que garantiza a los clientes la entrega gratuita en un día.
Amazon llegó a comprar 11 aviones Boeing 767 de fuselaje ancho para su propia aerolínea de carga Amazon Air en enero. En total, con los aviones que alquila Amazon, su flota asciende actualmente a 80 aviones. Se espera que alcance los 200 aviones en 2028.
Esta política de aumento del transporte aéreo está en total contradicción con el deseo de Amazon de alcanzar la neutralidad de carbono en 2040. El transporte aéreo es, con diferencia, el modo de transporte de mercancías más contaminante: emite nueve veces más CO2 que el transporte por carretera y cincuenta veces más que un buque portacontenedores.
A finales de 2020, Amazon abrió un gigantesco centro de carga aérea en el aeropuerto de Leipzig (Alemania) para entregar sus paquetes cada vez más rápido. Y al otro lado del Atlántico, este año se ha puesto en marcha un nuevo hub aéreo de Amazon en el aeropuerto de Cincinnati (Kentucky) con una armada de 12 aviones de carga, todo ello con una inversión de 1.500 millones de dólares. Esto es un 50% más de lo que Jeff Bezos donó para la Gran Muralla Verde en la COP26.
El 5 de octubre, el jefe de DHL, John Pearson, inauguró una nueva plataforma de carga en el aeropuerto parisino de Roissy. Líder mundial del transporte aéreo que opera para el gigante estadounidense de la venta en línea, el ejecutivo afirmaba: “Doy gracias a Dios de que exista Amazon”.
___________
Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés: