'Antifa for future' o cuando el anarquismo combate con el Ejército de Ucrania desde la retaguardia

Vera* coge su soldador y comienza a fijar el controlador de vuelo, una pequeña placa electrónica cuadrada, en el centro del chasis del dron. Sentado a su izquierda, Juan atornilla los cuatro brazos donde van los motores y las hélices. Estos dos jóvenes no son empleados de un gran grupo industrial de defensa, sino activistas anarquistas.
En la puerta de entrada del local que les sirve de taller, en un edificio anónimo de Kiev, hay una bandera que adapta el lema Fridays for future de los estudiantes en huelga por el clima por el de Antifa for future. Son una decena los que allí trabajan un sábado de mayo por la tarde y todos se declaran de extrema izquierda. O más bien “progresistas” y “antiautoritarios”. Es un país donde el término izquierda tiene a menudo connotaciones peyorativas por razones históricas.
Anarquistas, antifascistas, marxistas, ecofeministas o punks admiten que antes de la invasión rusa de febrero de 2022 apenas se hablaban, “o solo para discutir”, dicen bromeando.
Ahora se han unido en Solidarity Collectives (colectivos de solidaridad), una organización que asiste a los activistas progresistas ucranianos comprometidos con el ejército enviándoles material: drones, gafas de visión nocturna y equipos de protección o vehículos. Sus colectas permiten ayudar a un centenar de soldados.
“El ejército ucraniano es un poco un desastre. No es culpa suya, ningún ejército podía estar preparado para esto. Por eso, los civiles cubren parte de las necesidades”, explica Ksenia, de 26 años, mientras vacía cajas de chalecos antibalas y kits médicos. Antes de venir a Kiev para estudiar, militaba en Járkov, una gran ciudad del este de Ucrania.
Luchar es una necesidad
Para los activistas anarquistas de Europa del Este, la ayuda mutua es una cuestión de supervivencia. Ya duramente afectados por la represión en Rusia y Bielorrusia (donde decenas de ellos están detenidos como presos políticos), pagan un alto precio por su compromiso con el ejército ucraniano. Desde febrero de 2022, han muerto una veintena de soldados que Solidarity Collectives apoyaba. Varios de sus retratos están enmarcados en las paredes del local.
Pero la cuestión de combatir junto al ejército ucraniano apenas ha sido objeto de debate. Luchar contra “la ofensiva imperial rusa” es una necesidad, explica el colectivo, cuyos miembros aseguran estar dispuestos a pelear “hasta el final de la guerra, hasta que el último ocupante abandone el territorio de la Ucrania independiente”.
“¿Está bien montado?”, comprueba Juan desde el rincón dedicado a la construcción de drones. Rebusca cada poco en cajas de cartón alineadas en las estanterías que contienen componentes comprados por Internet por unos 250 dólares. Los drones, una vez montados, se envían a las unidades del frente y son los propios soldados los que se encargan de instalar los explosivos.
La fabricación de esas armas se añadió al abanico de actividades de Solidarity Collectives a principios de 2024. “La ayuda militar de Estados Unidos amenazaba con bloquearse por completo. Se temía que los soldados ucranianos, sin artillería, fueran masacrados”, recuerda Anton, el francófono del grupo. “Así que empezamos a fabricarlos nosotros mismos, como en toda Ucrania”. Los voluntarios de la organización, apoyados en particular por grupos checos como Resistance Support Club o Solidrones, fabrican ahora entre 60 y 80 al mes.
Los debates éticos en torno a estas armas no faltan. “Sí, es horrible, para la gente de ambos bandos. Te sientes perseguido. Pero era la oportunidad de hacer algo para que pudieran defenderse cuando se estaban quedando sin otro tipo de armas”, añade Anton, un anarquista originario de Europa del Este que vino a echar una mano a Ucrania a principios de 2022, tras observar “durante años” cómo “Rusia se preparaba para esta guerra”.
Como él, muchos activistas han acudido desde otros países europeos a la llamada de la izquierda ucraniana. En su mayoría, proceden de Europa Central y Oriental. Dos checos están allí de paso para echar una mano. En silencio, teclean en sus ordenadores para programar el software de los drones que Vera y Juan acaban de montar.
Para vivir como vive hoy la gente en Francia y en otros lugares se necesita un ejército y una defensa, pero eso es un agujero negro para una parte de la izquierda
Los anarquistas comprometidos en Ucrania observan con pragmatismo los debates sobre el rearme que dividen a la izquierda de Europa occidental. “No pensar en la seguridad es un lujo. Para vivir como vive hoy la gente en Francia y en otros lugares se necesita un ejército y una defensa, pero eso es un agujero negro para una parte de la izquierda”, opina Anton, que expone su razonamiento al calor de un té en la cafetería de un centro comercial cercano, para “no molestar a los que están currando”.
Para este hombre ya en los cuarenta, los círculos progresistas occidentales deben cambiar su perspectiva. “Por supuesto, si estás en Francia, alistarte en el ejército implica potencialmente participar en operaciones neocoloniales. Pero la crítica al rearme es una crítica un poco vaga que cree que este razonamiento es válido en todas partes”. Porque, explica, “en otros países, los ejércitos son fuerzas de defensa que solo participan en operaciones de mantenimiento de la paz. La gente en el Este no se plantea las mismas cuestiones porque sus ejércitos no tienen la misma historia”.
Su historia personal, que solo menciona en parte, influye en su compromiso. En su familia “hay personas desplazadas que tuvieron que luchar contra Rusia en otros contextos”, explica. Él mismo hizo el servicio militar y está convencido de que no hay que erradicar el ejército francés ni desertar, sino reformarlo para que “sirva para defender a los habitantes y a sí mismos” y pueda desplegarse “para ayudar a otros pueblos a defenderse”.
A la espera de esta revolución copernicana, Anton y sus compañeros siguen poco a poco tejiendo redes de apoyo a la causa ucraniana. Entre sus proyectos actuales se encuentra viajar a Odessa (sur de Ucrania) para apoyar a los anarquistas locales, que han abierto una brigada desde la que organizan repartos de ayuda a los sin techo de la ciudad.
Caja negra
* Algunos activistas no han querido ser identificados por su nombre.
Este reportaje se realizó en Kiev el 17 de mayo de 2025.
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Anton pidió releer sus declaraciones.
Traducción de Miguel López