¿Permitirá realmente el programa de la futura coalición alemana salir del estancamiento merkeliano y abrir “una nueva página de la historia” en la que sea posible el compromiso entre “prosperidad y protección del clima”, como espera el colíder de los ecologistas Robert Habeck? Es un poco pronto para decirlo.
Al menos, la coalición “semáforo existe”, señalaba el socialdemócrata Olaf Scholz el miércoles en Berlín, en el momento de presentar a la prensa el resultado de un mes de negociaciones, que se ha materializado en un acuerdo de coalición de 177 páginas. El sobrenombre con que se denomina en Alemania a esta inédita coalición se debe a los colores políticos de los tres partidos que la integran (rojo, verde y amarillo). Si las autoridades o los integrantes del SPD (socialdemócratas), los Verdes y los Liberales (FDP) apoyan el texto, Olaf Scholz será elegido canciller el 8 de diciembre. Se conoce el reparto global de los Ministerios realizada entre los partidos*. Pero sólo se han desvelado los nombres de algunos de los ministros. “Lo que se está constituyendo es un gobierno de centro”, afirmaba el líder de los liberales, Christian Lindner, futuro ministro de Economía y partidario de una línea ortodoxa sobre el déficit público, refiriéndose a una “coalición de políticas complementarias”.
Antes de referirse al contenido del acuerdo, el sucesor de Angela Merkel aludió a la dramática situación del país ante la cuarta ola pandémica. La tasa de incidencia nacional no para de crecer hasta los 419,7 casos por cada 100.000 habitantes y en la mañana del miércoles se habían registrado más de 75.000 nuevos casos de covid-19. Además, el número total de muertes superaba en la noche del martes los 100.000.
Por ello, Olaf Scholz anunció que el futuro gobierno destinaría mil millones de euros en primas a cuidadores y auxiliares sanitarios. También prometió la rápida creación de una célula de crisis en la cancillería, junto con un consejo científico federal. Por último, mencionó medidas como la introducción del pasaporte sanitario en el mundo laboral, votadas la semana pasada por los tres partidos de la futura coalición, obligados a legislar de forma urgente.
Incluso antes de ser elegido, Olaf Scholz ya está sometido a presión. Nadie entiende por qué, ante el aumento de la incidencia de la pandemia, la futura coalición también votó a favor de poner fin al estado de emergencia, que permitía al Gobierno federal actuar con mayor rapidez.
Además, en un país en el que una gran parte de la población es reacia a vacunarse (el 68,1% de los alemanes ha recibido la pauta completa), está surgiendo un espinoso debate sobre la obligatoriedad de ponerse el suero que los ministros-presidentes de Baviera, Baden-Württemberg, Berlín, Baja Sajonia y Hesse reclaman cada vez más con más insistencia. Por lo demás, no es de extrañar que el tono del programa presentado el miércoles sea el de la protección del clima y la transición energética y sin mencionar, por supuesto, la vuelta a la energía nuclear. “Vamos de camino a los 1,5 grados”, aseveró el copresidente de los Verdes, Robert Habeck, futuro vicecanciller y responsable de un superministerio de Economía y Protección del Clima, una acumulación de carteras sin precedentes de dos cuestiones que suelen enfrentarse.
El acuerdo de coalición prevé “idealmente” el cierre de las centrales de carbón en 2030 (en lugar de 2038) y el uso temporal de las modernas centrales de gas hasta que se estabilice el suministro de energía renovable. También para 2030 está prevista la expansión masiva de las capacidades de generación de energía solar (200 gigavatios) y eólica (2% del país), así como la producción de hidrógeno (30 GW) que deberían permitir cubrir el 80% de las necesidades eléctricas alemanas. Dados los ya elevados precios de la electricidad, el aumento del impuesto sobre el carbono ha desaparecido de la agenda.
Por su parte, el SPD asume los ministerios sociales de su programa. “Subirá de forma puntual del salario mínimo a 12 euros, lo que beneficiará a 10 millones de alemanes”, garantizó el futuro canciller. El nuevo Ministerio de Construcción y de la Vivienda también dirigirá un programa para construir 400.000 viviendas al año, 100.000 de las cuales serán alojamientos sociales. Por último, el nuevo gobierno enterrará el subsidio Hartz IV, sinónimo de miseria social, y creará una protección social básica para los niños.
Asimismo, los liberales del FDP se quedan con el poderoso Ministerio de Finanzas. Christian Lindner ya ha dejado claro que tiene la intención de defender el rigor presupuestario y la estabilidad financiera en Alemania, pero también en la Unión Europea, lo que puede contener seriamente las esperanzas francesas de reformas de la UE en los ámbitos presupuestarios y en el Pacto de Estabilidad.
Con la llegada de Christian Lindner, que quiere volver a frenar la deuda en 2023, la cuestión de cómo financiar este programa tan costoso, por importe de al menos 50.000 millones de euros adicionales anuales, estaba obviamente en boca de todos. En la práctica, el Gobierno pretende aumentar el endeudamiento antes de 2023.
Además, muchos proyectos se financiarán a través de organismos estatales como el Kreditanstalt für Wiederaufbau (entidad de crédito para la reconstrucción), el Fondo para la energía y el clima o incluso la Deutsche Bahn para el desarrollo ferroviario. Los préstamos se contabilizan al margen del presupuesto. Por último, Christian Lindner aseguró que se hará todo lo posible por crear las condiciones administrativas, legales y digitales para “liberar la inversión privada”.
La cuarta personalidad de este gobierno es la candidata de los Verdes a la Cancillería, Annalena Baerbock. Se espera que se convierta en la primera mujer ministra de Asuntos Exteriores de Alemania. Al no haber sido nombrada oficialmente, sólo manifestó brevemente su opinión. Sin embargo, aboga por una diplomacia europea más activa y el regreso de los derechos humanos al centro de la política exterior. Queda por ver cómo vivirá el anuncio de que el Ejército alemán pronto dispondrá de drones armados.
Por último, cabe destacar la decisión de legalizar a más inmigrantes sin papales y de reformar el código de la nacionalidad para facilitar la doble nacionalidad. En el capítulo de las legalizaciones, también se encuentra la del cannabis, sustancia que estará “reservada a los adultos con fines recreativos” y cuya venta se realizará en “tiendas autorizadas”. “Esto permitirá controlar la calidad, evitar la transmisión de sustancias contaminadas y garantizar la protección de los jóvenes”, señala el contrato del Gobierno, que precisa que “el impacto social de la ley” se evaluará al cabo de cuatro años.
Aunque el jefe del grupo parlamentario conservador, Ralph Brinkhaus, no dejó de subrayar la falta de visibilidad de la financiación de un programa que “reparte mucho” pero no aporta la “renovación prometida”, las reacciones siguen siendo, en general, tibias. Más que en las orientaciones adoptadas, las críticas y los temores se centran también en el hecho de que el acuerdo incluye un número impresionante de proyectos complejos que deberá aplicarse y llevarse a cabo de forma coordinada.
* Los nombres de los miembros del Gobierno, elegidos por los respectivos partidos, se anunciarán a principios de diciembre. Sin embargo, el reparto de Ministerios entre los partidos sí se ha dado a conocer conocido. El SPD controlará la Cancillería Federal, Interior, Defensa, Construcción y Vivienda, Trabajo y Asuntos Sociales, Sanidad y Cooperación Económica. Los Verdes: Economía y Clima, Asuntos Exteriores, Familia, Agricultura, Medio Ambiente. Y el FDP: Finanzas, Justicia, Transporte, Educación e Investigación.
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Traducción: Mariola Moreno
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