‘Caso Naël’: la izquierda francesa se solidariza (por fin) con las revueltas en los barrios populares

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Mathieu Dejean y Christophe Gueugneau (Mediapart)

Todavía sin aliento tras la marcha blanca en homenaje a Nähel, en Nanterre (Hauts-de-Seine) el 29 de junio, el diputado de La Francia Insumisa (LFI) por Seine-Saint-Denis, Éric Coquerel, es categórico: "Esta marcha fue histórica: ¡por fin los círculos militantes de izquierda estaban allí! Algo ha sucedido poco a poco". Para este pilar histórico de LFI, defensor incansable de las luchas sociales y de los barrios populares, la actitud de la izquierda más militante ante los disturbios que estallaron en 2023 no se parece en nada a la de 2005. 

Entonces, cuando los suburbios ardieron en llamas tras la muerte de Zyed Benna y Bouna Traoré tras huir de la policía, la clase política se mostró, en el mejor de los casos, indiferente y, en el peor, totalmente desbordada. Mientras el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, avivaba las llamas del odio entre los jóvenes hablando de "limpieza con una Kärcher  [marca de aspiradoras], "gentuza" y "tolerancia cero", el Partido Socialista (PS) se alineaba con las posiciones del gobierno: prioridad a la unidad republicana (sólo se abstuvo en la votación sobre el estado de emergencia).

Incluso la extrema izquierda se sintió "despreocupada por estas quemas de coches", informa el sociólogo Michel Kokoreff, profesor en París VIII y autor de La Diagonale de la rage (2021), entrevistado aquí por Mediapart. En un artículo publicado en 2007, la socióloga Véronique Le Goaziou escribía que la extrema izquierda "brilló por su ausencia durante gran parte de los disturbios". Señaló el "silencio de la extrema izquierda", pero también "la vergüenza, incluso la cacofonía de la izquierda gobernante (PS y PCF)", que había "dado lugar a una profunda soledad política para los participantes en los disturbios". 

En 2005, el silencio ensordecedor de la izquierda

"En 2005, los telediarios de France 2 hablaron primero del escándalo de los coches quemados, luego de la muerte de los jóvenes, y las reacciones políticas se alinearon con esta jerarquía de la información. Hubo un consenso en el llamamiento a la calma, que dejó a estos jóvenes absolutamente solos", recuerda el antropólogo Alain Bertho, especialista en disturbios. "La idea dominante era clases trabajadoras, clases peligrosas: veíamos las cosas desde una perspectiva tan ajena que no entendíamos", coincide Éric Coquerel. 

Casi veinte años después, puede que algo haya cambiado. Si los partidos de izquierda siguen confundidos por la expresión de cólera popular de las tres últimas noches, ahora comparten su asombro con comprensión.

Aunque no lo digan de la misma manera, Jean-Luc Mélenchon, Marine Tondelier (responsable de Europe Écologie-Los Verdes) y Olivier Faure (primer secretario del PS) piden que se escuche la cólera. "Hay muchos problemas, la relación policía-población se ha deteriorado demasiado, la situación económica y social es muy especial: todo se ha vuelto explosivo, y eso es lo que se expresa hoy. No veo ningún mensaje que podamos enviar para calmar los ánimos", afirma Olivier Faure. 

A pesar de la avalancha de acusaciones de odio "antipolicial" por parte de la derecha y la extrema derecha, y de que Gérald Darmanin [ministro del Interior] mueva la barbilla pidiendo a los "profesionales del desorden" que "se vayan a casa", su condena de la violencia policial es unánime, y por fin ponen palabras a las causas de la ira.

Cuando Manuel Valls –presentado siempre como una figura de izquierdas– criticó a LFI por "avivar el fuego" con vistas a una "recuperación política", el diputado de LFI Alexis Corbière replicó, entrevistado por Mediapart: "Si usted piensa que la gente va a quemar una comisaría porque ha leído un tuit, eso es una visión conspirativa de las cosas, que ignora las razones sociales de las condiciones de vida. La gente ha perdido la vida, y la forma en que se ha manejado esto no ha dado ninguna confianza a las familias. Hay que revisar la actuación de la policía, y su órgano de control no puede depender de sí mismo".

En el PS, que en 2022 seguía rechazando "el uso de la terminología 'violencia policial'", las líneas se mueven. Emma Rafowicz, portavoz del partido y presidenta de las Juventudes Socialistas, se reivindica con estas palabras. "Son las reacciones de la derecha y la extrema derecha, que se limitan a condenar los disturbios y a decir que es demasiado pronto para comentar la muerte de Nahël, las que están alimentando una enorme ola de ira. Comprendemos esta ira, que es política. Estamos muy lejos de la paz y la calma. Hay que encontrar la manera de calmar los ánimos, pero estas reacciones son todo lo contrario", explica a Mediapart. 

Una lenta toma de conciencia

Aunque existen divergencias en la izquierda sobre la necesidad de llamar o no a la calma ("Mis amigos de LFI se equivocan al no llamar a la calma, reaccionan como personas que no viven en barrios populares", afirma, por ejemplo, Stéphane Troussel, presidente socialista de Seine-Saint-Denis), el antropólogo Alain Bertho considera que la actitud de este segmento político evidencia un "verdadero cambio" con respecto a 2005. 

Las razones de este cambio son múltiples. En primer lugar, se derivan de la experiencia de represión policial que los movimientos sociales y los activistas políticos han tenido que soportar en los últimos años. 

"La movilización contra la reforma de las pensiones y, antes de ella, contra los chalecos amarillos hizo que esta generación de activistas tomara conciencia de la violencia policial impune que sufren los barrios desde hace años. La considerable intensificación de la represión policial ha desmarginalizado a estos jóvenes y a estos barrios, y ha cambiado la mirada que hoy tenemos sobre ellos", detalla Alain Bertho. El diputado insumiso Éric Coquerel está de acuerdo: "Lo que han sufrido los barrios populares durante años lo sufren hoy otros, aunque no con la misma gravedad. Así que todo el mundo entiende que es el mismo orden social el que está en juego".

Además, desde hace varios años, se han forjado vínculos entre las organizaciones tradicionales del movimiento obrero y los movimientos de barrios populares: el Comité Adama, por ejemplo, encabezó la "marcha popular" en París el 26 de mayo de 2018. 

Para el sociólogo Michel Kokoreff, esta toma de conciencia de la izquierda también se debe a la politización de grupos de vecinos de barrios populares y a la lucha contra la violencia policial, que han sensibilizado a los partidos políticos: "En los últimos veinte años ha habido una toma de conciencia, que sin duda está vinculada al desarrollo de movimientos descolonizadores y poscoloniales, como Black Lives Matter, en el que Assa Traoré, por ejemplo, se inspiró", explica. "El software de la izquierda ha cambiado, y se ha adoptado el axioma básico de la sociología estadounidense de los disturbios, según el cual siempre tienen una explicación política. El subtexto hoy es: ¿Quién nos protege de la policía?".

Un vínculo renovado

Durante los disturbios de 2005, el líder de la Liga Comunista Rrvolutionnaira (LCR), Alain Krivine, vecino de Saint-Denis, reconoció una situación difícil, "en la que el diálogo es, por el momento, incierto y en la que no disponemos de medios para llevar a cabo una política diferente". Casi veinte años después, su heredero político, Olivier Besancenot, portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), afirma estar más cerca de las fuerzas motrices del Movimiento por la Inmigración y los Suburbios (MIB) y del Comité Adama: "La revuelta está ahí. Ahora bien, o entramos en la negación, es decir, en una respuesta de seguridad, o partimos de las respuestas que provienen de los movimientos sobre el terreno. Los barrios obreros no son desiertos políticos. Los partidos de izquierda deben afirmar su solidaridad, alejándose del paternalismo", afirma Olivier Besancenot. 

Desde este punto de vista, la reciente campaña presidencial de Jean-Luc Mélenchon también ha demostrado que los programas de la izquierda tienen más en cuenta a los habitantes de los barrios populares y sus realidades. El antiguo portavoz de los Indígenas de la Republica, Houria Bouteldja, saludó una "Francia insumisa trabajada por las luchas", dando fe de un paisaje político que ha cambiado desde 2005. 

En la historia política del antiguo senador socialista, este punto de inflexión se produjo en 2019, cuando participó en la marcha contra la islamofobia: "Ha habido un cambio de rumbo para él en este tema, se ha renovado un poco y, durante la campaña de 2022, señaló con el dedo la cuestión de la violencia policial, la impunidad policial y la necesidad de la independencia de la policía de los policías", señala Michel Kokoreff.

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"La campaña de Jean-Luc Mélenchon, su tono hacia los suburbios y la islamofobia, que es una dimensión de los que sufren, ha tendido puentes", confirma Alain Bertho. En 2022, Jean-Luc Mélenchon también logró un avance espectacular en los centros urbanos y sus suburbios inmediatos. 

Sin embargo, el abismo entre la izquierda y los centros urbanos sigue siendo enorme, y no hay que hacerse ilusiones sobre la capacidad de la izquierda para influir en el curso de los acontecimientos. No se ha olvidado la responsabilidad del exministro socialista del Interior, Bernard Cazeneuve, en la ley que permite un uso más fácil de las armas de fuego por parte de la policía. Tampoco la todavía reciente participación del PS y de EELV en la manifestación de los sindicatos policiales del 19 de mayo de 2021, frente a la Asamblea Nacional. En la izquierda, sólo LFI no asistió. 

Hoy, aunque haya sido sofocada por la conmoción causada por el vídeo de la muerte de Nahël, esta división permanece en el fondo, en las críticas dirigidas a los insumisos que se niegan a llamar a la calma. Sin embargo, Éric Coquerel quiere ser positivo: "Ahora hay una amplia comprensión en la izquierda de que, sea cual sea la forma que adopte la cólera, se trata de cosas legítimas, en particular la utilización de la policía como herramienta de control social y de discriminación de la gente en los barrios".

Todavía sin aliento tras la marcha blanca en homenaje a Nähel, en Nanterre (Hauts-de-Seine) el 29 de junio, el diputado de La Francia Insumisa (LFI) por Seine-Saint-Denis, Éric Coquerel, es categórico: "Esta marcha fue histórica: ¡por fin los círculos militantes de izquierda estaban allí! Algo ha sucedido poco a poco". Para este pilar histórico de LFI, defensor incansable de las luchas sociales y de los barrios populares, la actitud de la izquierda más militante ante los disturbios que estallaron en 2023 no se parece en nada a la de 2005. 

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