El resultado de las elecciones portuguesas, celebradas el pasado 4 de octubre, hacían prever el comienzo de un periodo de inestabilidad que se acentuó este jueves cuando el presidente, Anibal Cavaco Silva, encomendó la labor de formar gobierno al conservador Pedro Passos Coelho, cuya coalición se impuso en los comicios, aunque sin lograr la mayoría absoluta. La división en el seno de los socialistas ha sido determinante a la hora de impedir la llegada al poder de una coalición alternativa del PS, respaldada por los partidos calificados de “antieuropeístas”, el bloque de izquierdas (Bloco) y el Partido Comunista Portugués. A pesar de superar en 20 escaños al PS, a la coalición de centroderecha le faltan nueve diputados para alcanzar el umbral de los 116 representantes (de los 230 de que se compone la Cámara).
La Constitución de la que se dotó el Portugal democrático, tras el Proceso Revolucionario (PREC) de los años 1974-75, establece un régimen semipresidencial que otorga un destacado papel al jefe del Estado a la hora de formar Gobierno, tal y como recordó Cavaco Silva en su alocución televisiva del jueves. “He seguido la norma que se ha impuesto siempre, repito, que se ha impuesto siempre, en nuestra democracia, el presidente de la República invita a formar gobierno al vencedor de las elecciones”. También recordó que los perdedores nunca han impedido, a la formación o a la coalición vencedora de los comicios, formar gobierno. Y se refirió al precedente de 2009, cuando el socialista saliente José Sócrates renovó mandato con una mayoría relativa de sólo 97 diputados (10 menos de los que suman en estos momentos la coalición PSD-CDS).
Pero Anibal Cavaco Silva, que dirigió diferentes gobiernos de derechas durante una década antes de ser elegido jefe del Estado, en la primera vuelta, para dos mandatos consecutivos, no se limitó a realizar este llamamiento institucional. Al lamentar la falta de acuerdo de las fuerzas proeuropeístas, PSD, CDS y PS, por las apostó públicamente antes de las elecciones, cargaba contra el Bloco y el PCP, sin mencionarlos directamente. “En 40 años de democracia, los gobiernos de Portugal no han dependido nunca del apoyo de fuerzas políticas antieuropeístas, es decir, de fuerzas políticas que, en los programas electorales defienden la revocación del Tratado de Lisboa, del Tratado Presupuestario, de la Unión Bancaria y del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, así como del desmantelamiento de la OTAN, organización de la que Portugal es miembro fundador”. “Fuera de la Unión Europea y del euro, el futuro de Portugal sería catastrófico”, señaó el jefe del Estado.
En verdad, el acuerdo, en vías de negociación, pero que aún no han alcanzado ni ratificado los cuatro partidos de izquierda con presencia en el Parlamento (PS, Bloco, PCP y Verdes), dirigido a “formar” un Gobierno socialista, parece muy modesto en lo que se refiere a estos aspectos cruciales. A decir de los presentes en las numerosas reuniones “técnicas”, se trata exclusivamente de recuperar parte de las medidas de ajuste o de “austeridad” aplicadas por la coalición saliente en el marco del memorando firmado por el Gobierno de Sócrates con la troika en la primavera de 2011, a cambio de una asistencia financiera de 78.000 millones de euros.
Tal y como recoge la Constitución, como se encargó de recordar Anibal Cavaco Silva, la suerte del Gobierno depende del Parlamento: “La última palabra la tiene el Parlamento de la República o más concretamente los diputados del Parlamento de la República”. Es difícil no entender que tras estas palabras hay un llamamiento a la disidencia en las filas socialistas, contra la actuación del secretario general Antonio Costa, tal y como ha apuntado un responsable del PS. De hecho, basta con que ocho diputados se abstengan en la moción de censura que presentará el PS, en diez días, coincidiendo la presentación del programa del nuevo gobierno, para que Passos Coelho sea confirmado como primer ministro.
En la democracia portuguesa, la “maquinaria” de los partidos políticos tienen un peso muy importante y existe una fuerte tradición de disciplina parlamentaria, pero en las filas socialistas no existe unanimidad frente a la ruptura histórica con las prácticas del “bloque central”, que ha visto cómo el PS y el PSD (en coalición con el CDS, cuando ) alterna en el poder desde hace cuarenta años, mientras las otras formaciones quedaban excluidas del arco de gobierno. La idea de que el PCP diese su apoyo a un gobierno del PS era impensable, cuatro décadas después de la revolución de los claveles de abril de 1974. Socialistas y comunistas salieron del proceso revolucionario con una animosidad recíproca, nunca negada; hasta la víspera de las elecciones del 4 de octubre, la campaña del PCP se dirigía contra el PS.
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Pero el ascenso de Antonio Costa, exalcalde de Lisboa, al frente del PS ha dejado cadáveres por el camino. Logró apartar al exlíder de la formación, José Antonio Seguro, del que dijo había conseguido una “victoria pequeñita” en las europeas, antes de llevar él mismo al PS a una derrota sin paliativos en unas legislativas que no podía perder, tras cuatro años de coalición de centroderechas en el poder. El pacto a la hora de elaborar las listas para las legislativas permitió reducir la presencia de seguristas, pero aún suman una veintena en el Grupo Parlamentario Socialista. El candidato derrotado frente Costa, el eurodiputado Francisco Assis está en contra de la formación de un gobierno de “izquierdas” por considerar que el objetivo del PS es ejercer de primer partido opositor frente a la centroderecha. Denuncia además la voluntad de “acceder al poder a cualquier precio”.
El periodo de inestabilidad política abierto, cualquiera que sea la solución gubernamental finalmente elegida, otorga un nuevo significado a las elecciones presidenciales previstas en el mes diciembre. El sucesor de Cavaco Silva, cuyo mandato expira en marzo de 2016, será el encargado de disolver el Parlamento de la República. Y no pueden convocarse nuevas elecciones hasta transcurridos los seis primeros meses de una legislatura. El gran favorito es el profesor de Derecho Constitucional y analista político, estrella de la televisión, Marcelo Rebelo de Sousa, expresidente del PSD. Cavaco Silva quería dejar a su sucesor una situación estable y un gobierno “sostenible” aunque ahora todo apunta a que no será así. Incluso es constitucionalmente posible, aunque políticamente muy arriesgado, que el jefe del Estado saliente confíe la dirección del país, para un periodo de seis meses, a un “ejecutivo de gestión”, con el fin de descartar una coalición de fuerzas de izquierdas “inconsistente”.
Traducción: Mariola Moreno
El resultado de las elecciones portuguesas, celebradas el pasado 4 de octubre, hacían prever el comienzo de un periodo de inestabilidad que se acentuó este jueves cuando el presidente, Anibal Cavaco Silva, encomendó la labor de formar gobierno al conservador Pedro Passos Coelho, cuya coalición se impuso en los comicios, aunque sin lograr la mayoría absoluta. La división en el seno de los socialistas ha sido determinante a la hora de impedir la llegada al poder de una coalición alternativa del PS, respaldada por los partidos calificados de “antieuropeístas”, el bloque de izquierdas (Bloco) y el Partido Comunista Portugués. A pesar de superar en 20 escaños al PS, a la coalición de centroderecha le faltan nueve diputados para alcanzar el umbral de los 116 representantes (de los 230 de que se compone la Cámara).