Las consecuencias (inmediatas) del 'Brexit'

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Esta nueva ciencia promete. Se trata de la Brexitología o el estudio de las decenas de vías más o menos caóticas por las que se puede dirigir Reino Unido para salir de la Unión Europea. En los últimos meses, hay una abundante literatura –a menudo ardua, pocas veces objetiva, una combinación de economía y derecho– que reflexiona sobre lo que en la práctica acarreará el Brexit. A veces, el ejercicio se reduce a la pura especulación. Después de todo, no existen precedentes en la historia de la UE. Ningún Estado miembro ha echado mano nunca del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que prevé esta famosa salida de la Unión (en el articulado de los tratados en cambio no se prevé la salida de la Eurozona).

La cuestión es decisiva. ¿Qué sucederá tras el voto a favor de la salida de la UE de una mayoría de británicos? ¿Qué impacto tendrá sobre la economía en Reino Unido  y en el continente? ¿La libra esterlina se hundirá? ¿Se destruirá empleo? La omnipotencia de la City en Europa, segundo mercado financiero del mundo por detrás de Nueva York, está amenazada? ¿Se va a producir una escalada de precios en los supermercados? ¿Qué va a pasar con los europeos residentes en la isla?

Prácticamente, existen casi tantas respuestas a esas preguntas como estudios. Y el bajo nivel de los debates en la campaña no ayudó a aclarar las cosas.

En las discusiones ha imperado sobremanera una primera tendencia, la de los discursos catastrofistas de los contrarios al Brexit. En los últimos días, las grandes instituciones han publicado al respecto numerosos informes (FMI,  OCDE), también las autoridades británicas (el Tesoro, el Banco de Inglaterra ), así como figuras más o menos influyentes en el debate público (como el informe de los ochos exsecretarios del Tesoro norteamericano). Unos y otros se oponen a la salida. Están seguros de que el Brexit abrirá la vía a la recesión, la deslocalización y la incertidumbre. En resumen, el caos. "Un divorcio largo, costoso, desordenado", pronostica George Osborne, ministro de Finanzas (y contrario, como David Cameron, al Brexit).

Al lado de esa apisonadora mediática, los economistas partidarios del Brexit –sí, existen– prácticamente no se dejaron oír. Los hay que quieren desdramatizar, apuestan para ello por el pragmatismo de unos y otros tras el referéndum. Pero la constatación es indiscutible: el debate económico se libró durante la campaña en las filas del Remain, del "Permanezcamos en la Unión", cuando los debates migratorios e identitarios favorecieron el del del Brexit.

1. Importantes consecuencias a un lado y otro del Canal de la Mancha

El PIB de Reino Unido representa entre el 15 y el 16% del PIB de la UE y su población, algo más del 12% de los habitantes europeos. La economía británica realiza, sin contar los intercambios intraeuropeos, el 19% de las exportaciones de toda la UE. Compra alrededor del 10% de las exportaciones del conjunto de los 27 países miembros, equivalente al 3,1% de su PIB total. En ese sentido, Alemania es la gran beneficiada, ya que realiza casi un cuarto de las exportaciones de los 27 al archipiélago.

La estrecha imbricación de las economías británicas y europeas son indiscutibles. El impacto será mundial tras el Brexit. La consecuencia más fácil de imaginar, a muy corto plazo, es la subsiguiente ola de deslocalizaciones hacia la UE de multinacionales como bancos extranjeros, que operan en territorio británico. ¿Qué decidirían Airbus (10.000 empleos directos, 90.000 indirectos), Deutsche Bank (8.000) o BMW (5.500)? Hay quien habla de la destrucción de cinco millones de empleos como consecuencia del voto a favor del Brexit de la mayoría de británicos, mientras que David Cameron cifró en tres millones de empleos los puestos que se han creado por la pertenencia de Reino Unido a la UE. Según el European Council on Foreign Relations, las exportaciones británicas a la UE generan 2,3 millones de empleos. 

Esta ola de deslocalizaciones "también puede desestabilizar a corto plazo su balanza de pagos", se lee en el número de marzo de 2016 de Alternativas económicas, en referencia a este indicador de las operaciones del país con el resto del mundo. "Registra en efecto ya un déficit corriente importante (4% del PIB en 2015), financiado hasta ahora sin problemas gracias a los flujos masivos de inversiones directas (56.000 millones de dólares anuales de media en 2010, es decir lo mismo que Francia y Alemania juntas)". Si las inversiones extranjeras caen en picado, la balanza lo acusaría. De manera que la libra esterlina podría devaluarse.

Como consecuencia de esto, numerosos exportadores franceses y europeos que venden en el mercado británico podrán verse afectados, ya que de repente sus productos costarán más. En cuanto a la City, su supremacía en Europa no será discutida, pero es posible que pierda  parte de la actividad ligada a la actividad bancaria europea que podría desplazarse a Francfort (o, tal vez, ¿a París?).

Este panorama, el más desfavorable posible, explica por qué algunos vaticinios hablan de una posible entrada en recesión del país, después del divorcio con Europa. Para el Tesoro británico (que defendió la línea de Cameron), este es el escenario: -3,6% del PIB en los dos primeros años, destrucción de medio millón de empleos y caída del 12% de la libra esterlina. En cuanto a los salarios reales medios, pueden caer un 3%. En total, podría suponer hasta 6,2 puntos del PIB, de aquí a 2030. "Si creyésemos el pronóstico, el mundo se hundiría al salir de la UE. Sería muy gracioso, de no ser algo tan serio", afirmó el conservador Iain Duncan Smith, exmiembro del Gobierno de Cameron hasta comienzos de este año y partidario del Brexit durante la campaña.

Un estudio de un centro de la London School of Economics, que se presentó como neutro en el debate, estimó que la caída del PIB será de entre 2,2 y 9,5 puntos –el escenario más negativo similar a las consecuencias de la crisis financiera de 2008-2009 en el país anglosajón–. El think tank belga Open Europe, uno de los institutos más cercanos a los tories en el poder en Londres, se mostró más cauteloso: prevé diferentes escenarios que llevarían, en el horizonte del 2030, a una horquilla de entre -2,2 y + 1,5% del PIB...

2. ¿Estatus para un Reino Unido fuera de la UE?

Para prever las consecuencias del Brexit hay que conocer los términos del divorcio. Tras el referéndum, Londres tendrá derecho, conforme al artículo 50 de los tratados, a un periodo de dos años para negociar su salida, que se podría concretar en enero de 2019. Estas negociaciones serán capitales para amortiguar el impacto económico de la salida británica.

Se tratará entonces de negociar –¿qué márgenes de maniobra tiene Londres?– el acceso al mercado único europeo, decisivo para no desestabilizar a los grandes exportadores británicos. En resumen, dejar Europa, pero permanecer en la periferia... En el fondo, no será muy diferente a la situación actual, ya que Reino Unido ya se beneficia de numerosas derogaciones (opt out) sobre temas claves, como el euro o Schengen.

Aquí es donde el debate da un giro especialmente exótico. Como Noruega e Islandia, Reino Unido podría integrar el Espacio Económico Europeo. Como Suiza, podrá negociar acuerdos bilaterales, en un puñado de sectores clave. A imagen y semejanza del modelo de Turquía, podría ver la luz una unión aduanera, con aranceles del 0% en cuestiones estratégicas. Se podrán negociar un simple acuerdo de libre-comercio con la UE. O, si nada de eso funciona, conformarse con convertirse en un "país tercero" frente a la UE, como tantos otros países miembros de la OMC.

Precisión importante: la adhesión al EEE, por ejemplo, obligará a Londres a trasponer algunas leyes europeas. Y el país debería, sobre todo, aunque menos que actualmente, seguir contribuyendo a los fondos europeos... En resumen, no se explica demasiado cuál ha sido el interés de votar a favor del Brexit, para seguir bajo la tutela de Europa, si a continuación se van a nuevas imposiciones de Bruselas. Según el tipo de acuerdo que se alcance antes de 2019, el impacto sobre la economía será más o menos limitado.

Sea como fuere, y es un punto importante para el debate británico, donde las virtudes del librecomercio han conseguido consenso durante mucho tiempo, el Brexit significará la salida automática de Reino Unido de decenas de acuerdos de libre-comercio negociados estos últimos años por la UE (alcanzados con Japón, Corea del Sur, Canadá, etc.). Esto no impedirá a Londres la firma de nuevos acuerdos. Pero harán falta muchos años. Hasta entonces, Peter Mandelson, excomisario de Comercio y figura del Laborismo, anuncia ya subidas de entre el "10 y el 20%" de los aranceles sobre algunos productos.

“No es un divorcio económico en sentido estricto”

En cuanto a los dos años de negociaciones que se perfilan en el horizonte para concretar el posible estatus de Reino Unido, los observadores están divididos. Algunos dicen que países de Europa del Este, como Bulgaria o Rumanía, podrían tener la tentación de vengarse, tras haber sido estigmatizados en el debate público británico. Más aún cuando, como señala un estudio de la Fundación Robert Schuman, sólo un puñado de países (Alemania y Países Bajos, a la cabeza) tienen interés realmente en limitar el daño con Reino Unido. Lo que no constituye una mayoría de votos en el seno del Consejo, la institución que, en Bruselas, representa a los Estados miembros y que tendrá algo que decir en las negociaciones.

Otros, por contra, relativizan los riesgos. Después de todo, las negociaciones exigidas por David Cameron para mejorar el estatus de los británicos en la UE, que se anunciaban tan complicados, han acabado, sin grandes sobresaltos, en el Consejo Europeo de febrero de 2016. Así las cosas, es posible que una vez más se imponga el pragmatismo en las discusiones futuras. Para Paul de Grauwe, profesor belga de la London School of Economics: “Es probable que se alcance un acuerdo similar al que ya existe entre Noruega y la UE. Esto permitiría a Reino Unido y a la UE mantener acceso a sus mercados respectivos. Ambos socios tienen interés en alcanzas un acuerdo de este tipo. Así, el Brexit no supondría un divorcio en sentido estricto. Al contrario, contendría una serie de cambios mínimos en la naturaleza de las relaciones económicas entre los dos socios”.

3. El coste de permanecer en la Unión

¿Qué dicen de todo esto los economistas –de haberlos– que se mostraron partidarios del Brexit durante la campaña? En una tribuna del site de información especializada Politico, uno de ellos reconoció que el Brexit tendrá un coste a corto plazo, pero que en el "horizonte de 2030, la operación sería globalmente neutra". Los partidarios de la salida de la UE recuperaron un viejo argumento de los contrarios a la UE de Londres: permitirá ahorrar, no sólo en lo que se refiere a la contribución británica al presupuesto europeo (pese al cheque británico de Margaret Thatcher, Londres es un contribuyente neto al presupuesto de la UE), sino también en los costes –desorbitados, en su opinión, fruto de la "regulación" y la "burocracia" propias de la UE–. Así Boris Johnson, exalcalde de Londres y ahora rival de David Cameron durante la campaña del referéndum, juzgó que Europa "nos cuesta mucho dinero y subvierte nuestra democracia".

En opinión de los que se mostraron partidarios del Brexit, habrá que tener en cuenta estas circunstancias para medir el impacto del Brexit en la economíaBrexit. Queda un problema que no es menor de nuevo, la dificultad para medir la cuantía. Nos limitaremos a citar dos informes, redactados en Bruselas, que se contradicen entre sí. Según el primero, publicado en 2009 por Open Europe, el coste de las regulaciones introducidas en Reino Unido a causa de las directivas y otros reglamentos votados en Bruselas asciende a 140.000 millones para 1998-2008. En el otro extremo, el Parlamento Europeo, en 2014, puso cifras al "coste de la no Europa". En su opinión, la situación es la inversa, la europeanización de algunas cuestiones (mercado único ,unión bancaria, lucha contra el fraude fiscal, etc.) ha permitido a los 28 Estados miembros ahorrar... 994.000 millones de euros anuales.

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Dos nuevos sondeos vaticinan el éxito del 'Brexit' a una semana de las elecciones

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Traducción: Mariola Moreno

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Esta nueva ciencia promete. Se trata de la Brexitología o el estudio de las decenas de vías más o menos caóticas por las que se puede dirigir Reino Unido para salir de la Unión Europea. En los últimos meses, hay una abundante literatura –a menudo ardua, pocas veces objetiva, una combinación de economía y derecho– que reflexiona sobre lo que en la práctica acarreará el Brexit. A veces, el ejercicio se reduce a la pura especulación. Después de todo, no existen precedentes en la historia de la UE. Ningún Estado miembro ha echado mano nunca del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que prevé esta famosa salida de la Unión (en el articulado de los tratados en cambio no se prevé la salida de la Eurozona).

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