Andar por los pasillos de la cumbre denominada Principles First (los principios primero) es como descubrir otro Partido Republicano. En esa reunión, que se celebró el sábado 24 y el domingo 25 de febrero en un gran hotel de Washington, no hubo alabanzas a Vladimir Putin ni descabelladas teorías sobre el "robo" de las elecciones presidenciales de 2020 por parte de los demócratas. En sus chaquetas y vestidos se veían pins con la bandera ucraniana. Liz Cheney y Adam Kinzinger, los únicos diputados republicanos que han participado en la comisión parlamentaria de investigación sobre el ataque al Capitolio, son adorados e incluso aparecen en los carteles de la entrada.
Por encima de todo, odian a Donald Trump. La gente que te encuentras por los pasillos le llama nada menos que "tirano", "amenaza para la democracia", "líder de una secta" y "perdedor en serie".
Principles First, fundado en 2020, se considera un refugio para los republicanos anti-Trump, conservadores moderados con un perfil urbano y universitario, nostálgicos de la época en que el partido no rendía culto a la personalidad de un empresario corrupto. Esta cumbre era relativamente desconocida hasta ahora, eclipsada por el circo trumpista del CPAC (Conservative Political Action Committee), otra conferencia que suele celebrarse al mismo tiempo en las afueras de Washington.
Pero en este año electoral, en el que el intempestivo empresario es el gran favorito para encabezar su partido en las elecciones presidenciales del próximo noviembre, registró récord de asistencia. Se apuntaron más de setecientas personas, más del doble que en años anteriores.
"Ser republicano y estar en contra de Trump puede llevar al aislamiento, por eso hacemos este tipo de eventos", explica John Houghton, un asistente parlamentario californiano de 24 años. Se distanció del trumpismo tras el asedio al Capitolio del 6 de enero de 2021. "De momento, me considero republicano, pero ya veremos después de las elecciones de noviembre".
Miedo a la "tiranía”
Durante los dos días de conferencias organizadas por Principles First, John estuvo bien arropado. La lista de ponentes parecía un Who’s who de los enemigos públicos de Donald Trump en la derecha: organizadores electorales en Georgia y Arizona señalados por el líder Maga (Make America Great Again), cargos críticos, miembros de su Gobierno desengañados... Sea cual sea su perfil, su oposición al líder les ha llevado a ser vetados en los círculos trumpistas, insultados e incluso amenazados de muerte.
En el escenario flanqueado por dos banderas estadounidenses, estos rebeldes no tuvieron pelos en la lengua para hablar del peligro de un segundo mandato del líder populista. Adam Kinzinger, ex congresista por Illinois que ha decidido no presentarse a la reelección en 2022, se preocupó por una posible salida de Estados Unidos de la OTAN y, al término de la cumbre del domingo, calificó al Grand Old Party (GOP, partido republicano) de "partido de Putin". El día anterior, Michael Steele, ex presidente de la dirección nacional del partido, había denunciado la "tiranía de Donald Trump".
La cabeza de cartel del acto no era otra que Cassidy Hutchinson, asistente de Mark Meadows, jefe de gabinete de Donald Trump en la Casa Blanca. Por testificar sobre la actuación de su jefe ante la comisión parlamentaria sobre los sucesos del 6 de enero de 2021, recibió amenazas de muerte que la obligaron a abandonar Washington y esconderse.
Protegida por un guardaespaldas, esta republicana de 28 años fue aclamada en Principles First, donde acudió para firmar su nuevo libro y recibir un premio por su valentía. Aprovechó para pedir el voto para Joe Biden en caso de que su rival sea Donald Trump. "Si vuelve a ganar, será el mayor salto del país hacia el fascismo", dijo.
La edad de Biden, su estado mental, todo eso es secundario. Trump ha perdido los estribos hace mucho tiempo.
Teme que su ex jefe reactive una oscura orden ejecutiva conocida como Schedule F, que facilitaría el despido de ciertos funcionarios clave y su sustitución por lacayos. “Ante la disyuntiva Trump-Biden, sólo hay un candidato que apoyará la democracia", prosiguió. Debemos hacer todo lo posible para que Donald Trump no vuelva a acercarse al Despacho Oval".
Es cierto que los Never Trumpers (Nunca más Trump) son una minoría dentro del Partido Republicano, pero para Heath Mayo, el abogado tejano fundador de Principles First, el contingente es lo suficientemente grande como para marcar la diferencia en las próximas elecciones: las presidenciales y las legislativas, que tendrán lugar al mismo tiempo.
"Representamos una parte cada vez mayor del electorado republicano, mientras que el segmento Maga se va reduciendo. Esto se ve no sólo por la creciente asistencia a nuestra cumbre, sino también por el desempeño actual de Nikki Haley, la rival de Donald Trump en las primarias, que está atrayendo entre el 35% y el 45% de los votantes", afirma (este fin de semana, en las primarias de Carolina del Sur, llegó a obtener el 39%). Eso es significativo si pensamos en las elecciones generales. De hecho, si alrededor del 40% del electorado de un partido dice que no le gusta su candidato, que está dispuesto a hacer campaña activamente contra él o a votar a otro, está abocado al fracaso".
Esos votos serán muy valiosos para Joe Biden porque que está luchando por movilizar a su propio campo, no muy entusiasmado con su candidatura. Siempre, claro, que procedan de los Swing States, la docena de Estados indecisos que son estratégicos para el control del Congreso y de la Casa Blanca. "El ala republicana anti-Trump puede ser muy influyente", confirma Jeff Timmer, consultor que trabajó en la campaña de John Kasich, uno de los adversarios de Donald Trump en las primarias de 2016. "Pueden elegir anteponer el país al partido, la democracia al autoritarismo. Por supuesto, votar a Biden supondría tomar decisiones ideológicas que normalmente no tomarían, pero está en juego la democracia, no estamos hablando de un simple cambio en el baremo fiscal."
Infraestructura de campaña
La mayoría de los que hemos entrevistado en los pasillos tenían previsto votar por el presidente saliente, a pesar de sus reticencias. El jubilado Matthew Callan cree que la izquierda es demasiado derrochadora, pero no votará al multimillonario. "Una abstención es un voto a favor de Trump. Si sale elegido, Estados Unidos no será lo mismo".
Mary Pat Gassmann luce con orgullo en su jersey un pin con la bandera ucraniana. Como católica, no ve con buenos ojos el apoyo de Joe Biden a la causa trans y al aborto, pero sigue siendo mejor que Trump. "Si voto a Biden será por su apoyo a Ucrania, porque creo que es una vergüenza el bloqueo de la ayuda militar por una minoría de republicanos en el Congreso. La edad de Biden, su estado mental, todo eso, es secundario. Trump ha perdido los estribos hace mucho tiempo", afirma.
A ocho meses de las elecciones, esta derecha alternativa aún tiene trabajo por hacer. A diferencia del bando de Trump, que cuenta con todo un ecosistema de medios conservadores, militantes y aliados políticos en todos los niveles del partido, aún tiene que desarrollar su infraestructura de campaña.
Afortunadamente, no parte de cero. De hecho, las elecciones de 2020 han dado lugar a numerosas iniciativas para movilizar a este sector del electorado conservador. Una de las más conocidas es el Lincoln Project, una estructura fundada por republicanos anti-Trump que se dio a conocer por sus contundentes acciones en las redes sociales durante la pasada campaña.
El domingo, al término de la cumbre, a Adam Kinzinger se le veía confiado ante un reducido grupo de periodistas. "Tenemos que crear alianzas no naturales entre la derecha razonable, el centro y la izquierda. La clave para el resto de la campaña será hacer que esta coalición ideológicamente heterogénea se mantenga. Si lo conseguimos, seremos suficientes para vencer a esa secta tóxica trumpista", dijo.
Por su parte, está movilizando a su grupo Country First (el país primero) para formar a candidatos "pro-democracia" y "pro-libertad" para entrar en política. También está haciendo campaña a favor de la introducción del voto preferencial, por el que los votantes clasifican a los candidatos en liza por orden de preferencia. Un sistema que, en teoría, reduce las posibilidades de éxito de los elementos más extremistas.
Él también piensa votar a Joe Biden. “Durante la campaña", dice, "me aseguraré de que los locos no salgan elegidos y de que Donald Trump no vuelva a entrar jamás en el Despacho Oval".
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Traducción de Miguel López
Andar por los pasillos de la cumbre denominada Principles First (los principios primero) es como descubrir otro Partido Republicano. En esa reunión, que se celebró el sábado 24 y el domingo 25 de febrero en un gran hotel de Washington, no hubo alabanzas a Vladimir Putin ni descabelladas teorías sobre el "robo" de las elecciones presidenciales de 2020 por parte de los demócratas. En sus chaquetas y vestidos se veían pins con la bandera ucraniana. Liz Cheney y Adam Kinzinger, los únicos diputados republicanos que han participado en la comisión parlamentaria de investigación sobre el ataque al Capitolio, son adorados e incluso aparecen en los carteles de la entrada.