La victoria es holgada. Al frente de una vasta alianza, que abarca desde el Partido Comunista hasta el centroizquierda, el exdiputado y líder estudiantil Gabriel Boric, de 35 años, se ha impuesto con el 56% de los votos frente al candidato de extrema derecha, José Antonio Kast. Encarna una nueva izquierda, a la vez moderada y que rompe con las fuerzas que contribuyeron a la “transición a la democracia”. El presidente electo chileno había prometido durante la campaña acabar con el legado neoliberal de la dictadura.
Gabriel Boric se maneja muy bien con los símbolos. La noche de su victoria en las primarias de la coalición de izquierdas Apruebo Dignidad para las elecciones presidenciales chilenas, el 18 de julio, se desmarcó cerrando su discurso con un guiño a Salvador Allende. “Pronto, en todas las regiones de Chile, se abrirán de nuevo las grandes alamedas para que pase el hombre y la mujer libre para construir una sociedad mejor”, prometió a sus partidarios.
El expresidente socialista de la Unidad Popular (UP, que aglutinó al Partido Comunista y al Partido Socialista entre 1970 y 1973) pronunció esta frase en el Palacio de la Moneda, bombardeado durante el golpe militar de Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Ese día, la esperanza suscitada por la “vía chilena al socialismo” esbozada por el compañero presidente terminaba con derramamiento de sangre.
Aunque el contexto haya cambiado, volver a conectar con la memoria de los mil días del gobierno de la UP tiene sentido para el joven candidato de la nueva izquierda chilena. A sus 35 años (la edad legal mínima para acceder a gobernar el país), Gabriel Boric encarna la posibilidad de dar un giro a la izquierda en Chile, después de tres décadas de “transición pactada” a la democracia, y de alternancia entre la Concertación Democrática (el centro-izquierda de Michelle Bachelet) y la derecha (incluido el actual jefe de Estado Sebastián Piñera). Su victoria representa una ruptura con el orden electoral que se había construido desde la vuelta a las elecciones pluralistas en 1989.
Si un escenario así ha sido posible, es porque la configuración política del país andino ha dado un vuelco en pocos años. La histórica revuelta social de octubre de 2019 abrió un proceso constituyente, aprobado en referéndum por el 78% de los votantes el 25 de octubre de 2020. La elección de la Convención Constitucional de mayo de 2021 estuvo marcada por el desvanecimiento de la derecha y de la antigua Concertación (la coalición de centroizquierda que gestionó la transición a la democracia hasta la década de 2010).
Las recientes victorias de una joven activista feminista y comunista como alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, y de un activista contra la privatización del agua como gobernador de la región de Valparaíso, Rodrigo Mundaca, fueron otros indicios de esta apertura del campo de posibilidades en un país que ha sido un laboratorio del neoliberalismo.
En este contexto de oposición a este persistente legado de la dictadura, mientras los movimientos sociales de 2019 estaban más apagados por la pandemia que completamente extinguidos, Gabriel Boric ha sabido hacerse con la Presidencia frente a un candidato de extremaderecha, José Antonio Kast, que reivindicaba alto y claro el legado de Pinochet y preocupaba a los defensores de la libertad.
“Frente a la misma crisis, Boric encarna una salida progresista y socialmente transformadora, mientras que Kast suponía una salida conservadora, autoritaria, antifeminista y escéptica del clima”, resume Pablo Abufom, editor chileno y miembro del consejo de redacción de la revista Jacobin América Latina. Esto demuestra que el peso de la historia descansa sobre los hombros de Gabriel Boric.
El candidato electo, nacido en 1986 en Punta Arenas, en el sur de Chile, no representa, sin embargo, el resurgimiento del socialismo democrático que encarnó Salvador Allende en su momento. Además, Boric ni siquiera era considerado el favorito de los antineoliberales.
Los antineoliberales, en gran medida representados por la coalición Apruebo Dignidad, que reúne al Frente Amplio (coalición nacida en 2016) y al Partido Comunista de Chile, celebró unas primarias internas el 18 de julio. Se esperaba que Daniel Jadue, el candidato comunista y popular alcalde de Recoleta, ganara las elecciones. Sin embargo, Gabriel Boric se impuso con claridad, consiguiendo casi un millón de votos, es decir, el 66% de los sufragios emitidos.
Para entender este éxito y lo que Boric intenta hacer con él en el plano nacional, hay que desandar su camino militante e ideológico.
Una trayectoria de “meteorito” político
Hace 11 años, Gabriel Boric era un completo desconocido en el país. Sin embargo, ya se había hecho un nombre en la facultad de Derecho de la Universidad de Chile en Santiago.
En 2004, el futuro líder político comenzaba sus estudios universitarios. Rápidamente estableció vínculos políticos e intelectuales con compañeros que se identificaban con el “autonomismo”.
“Se trata de un pensamiento político singular”, explica Axel Nogué, investigador de historia contemporánea en la Universidad de Toulouse 2-Jean Jaurès. “Desarrolla una crítica a las experiencias de izquierda del siglo XX, incluida la de la Unidad Popular, y reivindica una estrategia de emancipación del pueblo y de los sectores más oprimidos que pasa por herramientas de pensamiento adquiridas fuera de las instituciones”.
De acuerdo con esta idea, Boric y sus amigos fundaron la Izquierda Autónoma en 2008. Este colectivo político señala los límites de la transición pactada apoyada por la Concertación, pero también rechaza la tradición encarnada por el Partido Comunista.
“Lamenta su vieja estética, su ‘centralismo democrático’ y su llamamiento a viejos actores como la clase obrera”, explica Axel Nogué. “En efecto, la Izquierda Autónoma es consciente de que durante la dictadura se produjo una refundación de la sociedad que desestructuró el antiguo tejido social de la época de la Unidad Popular. Según la Izquierda Autónoma, las lecciones del pasado deben servir para producir nuevas herramientas políticas, para construir algo inédito”.
Esta es la matriz principal de Gabriel Boric, quien, sin embargo, no se implica en la elaboración ideológica propiamente dicha. Su talento es ante todo el de un activista, con indudables dotes de oratoria y quedemuestra un innegable saber hacer sobre el terreno. En 2009, cuando era presidente del Centro de Estudiantes de Derecho (CED), encabezó una movilización de 44 días contra la impugnada gestión del decano Roberto Nahum.
El episodio es crucial para explicar que terminase por liderar la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) a fines de 2011. Contra todo pronóstico, Boric ganó a la comunista Camila Vallejo, en la actualidad miembro de su equipo de campaña.
Como líder estudiantil ya conocido en todo el país, Gabriel Boric pasó a ser una figura del movimiento estudiantil de 2011-2012, que reclama una educación pública gratuita y de calidad. Fueron las mayores movilizaciones estudiantiles desde la vuelta a la democracia, descritas por algunos como una “primavera chilena” que puso de manifiesto los callejones sin salida del modelo neoliberal y politizó a cohortes enteras de jóvenes.
Boric es ahora partidario de dessectorizar la lucha para vincularla a otros sectores que sufren la infrainversión pública, la competencia despiadada y la inseguridad. En las elecciones legislativas de 2013, al igual que otros líderes estudiantiles surgidos con motivo de las mismas, consiguió ser elegido. Su hazaña fue resultar elegido como candidato independiente, sin el apoyo de una maquinaria política. El hecho reforzó su notoriedad.
“Toda su vida, Boric ha vencido a las encuestas”, observa Víctor de la Fuente, director de la edición chilena de Le Monde diplomatique. “En 2011 fue elegido presidente de la Fech cuando nadie se lo esperaba y, unos años más tarde, se convirtió en el único diputado de Izquierda Autónoma, en contra del sistema binominal [sistema electoral que favorece la permanencia de las dos grandes coaliciones desde la restauración de la democracia]”.
En la Cámara de Diputados, Boric forma tándem con Giorgio Jackson, otra figura del movimiento estudiantil. Ambos buscan capitalizar los bloqueos de los partidos de centroizquierda en el poder. Michelle Bachelet, frenada por los sectores más conservadores de su coalición, es notablemente incapaz de llevar a buen puerto el proceso constituyente prometido.
“Durante los años 2015-2016, Boric y sus amigos quisieron plasmar estas frustraciones y trabajar en la constitución de una tercera fuerza política alternativa, rompiendo con la Constitución de 1980, por un lado, y con el orden socioeconómico entregado por la dictadura, por otro”, dice Axel Nogué.
Boric se emancipó entonces de la Izquierda Autónoma, creó un nuevo movimiento y se reagrupó con otras pequeñas formaciones bajo la bandera del Frente Amplio. Tomando el nombre del movimiento uruguayo que obtuvo aplastantes victorias electorales a partir de 2004, esta coalición nació oficialmente en 2016. Su candidata, Beatriz Sánchez, obtuvo un 20% en las elecciones presidenciales de 2017, pero no llegó a la segunda vuelta.
La existencia del Frente Amplio no elimina la existencia de sus miembros. Lo mismo ocurre con la actual coalición Apruebo Dignidad, que aglutina al Frente Amplio, al Partido Comunista y a los ecologistas. Sin embargo, el encuentro se produjo para aprovechar una ventana de oportunidad; por un lado, la apertura del proceso constituyente tras la irrupción popular de 2019 y, por otro, un examen de conciencia del Partido Comunista, que había gobernado con el centro-izquierda entre 2014 y 2018 y que ahora buscaba otro tipo de alianza.
Si Gabriel Boric ganó las primarias de esta coalición, no fue sin haber asumido riesgos de antemano. El 15 de noviembre de 2019, en plena revuelta social, cuando el presidente Piñera envió al Ejército a la calle por primera vez desde la dictadura, y varios manifestantes murieron en los disturbios, el diputado del Frente Amplio firmó un acuerdo de paz negociado con el gobierno. El Partido Comunista lo boicoteó. Más vergonzoso: una facción del Frente Amplio también se puso en pie de guerra, incluido el líder de su propio partido, Convergencia Social.
“Para una parte de los movimientos y de la izquierda radical, este acuerdo enterraba el poder de la calle y la posibilidad de impugnar al presidente Piñera”, explica Franck Gaudichaud, profesor de historia de América Latina en la Universidad de Toulouse 2-Jean Jaurès. Boric, que ha condenado sistemáticamente todas las formas de violencia política desde 2011, sólo firma, por tanto, en su nombre. Sin embargo, el acuerdo tiene el mérito de formalizar el lanzamiento del proceso constituyente y estabilizar una situación cuyo carácter caótico no era del gusto de todos.
“Una gran parte de la población quería una transición pacífica”, confirma Axel Nogué. “Boric respondió a la parte menos conflictiva de su electorado, que finalmente fue mayoritaria, a tenor del resultado en las primarias. Su firma del acuerdo, en 2019, habrá contribuido a modificar su imagen de activista adquirida desde 2011. Tenía un lado contestatario, al que añadió una vertiente institucional. Aunque, en realidad, siempre ha sido una persona muy gradualista”
Una campaña “de centro”, pero para pasar la página del neoliberalismo
La victoria de Gabriel Boric en las primarias de Apruebo Dignidad se inscribe en la continuidad de esta trayectoria: una promesa de romper con el persistente legado de la era Pinochet, pero sin poner las cosas patas arriba.
Durante estas elecciones, el Partido Comunista presentó propuestas más radicales e intentó movilizar a los abstencionistas y, por tanto, a las clases trabajadoras que aportan los principales batallones. Pero “esta campaña resultó ser un fracaso, mientras que Boric tuvo más éxito al movilizar a su electorado más intermedio, así como a la antigua base electoral de la Concertación”, observa Franck Gaudichaud.
Más que los comunistas, Boric supo hablar de temas relacionados con la desigualdad de género, los derechos de las minorías sexuales y la protección del medio ambiente. Al mismo tiempo, hizo de su comportamiento en 2019 un activo: “Utilizó su apoyo al acuerdo de 2019 como garantía de ‘gobernabilidad’, que es un concepto central en Chile”, comenta Axel Nogué.
En definitiva, el antiguo líder del movimiento estudiantil de 2011 supo actuar como aglutinador, pero ofreciendo una salida tranquilizadora a los progresistas reacios a ser representados por Daniel Jadue. “Todos pensamos que [este último] encarnaba mejor el espíritu de la revuelta, pero Boric tenía la ventaja de no ser comunista, en un país que es muy anticomunista”, dice el editor chileno Pablo Abufom.
Durante los debates televisados, aunque compartiendo lo esencial con su rival, Boric se distinguió así por distanciarse de los sectores más radicales de la revuelta de octubre de 2019, y por acercarse a antiguas figuras del centro izquierda.
Entre ellas, dos son especialmente simbólicas: el exministro socialista Jorge Arrate y la diputada socialista Maya Fernández, que es nada menos que la nieta de Salvador Allende. Esto a pesar de que el Partido Socialista apoya oficialmente a la candidata demócrata cristiana Yasna Provoste.
En este sentido, Boric parece haber asumido el reto planteado por el expresidente uruguayo José Pepe Mujica, figura de la izquierda latinoamericana, en una entrevista que le hizo tras su victoria en las primarias: “Hay que unir a la gente. Reunir es el eterno problema de la izquierda. Por eso Franco murió en su cama y por eso Hitler llegó al poder. La izquierda se divide por las ideas, porque quiere ponerse de acuerdo a toda costa, mientras que la derecha no tiene problemas para unirse en torno a sus intereses”.
Pero, ¿cuál es exactamente el contenido de esta unidad? A la hora de caracterizar el proyecto del candidato Boric, a nuestros interlocutores les cuesta encontrar las palabras para hacerlo. El término “socialdemócrata”, aparte de su connotación muy europea, no da mucha información sobre la ruptura real con la hegemonía ejercida por el centroizquierda sobre las filas que nunca se reconocerán en la derecha. Al mismo tiempo, sus propuestas no tienen el potencial de desafiar los fundamentos del orden social, por lo que a veces es tratado de “amarillo” (“traidor social”) por los manifestantes (como en este vídeo en el que fue desafiado violentamente en la calle).
“Su programa es claramente de izquierdas pero moderado. Podemos llamarlo postneoliberal en un sentido progresista”, intenta resumir Franck Gaudichaud. El documento, que no fue revelado hasta muy tarde, durante la campaña (el 1 de noviembre, mientras que la primera vuelta tuvo lugar el 21), está atravesado por cuatro ejes transversales: la descentralización, el feminismo, el trabajo digno y la crisis climática (eligió un árbol, ya presente en su primer vídeo de campaña, como símbolo político).
Entre sus 53 propuestas (que pueden consultarse aquí), las más centrales tratan del fin del sistema de pensiones por capitalización individual y la implantación de un sistema estatal de solidaridad, el refuerzo de la educación pública, la legalización del aborto (por el momento sólo legal en caso de peligro para la vida de la madre o del hijo o en un supuesto de violación), la regulación de los alquileres o la construcción de 260.000 viviendas dignas. En este sentido, Boric ofrece otra garantía: “Con él, podremos continuar los trabajos de la Convención Constitucional, algo que no estaba claro con Kast”, subraya Víctor de la Fuente.
Esta forma de tender puentes entre las demandas de los movimientos sociales y las instituciones recuerda a la experiencia de Podemos en España, aunque Boric no haya construido un movimiento político tan potente como el que lideró Pablo Iglesias.
“Quiere romper a la vez con la Concertación y construir una nueva gobernabilidad de izquierdas, distanciándose tanto del centro-izquierda tradicional como de sectores de la izquierda radical”, dice Pablo Abufom.
Mantuvo contactos con Íñigo Errejón, cofundador de Podemos y fundador de Más País en España, antes de seguir su propio camino. Son coherentes con el posicionamiento de un progresismo verde emancipado del trágico pasado del movimiento obrero. En cuanto a Pablo Iglesias, ya alejado de la dirección de Podemos, apoyó públicamente a Boric, elogiando en Twitter su denuncia de los elementos discriminatorios del programa del candidato ultraderechista, durante el último debate televisado entre los candidatos a la presidencia el 15 de noviembre.
Ahora que ha resultado elegido, todo un país espera ver cómo va a abrir “grandes alamedas” hacia una sociedad mejor.
Traducción: Mariola Moreno
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