Cuando se cumple el 30º aniversario de la caída del Muro de Berlín, ¿sigue siendo relevante la división Este-Oeste para entender cómo funciona la política de Bruselas? ¿La incorporación de los países de la Europa del Este a la UE, en 2004, ha debilitado a las izquierdas del Parlamento Europeo?
Laure Neumayer, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de París 1, en una entrevista con Mediapart (socio editorial de infoLibre), responde a estas delicadas cuestiones y aborda el alcance de su trabajo en torno al activismo en defensa de la memoria de los eurodiputados de los países de Europa del Este, que quieren que los “crímenes del comunismo” sean reconocidos en el Parlamento Europeo.
PREGUNTA: La división Este-Oeste ¿es tan pertinente como lo era en 2004, cuando la UE se amplió hacia los países del Este, para entender la política en Bruselas?
RESPUESTA: Hay quien trabaja en construir una división Este-Oeste. En particular, los cuatro países del Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia) desean tomar la iniciativa en un grupo informal de países de Europa del Este. Se trata de un trabajo político, en particular de Viktor Orbán y de las autoridades polacas, porque no hay nada natural en este bloque.
Esta división es reciente, vinculada a la crisis de acogida de refugiados en 2015. También es precaria. Incluso se trata más de un tándem polaco-húngaro. La nueva presidenta eslovaca ha tomado posiciones claras en contra de Orbán. En cuanto a los checos, nunca han estado realmente implicados en este grupo, no están interesados.
P: El grupo de Visegrado no es tan coherente como le gustaría.
R: Sí, hay grandes diferencias entre sus miembros. Los polacos y los húngaros, por ejemplo, no están de acuerdo en la cuestión clave de las relaciones con Rusia. Pero, en efecto, existe el intento de trabajar juntos en cuestiones de migración, de presupuesto de la UE y en las violaciones del Estado de Derecho. Incluso aunque, una vez más, esto no abarca a todos los países que entraron en 2004 y 2007.
P: A menudo se dice que la UE, que se ve enfrentada a múltiples crisis, está pagando el precio de una ampliación mal pensada y precipitada. Estoy pensando, por ejemplo, en los debates sobre trabajadores desplazados y la competencia entre Oriente y Occidente. ¿Qué opina?
R: La ampliación de 2004 y 2007 se decidió en 1993 sin llevar a cabo un debate en profundidad en una fase temprana en los Estados miembros. Posteriormente, esto dio lugar a falsos debates, por ejemplo sobre el fontanero polaco en Francia durante la campaña del Tratado Constitucional Europeo (TCE) de 2005. Me parece que fue una forma absurda de pensar en las consecuencias de la ampliación.
Es cierto que un número significativo de países, con un nivel de desarrollo más bajo, acapararon, desde 2004, buena parte de los fondos estructurales y de la financiación de la Política Agrícola Común (PAC), aunque haya ha habido discriminación para los agricultores del Este. Estas transferencias son legítimas desde el punto de vista del proyecto europeo. Pero fue algo que no se dijo claramente de antemano. La ausencia de debate contribuye a la hora de percibir la competencia desleal del Este. Sobre todo porque algunos –estoy pensando en los mandatarios húngaros– se benefician financieramente de la UE y políticamente de las críticas a la UE.
P: Desde 2004 también se tiene la impresión de que el juego se complica aún más para las formaciones de izquierdas de Bruselas...
R: Sí, porque en Europa Central, por decirlo de forma muy simplificada, las fuerzas de la izquierda son marginales. También son muy liberales en términos económicos. Para sobrevivir, los antiguos partidos comunistas se adherieron a la tercera vía blairista. Para ganar legitimidad, y quizás también por convicción, han defendido la economía de mercado, en comparación con la economía administrada, son partidos muy liberales.
Por lo tanto, la ampliación ha debilitado a la izquierda tradicional y no ha fortalecido al grupo ecologista. Es el Partido Popular Europeo (la derecha) y, en menor medida, la extrema derecha, los que se han beneficiado de esta ampliación.
P: Emmanuel Macron acaba de oponerse a la apertura de las negociaciones sobre la adhesión de Albania y Macedonia del Norte. La Presidencia del Gobierno francés explica que prefiere reformar la Europa de los 27 en lugar de seguir adelante con la ampliación, sacando lecciones de 2004. Algunas personas denuncian lo que califican de “grave error histórico”. ¿Qué le parece?
R: Tiene razón al decir que al integrar a los países de Europa Central, en 2004 y 2007, Europa se ha privado de medios para presionar a estos países. Instituciones como el Tribunal de Justicia de la UE han sido diseñadas para Estados para quienes los dictámenes de dicho Tribunal son importantes, lo que no es el caso de Hungría o de Polonia. No nos hemos ampliado a democracias consolidadas.
Pero no creo que sea una buena idea negarse a abrir estas negociaciones. En particular, con Macedonia del Norte, que ha hecho un esfuerzo notable por cambiar su nombre para cumplir con las exigencias de Grecia, sobre la base de la promesa de iniciar negociaciones. Esto supone un problema para la credibilidad de la UE. Se podría haber enviado una señal política a Macedonia del Norte y quizás a Albania, explicando al mismo tiempo que la apertura de los debates no significaba necesariamente una entrada rápida en la UE.
Cerrarles la puerta es totalmente contraproducente hoy en día. Esto ya está desestabilizando a Macedonia. Y ahora Serbia quiere unirse a la Unión Económica Euroasiática formada en torno a Rusia.
P: Hablemos de su trabajo sobre el activismo de la memoria de los representantes electos de Europa del Este en Bruselas. La resolución de abril de 2009 sobre “la conciencia europea y el totalitarismo” marca, en su opinión, un punto de inflexión. ¿Por qué?
R: En primer lugar, esta resolución demuestra que los representantes de los nuevos Estados miembros han conseguido afirmarse en esta Cámara sobre una cuestión que no es fundamental para las políticas públicas comunitarias, pero que es una cuestión simbólica importante en los antiguos países comunistas.
Pero también es un texto importante si nos fijamos en cómo la UE intenta sacar a la luz una hipotética identidad común. Este es el reconocimiento oficial de una tesis muy discutida, que establece la equivalencia entre el comunismo y el nazismo.
P: ¿Quiénes son las personas a las que ustedes llaman “emprendedores de la memoria” en el Parlamento Europeo?
R: Trabajé en un grupo de 18 diputados, elegidos para la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en la década de 1990, o diputados al Parlamento Europeo desde 2004, y algunos hasta 2014. Con la excepción de algunos, entre ellos el polaco Bronislaw Geremek [miembro del grupo liberal ALDE ], la mayoría proceden de las filas del Partido Popular Europeo [PPE, el mayor grupo del Parlamento Europeo por el número de representantes electos, anclado a la derecha].
Desde el momento de su adhesión, trataron de incluir la cuestión del comunismo en la agenda parlamentaria y, más concretamente, de conmemorar a las víctimas del comunismo y denunciar lo que ellos llaman los crímenes del comunismo. Aprovecharon la ocasión de la conmemoración del final de la Segunda Guerra Mundial en 2005 para empezar a dejar oír las especificidades históricas de Europa Oriental. Era importante para ellos decir que 1945 no sólo fue el año de la liberación del fascismo, sino también el comienzo de una nueva tiranía para gran parte de Europa.
“La capacidad de influencia de estos eurodiputados no es exponencial”
P: ¿Esto ha provocado conflictos ideológicos en el Parlamento Europeo?
R: De hecho, hay conflictos muy fuertes con el Grupo Socialdemócrata y el Grupo de Izquierda Crítica (GUE). El francés Francis Wurtz [eurodiputado del PCF de 1979 a 2009], y más tarde Marie-Christine Vergiat [eurodiputada de 2009 a 2019], adoptaron una posición muy firme en estos debates.
Por contra, el PPE ha obtenido muy fácilmente el apoyo de los liberales del ADLE o de los ecologistas, en nombre de la defensa de las libertades individuales. Daniel Cohn-Bendit [eurodiputado de 1994 a 2014] ha denunciado en varias ocasiones la equivalencia entre nazismo y comunismo, explicando que estas tiranías deben ser condenadas de la misma manera.
P: ¿Qué dijeron los comunistas?
R: Francis Wurtz denunció en 2005 una forma de revisionismo. En su opinión, esta presentación de la historia equivalía a ocultar el papel liberador del Ejército Rojo en Europa del Este, a restar importancia a la victoria sobre el fascismo, que no habría sido posible sin el Ejército Rojo.
La otra crítica que les dirigió fue decir que su demanda de equivalencia entre el nazismo y el comunismo equivalía a negar la singularidad de la Shoah. El primer texto adoptado en 2005 reconoce finalmente la singularidad de la Shoah. Pero esta precisión es mucho menos clara en la resolución de 2009.
P: Diez años después, ¿qué impacto tuvo esta resolución de 2009?
R: Un impacto contradictorio. En 2009, los “emprendedores de la memoria” de Oriente obtuvieron el reconocimiento de las víctimas de los crímenes del comunismo. Pero su movilización ha llevado a otros cargos electos, sobre todo del sur de Europa, a movilizarse para que se reconozcan los crímenes del franquismo, de la dictadura de los coroneles griegos o de Mussolini. Por lo tanto, la resolución denuncia todos los regímenes autoritarios y totalitarios: la causa anticomunista se ha diluido.
Después de 2009, intentaron mantener la cuestión de los crímenes comunistas en el primer plano de la agenda. Pidieron a la UE que creara un tribunal internacional para juzgar a los antiguos líderes comunistas que aún estaban vivos, recordando que muchos nazis de 90 años estaban siendo juzgados. También propusieron armonizar el contenido de los libros de texto para evocar la historia del bloque oriental en toda Europa. Pero fracasaron.
P: El pasado mes de septiembre se adoptó una resolución sobre “la importancia de la memoria europea para el futuro de Europa”. ¿Qué le parece?
R: Sí, estos mismos “emprendedores de la memoria” intentan aprovechar las oportunidades que ofrecen todas las conmemoraciones. En esta ocasión, se trataba de conmemorar el 80º aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los representantes electos movilizados son principalmente diputados de Europa Central y de los países bálticos.
Su concepción de la historia sitúa en el centro el pacto germano-soviético Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939, que llevó a la división de Europa Central y Báltica en zonas de influencia entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. La nueva resolución hace de este pacto la causa directa de la Segunda Guerra Mundial. También ve la existencia de este pacto como una señal de proximidad estructural entre los regímenes comunista y nazi.
P: Seguimos teniendo la impresión de que estos debates conmemorativos siguen siendo más animados en las capitales del Este, y más apagados, hoy, en Bruselas? Estoy pensando en las controversias que rodean el uso del término “campos de exterminio polacos” o la construcción de un museo del Holocausto en Hungría...
R: Estos representantes electos de Europa del Este se han dado cuenta, me parece, de que han llegado a sus límites en los órganos oficiales del Parlamento Europeo. Y que, además de adoptar resoluciones como las del pasado mes de septiembre, su capacidad de influencia no era exponencial. Sin embargo, la cuestión está siempre presente en los debates nacionales.
Hoy en día, los desafíos de la memoria siguen siendo explotados por las fuerzas políticas que compiten en el Este. Treinta años después de la caída del comunismo, la cuestión de la memoria no desaparece. En la década de los 90, pensamos que estaba relacionado con la apertura de los archivos, con el hecho de que la palabra finalmente podría ser liberada. Pero también es un recurso político muy eficaz.
P: En 2017, la UE inauguró en Bruselas una Casa de la Historia Europea que presenta la historia de Europa y de la UE. ¿Es una victoria para los emprendedores de la memoria del Este?
R: No. Son muy críticos con esta Casa de la Historia Europea. Denunciaron los sesgos procomunistas en la forma en que se presenta la historia del bloque oriental. Incluso antes de la inauguración del museo, el eurodiputado polaco Wojciech Roszkowski [2004 a 2009 ], también historiador, lamentó que las raíces cristianas de Europa no se hubieran puesto suficientemente de relieve. También criticó una presentación aséptica del período comunista, que, según él, no hacía suficiente hincapié en la represión y la violencia política.
P: ¿Y qué opina de la forma en que la UE retrata su pasado?
R: El proyecto me parece bastante equilibrado. En la presentación de la década de 1930, existe una simetría muy clara entre la Unión Soviética de Stalin y el régimen nazi, como las dos caras de una misma moneda. Esto es problemático desde un punto de vista histórico y está más en consonancia con los miembros orientales de los que hemos hablado.
Pero la presentación del período socialista me parece muy bien hecha, compleja y matizada. Una sección dedicada a la vida cotidiana y al ocio nos recuerda que no todo el mundo estaba en el gulag, que estos regímenes tenían una cierta legitimidad, que no pueden ser considerados un paréntesis de la tiranía total, sin apoyo popular alguno.
Entrevista realizada el 25 de octubre, releída y ligeramente matizada por Laure Neumayer.
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Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés:
Cuando se cumple el 30º aniversario de la caída del Muro de Berlín, ¿sigue siendo relevante la división Este-Oeste para entender cómo funciona la política de Bruselas? ¿La incorporación de los países de la Europa del Este a la UE, en 2004, ha debilitado a las izquierdas del Parlamento Europeo?