Las familias son aniquiladas en Gaza en cuestión de segundos por las bombas israelíes

Un hombre corre con el cuerpo de un niño tras el ataque en una escuela en Gaza.

Clothilde Mraffko (Mediapart)

Jerusalén (Israel) —

Tres mujeres con velo negro lloran sosteniendo un cuerpecito envuelto en un sudario blanco. Israel prohíbe el acceso de la prensa extranjera a Gaza desde el 7 de octubre de 2023. La niña a la que las tres mujeres se despiden se llamaba Salma y tenía 2 años. Fue asesinada junto con sus padres, Mahmoud y Noura Abu Aker, su hermano, Salama, sus dos tíos, Hussein y Ahmed, y su abuela, Oum Ahmed, en el bombardeo de su casa, unas horas antes, en plena noche, en el barrio de Shujaïa, al este de la ciudad de Gaza.

“También había desplazados viviendo con ellos”, cuenta un primo, Hani Abu Aker, al que localizamos por teléfono en la zona de Al-Mawasi, en Jan Yunis, al sur de la Franja de Gaza. “Murieron unas quince personas. El abuelo, Salama, resultó gravemente herido, pero sobrevivió”.

El patriarca es un funcionario de la Autoridad Palestina, así que es poco probable que tenga tratos con Hamás. Sus hijos tenían una tienda de telefonía. “Eran civiles”, insiste su primo. Desde el 18 de marzo, han sido asesinados en Gaza más de 1.300 palestinos. El 23 de marzo, el ministerio de Sanidad local anunció que se había superado el umbral de 50.000 muertos desde el 7 de octubre, ante la indiferencia internacional.

“Siguiendo la táctica que han estado aplicando desde octubre de 2023, las autoridades israelíes han optado una vez más por castigar colectivamente a la población de Gaza, con la aprobación explícita de su aliado más cercano, Estados Unidos”, denunció Claire Magone, directora general de Médicos Sin Fronteras Francia, en un comunicado publicado justo después de que Israel rompiera la tregua, el 18 de marzo.

La destrucción de la ciudad de Rafah

Se van acumulando los duelos, pero los palestinos de la zona no tienen tiempo para vivirlos. Hani Abu Aker lo justifica rápidamente: “La situación es funesta. Al menos los mártires están en paz. Nosotros vivimos atenazados por el miedo y el hambre, preguntándonos cómo proteger a nuestros hijos. Ni siquiera tenemos la oportunidad de recordar los recuerdos con los que han muerto, estamos ocupados tratando de que sobrevivan los que quedan”.

Este ingeniero de 49 años vive en una tienda de campaña con su mujer y sus seis hijos, el más pequeño de los cuales tiene 13 años. Desde el 2 de marzo no ha entrado en Gaza ninguna ayuda humanitaria. Durante el Ramadán, Hani solo comía una vez al día. La fiesta del Aíd llegó a finales de marzo, bajo las bombas. El miedo acecha por todas partes.

El 31 de marzo, dos misiles pulverizaron una tienda de campaña cercana a la suya. La familia que vivía allí acababa de llegar una o dos horas antes. “Encontraron cinco metros libres, se instalaron allí para descansar, acababan de salir de Rafah, que estaba siendo bombardeada al azar”, relata Hani Abu Aker. Según él murieron una mujer de 67 años y dos niños de 7 y 13 años, y unas diez personas más resultaron heridas.

Rafah, la ciudad del extremo sur de la que procedían, fue luego arrasada. En la Franja de Gaza la sociabilidad se construye en torno a lazos de sangre y a la solidaridad vinculada al clan y a los barrios. Las masacres que han aniquilado linajes enteros y los múltiples desplazamientos forzosos han alterado profundamente el tejido social del enclave, aislando a las personas.

“Mis colegas me dicen que solo quieren morir con su familia. Su mayor temor es ser los únicos supervivientes”, informaba el 2 de abril Jonathan Whittall, director de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH) en los Territorios Palestinos Ocupados.

El 1º de noviembre de 2024, el ministerio de Sanidad palestino anunció que, desde el 7 de octubre, habían sido dadas de baja de los registros civiles en Gaza más de 1.400 familias. En un mensaje dirigido a los miembros del Congreso de los Estados Unidos, publicado en la red social X, el poeta de Gaza Mosab Abu Toha hizo esta terrible constatación: Su esposa y él “han perdido a más de 200 seres queridos. […] Muchos de los cuales siguen bajo los escombros desde hace meses”.

Con voz monótona, Hani Abu Aker también enumera las masacres que se han llevado a sus familiares. Desde el 7 de octubre, los Abu Aker, una de las grandes familias de Gaza, han perdido a treinta y cinco de los suyos, dice. El 18 de diciembre de 2023, su hermano fue asesinado en el bombardeo de su casa; tenía 32 años. En enero de 2024 fueron asesinados varios de sus tíos y sus familias y otros tres murieron en tres bombardeos diferentes posteriores. En Rafah, unas horas después de que terminara el alto el fuego, el 18 de marzo, la ginecóloga Majda Abu Aker, de familia extensa, fue asesinada junto con una decena de sus familiares. La víctima más joven tenía 3 días.

“Niño herido sin familia superviviente”

Ghassan al-Khald aún no puede entender la desgracia que le ha caído. Es un niño de 14 meses y “llora todo el tiempo”. “Reclama a su madre”, suspira su abuela paterna, Jadiya al-Sheikh, cuya voz desaparece intermitentemente al otro lado de la línea telefónica que chisporrotea. La tienda donde vivía la madre del niño, Amal, y su familia en la ciudad de Gaza fue bombardeada el 29 de marzo, el último día del Ramadán. “Cuatro personas murieron con ella”, cree saber la abuela de 52 años que, por suerte, tenía a Ghassan en su casa ese día.

Su hijo, Hassan, padre del niño, fue asesinado en septiembre de 2024 en Jabalia, en el norte de Gaza, “cuando iba a buscar pan”, precisa. “¿Qué puedo hacer? Eran las personas más queridas para mí. Esto tan duro”, dice con sobriedad.

Israel puede matarnos todo lo que quiera, quemarnos vivos y destruirnos, pero nunca conseguirá arrancarnos de nuestra tierra

Ramy Abdu

“Esta vez es peor”, alertaba Sam Rose, director adjunto de la UNWRA, la agencia de la ONU para los palestinos, el 21 de marzo, porque la gente ya está agotada, su sistema inmunológico y su salud mental ya están debilitados”. El 3 de abril, la Oficina Central Palestina de Estadística indicó que 38.384 niños de Gaza han perdido a uno o ambos padres desde el 7 de octubre.

Ya al comienzo de la guerra, el cirujano plástico palestino-británico Ghassan Abu Sittah advirtió del gran número de niños heridos a los que operaba y que ya no tenían familia. Para designarlos, apareció una sigla, WCNSF, por wounded child no surviving family (niño herido sin familia superviviente).

Las estadísticas, vertiginosas, dicen poco del horror que azota a Gaza: los palestinos muertos son deshumanizados, están lejanos. El 18 de marzo fueron asesinados en pocas horas más de cuatrocientos palestinos. Entre ellos se encontraban Nesreen al-Jamasi, su esposo Mohammed, sus tres hijos, Ubaida, Omar y Layan, su nuera, Malak, la esposa de Ubaida y sus hijos, Siwar y Mohammed. En una serie de mensajes publicados en la red social X, el hermano de Nesreen, Ramy Abdu, fundador de la ONG de defensa de los derechos humanos Euro-Mediterranean Human Rights Monitor, les rindió homenaje con fotos y vídeos.

En ellos se puede ver a Layan, filmada durante la guerra anterior, en mayo de 2021, apoyada en la pared, hablando relajadamente antes de quedarse paralizada con un grito, los ojos desorbitados, en el momento en que una bomba cae no lejos de su casa. “Lolo”, como la llamaba su tío Ramy Abdu, se había convertido a los 14 años en “miss Layan”, haciéndose maestra para los niños desplazados que vivían en las tiendas de campaña alrededor de la suya.

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La pequeña Siwar, por su parte, aparece en una foto en un sillón color burdeos, como un trono en medio de las ruinas de su casa, en enero, justo después del alto el fuego. “La separación es dolorosa, pero es la voluntad de Dios”, escribe Ramy Abdu. “Israel puede matarnos todo lo que quiera, quemarnos vivos y destruirnos, pero nunca logrará arrancarnos de nuestra tierra. La justicia y la rendición de cuentas llegarán, tarde lo que tarde.” Debajo del mensaje, el tío añadió una foto de sus sobrinos, Omar y Layan, cuando aún eran niños pequeños, sonrientes.

 

Traducción de Miguel López

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