"El código de familia ucraniano define el matrimonio como el cuidado del cónyuge, que es exactamente lo que pretendo hacer.” Leda Kosmachevskaya, con su mirada clara e incisiva, podría ser la imagen misma de la determinación. Esta joven recibió hace unas semanas una llamada de un amigo de la infancia que había estado en el ejército ucraniano desde los primeros días de la invasión rusa. Igual que ella, este hombre abandonó Crimea en 2014. Ambos son "refugiados internos" desde hace ocho años.
El día que suena el móvil de Leda, este amigo está a punto de partir hacia el frente con su batallón, y la joven comprende "de inmediato" de qué tratará la conversación. Según la legislación ucraniana, sólo los familiares "oficiales" (padres, hermanos, marido o mujer) pueden reconocer el cadáver de un soldado muerto en combate, obtener el derecho de visita en el hospital en caso de herida o tomar decisiones como mantenerlo o no en cuidados intensivos. Pero el amigo de Leda Kosmachevskaya es homosexual y ama a un hombre con el que convive desde hace quince años.
Su compañero no tiene derecho alguno al no existir en Ucrania el matrimonio o la unión civil para parejas del mismo sexo. “Mi papel es simplemente hacer de intermediaria entre el Estado y su pareja", explica Leda Kosmachevskaya. No tengo intimidad con este amigo mío, ni vínculo amoroso. Pero tengo poder legal para intervenir.”
Tras unas horas de reflexión, Leda acepta la propuesta de matrimonio. Para militares, bomberos y policías con una relación heterosexual, el procedimiento se ha simplificado enormemente desde el principio de la guerra y puede hacerse por internet con la aprobación del comandante de la unidad. "Una vez que nos pusimos de acuerdo, le pedí a mi amigo todos los detalles: su apodo en el ejército, sus rasgos físicos particulares, si había que mantenerlo vivo o no. En caso de compensación económica, también podría cobrar ese dinero y pasárselo a su pareja.”
A continuación, esta mujer, comunicadora de profesión, se hizo una foto con el cuerpo envuelto en una sábana blanca y publicó un largo texto en las redes sociales ucranianas. Fue un gesto totalmente asumido y consensuado con su amigo militar. "Esta injusticia nos concierne a todos. Todavía hay muchas personas que ocultan su homosexualidad a sus padres, y no confían necesariamente en sus familiares cercanos", explica Leda. “En Crimea también se ha dado el caso de padres que se han convertido en pro-rusos acérrimos, lo que ha provocado muchas rupturas. Yo misma soy madre soltera, y no me gustaría que mi propia madre se vea implicada en la educación de mi hijo, si me pasara algo.”
Una proposición de ley en el cajón
Lo que ha hecho Leda Kosmachevskaya resuena con fuerza en una sociedad ucraniana devastada por la guerra. En julio de 2022, en pleno conflicto, una petición dirigida a Volodímir Zelensky pidiendo la legalización del matrimonio para las parejas del mismo sexo recibió más de 25.000 firmas de apoyo. Sin embargo, el presidente ucraniano echó balones fuera, citando la Constitución del país, que define el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Un texto "intocable en tiempos de guerra", según Zelensky.
Pero los activistas LGTBI+ del país, organizados en unas cuarenta asociaciones, han recogido el testigo, sacando de los cajones del Parlamento la propuesta de una unión civil abierta a las parejas del mismo sexo. El Ministro de Justicia prometió que este texto podría examinarse este mismo año, sin dar más detalles. En Ucrania, la homosexualidad se despenalizó en 1991. Después no se hizo nada más en el frente legislativo hasta 2015, un año después del inicio de la guerra en el Donbás.
Ese año, el Código Laboral se enriqueció con medidas para proteger de la discriminación a los empleados LGTBI+ y, seis años después, se aprobó una Carta de Protección de los Derechos Humanos relativamente ambiciosa. Tymur Levchuk, de la ONG Totchka Opori, nombrado en noviembre miembro del consejo asesor del Defensor de los Derechos Humanos del Parlamento ucraniano -una primicia para un activista LGTBI+ en Ucrania-, señala no obstante el oportunismo de los políticos ucranianos, preocupados por no ofender a nadie: ni a la Iglesia, ni a los círculos conservadores, ni a la juventud movilizada del país en busca de igualdad.
Así, dentro de un mismo partido, tanto el del presidente, Servidor del Pueblo, como el de su oponente Petro Poroshenko, los diputados pueden apoyar un día proposiciones de ley que condenan la "propaganda homosexual" y otro día textos claramente progresistas en favor de los derechos de la comunidad LGTBI+. "No hay una política clara ni siquiera una división ideológica en este asunto. Yo diría que nuestro mayor problema ahora mismo no es la homofobia, sino la indiferencia", afirma Tymur Levchuk.
El "batallón unicornio”
Para romper el techo de cristal, los activistas han ganado algunos aliados importantes en los últimos meses: los militares. La confianza en ellos es enorme en un país traumatizado por nueve meses de conflicto. Desde la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, cada vez son más los soldados gays, lesbianas y trans que se significan públicamente en las redes sociales, y varios incluso afirman ser miembros del simbólico "batallón unicornio", exhibiendo en su uniforme un parche con la imagen del mítico animal.
La comunidad LGTBI y sus numerosos partidarios también pueden esgrimir el más poderoso de los obstáculos: un gobierno ruso abiertamente homófobo. El 24 de noviembre de 2022, los miembros de la Duma de Moscú aprobaron enmiendas a una ley de 2013 que prohíbe la "propaganda LGTBI+" a menores y también la "promoción de relaciones sexuales no tradicionales" a todos los públicos a través de los medios de comunicación, Internet, libros y películas, so pena de fuertes multas.
Olexandr Shaskykh se alistó en el ejército el 24 de febrero, un día después de los primeros bombardeos sobre Ucrania. Su propio padre, francotirador, "cayó" en 2016 en Popasna, en el Donbás. Este estudiante de quinto curso de pediatría fue llamado a filas el 10 de marzo para incorporarse como médico a una unidad militar. Rápidamente, vio su salida a la luz pública como "un arma de guerra".
Todo es bueno "para alejarse de Rusia, incluso asumir públicamente lo que soy", explica Olexandr. Su decisión fue más fácil, dice, porque Ucrania es "mucho más abierta que en el pasado". Desde hace diez años se celebra una Marcha del Orgullo, en 2019 se celebró en Kiev la segunda Conferencia Europea de Lesbianas y, un año antes, también tuvo lugar en la capital un evento internacional sobre cuestiones trans, bajo el patrocinio del ministro de Sanidad.
Antes de la invasión "total", Dmytro, de 30 años, trabajaba en el este del país como ingeniero en una fábrica de Kramatorsk, en el oblast (región) de Donetsk. La ciudad se hizo tristemente famosa tras el bombardeo de su estación de tren el 8 de abril de 2022, en el que murieron unas 60 personas. También antes, en su tiempo libre, Dmytro era un apasionado de la cocina. "No pensé que tendría que cambiar la batidora por un fusil automático, y el delantal de cocinero por un traje militar. Pero los sucesos de febrero cambiaron mi vida".
A finales de mayo, herido en una pierna, Dmytro fue declarado no apto para el servicio. “Soy gay, pero no se lo he dicho a nadie durante mucho tiempo", dice. “Pero después de la lesión, pensé mucho en ello. Estoy cansado de tener miedo, quiero estar con quien realmente amo, no tener miedo de caminar cogidos de la mano.” Desde entonces, ha puesto muchas publicaciones en las redes, con selfies en uniforme.
Si el país es coherente con lo que defiende, tendrá que emprender reformas.
Dmytro no niega "ni los opositores" ni "el odio" que el tema sigue provocando en su país. Edward Reese, miembro activo de la asociación Orgullo Ucrania, que se declara no binario, no olvida tampoco a los grupos radicales nacionalistas, próximos a los neonazis, que perturban regularmente la Marcha del Orgullo ucraniano en nombre de los "valores familiares tradicionales". Algunos de estos jóvenes están hoy en el ejército, "junto a los nuestros", dice amargamente Edward Reese. "Los rusos nos obligan a unirnos. Mañana volveremos a luchar contra ellos.”
Pero Edward ironiza: "Algo bueno ha salido de esta guerra, por así decirlo: los ucranianos siguen prefiriendo la rusofobia a la homofobia...". Estos activistas de la igualdad de derechos tienen otra carta en la manga: Europa.
El 23 de junio de 2022, Ucrania fue reconocida oficialmente como país candidato a la integración en la Unión Europea, lo que implica revisar parte de su código civil, en particular en materia de lucha contra la discriminación. "Si el país es coherente con lo que defiende, tendrá que emprender reformas”, cree Tymur Levchuk. “No sólo sobre la unión civil, sino también sobre cómo castigar los delitos homófobos, que a menudo quedan impunes por falta de un marco legal.”
En una vieja fábrica abandonada de la calle Krivilivska, meca de la vida nocturna underground de Kiev, Anatoly cuenta esta otra anécdota. "Yo llevaba material a nuestros soldados, incluidos varios pares de gafas de visión nocturna, que cuestan una fortuna. Los chicos estaban como locos, eran las primeras que tenían en sus manos. Les dije, a propósito: ‘Este material ha sido recogido por voluntarios LGTBI+. ¿Todavía la quieres?’ Los soldados se quedaron estupefactos, ¡pero se quedaron con las gafas!".
Desde este verano, Anatoly participa en la organización de veladas dedicadas a la "libertad", en gran parte dirigidas a un público LGTBI+, dentro de este espacio industrial con aspecto de catedral. "El objetivo es olvidar la guerra, transformar nuestros sentimientos en un lugar seguro, sin juicios", explica Dimitri, uno de los fundadores de este proyecto. Sacha, que le acompaña, explica: "La masculinidad y la feminidad siguen siendo muy fuertes en nuestras sociedades, sobre todo en un conflicto como éste, en el que se reactivan las normas de género, como el soldado viril en el frente y la mujer que cuida de los niños. Queríamos crear un lugar que rompiera con todo eso, sin reglas, un poco loco".
No en vano, estas veladas se viven como un homenaje a la libertad individual y a la de todo un país. Sacha cita un chiste ucraniano sobre un país en "revolución perpetua", donde los dirigentes suelen marcharse tan rápido como llegaron. El joven ve en esta efervescencia un aglutinante para los derechos civiles. "Las actitudes ya estaban cambiando en Ucrania, y la guerra está actuando como un poderoso acelerador de nuestros derechos.”
Pero Tymur Levchuk, que lleva años trabajando en el ámbito institucional, insiste: "Las uniones civiles entre personas del mismo sexo no son una cuestión de posguerra, sino del presente. El ejército no hace una criba para saber si eres gay o no. Te embarcas y puedes morir, quizá sin nadie que cuide de ti. Por no hablar de los que tienen hijos y familias sin existencia legal que caerán en la precariedad en caso de fallecimiento. La población está dispuesta a cambiar las cosas, la solución legislativa existe, lo único que necesitamos es voluntad política.”
Cuando Leda publicó su historia y habló de su matrimonio como un cable tendido entre ella y el frente, varios comentaristas reaccionaron negativamente. “Me dijeron que estaba mediatizando un tema que no está en el orden del día, que estaba manipulando sentimientos en medio de un conflicto", afirma. “Y estoy de acuerdo: ¡es un problema que deberíamos haber resuelto mucho antes de la guerra!”
Durante los últimos ocho años, Leda Kosmachevskaya, como muchos en Ucrania, ha aprendido a buscar en Internet, a utilizar todas sus redes en el extranjero para encontrar chalecos antibalas y equipamiento militar ligero. Organiza colectas de dinero, medicinas y alimentos, y ahora vive con su hijo bajo la amenaza de las bombas rusas. La joven dice: "Todos nos hemos convertido en máquinas de guerra, ¿y todavía nos toca a nosotros proteger a nuestros soldados?” Pagar ese "alto precio" está bien, dicen estos ucranianos, siempre que el mundo cambie de verdad.
Caja negra
La traducción al ucraniano de este reportaje ha corrido a cargo de Andriy Maliuk, y las fotografías que acompañan a este artículo son de Igor Ishchuk. Todos los entrevistados se reunieron en Kiev, excepto Dmytro, con quien hablamos por Internet.
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Traducción de Miguel López